Por D. Juan Carlos Sánchez Corralejo
«OFICIOS EN EL RECUERDO: TELARES Y TALABARTEROS VALVERDEÑOS DEL SIGLO XX (I)». En Raíces, nº 3, págs. 18-25. Valverde del Camino. Gráficas Fernández.
«OFICIOS EN EL RECUERDO: TELARES Y TALABARTEROS VALVERDEÑOS DEL SIGLO XX (I)». En Raíces, nº 3, págs. 18-25. Valverde del Camino. Gráficas Fernández.
A mi tío Manuel Flores Maestre,
Rafael Borrero Gómez,
Domingo Bermejo Carrero (in memoriam)
y a todos los tabarteros, urdidoras y tejedoras valverdeños.
Rafael Borrero Gómez,
Domingo Bermejo Carrero (in memoriam)
y a todos los tabarteros, urdidoras y tejedoras valverdeños.
1. Talabarteros valverdeños del siglo XX.-
Cuatro sagas o familias, amén de una multitud de particulares, destacan en el oficio de talabartería valverdeño en la presente centuria.
*La familia Borrero. Se compone, al menos, de tres generaciones de talabarteros conocidos. Manuel Borrero Bermejo (1880-1954), casado con Marina Gómez, aprende el oficio en el taller de sus padres Gregorio Borrero Morián y Reposo Bermejo Oso, primeros miembros documentados de la familia que poseían taller de talabartería, aunque no desdeñamos precedentes. El primer taller de Manuel estaba ubicado en La Calleja , 22 -por entonces General Sanjurjo-, en un salón del patio. Entre sus operarios, sus hijos Rafael y Reposo, Josefa Mantero Batanero, Francisca Oso, quien entre 1926 y 1929 se dedicó a las labores de torcido de la lana, y José Arenas Malavé que trabajaba en el telar de urdimbre vertical en los años finales de la década del 30.
En los inicios de la década de 1930, se traslada a un nuevo taller construido por él mismo en la carretera de Calañas, a espaldas de una casa de su propiedad, sita en la calle Nueva, 90.
Tras la vuelta de su hijo, Rafael, dela Guerra Civil amplían los salones de talabartería y trabajan juntos en la Cruz de Calañas. Pero, poco después, padre e hijo parten el negocio y con él a las operarias. Manuel se traslada entonces al número 26 de La Calleja («La Freiduría »). Este taller se componía de tres cuerpos. En el primero, trabajaban varias muchachas -habitualmente las más jóvenes-, como Antonia Romero, realizando las labores de torcido, los bordos de las alforjas de caballerías o «alforjes» y las canillas. En el segundo, operaban cinco o seis telares de cinchas, jáquinas y ataharres, a cargo de Petra Pulido Barba, Reposo Márquez Romero, Alejandra Romero Marín, Petra Romero Cuesto, Miguela y Ascensión.
En el último, existieron al menos tres telares de alforjas «flojas», en los que trabajaron Ramona Gutiérrez Pérez, Manuela Caballero Sánchez, María Alberto Barba y Petra Romero Cuesto, y uno de alforjas de montura accionado por las expertas manos de Francisca Feria Rite. Se completaba el taller con las mesas de talabartería, donde se realizaban los albardones y las enjalmas, a cargo del propio Manuel y de Joaquín Ramírez González. Este taller se dedicó asimismo a la confección de toldos, aprovechando los paños de lona y las argollas, típicas de cualquier talabartería. Durante los últimos años de su vida, Manuel, siguió trabajando en compañía de su hija Reposo Borrero Gómez (1911-1999), a quien los operarios llamaban la «maestra», en señal de respeto. Reposo, se ocupaba de las labores administrativas y vendía los polvos de teñir. Muerto su padre, lo mantuvo en funcionamiento hasta los años finales de la década de 1950.
