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domingo, 18 de junio de 2017

SIGLO XIX: El declive de los molinos de viento valverdeños



LOS MOLINOS DE VIENTO DE VALVERDE DEL CAMINO. 1744-1978. (VI)


Juan Carlos Sánchez Corralejo

Actas de las  VI Jornadas del patrimonio del Andévalo, pp. 183-188.


El declive de los molinos de viento valverdeños

Dos enemigos atroces, más fieros que Don Quijote, tuvieron los molinos valverdeños: el avance urbanístico y las fábricas de harinas.

Caro Baroja situó el declive de los molinos de Puebla de Guzmán en la década de 1880. En Valverde ocurrió algo similar: el Plano de Francisco Coello, publicado en 1870, pero que recoge información geográfica anterior[1], sólo reseña la localización de los molinos de Marimanto, El Pelón –o molino de Cañaluenga-, el del Cabezo del Santo y hace referencia a los molinos arruinados del Cerro de San Gregorio. Pero no todos lo estaban: hacia 1875, al menos tres de los molinos de San Gregorio conservaban sus aspas y debían estar a pleno rendimiento, como lo demuestra la fotografía estereoscópica del arcipreste y astrónomo José Manuel Vizcaíno Moya, tomada desde la torre de la iglesia parroquial. El molino de la era, en cambio, ya estaba desmochado.

Desde 1870, el constructor local Telesforo Pernil Lineros -maestro alarife y perito de albañilería de ayuntamiento en la década de 1860[2], y albañil por cuenta propia-,  obtuvo varios solares y construyó una nueva acera de casas que pasan a comunicar  la calleja de Las Peñas con el Molino de Marimanta, en lo que fue el inicio de la posterior calle Murillo[3]. Él mismo viviría en el cabezo de Las Peñas, junto al molino[4]. Una fotografía rescatada por Antonio Rico, procedente al parecer de 1890 muestra el Molino de Marimanta a vista de los antiguos talleres del ferrocarril. Pero desde el último tercio del siglo XIX, este molino entró en pugna con un negocio nuevo y más lucrativo: la  construcción de depósitos de minerales levantados en el entorno  de la estación ferroviaria de los Valles y en la ladera de las Peñas[5]. Desconocemos la fecha exacta de su derrumbe, pero algunos valverdeños que vivieron en la década de 1920 afirman que no lo conocieron.[6]

 El molino de Pedro Tío Vélez aparecía desmochado en la década de 1890. Luego ese espacio, situado entre las cotas 278 y 286 m., volvió a propiedad municipal y desde 1945 se inició el proyecto que daría lugar al Grupo Escolar José Nogales.


    
Molino de Tío Pedro Vélez         A.  Rico Valverde en sepia III, lám. 71



Molino de Tío Pedro Vélez. Foto de Manuel Borrero,

Ramírez Copeiro, 1987, 182. Década de 1890





          
Molinos del cabezo de San Gregorio. Fines del siglo XIX. RICO, A.  Valverde en Sepia, III, lam. 80.  Pujina y Remoncha

 
Molino del Cabezo del Santo. Foto de Manuel Borrero Cejudo. Ramírez Copeiro, 1987, 194

 
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En 1882 un pobre transeúnte, José Labrador Fernández, enfermo de viruela, se cobijó en un

En 1882 un pobre transeúnte, José Labrador enfermo de viruela, se cobijó en un molino de viento de las afueras de la población, que carecía de puertas y techumbre.[7]

En 1896 seguían en pie los Molinos de Pujina y Ramoncha en el Cabezo de San Gregorio, junto al camino que llevaba a la Mina de Peña de Hierro. Desde sus atalayas podían verse los Pocillos de la Huerta Nueva y de las Casas Solas. También seguía en funcionamiento el Molino de Feria, junto al camino del Pozuelo, en la cota de 300 metros, es decir, el antiguo molino de la cabeza de Cañada Luenga[8]. Una instantánea tomada en la década inicial desde el solar del colegio de las Salesianas, inaugurado en  1904, permite observar aún majestuosos dos molinos de viento en lo  alto del cabezo de San Gregorio que por entonces se llamaban Pujima y Ramoncha.

En 1915 seguían en funcionamiento algunos de los molinos de La Puebla de Guzmán  como relataba el cronista de la revista Andalucía: En los alrededores de la población se ven varios molinos de viento que, con sus grandes aspas movibles, nos recuerdan una de las aventuras del inmortal Don Quijote de la Mancha[9]. Aunque en 1924 eran apenas testimonio de tiempos pasados.[10]  

Los papeles de la contribución industrial de principios del siglo XX, muy incompletos, no refieren la existencia de ningún molino de viento en Valverde. 

