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sábado, 17 de mayo de 2025

LAS CASAS DE LOS MAESTROS

 

Las casas de los maestros.

 

  El artículo 52 de la Ley de Educación Primaria de 1945 establecía que la construcción de  edificios-escuelas y viviendas para el maestro era una función esencialmente municipal y solo por la Ley de Construcciones Escolares de 22 de diciembre de 1953, el Estado asume un papel más destacado como promotor directo, junto a los ayuntamientos. La aprobación del plan de construcción de escuelas de 1956 y la inauguración de la Junta Central de Construcciones Escolares de enero de 1957, dio como resultado que vieran la luz gran cantidad de grupos escolares a lo largo de la geografía onubense. 

 

Muchos maestros del grupo disfrutaron además de una vivienda oficial.[1] El resto recibía una pequeña cuota en concepto de compensación, bien para sufragar su propio alquiler, bien para afrontar los gastos de sus viviendas en propiedad.

 

En junio de 1955 se solicitan de nuevo ayudas al Ministerio para obras de mejora en el centro, aunque la parquedad de la referencia no nos permite profundizar más[2]. Quizá desde este momento se estuviera pensando en la posibilidad de construir viviendas para los maestros, de acuerdo con la ley de 22 de diciembre de 1953 y las órdenes de 10 de febrero y 27 de agosto de 1954.

 

Pero las ocho casas de maestros construidas en el recinto del Grupo Escolar no se levantaron hasta mediados de la década de los 60. No hemos podido documentar, en los archivos locales, la fecha exacta de inauguración ni las aportaciones municipal y estatal, en este último caso si la hubo. Si en cambio la realización de las obras a través del recuerdo de los alumnos de aquellos años.

 

Entre los pocos datos que hemos podido recopilar en este asunto, sabemos que en 1973 las casas de los maestros aún no disponían de agua potable:

 

«La acometida del agua, para el servicio de las casas de los Sres. Profesores es también una necesidad urgente, pues entendemos que ellos deben beneficiarse también como cada vecino del inmejorable abastecimiento de agua que llega ya a todas las casas del pueblo»[3].  

 

A finales de la década de los 60 ocupaban las ochos casas de maestros Antonio  Cuevas, Casiano Hidalgo, Francisco Javier Almonte, Severino Fernández y su esposa Mercedes Rodríguez Piñán, Carmen Fructos, Águeda Díaz Barragán y Dolores Arroyo Medina.

 

En los primeros 70 las habitaban Dolores Arroyo Medina, Águeda Díaz Barragán y dos familias numerosas, la de José Zamarreñó  y Pilar García, y la de Josefa Parreño, que pudieron ocupar dos viviendas anexas[4]. Tras la marcha de Águeda Díaz en ocupó su plaza y su vivienda Mari Cruz Ponce Vázquez y su esposo, el también maestro Francisco Mendoza Cejudo.   

 

A los ojos de los alumnos, vivir en el propio recinto escolar era un  castigo doble:

«Al otro lado del colegio, en la zona que da a la carretera de Calañas, estaban situadas las casas de los maestros, cuya parte trasera miraba a la calle Madrid. Eran viviendas pequeñas y, al menos en su planta baja,  de la que nunca pasé, poco luminosas. Se nos hacía extraño que nuestro maestro viviera dentro del recinto escolar, y a nuestros ojos parecía un castigo del que afortunadamente nosotros nos habíamos librado».[5]

 

Como conclusión de este apartado de construcciones escolares, podemos afirmar que las obras de reparación del Grupo Escolar en los años del franquismo fueron escasísimas y siempre obras menores. El diario ABC narraba unos años después, en 1977, el olvido que Valverde del Camino tuvo ante las autoridades educativas, de cara a la mejora del Menéndez y Pelayo, lo mismo que del proyecto de Instituto de Enseñanza Secundaria:

 

«El único colegio nacional de Valverde, el Menéndez y Pelayo, considerado como el santa sanctorum de la enseñanza y que verdaderamente merezca el nombre de tal, por su construcción, su situación y capacidad y por el mismo que en él ponen los valverdeños, fue construido durante la II República, en 1934, sin que el Ministerio tuviera que hacer, en los últimos cuarenta años, más que una pequeña ampliación a efectos de levantar algunas aulas para niñas, ya que el grupo escolar José Nogales[6], edificado en los años cincuenta con un presupuesto de 300.000 pesetas, además de insuficiente y mal planteado, se situó sobre un cerro, de tal forma, que el campo de juegos infantiles queda en una de las cuestas más pronunciadas de la población.

