LOS MOLINOS DE VIENTO DE VALVERDE DEL
CAMINO. 1744-1978. (VI)
Juan Carlos Sánchez
Corralejo
Actas de las VI Jornadas del patrimonio del Andévalo, pp.
183-188.
El declive de los molinos de
viento valverdeños
Dos enemigos atroces, más
fieros que Don Quijote, tuvieron los
molinos valverdeños: el avance
urbanístico y las fábricas de harinas.
Caro Baroja situó el declive de
los molinos de Puebla de Guzmán en la década de 1880. En Valverde ocurrió algo
similar: el Plano de Francisco Coello, publicado en 1870, pero que recoge
información geográfica anterior[1], sólo
reseña la localización de los molinos de Marimanto, El Pelón –o molino de Cañaluenga-, el del Cabezo del Santo
y hace referencia a los molinos arruinados del Cerro de San Gregorio.
Pero no todos lo estaban: hacia 1875, al menos tres de los molinos de
San Gregorio conservaban sus aspas y debían estar a pleno rendimiento, como lo
demuestra la fotografía estereoscópica del arcipreste y astrónomo José Manuel
Vizcaíno Moya, tomada desde la torre de la iglesia parroquial. El molino de la era, en cambio, ya estaba
desmochado.
Desde 1870, el constructor
local Telesforo Pernil Lineros -maestro alarife y perito de albañilería
de ayuntamiento en la década de 1860[2],
y albañil por cuenta propia-, obtuvo varios solares y construyó una nueva
acera de casas que pasan a comunicar la
calleja de Las Peñas con el Molino de
Marimanta, en lo que fue el inicio de la posterior calle Murillo[3].
Él mismo viviría en el cabezo de Las Peñas, junto al molino[4].
Una fotografía
rescatada por Antonio Rico, procedente al parecer de 1890 muestra el Molino de
Marimanta a vista de los antiguos talleres del ferrocarril. Pero desde el
último tercio del siglo XIX, este molino entró en pugna con un negocio nuevo y
más lucrativo: la construcción de depósitos
de minerales levantados en el entorno
de la estación ferroviaria de los Valles y en la ladera de las Peñas[5].
Desconocemos la fecha exacta de su derrumbe, pero algunos valverdeños que
vivieron en la década de 1920 afirman que no lo conocieron.[6]
El molino
de Pedro Tío Vélez aparecía desmochado en la década de 1890. Luego ese
espacio, situado entre las cotas 278 y 286 m., volvió
a propiedad municipal y desde 1945 se inició el proyecto que daría lugar al Grupo Escolar José Nogales.
Molino de Tío Pedro
Vélez. Foto de Manuel Borrero,
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En 1882 un pobre transeúnte,
José Labrador Fernández, enfermo de viruela, se cobijó en un
En
1882 un pobre transeúnte, José Labrador enfermo de viruela, se cobijó en un
molino de viento de las afueras de la población, que carecía de puertas y
techumbre.[7]
En 1896 seguían en pie los Molinos de Pujina y Ramoncha en el
Cabezo de San Gregorio, junto al camino que llevaba a la Mina de Peña de Hierro.
Desde sus atalayas podían verse los Pocillos de la Huerta Nueva
y de las Casas Solas. También seguía en
funcionamiento el Molino de Feria, junto
al camino del Pozuelo, en la cota de 300 metros, es decir, el antiguo molino de
la cabeza de Cañada Luenga[8]. Una
instantánea tomada en la década inicial desde el solar del colegio de las Salesianas, inaugurado en 1904, permite observar aún majestuosos dos molinos de viento en
lo alto del cabezo de San Gregorio que
por entonces se llamaban Pujima y Ramoncha.
En 1915 seguían en
funcionamiento algunos de los molinos de
La Puebla de Guzmán como relataba el
cronista de la revista Andalucía: En los alrededores de
la población se ven varios molinos de viento que, con sus grandes aspas
movibles, nos recuerdan una de las aventuras del inmortal Don Quijote de la
Mancha[9]. Aunque en 1924 eran
apenas testimonio de tiempos pasados.[10]
Los papeles de la contribución
industrial de principios del siglo XX, muy incompletos, no refieren la
existencia de ningún molino de viento en Valverde.
En la
década de 1920, quedaban en pie tres molinos: el molino de Pujina, el
molino del Santo y el de la Huerta del Chusco y otros estaban semidestruídos. El
Molino del Chusco, en las afueras de
Valverde, seguía erguido a principios de la década de 1930:
Yo jugaba allí y más tarde iba a trillar a las eras
de los molinos con mis hermanos Manuel y José. El molino estaba intacto, pero
el que estaba pegado al huerto de Rejón ya estaba medio caído. Más tarde, el
maestro D. Evaristo Arrayás aprovechó sus piedras de lajas azules para separar
el cercado de la huerta del Chusco de su propiedad –actual residencial Nodromar-
de las eras colindantes.[11]
El molino del Santo permanecía medio en pie y los niños de los años
veinte escuchaban que no hacía mucho tiempo se había dedicado a moler. El Molino de Cañaluenga empezaba a ser un
montón de piedras de laja, aunque su base y la estructura de cimentación aún siguen en pie.
