Algunas modificaciones: obras de mantenimiento y
reparación, ampliaciones, cierres temporales y las casas de los maestros.
Las obras de mantenimiento y
reparación eran una necesidad constante. En agosto de 1954, el ayuntamiento
solicitó una permuta entre el terreno ocupado por el Grupo Escolar, propiedad
del estado, y las 180 viviendas protegidas de la barriada Inmaculada
Concepción, propiedad del ayuntamiento, para regularizar ambas fincas y lograr
delimitaciones claras entre estos dos espacios contiguos[1].
A
partir de entonces, los anhelos se centraron en las necesarias obras de
mantenimiento y en el cerramiento del perímetro. En virtud de un oficio de la
Inspección de 7 de octubre de 1957, que trasladaba otro anterior de la
Dirección General de Enseñanza de 28 de septiembre, se instó al ayuntamiento a
realizar el cerramiento del grupo, pero
el requerimiento se dilató en el
tiempo.
En
diciembre de 1958, el temporal de lluvias intensas y viento terminó por
destrozar la puerta de una de las clases, e hizo ceder el tejado «por la falta de maderas que forman profundas
ondulaciones, las cuales han producido encharcamientos». El director
afirmaba que, de no de arreglarse aquellos desperfectos, podría haber un día de
luto en la población[2].
En
1959, el estado de conservación era penoso; desde el cabildo se hablaba de mal
endémico, derivado de su defectuosa construcción: «el lamentable estado en
que se encuentra el edificio en general, pues todos conocen lo ruinoso tanto de
la techumbre, de los bastidores, puertas, ventanas, enlucidos, etc. etc., que
resulta, amén de peligroso, un edificio indecoroso que desdice notablemente en
una población cabeza de partido judicial de cerca de 12.000 almas». Entre
las causas concretas se aludía a la insuficiente excavación de los cimientos,
la pobre composición de la mezcla, la mala calidad de los materiales, las
maderas poco sazonadas y la pobre técnica de edificación. Y se pedía su
declaración de finca ruinosa, ya que el edificio tenía “todas las apariencias de unos lavaderos, una granja avícola o algo
parecido”[3].
Todos
los años, el Ayuntamiento dejaba cumplimentada la obligación municipal de
reparación, blanqueo y limpieza general, pero la enfermedad de aquel edificio
era estructural. En consecuencia, la
corporación, por unanimidad, acordó informar a la Inspección Provincial de
Enseñanza Primaria de los defectos e instar a los servicios técnicos del
ayuntamiento a formular un informe conducente a la declaración de finca ruinosa
del inmueble. Pese a aquel intento, el inmueble seguiría en pie más de treinta
años.
En
octubre de 1960 se decidió hacer una explanada para campo de deportes y espacio
de juegos y ocio de los críos[4].
Un año después, el cercado seguía igual, debido a la penuria económica que
manifestaba el cabildo. Entonces, la Junta Municipal de Educación solicitó el
nombramiento de un guarda «para evitar el abandono del mismo»[5].
Colegio Menéndez y Pelayo, junto a la barriada
de la Inmaculada Concepción en construcción.
En
los años cuarenta, el Grupo Escolar tuvo un primer guarda. Desde entonces los
niños de las calles aledañas al colegio tuvieron más difícil jugar al futbol
por las tardes y tuvieron que buscar emplazamientos alternativos, como el
cercado del Matadero, o los Riscos del Tintor o “Riscos Tintones”, como son más conocidos en la población[6].
El guarda desapareció posteriormente y se recuperó en la década de 1960. Fue
guarda por muchos años Rafael Romero, durante la alcaldía de Domingo Romero
Malavé, y más tarde José María Ramírez Rite.
En
1973, el centro, con 17 unidades y un número creciente de alumnos, había quedado
sin custodia y se pedía que se ocuparan de ella los vigilantes del parque
municipal recién creado, para evitar los constantes daños a los cristales y las instalaciones en general[7].