 

Se puede deducir, con los datos en la mano, que desde 1960 a 1973, la Junta Provincial de Construcciones Escolares de Huelva, realizó en la provincia inversiones por un total de setecientos veintitrés millones setecientas setenta mil cuatrocientas quince pesetas, sin que a Valverde del Camino le correspondiera ni un solo céntimo, a efectos de centros escolares.

 

Así, pasada la primera sorpresa en el Gobierno Civil de Huelva ante la decisión cientas quince pesetas sin que a Valverde el gobernador se entrevistó el pasado lunes 27(sic), con todos los miembros de la Corporación, que sin desistir de su postura de mantener el cese, aceptaron dar un compás de espera con vistas a ser recibidos en Madrid, tan pronto quede formado el nuevo Gobierno, por el ministro de Educación y Ciencia».[7]

 Pero junto a la escasez de obras de reparación y mantenimiento, aparece una nueva demanda: la ampliación de las dotaciones escolares de una población en continuo crecimiento.  

 En 1958, Valverde solicitaba un grupo escolar de niños de 9 secciones, dos escuelas unitarias de párvulos varones, un grupo escolar de niñas de seis secciones –la escuela del Santo-, y una escuela unitaria, con secciones de niños y niñas, en los Pinos de Valverde, y se añadía que «a efectos de prelación de estas construcciones se indica que el 40% de niños y el 27% de niñas, según las estadísticas más recientes obrantes en esta secretaría, no reciben enseñanza primaria de ninguna clase»[8].

 En 1960 se solicitó, con cargo al presupuesto de 1961, el nuevo grupo escolar de niños de 6 secciones de Triana[9]. En 1963 se seguían pidiendo 6 unidades de niñas, que se acoplarían al grupo Menéndez y Pelayo, y la tan ansiada escuela de los Pinos[10]. En 1970 se solicitaba la creación de dos escuelas de párvulos y una de niños[11].

 A partir de 1961, el Grupo Escolar Menéndez y Pelayo no estará solo. A él se unen las seis nuevas aulas del recién inaugurado Grupo Escolar José Nogales. Ello vino a significar la existencia de 13 unidades escolares para la población masculina, y apenas cinco para la población femenina. Los  maestros de ambos, así como de las escuelas de niñas, son bien conocidos en la ciudad[12]. En 1967 tuvo lugar la única obra reseñable del Grupo Escolar: la inauguración de la Nueva Escuela Graduada de Niñas, que analizaremos más tarde. 

 

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Aún quedaban por resolver algunos inconvenientes constructivos, como el muro de la calle Madrid. Incluso a finales de los años sesenta seguía siendo un  terraplén. Los setos habían alcanzado enorme altura, pero su continuidad solo podía producir accidentes. En 1969, Manuel Medina sugirió la conveniencia de reparar la valla, o mejor de sustituirla por el muro correspondiente.[13] Cuatro años después, siendo ya director del  centro, el problema continuaba:

 

«El cerramiento de la parte derrumbada de la calle Madrid es necesario quede en condiciones, para evitar que no solo los niños sino las gentes transiten por allí sin el menor respeto a cosa acotada. Además, el aspecto de abandono, con aquellos escombros sin retirar aún de la citada calle, hace que algunos vecinos de la misma, sin el menor escrúpulo, echen sus basuras dentro del recinto, lo cual puede comprobarse a simple vista»[14]

Vista aérea de Valverde con el Grupo Escolar y el Valle de la Fuente poblado de  naranjos. Por iniciar  las obras de la barriada Inmaculada Concepción

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1]. A.M.V. / L.A.C. de 1969, 7 de noviembre. Los  maestros Francisco Mendoza, Juan Luis Duque y Juan Bautista Cruz solicitaban autorización para diversas obras de acondicionamiento en las viviendas que les habían sido asignadas.

[2]. A.M.V./L.A.C. de 1955, 25 de junio.

[3]. A.C.M.P.,  Acta de 24 de octubre de 1973.

[4]. En el primer caso, debido a que los dos miembros del matrimonio eran maestros. En el caso de Josefa Parreño, por un acuerdo con el  también maestro valverdeño Juan Cruz Cera.

[5]. ARROYO BERMEJO, L., 2012.