Tras la vuelta de su hijo, Rafael, de
En el último, existieron al menos tres telares de alforjas «flojas», en los que trabajaron Ramona Gutiérrez Pérez, Manuela Caballero Sánchez, María Alberto Barba y Petra Romero Cuesto, y uno de alforjas de montura accionado por las expertas manos de Francisca Feria Rite. Se completaba el taller con las mesas de talabartería, donde se realizaban los albardones y las enjalmas, a cargo del propio Manuel y de Joaquín Ramírez González. Este taller se dedicó asimismo a la confección de toldos, aprovechando los paños de lona y las argollas, típicas de cualquier talabartería. Durante los últimos años de su vida, Manuel, siguió trabajando en compañía de su hija Reposo Borrero Gómez (1911-1999), a quien los operarios llamaban la «maestra», en señal de respeto. Reposo, se ocupaba de las labores administrativas y vendía los polvos de teñir. Muerto su padre, lo mantuvo en funcionamiento hasta los años finales de la década de 1950.
El hermano mayor de Manuel, José María Borrero Bermejo (1872-1953), siguiendo asimismo la tradición de sus ancestros, poseyó su propio taller de talabartería en la calle Real de Abajo, 18 -por entonces General Mola- con un acceso trasero. Se componía de dos telares para realizar mantas de trapo y alforjas, otros dos verticales, un urdidor de pared, las devanaderas de yute, de mayor tamaño que las de algodón, y la rueda de madera, donde se torcía igualmente yute.
De su matrimonio con Reposo Mora Quintero, tuvo cinco hijas que le ayudaron en el negocio familiar: Reposo, Gregoria, Lucía, Josefa y Carmen. Reposo Borrero Mora (1903-1995), la mayor y Josefa solían realizar las alforjas, Lucía se especializó en la confección de jáquimas y cinchas, mientras que Gregoria, además del telar vertical, cosía los albardones, enjalmas y las tarabitas de las cinchas. Otros operarios fueron Gregoria Santos y José Arenas Malavé (1914).
José Arenas es un hombre polifacético. A caballo de la décadas de 1920 y 1930, alterna sus labores en los talleres de Manuel, Rafael Borrero, y con la familia Sánchez Domínguez, confeccionaba los ataharres de María Jesús Carrero, mientras que en el taller de José María Borrero era el encargado del «telar sevillano». Este telar, que disponía de lanzadera volante, se utilizaba para la confección de alforjas y piezas de lona para la fabricación de enjalmas y mantas «sacaeras». Tras contraer matrimonio, en 1940, busca mayor prosperidad económica, dedicándose a la elaboración de albardones por su cuenta, y a la destilación de esencias en varias calderas valverdeñas, ya que la talabartería era un trabajo duro y muy mal remunerado. El taller de José María Borrero dejó de funcionar a fines de la década de 1950.
De su matrimonio con Reposo Mora Quintero, tuvo cinco hijas que le ayudaron en el negocio familiar: Reposo, Gregoria, Lucía, Josefa y Carmen. Reposo Borrero Mora (1903-1995), la mayor y Josefa solían realizar las alforjas, Lucía se especializó en la confección de jáquimas y cinchas, mientras que Gregoria, además del telar vertical, cosía los albardones, enjalmas y las tarabitas de las cinchas. Otros operarios fueron Gregoria Santos y José Arenas Malavé (1914).
José Arenas es un hombre polifacético. A caballo de la décadas de 1920 y 1930, alterna sus labores en los talleres de Manuel, Rafael Borrero, y con la familia Sánchez Domínguez, confeccionaba los ataharres de María Jesús Carrero, mientras que en el taller de José María Borrero era el encargado del «telar sevillano». Este telar, que disponía de lanzadera volante, se utilizaba para la confección de alforjas y piezas de lona para la fabricación de enjalmas y mantas «sacaeras». Tras contraer matrimonio, en 1940, busca mayor prosperidad económica, dedicándose a la elaboración de albardones por su cuenta, y a la destilación de esencias en varias calderas valverdeñas, ya que la talabartería era un trabajo duro y muy mal remunerado. El taller de José María Borrero dejó de funcionar a fines de la década de 1950.
Rafael Borrero Gómez (1909-1997) representa, al menos, la tercera generación de esta saga de talabarteros valverdeños. Aprendió el oficio con su padre, Manuel Borrero. Tras volver de la Guerra Civil y partir el negocio, crea su propio taller en la carretera de Calañas, convirtiéndose pronto en uno de los más activos de la localidad. El taller de talabartería de la Cruz de Calañas dejó de funcionar entre 1969 y 1970. Era habitual ver en él a un número de jovencitas, entre tejedoras y urdidoras, que oscilaban entre diez y doce y que, a menudo, debían ser sustituidas después de contraer matrimonio.