En
1961, apenas 24 años después de su inauguración, el estado del edificio del
Grupo Escolar era realmente lamentable. Carecía, desde hacía más de seis años,
de bomba elevadora de agua, a pesar de su perentoria necesidad para la limpieza
y el aseo de los retretes. Asimismo, al no disponer de guarda, a menudo
aparecían las aulas asaltadas y con numerosos desperfectos en los materiales de
enseñanza. Para colmo, peligraba la techumbre, debido al hundimiento de las
vigas y se había convertido en «albergue
nocturno para toda clase de cosas inconfesables»[8].
1º «El grupo Escolar
Menéndez y Pelayo desde hace más de seis años carece de bomba elevadora de agua
por lo que falta este indispensable servicio para retretes, limpieza, etc.
2º No se ha
hecho a este grupo el cerramiento al que se obligó el Excmo. Ayuntamiento en
virtud de oficio de esa inspección nº 598 de 7 de Octubre de 1957, trasladando
otro de la Dirección General de Enseñanza Primaria de fecha 28 de septiembre
del mismo año.
3º No tiene este
Grupo guarda, por lo que es muy raro el día que no aparecen las aulas
asaltadas, después de las horas de clase, con el consiguiente trastorno y
perjuicio de rotura de cristales y del material de enseñanza.
4º Es muy
urgente el arreglo de la techumbre que amenaza ruina en varias clases,
requiriendo también rápido arreglo el material escolar.[9]
El
alcalde, requerido desde Huelva, contesta acerca de la inminente solución de
aquellos problemas:
«Me complace, por
una parte, informarle que las obras de instalación del servicio de agua (motor,
tuberías y demás accesorios) está actualmente dándose a su fin, pudiéndose tener terminados para la
próxima semana. Los cielos rasos ya se arreglaron hace unos días y los
cristales de las ventanas se repondrán seguidamente, como se hace anualmente. [10]
Respecto
al cerramiento del colegio, el consistorio alegaba que «es obra que, de momento, no se puede abordar hasta tanto se termine
la construcción de un grupo de viviendas de renta limitada del que este
Ayuntamiento es promotor, lindando con los terrenos de dicho Grupo Escolar por
razón de rellenos y declives que ahora existen y una vez terminadas las obras
quedará modificado y con razón bastante poderosa la difícil situación económica
actual del Ayuntamiento, el que considerando dichas obras de cerramiento de
urgente y gran importancia recurrirá a
los auxilios del Estado en su momento».
Por
último, trasladaba al Estado la responsabilidad del arreglo de la techumbre:
En lo que respecta a la techumbre del inmueble, es asunto
aparte. Este ayuntamiento ha sido el primero en reconocer su ruina y
peligrosidad, recogiendo este parecer en acuerdo adoptado el 4 de agosto de
1959, cuya copia le acompaño y que por su lectura comprenderá que no compite
[sic], por su grado de envergadura y motivos de su estado al Ayuntamiento su
reparación.
La
Junta de Primera Enseñanza elevaba a conocimiento del consistorio las
necesidades de reparación de ventanas y nuevas adquisiciones de material
escolar. A modo de ejemplo, en octubre de 1960 se decidió adquirir 30 bancas e
instar al cabildo al arreglo de la bomba y de las tuberías de conducción de
agua. Además, la Dirección General de Enseñanza Primaria se ocupaba, de tiempo
en tiempo, de renovar el material docente.
Pero
el deterioro del inmueble era evidente y en 1963 se había llegado a una
situación insoportable:
«La
problemática que el inmueble presenta es bastante delicada porque se viene
rastreando (sic) desde hace bastantes años y
aunque se han hecho varios intentos para solucionarla hasta la fecha no se ha
abordado el problema con la intensidad que debiera. No obstante pudiera entrar
en vías de solución si el Sr. Alcalde como lo ha prometido empezase a
gestionarlo a través de la Junta Provincial de Construcciones Escolares»[11].