[6]. Actual Guardería Municipal.

[7]. ABC. Viernes 1 de julio de 1977, p. 21. Errata notable en el tercer párrafo.

[8]. L.A.C. de 1958, 3 de noviembre. Propuesta del secretario para el plan provincial de construcciones escolares.

[9]. A.M.V./L.A.V. de 1960, 25 de noviembre.

[10]. A.M.V./L.A.C. de 1963, 23 de abril y 26 de mayo.

[11]. A.M.V./L.A.C. de 1970, 4 de diciembre.

[12]. Por el Menéndez, Manuel Medina, Fausto Arroyo, Teodoro González, Francisco Romero, Antonio Rivera y Fernando Gómez.  Por el Grupo Escolar José Nogales, Francisco Mora Arrayás, Rafael López Muñoz,  Jerónimo Nogueroles, Manuel Rojo Jiménez,  José  Arrayás Arroyo, Luis Retamero Fernández y  Manuel Orihuela Morales. Las maestras de niñas eran María Ruiz, Carmen Sevilla, Amalia Barbosa, Carmen Peña y Antonia Pérez Aparicio. Esta última de la escuela unitaria de niñas, inscrita dentro del Taller-Escuela de Formación Profesional, dependiente del Ministerio de Educación Nacional. Relación manuscrita de los maestros de Valverde del Camino. Leg. 360.  

[13]. A.C.M.P: Libro de actas. 1969, septiembre, 25.

[14]. A.C.M.P: Acta de 24 de octubre de 1973.

EL GRUPO ESCOLAR. OBRAS DE MANTENIMIENTO

 

Algunas modificaciones: obras de mantenimiento y reparación, ampliaciones, cierres temporales y las casas de los maestros. 

 

Las obras de mantenimiento y reparación eran una necesidad constante. En agosto de 1954, el ayuntamiento solicitó una permuta entre el terreno ocupado por el Grupo Escolar, propiedad del estado, y las 180 viviendas protegidas de la barriada Inmaculada Concepción, propiedad del ayuntamiento, para regularizar ambas fincas y lograr delimitaciones claras entre estos dos espacios contiguos[1].

 

A partir de entonces, los anhelos se centraron en las necesarias obras de mantenimiento y en el cerramiento del perímetro. En virtud de un oficio de la Inspección de 7 de octubre de 1957, que trasladaba otro anterior de la Dirección General de Enseñanza de 28 de septiembre, se instó al ayuntamiento a realizar el cerramiento del grupo, pero el requerimiento se dilató  en el tiempo. 

 

En diciembre de 1958, el temporal de lluvias intensas y viento terminó por destrozar la puerta de una de las clases, e hizo ceder el tejado «por la falta de maderas que forman profundas ondulaciones, las cuales han producido encharcamientos». El director afirmaba que, de no de arreglarse aquellos desperfectos, podría haber un día de luto en la población[2].

 

En 1959, el estado de conservación era penoso; desde el cabildo se hablaba de mal endémico, derivado de su defectuosa construcción: «el lamentable estado en que se encuentra el edificio en general, pues todos conocen lo ruinoso tanto de la techumbre, de los bastidores, puertas, ventanas, enlucidos, etc. etc., que resulta, amén de peligroso, un edificio indecoroso que desdice notablemente en una población cabeza de partido judicial de cerca de 12.000 almas». Entre las causas concretas se aludía a la insuficiente excavación de los cimientos, la pobre composición de la mezcla, la mala calidad de los materiales, las maderas poco sazonadas y la pobre técnica de edificación. Y se pedía su declaración de finca ruinosa, ya que el edificio tenía “todas las apariencias de unos lavaderos, una granja avícola o algo parecido”[3].

 

Todos los años, el Ayuntamiento dejaba cumplimentada la obligación municipal de reparación, blanqueo y limpieza general, pero la enfermedad de aquel edificio era estructural. En consecuencia, la corporación, por unanimidad, acordó informar a la Inspección Provincial de Enseñanza Primaria de los defectos e instar a los servicios técnicos del ayuntamiento a formular un informe conducente a la declaración de finca ruinosa del inmueble. Pese a aquel intento, el inmueble seguiría en pie más de treinta años.    

 

En octubre de 1960 se decidió hacer una explanada para campo de deportes y espacio de juegos y ocio de los críos[4]. Un año después, el cercado seguía igual, debido a la penuria económica que manifestaba el cabildo. Entonces, la Junta Municipal de Educación solicitó el nombramiento de un guarda «para evitar el abandono del mismo»[5].