Las dos décadas iniciales del
siglo XX vieron una dura pugna entre los molinos tradicionales, ya fueran
hidráulicos o eólicos, y las nuevas fábricas de harinas. Los viejos molinos hidráulicos del Odiel y
del Carrasco y los molinos de viento de los Cabezos de San Sebastián y San
Gregorio, sucumben a la modernidad.
A principios de la década de 1890 desaparecen de la
molinería local Gregorio Arrayás Bernal, el molinero de la calle Camacho; los
hermanos Diego y Blas Arrayás Duque, y Juan Feria Serrano. Pero en la década
inicial del siglo XX, estaban en funcionamiento los molinos harineros de Juan Arrayás Bermejo, José Arrayas Ramírez, vecino de la calle
Nueva; Diego Feria Arrayás, con domicilio en la calle Trinidad; y Ramón Palanco
Gutiérrez o José Macías Moya, casi todos ellos de forma continuada desde la
década de 1880.[12]
Bosquejo planimétrico. Instituto Geográfico y Estadístico.
Valverde 1898
Diego Bull, ingeniero de minas escocés y primer director gerente del ferrocarril y de la
explotación de la mina Buitrón, seguía dado de alta para la venta
de harina al por mayor con sede industrial en la estación del ferrocarril,
hasta el año 1907, es decir, un año después de su marcha de Valverde. Ramírez
Copeiro, su biógrafo, cuenta que traía la harina directamente de Palencia,
Zamora o Santander en barcos o trenes, evitando a los intermediarios, una
harina que recalaba en la estación de Valverde o en su almacén de Zalamea la
Real.[13]
En la década de 1910 José
Manuel Romero Arroyo regentaba un molino
harinero de menos de seis meses en la calle Antonio Vizcaíno -actual calle
del Duque- y José Manuel Villadeamigo Santos, secretario particular,
administrador y hombre de confianza de los negocios particulares de James Bull, otro en el valle de la Fuente, confiado en el
éxito del que fuera su valedor.
En la década de 1920, seguía en
funcionamiento el molino harinero del Odiel de Eugenio Zarza Domínguez, y las molinetas domésticas de José Laureano Vizcaíno en la calle
Andrés Blas, la de los herederos de José
Vizcaíno Matías en General Bernal, y la de José Duque Borrero en Sebastián Casto, trasladada más tarde a la
Calle Camacho. Pero sobre todo ganan terreno las harineras eléctricas como la de Tomás Gallart, desde 1904, un molino harinero de dos piedras, anexo
a la fábrica de la luz, en la prolongación de la calle Sagasta, actual Real de
Arriba, regentada por su hermano Miguel Gallart González[14] y,
sobre todo, la fábrica de harinas San Rafael de la sociedad Rodríguez-Fleming.
Manuel Rodríguez Romero y Rafael Fleming Zarza regentaban una fábrica de
harinas de 12 decímetros situada en la calle D. Andrés Mora –posterior Real de Abajo-,
al menos desde el año 1915, y trasladada al año siguiente a la calle Juan
González o Cuesta de la Estación. La
harinera de la Estación, de 20 dm, con fábrica anexa de pan desde 1918,
fue además el punto de inicio de la principal eléctrica local.[15]
Algo parecido ocurrió en el
resto de poblaciones del Andévalo,
donde también se multiplican las fábricas de harinas: desde 1903 existía la
harinera de Manuel Macías Macías en Cabezas Rubias; la de Francisco Blanco
García, alcalde de Alosno por Real
Orden en los años finales del siglo XIX y uno de sus principales hacendados. Otras varias aparecen en El Cerro de Andévalo, registradas a
nombre de Nicomedes González, Marina Márquez, Juan Rico, Viuda de
Rico e Hijos de Vázquez[16].
En la década de 1920, abren sus
puertas las harineras de Calañas, la
de de los hermanos Pedro y Juan Domínguez Pérez, en 1925[17], y
otra propiedad de Enrique Cruz Nieto, quien montó un molino mecánico de harinas y una serrería de maderas, en julio de 1928[18].
En la década de 1930 nacen nuevas harineras en el Andévalo: en El Cerro, La Sociedad electro-harinera
de San Benito y más tarde la fábrica de Marco Velardo desde 1936; las dos de Santa Bárbara de Casa, una propiedad de Sebastián Pérez Feria y otra
de Gonzalo Infante Gómez, quien además era dueño de un molino maquilero; o la de
Pedro Márquez Charneco en Villanueva de
las Cruces.