Entre sus operarias destacaron Gregoria Santos Donaire (1907-1989), Antonia Bernal Delgado y Josefa Bando Linero, en los alforjas, Vicenta Prieto y Reposo Blanco Ramírez en el telar de urdimbre vertical. Otras operarias fueron Manuela Caballero, Valvanera Jiménez o Catalina Bernal, dedicadas a las labores de torcido y los bordos de las alforjas, amén de la ayuda inestimable de su esposa, Josefa Lorca Palanco y de sus hijos, Mary, Pilar y Pedro. Se componía de tres telares de alforjas, seis de urdimbre vertical y cuatro mesas de talabartería donde trabajaban el propio Rafael, Manuel Flores, Manuel Borrero Gutiérrez y Joaquín Ramírez González. Este último trabaja en el taller de Manuel Borrero, pero era requerido por Rafael en épocas de mucha demanda, cuando se multiplicaban los pedidos o se acercaban las ferias más importantes del contorno. El taller contó además con un telar sevillano para hacer lonas, aunque nunca llegó a entrar en funcionamiento.
Entre sus operarias destacaron Gregoria Santos Donaire (1907-1989), Antonia Bernal Delgado y Josefa Bando Linero, en los alforjas, Vicenta Prieto y Reposo Blanco Ramírez en el telar de urdimbre vertical. Otras operarias fueron Manuela Caballero, Valvanera Jiménez o Catalina Bernal, dedicadas a las labores de torcido y los bordos de las alforjas, amén de la ayuda inestimable de su esposa, Josefa Lorca Palanco y de sus hijos, Mary, Pilar y Pedro. Se componía de tres telares de alforjas, seis de urdimbre vertical y cuatro mesas de talabartería donde trabajaban el propio Rafael, Manuel Flores, Manuel Borrero Gutiérrez y Joaquín Ramírez González. Este último trabaja en el taller de Manuel Borrero, pero era requerido por Rafael en épocas de mucha demanda, cuando se multiplicaban los pedidos o se acercaban las ferias más importantes del contorno. El taller contó además con un telar sevillano para hacer lonas, aunque nunca llegó a entrar en funcionamiento.
Telares de urdimbre vertical.
En primer término Resposo Blanco Ramirez.
En segundo término, y Antonioa Bernal
*El taller de Josefa Mantero Batanero. Nacida, al parecer, en el último decenio del siglo XIX, aprendió el oficio en el taller de Manuel Borrero. En una fecha no bien precisada, decide trabajar por cuenta propia. Su primer taller se localizaba en el Valle de la Fuente nº 89 (actual «panadería Rite-Peteco»), siendo trasladado posteriormente al Cabecillo Martín Sánchez, 50. Se componía de un único telar horizontal, donde realizaba alforjas, mantas de caballo de lana y mantas de trapo, realizadas con la ayuda de ovillos de trapos viejos, cortados previamente en tiras.
*El taller de la familia Sánchez-/Domínguez. Taller localizado en la calle Trinidad, 44, que ya existía a fines del siglo XIX. A falta otros precedentes, conocemos a su dueño a fines de la pasada centuria: Juan Sánchez Díaz (1850-1919), hijo de Pedro Sánchez Arrayás y Josefa Díaz Santos. El matrimonio formado por Juan Sánchez y Juana Domínguez Santos tuvo seis hijos, Pedro, Francisco, Aurora, María Josefa, Horacio y Consolación, tres de los cuales, solteros, prosiguen la tradición familiar: Pedro (1874-1945), Aurora (1878-1967) y Francisco Sánchez Domínguez (1883-1933).
Se componía el taller de tres telares verticales, la mesa para los albardones y enjalmas, la rueda de torcer hilos y varias devanaderas. Pero además poseía una rueda de hacer sogas. Según la descripción de Juan Sánchez Sánchez, era un instrumento parecido a la torna, compuesto de una rueda de hierro para torcer maromas, de tres o cuatro centímetros de diámetro, destinadas para sogas de pozos y para atar la carga de las caballerías. Este dato pone de manifiesto cómo las operaciones de talabartería y espartería a veces estaban muy unidas en la localidad. Para tal operación los hilos debían sacarse a la calle, en una longitud de 25-30 metros . Se enganchaban en cuatro garfios, mientras que en el otro extremo se situaba un «cerraó». La maquinaría estaba lista para iniciar el torcido con solo accionar la manivela. En dicho taller se fabricaron asimismo látigos para arrear a las bestias y se vendían horquetas y palas que la familia adquiría en Mula (Murcia).