 

Foto 1

 

Colegio Menéndez y Pelayo, junto a la barriada de la Inmaculada Concepción en construcción.

 

 

 

En los años cuarenta, el Grupo Escolar tuvo un primer guarda. Desde entonces los niños de las calles aledañas al colegio tuvieron más difícil jugar al futbol por las tardes y tuvieron que buscar emplazamientos alternativos, como el cercado del Matadero, o los Riscos del Tintor o “Riscos Tintones”, como son  más conocidos en la población[6]. El guarda desapareció posteriormente y se recuperó en la década de 1960. Fue guarda por muchos años Rafael Romero, durante la alcaldía de Domingo Romero Malavé, y más tarde José María Ramírez Rite.

 

En 1973, el centro, con 17 unidades y un número creciente de alumnos, había quedado sin custodia y se pedía que se ocuparan de ella los vigilantes del parque municipal recién creado, para evitar los constantes daños a los cristales y las instalaciones en general[7].

 

En 1961, apenas 24 años después de su inauguración, el estado del edificio del Grupo Escolar era realmente lamentable. Carecía, desde hacía más de seis años, de bomba elevadora de agua, a pesar de su perentoria necesidad para la limpieza y el aseo de los retretes. Asimismo, al no disponer de guarda, a menudo aparecían las aulas asaltadas y con numerosos desperfectos en los materiales de enseñanza. Para colmo, peligraba la techumbre, debido al hundimiento de las vigas y se había convertido en «albergue nocturno para toda clase de cosas inconfesables»[8].

 

1º «El grupo Escolar Menéndez y Pelayo desde hace más de seis años carece de bomba elevadora de agua por lo que falta este indispensable servicio para retretes, limpieza, etc.

2º No se ha hecho a este grupo el cerramiento al que se obligó el Excmo. Ayuntamiento en virtud de oficio de esa inspección nº 598 de 7 de Octubre de 1957, trasladando otro de la Dirección General de Enseñanza Primaria de fecha 28 de septiembre del mismo año.

3º No tiene este Grupo guarda, por lo que es muy raro el día que no aparecen las aulas asaltadas, después de las horas de clase, con el consiguiente trastorno y perjuicio de rotura de cristales y del material de enseñanza.

4º Es muy urgente el arreglo de la techumbre que amenaza ruina en varias clases, requiriendo también rápido arreglo el material escolar.[9]

 

El alcalde, requerido desde Huelva, contesta acerca de la inminente solución de aquellos problemas:

 

«Me complace, por una parte, informarle que las obras de instalación del servicio de agua (motor, tuberías y demás accesorios) está actualmente dándose  a su fin, pudiéndose tener terminados para la próxima semana. Los cielos rasos ya se arreglaron hace unos días y los cristales de las ventanas se repondrán seguidamente, como se hace anualmente. [10]   

 

Respecto al cerramiento del colegio, el consistorio alegaba que «es obra que, de momento, no se puede abordar hasta tanto se termine la construcción de un grupo de viviendas de renta limitada del que este Ayuntamiento es promotor, lindando con los terrenos de dicho Grupo Escolar por razón de rellenos y declives que ahora existen y una vez terminadas las obras quedará modificado y con razón bastante poderosa la difícil situación económica actual del Ayuntamiento, el que considerando dichas obras de cerramiento de urgente y gran importancia recurrirá  a los auxilios del Estado en su  momento».

 

Por último, trasladaba al Estado la responsabilidad del arreglo de la techumbre: 

 

En lo que respecta a la techumbre del inmueble, es asunto aparte. Este ayuntamiento ha sido el primero en reconocer su ruina y peligrosidad, recogiendo este parecer en acuerdo adoptado el 4 de agosto de 1959, cuya copia le acompaño y que por su lectura comprenderá que no compite [sic], por su grado de envergadura y motivos de su estado al Ayuntamiento su reparación. 

 

La Junta de Primera Enseñanza elevaba a conocimiento del consistorio las necesidades de reparación de ventanas y nuevas adquisiciones de material escolar. A modo de ejemplo, en octubre de 1960 se decidió adquirir 30 bancas e instar al cabildo al arreglo de la bomba y de las tuberías de conducción de agua. Además, la Dirección General de Enseñanza Primaria se ocupaba, de tiempo en tiempo, de renovar el material docente.

