LOS ARMAOS
Se me pide que rememore para este hermoso alarde de la Revista de Semana Santa valverdeña, algo muy peculiar de ella ligado a un sinnúmero de recuerdos y encuadrado en los más puros días de nuestra infancia. Tal es el hecho de los famosos ARMAOS, centuriones que escoltan los PASOS de Semana Santa no solo en Valverde sino en muchos lugares.
Pero hay ciertas notas características de nuestro pueblo, exclusivas de su manera de ser. Esta manera de ser valverdeña que da color y nota especial y distinta a todas sus cosas, porque Valverde siente y vive de forma muy desigual al resto de los pueblos. Aparte de que cada cual sabe, torpe o felizmente, dotar de belleza sus más íntimos recuerdos...
Por lo que hace a esta tradición de los ARMAOS puedo asegurar sin error que, es una de las fuertes de nuestro pueblo. Es, sobre todo una hermosa tradición infantil y de niños solemos apegarnos con afán inusitado a lo más vistoso, heroico y viril.
Nos cautiva la marcialidad, nos seduce el riesgo, nos acosa la sed de aventuras y trasponemos un horizonte tras vislumbrar otro más lleno de esplendor.
Desde que las vísperas empezaban a tocar a las once de la mañana dejando de convocarnos para la escuela, hasta el Viernes Santo por la noche, el alma de cada niño valverdeño era un puro trajinar de espadas y lanzas, dalmáticas y cascos, borceguíes de colores y ritmo de marchas…
En aquellas tardes marceñas nos olvidábamos de construir represas en los charcos, saltarlos luego sin miedo, entablar feroces pedréas en los cabezos y por unos días dejábamos tranquilos los llamadores de las puertas, el arrastre de las enteras y la sigilosa atadura de los mantones femeninos. Todo nuestro mundo derivaba, como hacia un pináculo de luz al tema candente de la Semana Santa.
Se ensayaba en todas partes el paso marcial de los ARMAOS y desde el Pilar hasta el Royo, pasando por la Cruz de Calañas y los molinos, hasta los Valles, no había trozo de llano ni callejón sin una bandada de muchachos marcando el paso al estilo del os centuriones romanos.
Duraba el ensayo la tarde entera, porque todos queríamos ser el CÉSAR de casco bruñido y reluciente espada o el gentil abanderado de la centuria. Sudábamos de afanes in contenidos por escalar esos puestos y a veces salíamos malparados porque el BARBIAN de la partida imponía su ley de guerra. Ante el asombro de escardadoras y lavanderas que retornaban al pueblo como atraídas por el puro sonido del toque dela SALVE y a veces haciéndoles cortejo de honor, nos tragaban las calles de Valverde, mudos y solemnes (a retaguardia nuestros borreguillos inflamados de yerba) con nuestras espadas de madera, nuestras lanzas de adelfa y la ilusión alta como las primeras estrellas.
Duraba el ensayo la tarde entera, porque todos queríamos ser el CÉSAR de casco bruñido y reluciente espada o el gentil abanderado de la centuria. Sudábamos de afanes in contenidos por escalar esos puestos y a veces salíamos malparados porque el BARBIAN de la partida imponía su ley de guerra. Ante el asombro de escardadoras y lavanderas que retornaban al pueblo como atraídas por el puro sonido del toque de
Era para nosotros
Nuestra emoción subía de punto cuando llegaban los días cumbres de
Cabría decir con el poeta «HOY CON LOS HOMBRES VOY», no podemos renunciar a estos niños pero fantásticos momentos de la infancia. Para nosotros la Semana Santa era ante todo un cúmulo de emociones gradualmente repartidas desde el ensayo y juego a los ARMAOS hasta el ,traslado de piezas al Monumento, bajo la mirada gruñona y terrible del maestro Juan; el escondernos entre los bancos de a Iglesia para ver poner el paso de la Muerte y la Urna; trepar escaleras arriba hacia las bóvedas ignotas para desde ellas contemplar el patio del colegio y el Pozo de la Tumba oteando nuestro corral y nuestra casa, subir a la torre para hacer girar la Matraca; acariciar en la sacristía los cascos de los ARMAOS en los relevos de la guardia o figurar en el Santo Entierro, portando incensarios para ofrendar sus olores a las Tres Marías y hacer llorar de cansancio a la Verónica.
Emociones todas ellas que se posaron en el alma y que al removerlas hoy desde nuestra distancia nos hacen mirar las cunas de nuestros hijos que probablemente por ser de otra época más veloz y menos asequible al sentimiento no gozarán el placer de soñarse césares ni capitanes de soldados inverisímiles entre los cales quisiéramos con estas emociones formar algún día en guardia perpetua de Valverde frente a sus callejones abiertos a todos los cuadrantes, centuriones de su amor y tomar el camino de Dios con su mismo paso rítmico y solemne…
seria interesante recuperar los armaos,sobre todo para agradar al "cesar".
ResponderEliminarMuy interesante este artículo. No conocía esta tradición, no guardo recuerdos de ella. Pero seguro que sería algo vistoso de ver en la procesión. Lo que me gustaría saber es el motivo por el que desapareció y no ha llegado hasta nuestros días.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Estamos realizando un estudio de las cofradias de Valverde. Quizá algún dia lo sabremos.
ResponderEliminarya hablaremos, juan carlos
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