CARTAS Y CRÓNICAS
DESDE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
LA GUERRA CIVIL
VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (IV)
Juan Carlos Sánchez
Corralejo
El Andévalo. Paisaje y Humanidad
Actas de las V Jornadas del Andévalo,
pp. 232-234.
Reelaborado para Facanias. Abril de 2016
Valverdeños en
bando republicano
También
hubo valverdeños en el bando republicano, unos con carácter voluntario, otros
obligados, y otros con adscripción incierta. A varios valverdeños, viajantes de
fábricas de cortes aparados y de almacenes de curtidos, la guerra les cogió en
bando republicano. Fue el caso de Miguel Macías Corralejo, en la comarca de los
Pedroches, o Emilio Martínez Perea,
en Barcelona.
El affaire de Miguel Macías Corralejo aún sigue
siendo una incógnita: sabemos que estuvo a las órdenes de Pérez Salas, aunque
no si fue de forma voluntaria u obligada, o quizá como resultado de una mezcla
de ambas cosas. Fue sorprendido por la guerra en el hotel Royal de Castro del
Río[1] y recibió un salvoconducto por parte del Frente Popular de
Villanueva de Córdoba el 3 de febrero de 1937 “por asuntos de comercio”. Más
tarde, pasó al batallón del teniente Joaquín Pérez Salas.[2]
Nada sabemos de sus
peripecias hasta inicios de 1939, a
partir de entonces gracias a su carteo con una madrina de guerra –a la que él
prefiere llamar madrina de paz–, la joven Beatriz Cervantes, de diecinueve
años, natural de Garrucha (Almería). A ella dedica varios madrigales y sonetos,
donde no escatima sus indudables dotes poéticas:
Musa divina de mis pasos guía,
alma prendida en manto de bondad
disco de luz, cual sol de mediodía
rubí encendido en mi soledad.
Aunque en sus cartas,
para evitar una decepción, reconocía su “divina” edad, que le confería ya unos hilos
plateados en la cabellera y un porte algo rechoncho.[3]
Miguel Macías Corralejo
Otra historia
proviene de una familia de la comarca minera de Riotinto, instalada
posteriormente en Valverde del Camino. Su protagonista es Guillermo Carrasco Varela (1891-1971), nacido en Alájar en 1891, había
emigrado con su familia a Francia y estaba establecido en Sète, en la región de
Languedoc-Rosellón, a donde llegaron otros muchos emigrantes de la comarca del
Andévalo y Minas. También la familia de su esposa, Lucia Díaz García, natural
de Zalamea hizo lo propio.
Guillermo trabajaba
en una fábrica de cerámicas y loza. Volvió, al parecer, en 1934 y se afanó por defender
la legalidad republicana, aunque apenas sabemos nada de su supuesto esfuerzo
bélico en pro de la república, y algo más de su vida posterior a la contienda:
Guillermo volvió con su esposa e hijos, y se instaló en Minas de Riotinto donde
trabajó como sepulturero[4]. Fue acusado de deserción
familiar e ideas avanzadas, aunque el expediente terminó en sobreseimiento.[5]
Guillermo Carrasco junto a su esposa, Lucía
Díaz García, y sus hijos.
Guillermo y Pilar (1921), Sète.
Francia. Año 1921
Pero quizá el caso más emblemático o, al menos, el
mejor conocido, sea el de Manuel
Fernández Feria y Lázaro Lazo
Borrero, integrados en las milicias confederales anarquistas. Ambos eran
miembros de la CNT y de la tertulia literaria Minerva, ambos compartieron
guerra en el bando republicano y también compartieron la cárcel al finalizar la
contienda.[6]
Manuel
Fernández Feria. Agosto de 2013. Alcalá de Henares
Lázaro
Lazo Borrero
Frustrados por la escasa resistencia prestada en la
llamada “batalla del Empalme”[7],
en la que participaron activamente, con solo 19 años se marcharon a la Sierra
de Huelva y Badajoz por los caminos de estraperlo; llegaron a Castuera y de
allí a Tomelloso en tren, donde se unieron a la columna Tierra y Libertad, de origen catalán, que tomaba su
nombre del lema clásico del anarquismo
español. Se trataba de una columna de milicianos organizada por la CNT-FAI de las
comarcas del Alto Llobregat y Cardoner y
de la propia Barcelona, que fue enviada a los frentes del Centro, a mediados de
septiembre de 1936, como refuerzo ante la ofensiva franquista que estaba
entrando en Talavera de la Reina, asediaba a Toledo y amenazaba con ello a Madrid.