En  la década de 1920, quedaban en pie tres molinos: el molino de Pujina, el molino del Santo y el de la Huerta del Chusco y otros estaban semidestruídos. El Molino del Chusco, en las afueras de Valverde, seguía erguido a principios de la década de 1930:

Yo jugaba allí y más tarde iba a trillar a las eras de los molinos con mis hermanos Manuel y José. El molino estaba intacto, pero el que estaba pegado al huerto de Rejón ya estaba medio caído. Más tarde, el maestro D. Evaristo Arrayás aprovechó sus piedras de lajas azules para separar el cercado de la huerta del Chusco de su propiedad –actual residencial Nodromar- de las eras colindantes.[11]

El molino del Santo permanecía medio en pie y los niños de los años veinte escuchaban que no hacía mucho tiempo se había dedicado a moler. El Molino de Cañaluenga empezaba a ser un montón de piedras de laja, aunque su base y la estructura  de cimentación aún siguen en pie. 

Las dos décadas iniciales del siglo XX vieron una dura pugna entre los molinos tradicionales, ya fueran hidráulicos o eólicos, y las nuevas fábricas de harinas. Los viejos molinos hidráulicos del Odiel y del Carrasco y los molinos de viento de los Cabezos de San Sebastián y San Gregorio, sucumben a la modernidad.

A principios de la década de 1890 desaparecen de la molinería local Gregorio Arrayás Bernal, el molinero de la calle Camacho; los hermanos Diego y Blas Arrayás Duque, y Juan Feria Serrano. Pero en la década inicial del siglo XX, estaban en funcionamiento los molinos harineros de Juan Arrayás Bermejo, José Arrayas Ramírez, vecino de la calle Nueva; Diego Feria Arrayás, con domicilio en la calle Trinidad; y Ramón Palanco Gutiérrez o José Macías Moya, casi todos ellos de forma continuada desde la década de 1880.[12]  


Bosquejo planimétrico. Instituto Geográfico y Estadístico. Valverde 1898

Diego Bull, ingeniero de minas escocés y primer director gerente del ferrocarril y de la explotación de la mina Buitrón, seguía dado de alta para la venta de harina al por mayor con sede industrial en la estación del ferrocarril, hasta el año 1907, es decir, un año después de su marcha de Valverde. Ramírez Copeiro, su biógrafo, cuenta que traía la harina directamente de Palencia, Zamora o Santander en barcos o trenes, evitando a los intermediarios, una harina que recalaba en la estación de Valverde o en su almacén de Zalamea la Real.[13]


En la década de 1910 José Manuel Romero Arroyo regentaba un molino harinero de menos de seis meses en la calle Antonio Vizcaíno -actual calle del Duque- y José Manuel Villadeamigo Santos, secretario particular, administrador y hombre de confianza de los negocios particulares de  James Bull,  otro en el valle de la Fuente, confiado en el éxito del que fuera su valedor.

En la década de 1920, seguía en funcionamiento el molino harinero del Odiel de Eugenio Zarza Domínguez, y las molinetas domésticas de José Laureano Vizcaíno en la calle Andrés Blas, la de los herederos de José Vizcaíno Matías en General Bernal, y la de José Duque Borrero en Sebastián Casto, trasladada más tarde a la Calle Camacho. Pero sobre todo ganan terreno las harineras eléctricas como la de Tomás Gallart, desde 1904, un molino harinero de dos piedras, anexo a la fábrica de la luz, en la prolongación de la calle Sagasta, actual Real de Arriba, regentada por su hermano Miguel Gallart González[14] y, sobre todo, la fábrica de harinas San Rafael de la sociedad Rodríguez-Fleming. Manuel Rodríguez Romero y Rafael Fleming Zarza regentaban una fábrica de harinas de 12 decímetros situada en la calle D. Andrés Mora –posterior Real de Abajo-, al menos desde el año 1915, y trasladada al año siguiente a la calle Juan González o Cuesta de la Estación. La  harinera de la Estación, de 20 dm, con fábrica anexa de pan desde 1918, fue además el punto de inicio de la principal eléctrica local.[15]   

Algo parecido ocurrió en el resto de poblaciones del Andévalo, donde también se multiplican las fábricas de harinas: desde 1903 existía la harinera de Manuel Macías Macías en Cabezas Rubias; la de Francisco Blanco García, alcalde de Alosno por Real Orden en los años finales del siglo XIX y uno de sus principales hacendados. Otras varias aparecen en El Cerro de Andévalo, registradas a nombre de Nicomedes González, Marina Márquez, Juan Rico, Viuda de Rico e Hijos de Vázquez[16].  

En la década de 1920, abren sus puertas las harineras de Calañas, la de de los hermanos Pedro y Juan Domínguez Pérez, en 1925[17], y otra propiedad de Enrique Cruz Nieto, quien montó un molino mecánico de harinas y una serrería de maderas, en julio de 1928[18].

En la década de 1930 nacen nuevas harineras en el Andévalo: en El Cerro, La Sociedad electro-harinera de San Benito y más tarde la fábrica de Marco Velardo desde 1936;  las dos de Santa Bárbara de Casa, una propiedad de Sebastián Pérez Feria y otra de Gonzalo Infante Gómez, quien además era dueño de un molino maquilero; o la de Pedro Márquez Charneco en Villanueva de las Cruces. 