Desde mediados de la
década de 1930, la valverdeña San Rafael funcionaba mediante el
sistema Daverío, un sistema de molienda automática a base de un entramado de
conductos por los que se pasaba del grano a los diferentes tipos de harina,
montados en madera que formaban una
arquitectura, artesanal e industrial. El sistema ya era conocido desde
principios del siglo XX y era empleado por alguna de las mejores harineras
nacionales como La Española de
Carabanchel Bajo.
Junto a la fábrica de harinas de Triana aparecía la más humilde “La Molineta”, sita en la calle Sevilla,
propiedad de los hermanos Juan y Gregorio Duque Borrero desde los primeros años
30, que ampliaba el negocio inicial de la calle Peñuelas.
Harinera La Molineta
Algunos molinos hidráulicos, cada vez menos, se siguieron utilizando hasta
bien entrado el siglo XX, viviendo un
periodo de reactivación durante la Guerra
Civil y los primeros años de la posguerra, y empezaron a caer en desuso
cuando la harina comenzó a producirse de manera industrial.
Algunos de los viejos molineros, de viento y de agua,
deben cambiar de oficio. Muchos abandonan la molinería y se hacen zapateros: los hijos de José Jesús Rivera, dueño del molino
de la Melera, cambian la molinería por la zapatería: José Rivera Mora, conocido como José el Molinero, era el
cortador-patronista en la fábrica de cortes aparados de los hermanos Parreño de
la calle Nueva, desde la década de 1930. Su hermano Juan, Juanito el Molinero, entró a trabajar en la fábrica de calzados
de los hermanos Juan y Fernando Fernández Cejudo, de la carretera de Calañas, como zapatero de
banquilla.
[1] A. Rico apunta que los datos del
mapa de Coello pertenecen a la visita del topógrafo Maximiliano Hijón entre
1833 y 1836. Vid Facanias , nº 121, p. 25. “Por un viejo molino”.
[2] A.M.V.C. actas
de 29 de noviembre de 1868.
[3] La trasera de los nuevos inmuebles darían espalda
a las casas de Las Peñas. Finalmente solicitó dos solares al final de Las Peñas
concedidos inicialmente a Pedro González y Juan Parreño, quienes no habían
iniciado aun las obras (A.M.V.C. Actas
capitulares de 24 de julio de 1870)
[4] CAYUELA, Manuel
(2008): “El molino de Marimanto”. Esvalverde.com.
23 de abril de 2008. Vid. además A.M.V.C.
Actas de 24 de julio de 1870
[5] Manuel Boza recibió un trozo de tierra en la ladera de las
Peñas para erigir su nueva casa y construir en sus inmediaciones un depósito de
minerales para su transporte en el ferrocarril de San Juan del Puerto. La
parcela, de veinte y cuatro varas de largo por veinte de ancho, era la más
amplia de las concedidas por al ayuntamiento A.M.V.C. Actas de 11 de octubre de 1868.
[6] Entrevistas a
Antonio Mora Mora (1922) y Manuel Tejero Membrillo (1925-2016).
[7] Por este motivo fue
trasladado a la
Casa-Matadero para poder ser asistido y curado. A.M.V.,
Sesión de 12 de noviembre de 1882. Leg. 40, f. 39.
[9] SOLANO; H. J. “Un rincón de Andalucía (desde la corta)”.
Andalucía, Sevilla. 1/9/1916, nº
4, p. 9.
[10] Celestino Luque
ayudó a Caro Baroja a confeccionar la lista de los que aun estaban en pie en
1924. Vid CARO BAROJA, J., 1996, p. 177.
[11] Entrevista a
Antonio Mora Mora (1922).
[13] RAMÍREZ
COPEIRO J. 1985, 100. Una carta de 8 de septiembre de 1906 de José Manuel
Villadeamigo avisaba a sus suministradores del cese del negocio.
[14] Anuario del comercio, de la
industria, de la magistratura y la administración. 1908, nº 1, p. 2532.
A.M.V. Altas de la Contribución Industrial de 1906. Leg. 709.
[15] Vid SÁNCHEZ
CORRALEJO, 2015, p. 24. Inicialmente fue una “fábrica de electricidad dedicada
al alumbrado exclusivo de su fábrica de harina
y fuerza motriz de su panadería”. Por entonces tenía un promedio de
producción de 4 kilovatios. En 1925 poseía una potencia de 15 kw y un
alternador propio”.
[16] Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la
administración, 1903, n.º 1, página 1.849. Idem de 1908, pp. 2532 a 2536. Anuario de Bailly-Bailliere. 1906, pp. 2061-2065.
[17] Archivo
Histórico Provincial de Huelva. Expedientes de actividades industriales.
[18] El Progreso agrícola y pecuario.
22/4/1928, p.15. Reales órdenes de la
presidencia del Consejo de Ministros de
13 de abril. Víd. también A.H.P. Expedientes de actividades industriales.