Pero el deterioro del inmueble era evidente y en 1963 se había llegado a una situación insoportable:

 

«La problemática que el inmueble presenta es bastante delicada porque se viene rastreando (sic) desde hace bastantes años y aunque se han hecho varios intentos para solucionarla hasta la fecha no se ha abordado el problema con la intensidad que debiera. No obstante pudiera entrar en vías de solución si el Sr. Alcalde como lo ha prometido empezase a gestionarlo a través de la Junta Provincial de Construcciones Escolares»[11].

 

Las vigas de la techumbre mostraban una curva cada vez más evidente. La inspectora de enseñanza primaria Asunción Merino se interesó por el tema. La situación se hizo insostenible. En el curso escolar 1965/66 las clases del grupo se trasladaron a las Escuelas Vicentinas, ante el peligro de ruina de la techumbre. Además, Francisco Romero Calleja cedió desinteresadamente el piso de su casa, en el nº 53 de la calle Real de Arriba, en horario de mañana y tarde.

 

El recuerdo de sus alumnos, sin embargo, no es tan tétrico:  

 

«Eran aulas que, bajo el filtro de la memoria y la recreación del niño, parecían  de techos altos, más bien oscuras, con las puertas orientadas al oeste y las entradas hacia el este, con vistas al patio de juegos, dónde formábamos en fila antes de iniciar las clases. No eran aulas muy calurosas, pues no recuerdo un sofoco especial en las clases de por la tarde cercanas al final del curso con un calor inclemente en el exterior[…] Estas aulas sólo eran de planta baja y formaban un edificio corrido con soportales que se iniciaba con el despacho del director y terminaba formando un ángulo recto. Más aulas continuaban en dirección al edifico de dos plantas que albergaba el resto de dependencias»[12].

 

En medio de esta preocupación constante por el estado del inmueble se hicieron esfuerzos para dotar al centro de dos dependencias básicas: un comedor y un despacho de dirección.    

 

No hemos podido precisar el momento exacto en que se construyó una ampliación de las seis secciones para comedor escolar. Sí sabemos que en el Curso 1965/66 se levanta un nuevo comedor, bastante más amplio, destinándose el antiguo a cocina. Los comensales aumentaron, siendo algunos becados, mientras otros asistían pagando una módica cantidad[13]

                  

Al tratarse de una escuela graduada se exigía la existencia de un director. El Reglamento de Escuelas Graduadas de 1918, en su art. 6º, establecía que los maestros junto al director formaban la Junta de maestros de escuela, encargados de decidir el método de rotación de grados o el de especialización de cada maestro en un mismo grado. El director debía recabar las necesidades materiales de cada maestro (art. 19) y organizar la enseñanza de adultos (art. 52). Era, pues, necesario disponer de un espacio honroso para tales menesteres.

 

No obstante, inicialmente, la “oficina de dirección” coincidía con el aula-clase del propio director. Andando el tiempo, junto al aula nº 1 se construyó un nuevo espacio destinado a dirección, aprovechando el pequeño hueco existente bajo los soportales.

 



[1]. A.M.V./L.A.C. de 1954, 9 de agosto. Leg. 49.

[2]. Carta-Informe del director, Francisco Díaz remitido al alcalde.  9 de Diciembre de 1958. Leg. 360.

[3]. A,M.V. L.A.C. 4 de agosto de 1959. Hemos trabajado con la copia del legajo 360.

[4]. A.M.V.,  Junta de primera enseñanza. Acta de 13 de octubre de 1960. Leg. 360. 

[5]. A.M.V.,  Junta de primera enseñanza. Acta de 25 de octubre de 1961. Leg. 360.

[6]. Entrevista a José Torres Arroyo

[7]. A.C.M.P., Acta de 24 de octubre de 1973.

[8]. Ibídem

[9]. Carta de la inspectora de zona, Asunción Merino, al inspector jefe de Huelva, de 23 de septiembre de 1961, dando traslado de otro anterior del director del Menéndez y Pelayo. Leg. 360.

[10]. Carta-informe de la alcaldía de 6 de octubre de 1961.   Leg. 360.

[11]. A.C.M.P. libro de visitas de inspección.  27 de abril de 1963. Visita de D. Eustaquio Jesús Guijarro Sanz.

[12]. ARROYO BERMEJO,  L., 2012.

[13]. PÉREZ RITE, José Antonio.