Desde mediados de la década de 1930, la valverdeña San Rafael funcionaba mediante el sistema Daverío, un sistema de molienda automática a base de un entramado de conductos por los que se pasaba del grano a los diferentes tipos de harina, montados en madera que  formaban una arquitectura, artesanal e industrial. El sistema ya era conocido desde principios del siglo XX y era empleado por alguna de las mejores harineras nacionales como La Española de Carabanchel Bajo.   

Junto a la fábrica de harinas de Triana aparecía la más humilde “La Molineta”, sita en la calle Sevilla, propiedad de los hermanos Juan y Gregorio Duque Borrero desde los primeros años 30, que ampliaba el negocio inicial de la calle Peñuelas.

  

Fábrica de harinas San Rafael


                                                                        Harinera La Molineta


Algunos molinos hidráulicos, cada vez menos, se siguieron utilizando hasta bien entrado el siglo XX, viviendo  un periodo de reactivación durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra, y empezaron a caer en desuso cuando la harina comenzó a producirse de manera industrial.

Algunos de los viejos molineros, de viento y de agua, deben cambiar de oficio. Muchos abandonan la molinería y se hacen zapateros: los hijos de José Jesús Rivera, dueño del molino de la Melera, cambian la molinería por la zapatería: José Rivera Mora, conocido como José el Molinero,  era el cortador-patronista en la fábrica de cortes aparados de los hermanos Parreño de la calle Nueva, desde la década de 1930. Su hermano Juan,  Juanito el Molinero, entró a trabajar en la fábrica de calzados de los hermanos Juan y Fernando Fernández Cejudo, de la  carretera de Calañas, como zapatero de banquilla. 



[1] A. Rico apunta que los datos del mapa de Coello pertenecen a la visita del topógrafo Maximiliano Hijón entre 1833 y 1836. Vid Facanias , nº 121, p. 25. “Por un viejo molino”.   
[2] A.M.V.C. actas de 29 de noviembre de 1868.
[3] La trasera de los nuevos inmuebles darían espalda a las casas de Las Peñas. Finalmente solicitó dos solares al final de Las Peñas concedidos inicialmente a Pedro González y Juan Parreño, quienes no habían iniciado aun las obras  (A.M.V.C. Actas capitulares de 24 de julio de 1870)
[4] CAYUELA, Manuel (2008): “El molino de Marimanto”. Esvalverde.com. 23 de abril de 2008.  Vid. además A.M.V.C. Actas de  24 de julio de 1870
[5] Manuel Boza recibió un trozo de tierra en la ladera de las Peñas para erigir su nueva casa y construir en sus inmediaciones un depósito de minerales para su transporte en el ferrocarril de San Juan del Puerto. La parcela, de veinte y cuatro varas de largo por veinte de ancho, era la más amplia de las concedidas por al ayuntamiento  A.M.V.C. Actas de 11 de octubre de 1868.
[6] Entrevistas a Antonio Mora Mora (1922) y Manuel Tejero Membrillo (1925-2016).
[7] Por este motivo fue trasladado a la Casa-Matadero para poder ser asistido y curado. A.M.V., Sesión de 12 de noviembre de 1882. Leg. 40, f. 39.
[8] Bosquejo planimétrico. Instituto geográfico y Estadistico. Valverde 1898
[9] SOLANO; H. J. “Un rincón de Andalucía (desde la corta)”. Andalucía, Sevilla. 1/9/1916, nº 4, p. 9.
[10] Celestino Luque ayudó a Caro Baroja a confeccionar la lista de los que aun estaban en pie en 1924. Vid  CARO BAROJA, J., 1996, p. 177.
[11] Entrevista a Antonio Mora Mora (1922).
[12] Vid. Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y la administración.
[13] RAMÍREZ COPEIRO J. 1985, 100. Una carta de 8 de septiembre de 1906 de José Manuel Villadeamigo avisaba a sus suministradores del cese del negocio.
[14] Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y la administración. 1908, nº 1, p. 2532. A.M.V. Altas de la Contribución Industrial de 1906. Leg. 709.
[15] Vid SÁNCHEZ CORRALEJO, 2015, p. 24. Inicialmente fue una “fábrica de electricidad dedicada al alumbrado exclusivo de su fábrica de harina  y fuerza motriz de su panadería”. Por entonces tenía un promedio de producción de 4 kilovatios. En 1925 poseía una potencia de 15 kw y un alternador propio”.
[16] Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración, 1903, n.º 1, página 1.849. Idem de 1908, pp. 2532 a 2536. Anuario de Bailly-Bailliere. 1906, pp. 2061-2065.
[17] Archivo Histórico Provincial de Huelva. Expedientes de actividades industriales.
[18] El Progreso agrícola y pecuario. 22/4/1928, p.15. Reales órdenes  de la presidencia del Consejo de Ministros  de 13 de abril.  Víd. también A.H.P. Expedientes de actividades industriales.