Ya en Madrid se integraron en la milicia del
teniente coronel Francisco del Rosal Rico. Era la llamada columna del Rosal.
Estos valverdeños vivieron el proceso de
militarización de las milicias en la Sierra de Albarracín, y los vaivenes de la
guerra en Teruel y más tarde estuvieron en el Parque del Oeste durante la
batalla de la ciudad Universitaria, a mediados de noviembre de 1936.
La columna del Rosal, con estos representantes valverdeños,
fue enviada al frente de Teruel en octubre de 1836. Entonces estaba formada por
8 centurias (800 hombres) de la columna
Tierra y Libertad, el batallón Mora con 650 hombres, el batallón Juvenil
Libertario con otros 650, el batallón Orobón Fernández con 600, y el batallón
Ferrer con otros tantos. En total 2.300 combatientes. Seguía comandada por el
teniente coronel Del Rosal, mientras Cipriano Mera era delegado de milicias y
el jefe del Estado mayor era el cenetista Antonio Verardini. La columna participó
en acciones en la sierra de Albarracín, aunque sin poder tomar Teruel. Pasó
todo el mes de octubre en este frente.
Allí también en Teruel estuvieron otros muchos
valverdeños, aunque en el bando de enfrente.
Una parte de la columna, un millar de milicianos, volvió
a Madrid cuando la capital fue cercada
por las tropas nacionales en noviembre de 1936. Entre esos mil aparecían Lázaro
Lazo Borrero y Manuel Fernández Feria. Este último nos contó sus peripecias en
el Parque del Oeste y en la Ciudad Universitaria.
Manuel Fernández Feria aún se sorprende de la escasa
preparación de los milicianos republicanos que fueron sorprendidos por la
Legión en el Hospital Clínico de Madrid a través de las alcantarillas, y de su
escasa destreza para lanzar las conocidas bombas
de cinta.[8]
Fortines de la Guerra Civil. Parque
del oeste. Madrid
Hospital Clínico. Archivo fotográfico del valverdeño de José Dolores
Macías
El frente de Aragón
Otros
quintos del 35, como José Contioso
Lineros, son enviados por entonces al frente de Aragón. Fue destinado a la 62ª
División del ejército nacional, encabezada por el general de artillería Antonio Sagardía Ramos, el carnicero de Pallars. Cuando
estalló el Golpe de Estado, Sagardía estaba en Francia, acogido a la Ley de
Retiro de la oficialidad de Manuel Azaña. Tras la caída de San Sebastián
organizó una columna con voluntarios vascos, navarros y riojanos, que marcharía
a luchar al norte de Burgos, en su aproximación al frente de Cantabria. Era la
Segunda Agrupación de la primera Brigada de Castilla que, tras haber
permanecido a la defensiva, ahora iba a entrar en combate.[9]
Antonio
Sagardía Ramos,
el carnicero de
Pallars
En
diciembre de 1936 pasa de Riosalido,
pedanía de Sigüenza (Guadalajara)[10], a la
población de Cella, a 20 km de Teruel, en las últimas estribaciones de la
Sierra de Albarracín “donde estuvimos unos días antes de empezar la ofensiva”[11]. En
otra carta sitúa su bautismo bélico en el 6 de enero de 1937[12]. Hace un
frío terrible que él describe con su característico sarcasmo: por estas tierras del norte se ponen los
hombres que hay que darles calentones de poco a poco tiempo, ya que la nieve
contribuye a enfriar mucho la hombría.
Al
decir de Casas Ologaray[13], la guerra
formó parte de la vida cotidiana de Teruel: las líneas permanecieron casi
invariables y, según avanzaba el año 1936, el frente se estabilizó alrededor de
la capital, quedando aquella cercada y sujeta a los bombardeos republicanos,
con una salida hacia su retaguardia a través del valle del Jiloca. A finales de
diciembre de 1936, Teruel sufrió el primer ataque republicano importante: seis
columnas avanzan sobre la ciudad, siguiendo la carretera de Zaragoza, pero la
falta de armamento moderno y la descoordinación precipitaron su fracaso.