Las vigas de la techumbre
mostraban una curva cada vez más evidente. La inspectora de enseñanza primaria
Asunción Merino se interesó por el tema. La situación se hizo insostenible. En
el curso escolar 1965/66 las clases del grupo se trasladaron a las Escuelas
Vicentinas, ante el peligro de ruina de la techumbre. Además, Francisco Romero
Calleja cedió desinteresadamente el piso de su casa, en el nº 53 de la calle
Real de Arriba, en horario de mañana y tarde.
El
recuerdo de sus alumnos, sin embargo, no es tan tétrico:
«Eran aulas que,
bajo el filtro de la memoria y la recreación del niño, parecían de techos altos, más bien oscuras, con las
puertas orientadas al oeste y las entradas hacia el este, con vistas al patio
de juegos, dónde formábamos en fila antes de iniciar las clases. No eran aulas
muy calurosas, pues no recuerdo un sofoco especial en las clases de por la
tarde cercanas al final del curso con un calor inclemente en el exterior[…]
Estas aulas sólo eran de planta baja y formaban un edificio corrido con soportales
que se iniciaba con el despacho del director y terminaba formando un ángulo
recto. Más aulas continuaban en dirección al edifico de dos plantas que
albergaba el resto de dependencias»[12].
En
medio de esta preocupación constante por el estado del inmueble se hicieron
esfuerzos para dotar al centro de dos dependencias básicas: un comedor y un
despacho de dirección.
No hemos podido precisar el
momento exacto en que se construyó una ampliación de las seis secciones para
comedor escolar. Sí sabemos que en el Curso 1965/66 se levanta
un nuevo comedor, bastante más amplio, destinándose el antiguo a cocina. Los
comensales aumentaron, siendo algunos becados, mientras otros asistían pagando
una módica cantidad[13].
Al tratarse de
una escuela graduada se exigía la existencia de un director. El Reglamento de
Escuelas Graduadas de 1918, en su art. 6º, establecía que los maestros junto al
director formaban la Junta de maestros de escuela, encargados de decidir el
método de rotación de grados o el de especialización de cada maestro en un
mismo grado. El director debía recabar las necesidades materiales de cada
maestro (art. 19) y organizar la enseñanza de adultos (art. 52). Era, pues,
necesario disponer de un espacio honroso para tales menesteres.
No obstante, inicialmente,
la “oficina de dirección” coincidía con el aula-clase del propio director.
Andando el tiempo, junto al aula nº 1 se construyó un nuevo espacio destinado a
dirección, aprovechando el pequeño hueco existente bajo los soportales.
[1]. A.M.V./L.A.C. de 1954, 9 de agosto. Leg. 49.
[2]. Carta-Informe del
director, Francisco Díaz remitido al alcalde.
9 de Diciembre de 1958. Leg. 360.
[3]. A,M.V. L.A.C. 4 de agosto de 1959. Hemos trabajado con la copia del
legajo 360.
[4]. A.M.V., Junta de primera
enseñanza. Acta de 13 de octubre de 1960. Leg. 360.
[5]. A.M.V., Junta de primera
enseñanza. Acta de 25 de octubre de 1961. Leg. 360.
[6]. Entrevista a José
Torres Arroyo
[7]. A.C.M.P., Acta de 24
de octubre de 1973.
[8]. Ibídem
[9]. Carta de la inspectora
de zona, Asunción Merino, al inspector jefe de Huelva, de 23 de septiembre de
1961, dando traslado de otro anterior del director del Menéndez y Pelayo. Leg.
360.
[10]. Carta-informe de la
alcaldía de 6 de octubre de 1961. Leg.
360.
[11]. A.C.M.P. libro de visitas
de inspección. 27 de abril de 1963.
Visita de D. Eustaquio Jesús Guijarro Sanz.
[12]. ARROYO BERMEJO, L., 2012.
[13]. PÉREZ RITE, José
Antonio.
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