EL MES DE MAYO EN VALVERDE: El Mes de María y
las Cruces de Mayo (2ª Parte)
Manuel Fernando Gómez Cera
Juan Carlos Sánchez Corralejo
Celeste
Jiménez de Madariaga, profesora de la Universidad de Huelva, se adentra en “Rituales
festivos y confrontación social. Cruces de mayo de la provincia de Huelva“[1] en
el significado y origen de la fiesta, e insiste en el papel del ceremonial de
esta fiesta para expresar la rivalidad social de las comunidades locales. En
ese y en otros estudios provinciales se documentan las localizaciones más
conocidas de las cruces onubenses -Almonaster,
Alosno, Berrocal, Bonares, La Palma del Condado, Rociana, Paterna del Campo, Villarrasa,
Bollullos del Condado, Villalba del Alcor o Manzanilla-. En estos estudios se hace
hincapié en una clara distinción entre los rituales festivos asociados a cruces
duales, basados en dos cruces y dos colectivos, o cruces múltiples, basados en
varias cruces y varios colectivos asociados, a través de actos a veces consecutivos,
a veces paralelos.[2]
A nosotros nos ha interesado especialmente el
origen de las cruces en el ámbito andevaleño pero, sobre todo, acercarnos a un
modelo muy concreto, ya perdido: los rituales celebrados en torno a las cruces
de hierro forjado de las calles y plazas de Valverde del Camino, en los que la
cruz, clavada en el espacio urbano, no dejaba sitio para las procesiones, y
solo para el abandono de las tareas agrícolas y ganaderas cotidianas
que daba paso al exorno
floral a base de flores naturales, mastranzo y eucalipto, el rezo del rosario, los
canticos festivos, tanto de día como de noche,
y el complemento gastronómico basado en las habas enzapatás y las buñoladas.
Cruces de mayo de la vieja Onuba
La fiesta de la Invención de la
Cruz fue la preferida de muchos pueblos de España a lo largo del siglo XVIII,
también de la actual provincia de Huelva, por entonces la parte más periférica
del Reino de Sevilla. Pero, a la par, durante
el Antiguo Régimen la celebración de las Cruces estuvo en el punto de mira de
la Iglesia Oficial. A menudo, la fiesta se debatió entre la religiosidad y los
elementos profanos. Por ello, los visitadores apostólicos recibieron el mandato
de acotar el divertimento popular en aras de lograr mayor austeridad y recogimiento,
y a la vez huir de elementos
paganos.
En
la Edad Moderna, la ubicación de las cruces era variable: había cruces tanto en
las casas, como en las calles, en el campo y en las ermitas extramuros. En Almonte,
La Palma, Hinojos, Villarrasa, Beas o Galaroza, se hacían al parecer cruces en las
iglesias y ermitas y también en las casas particulares[3]:
los vecinos preparaban los patios de las casas, engalanaban las cruces, y allí comían,
bebían y bailaban. A menudo no faltaba la gaita y el tamboril. La concurrencia
de elementos religiosos y profanos es una de las señas de identidad de aquella
celebración. Por ello, las autoridades eclesiásticas tratan de promover su extinción a través de los visitadores
apostólicos. La negativa fue frontal en muchos pueblos como Gibraleón, y muchos
casos acabaron en los tribunales eclesiásticos. Pero continuó el “aderezo de
cruces”.
En pueblos como Alosno existía
la “vigilia”,
consistente en bailes en “veladas” y “festines”, mientras muchos jóvenes rondaban
las calles con guitarras y coplas “indecentes”.
En Zalamea, se representaban comedias y entremeses en honor de la “Invención” que llevó a la
autoridad eclesiástica a tener que amenazar con la excomunión, tanto a los cómicos
actuantes, como a los posibles asistentes[4].
La popularidad de las Cruces hizo que fueran celebradas en los montes por los
pastores, como los de Almonaster y Zalamea, o en altozanos como los vecinos de
la “Resolana”[5].
Los visitadores entablan su lucha
particular sobre las cruces y los elementos paganos asociados a ellas. Se
esforzaron por suprimir el adorno de cruces en San Silvestre, y ordenaron al vicario de Trigueros impedir el aderezo en
las casas particulares de aquella villa[6].
Se siguieron celebrando en las villas y aldeas del Condado de Niebla, especialmente en Bonares, Lucena y La Palma del Condado, con abundancia
de bailes y músicas, lo que era considerado una grave “ofensa a Dios Nuestro
Señor”. En Huelva, en 1688, se estableció pena de excomunión para los que
siguiesen ruidos y escándalos con motivo de la celebración de las cruces[7].
En 1714, el visitador de Niebla, en los mandatos de la visita, dejó recogida la
prohibición acerca de “la composición de
cruces y bailes”.[8]
En 1776, se publicó una Real
Cédula que prohibía “empalados, espectáculos de procesiones, cruces de mayo, y
bailes en las iglesias, sus atrios y cementerios. Pero la medida, como en
ocasiones anteriores, contó de nuevo con bastante oposición[9]
del elemento popular, que había hecho suya la fiesta.