El taller desaparece tras el fallecimiento de Pedro Sánchez Domínguez, en 1945. Su sobrino, Juan Sánchez Sánchez, pretendió seguir la tradición familiar, pero finalmente se dedicó a la zapatería, por indicación paterna. Buena parte de los útiles de talabartería fueron adquiridos por Rafael Borrero. No obstante, Aurora «la manana» siguió vendiendo polvos de teñir, debido a la arraigada tradición local del luto.
Se componía el taller de tres telares verticales, la mesa para los albardones y enjalmas, la rueda de torcer hilos y varias devanaderas. Pero además poseía una rueda de hacer sogas. Según la descripción de Juan Sánchez Sánchez, era un instrumento parecido a la torna, compuesto de una rueda de hierro para torcer maromas, de tres o cuatro centímetros de diámetro, destinadas para sogas de pozos y para atar la carga de las caballerías. Este dato pone de manifiesto cómo las operaciones de talabartería y espartería a veces estaban muy unidas en la localidad. Para tal operación los hilos debían sacarse a la calle, en una longitud de 25-
El taller desaparece tras el fallecimiento de Pedro Sánchez Domínguez, en 1945. Su sobrino, Juan Sánchez Sánchez, pretendió seguir la tradición familiar, pero finalmente se dedicó a la zapatería, por indicación paterna. Buena parte de los útiles de talabartería fueron adquiridos por Rafael Borrero. No obstante, Aurora «la manana» siguió vendiendo polvos de teñir, debido a la arraigada tradición local del luto.
* La familia Carrero Malavé-Bermejo Carrero. Las hermanos «perrerre»,
-permítanme utilizar el apodo en aras a un mayor conocimiento por parte de los lectores-, José María (1881-1935), María Jesús (1886-1973) y Manuela Carrero Malavé (1889-1981), poseían su taller en la Calle Real de Abajo nº 30 -por entonces General Mola-, taller heredado de su madre, María Jesús Malavé, que debió estar en funcionamiento, al menos, desde el último tercio del siglo XIX.
María Jesús Carrero, tras contraer matrimonio con Manuel Castilla, vive y monta su taller en la Calle Camacho 58, por entonces General Goded, compuesto de un único telar de urdimbre vertical y, -nos cuenta José Arenas- enseñó a su marido a hacer enjalmas y albardones. Mientras tanto, el taller de la calle Abajo siguió en manos de Manuela y José María, ambos solteros. Este último, se componía de tres telares de pared, situados en un alpende, un telar de «alforjas» y la mesa de hacer albardas. Además de su telar y de las labores propias de la talabartería, Manuela Carrero se dedicaba a la venta de tintes, tanto al resto de profesionales, como a particulares.
Siguen la tradición Domingo Bermejo y Domingo Castilla.
Domingo Bermejo Carrero (1911-1994) era hijo de Tomás Bermejo Quintero y Leonor Carrero Malavé. Tras aprender el oficio con sus tías, María Jesús y Manuela, hacia el año 1946 instaló su propio taller en la calle Curtidores, 13, que sobrevivió hasta 1976, coincidiendo con su jubilación, aunque a partir de dicha fecha, siguió realizando, de forma esporádica, algunos albardones y morrales por encargo. Algunos operarios eventuales de su taller fueron los hermanos Juana y Gregorio Castilla, Clara, Manuela «la rubia» y sus hijos, José María y Leonor. Su hija, Leonor Bermejo Mora, es precisamente la única tejedora que mantiene vivo, en Valverde, este bello oficio. Trabaja con su padre desde los once años. Empezó realizando jáquinas, cinchas y ataharres, y aprendió más tarde a tejer las alforjas, observando la tarea de su tía Manuela Carrero y de Josefita «la bizca». Actualmente conserva uno de los telares de pared de su padre, donde sigue confeccionando los típicos cinchos de los «capiruchos negros».