Allí, en
la retaguardia turolense, se encontraba José Contioso: en Cella, el batallón preparó la ofensiva contra los republicanos que
atacaban Teruel, y allí se producen los primeros estragos de la guerra. Después
de la batalla afirma “ahora tengo mucho
que decir, pero también tengo mucho que callar”, aunque a continuación
decía que el único herido era uno resfriado que tuvo que ser hospitalizado. En
su primera Navidad en el frente había recibido además carta de su madrina de guerra, lo que no
agradó a Dolores, quien se lo hizo saber en su carta de enero de 1937, lo que
provocó cierto enfado en José.[14]
A
mediados de enero de 1937, Contioso Lineros se encuentra en Cosa, aldea de la
Comarca del Jiloca, al noroeste de Teruel: “Este
pueblo de Cosa es poca cosa, chiquitín, y sin importancia, con pocas nenas, y
aburridísimo”.
Poco a poco, la
relación amistosa entre Dolores y el soldado se torna en noviazgo epistolar:
José le pide buscar un fotógrafo gracioso que la sacara riéndose, y le confiesa
“Estoy loquito por ti, me digo yo mismo,
si la guerra acabara, olé me daba un tiro, quiero decirte el tiro de gracia,
ese mismo que se dan los casados”. José
estaba a punto de cumplir 24 años y añoraba rehacer su vida:
“Tengo
una cosa encima que me anuncia la vejez. No tengo gusto para nada y me acompaña
una paciencia enorme […].Cuando termine esta pesada guerra, cuál te crees es mi
aspiración, dedicarme exclusivamente a mis trabajos y no salir de casa hasta no
buscarme el bollo. El día 23 de abril hago los 24. Por esa fecha, a no haber
venido la guerra tendría buscada mi vida y viviría en completo estado de
tranquilidad”.[15]
Dolores Arroyo Arroyo, novia
de José Contioso Lineros
Otros
valverdeños estuvieron en Zaragoza y Teruel: Gregorio Pérez Malavé, José
Dolores Pérez, Ildefonso Ramos Cejudo, José Méndez Moreno, Jesús Garrido Romero,
Manuel Rivera Becerro, Ginés Fernández, Manuel Limón Duque o Luis Macías
Cejudo. De ellos hablaremos en próximas entregas.
Gregorio Pérez Malavé
José Dolores Pérez Cuesto
Ildefonso Ramos Cejudo
Jesús Garrido Romero
[1] Carta a su madrina. 24/03/39. En
campaña. En ella decía saber por la Cruz Roja que todos los suyos estaban bien.
[2]
En el juicio de responsabilidades políticas, él dice haber luchado en el 3º batallón de Cádiz, del ejército
nacional.
[3] Entrevista a su hijo Diego Macías
Matamoros.
[4] Estos datos los aporto
María del Pilar Carrasco Díaz (1919 -2012 ) a su nieta María Rivas Corralejo.
[5]
SÁNCHEZ RUIZ, Antonio (2012): La UGT de
Huelva. La represión a la Unión General de Trabajadores de Huelva desde los Consejos de Guerra (1936- 1945). Córdoba, Fundación para el Desarrollo de los
Pueblos de Andalucía, p. 158.
[6]
Lázaro Lazo hizo el servicio militar en
Madrid en el Regimiento de Infantería 31, 1º batallón, 3ª compañía. En
1937, Lázaro fue nombrado sargento de infantería con fecha
de 17 de agosto. Diario Oficial del Ministerio
de defensa Nacional. Barcelona. 27/12/1937,
p. 610.
[7] Vid ESPINOSA MAESTRE, F., 1996. pp.
174-179.
[8] El relato es fruto de las
conversaciones con uno de los protagonistas, Manuel Fernández Feria, nacido en
1916. El otro, Lázaro Lazo Borrero,
nacido en 1912, falleció en 1980, con 68 años de edad. Nunca habló a sus hijos,
Mª Dolores y Gregorio, de su experiencia bélica y en opinión de algunos que le
conocieron “desde que terminó la guerra no fue el mismo”.
[9] SEMPRÚM, J.: Del Hacho
al Pirineo. El ejército nacional en la Guerra de España. Actas Editorial,
2004. El estado de la cuestión, 10, p. 458.
[10] La familia no conserva las primeras cartas
enviadas desde Riosalido.
[11] Carta de José Contioso Lineros de 18
de enero de 1937. Cosa (Teruel).
[12] Carta de 19 de marzo de 1938. Ayerbe.
[13] CASAS OLOGARAY, A.: La Guerra Civil en la comarca de Teruel.
Comunidad de Teruel.
[14] Carta de 18 de enero de 1937. Cosa
(Teruel). La Carta de Dolores llegó a Cosa un día antes.
[15] Carta de 18 de enero de 1937. Cosa
(Teruel). Archivo de las hijas de José Contioso Lineros y Dolores Arroyo.
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