Domingo Bermejo Carrero (1911-1994) era hijo de Tomás Bermejo Quintero y Leonor Carrero Malavé. Tras aprender el oficio con sus tías, María Jesús y Manuela, hacia el año 1946 instaló su propio taller en la calle Curtidores, 13, que sobrevivió hasta 1976, coincidiendo con su jubilación, aunque a partir de dicha fecha, siguió realizando, de forma esporádica, algunos albardones y morrales por encargo. Algunos operarios eventuales de su taller fueron los hermanos Juana y Gregorio Castilla, Clara, Manuela «la rubia» y sus hijos, José María y Leonor. Su hija, Leonor Bermejo Mora, es precisamente la única tejedora que mantiene vivo, en Valverde, este bello oficio. Trabaja con su padre desde los once años. Empezó realizando jáquinas, cinchas y ataharres, y aprendió más tarde a tejer las alforjas, observando la tarea de su tía Manuela Carrero y de Josefita «la bizca». Actualmente conserva uno de los telares de pared de su padre, donde sigue confeccionando los típicos cinchos de los «capiruchos negros».
Domingo Castilla Carrero (1920-1983) era hijo de María Jesús Carrero Malavé y primo hermano del anterior. Aprende el oficio en el taller materno, sito en el Cantón (Camacho 58), donde continuará las labores de talabartería iniciadas por su madre. Este taller disponía de un telar de pared donde realizaba cinchas, jáquinas, ataharres y cinchos de nazarenos. En dicho taller trabajó asimismo su hermana, Francisca Castilla, desde los diecisiete hasta los veinticinco años, antes de contraer matrimonio.
Mesa de talabarteria del taller de
Domingo Bermejo Carrero (1911-1994).
Leonor Bermejo Mora mantiene vivo el
oficio de talabarteria en Valverde
* La familia Flores. Manuel Flores Maestre (1928-1990). Discípulo de Rafael Borrero, montó su primer taller, en 1952, en la Calle Peñuelas , 10 -por entonces Millán Astray-. Se componía de tres telares verticales, situados en la segunda cocina de la casa, un telar de alforjas localizado en una pequeña cuadra y la mesa de talabartería. Poco después, instaló el telar de alforjas en casa de Petra Romero Cuesto (Peñuelas, 39) para facilitar el trabajo de esta última. También Antonia Bernal realizó alforjas, de forma esporádica, en el taller de las calles Peñuelas a fines de la década de 1950. En 1963, Manuel, trasladó su taller a su nueva vivienda, sita en Don Juan de Austria, 3, tras la inauguración de la Barriada de la Inmaculada Concepción , dejando de funcionar hacia el año 1978. Entre sus operarios destacan Vicenta Prieto Gutiérrez, encargada de la elaboración de ataharres, María Alberto Barba, encargada de los alforjas, sus sobrinos Juana y José Antonio Corralejo Flores, Rosi Banda, Ascensión, y la ayuda inestimable de Reposo Fernández, su esposa, y sus tres hijas, Pepi, Mari Reyes y María Reposo.
Manuel Flores Maestre
Hola Juan Carlos,me ha parecido formidable todo el trabajo que realizáis,estoy haciendo un blog, "EL BLOG DEL MAESTRO SEBASTIAN ",yo le había pedido información sobre las setas y el me ha derivado al catálogo que hicísteis,buscando encontre el tuyo y como te digo "me hequedao maravillao".Tanto que la primera entrada que le he puesto a SEBASTIAN es sobre el tuyo,con varios enlaces.Yo ya te tengo en Favoritos,pero como no tienes para poder enlazar directamente,voy a ponerte en mi blog, igual como te he puesto en el de SEBAS,con la foto del catálogo y el enlace de este blog.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,la verdad es que me he quedao sin palabras,con todo tu trabajo,como valverdeño te doy las gracias por la recuperación que haces de nuestra historia y nuestro patrimonio.
ANTONIO DOMINGUEZ SANCHEZ
NOS AGRADA QUE TE HAYA GUSTADO NUESTRO BLOG.
ResponderEliminarMÁNDANOS LA DIRECCION DE TU BLOG PARA QE TAMBIEN PODAMOS SEGUIROS.
IGUALMENTE TE INVITAMOS A PARTICIPAR, SI ASI LO DESEAS, EN NUESTRO BLOG CON APORTACIONES, ARTICULOS, REFERENCIAS, FOTOS.
Saludos