En
el siglo XIX, si seguimos a Salvador Rodríguez Becerra “la fiesta consistía en una procesión y en la organización de muchas
cruces en casas particulares vistosamente adornadas en las que se reunían las
mujeres. Estas permanecían sentadas en torno a la cruz y en el mismo espacio
organizaban los bailes y recibían las visitas de mujeres tapadas y hombres”[10].
Sabemos
que en Moguer, a mediados del s. XIX “el
culto de la cruz era realizado en casas particulares. Posteriormente, se
edificaron algunas capillas donde acogerlas. Ya fueran en casas particulares o
en sus capillas, las cruces eran expuestas y decoradas con frontales. Por lo
tanto, en principio la celebración de la Santa Cruz de Mayo consistió
simplemente en la reunión en casas
determinadas para dar culto a una cruz, costumbre que se mantuvo hasta la
primera mitad del s. XX, acompañadas de bailes en las casas particulares”.[11]
De
los datos anteriores, debemos concluir que siempre hubo cruces en las casas,
pero también en las calles, aunque es en el tránsito de los siglos XIX al XX
cuando la fiesta se abre al elemento urbano y ocupa plazas y calles de manera
más generalizada. Caro Baroja, citando a Benito Mas y Prat (1846-1892), dice: “Alternaban con las pequeñas cruces de que
acabo de hacer mérito, las Cruces de Mayo, que, como todas, se hallaban
colocadas en la vía pública”[12]. En el siglo XIX, la celebración de la
Cruz se hacía en las casas particulares, pero hacia 1881, fecha en que Mas y
Prat escribe las líneas anteriores, ya se hallan en la vía pública,
generalmente en el centro de la calle.
A mediados del
siglo XIX, las cruces de mayo de Madrid se
levantaban en los portales de las casas de los barrios periféricos. Iban ”cubiertas
de flores, collares, arracadas y
riquísimos pañuelos de seda y crespón”. Era habituales las cuestaciones públicas,
no del agrado de muchos transeúntes:“Una multitud de muchachas bien granaditas
por cierto, corrían de aquí para allí con el platillo en la mano, é interpelando
á los transeúntes descocadamente, poniéndoles en la disyuntiva de, o tener que
echar mano al bolsillo, o de aligerar el paso, medio corridos y confusos,
éntrelos silbidos y dicharachos de aquella
incivil gente que, á grito pelado, les canta es a seguidilla: Un lechuguino pobre / muy estirado / quiso
pasar por duque / sin un ducado / Mas don sin din / se avienen como un perro / y un jabalí”.[13]
El
tránsito del patio a la calle fue paulatino. La década de 1910 llevó muchas
cruces al espacio urbano. En tal sentido se dijo que “es fiesta de igualdad por celebrarse en plena calle”[14]: en el
Madrid de inicios de siglo XX se montaban altarcitos en las aceras de las
calles y seguía habiendo mesas
petitorias en portales y esquinas, donde las jóvenes madrileñas, vestidas de goyescas,
pedían a los transeúntes[15]. En
Sevilla, igualmente a principios del siglo pasado, se montaban en los corrales
de las casas de vecindad. La princesa de Rumanía, invitada por la familia real
española, visitó Sevilla en la primavera de 1913 y pudo ver varias cruces de
mayo, aún recluidas en las casas[16]. En Córdoba,
dominan las cruces iluminadas de bombillas y flores que inundan los patios y las
fuentes de la ciudad. Las mejores eran premiadas en el concurso municipal, promovido
por la comisión municipal de feria y fiestas, con un premio de 500 pesetas, 2
de 250 y diez premios de 100 pesetas. Además, no faltaban las procesiones de
cruces infantiles precedidas por niñas vestidas de gitanas que postulaban para
los gastos derivados de la fiesta.[17] Ese
mismo modelo de cruz cubierta de flores y luces aparece en Cádiz, en algunos
casos, como la del Club Artístico de la Ciudad, con
un extraño sincretismo que daba cabida tanto a la presencia de poetas, como de una
moderna jazz-band[18]. En
Valencia se instala una cruz floral en la puerta de la catedral desde 1926. En
Tarragona se visten también cruces de estilo sevillano, acompañadas por grupos
de Zambras de Sacro Monte o los campanilleros de Bormujos.[19]
A
mediados de la década de 1920, se ponían 40 cruces en Huelva “con gran derroche de lujo y gusto artístico”[20] en las plazas
públicas y en los patios de los principales círculos de sociedad. El semanario
grafico la Unión Ilustrada nos regala excelentes retrospectivas de las Cruces de Mayo de Huelva en 1921
y 1922.[21] Algunas
de ellas, son cruces de forja similares a las valverdeñas; otras responden al
modelo sevillano-cordobés: cruces de madera u orfebrería barrocamente
decoradas, como las de la Sociedad Álvarez Quintero, la del Orfeón Onubense o
la de la calle Vázquez López, que fueron precisamente las premiadas en el
concurso municipal del año 1922
La Unión Ilustrada. Mayo de 1921. Cruz de Mayo de la Cofradía de San Francisco.
Plaza de López Muñoz. Foto Calle.
Lo habitual en muchas ciudades y pueblos
eran paños de altares y velas, que dieron lugar a incendios como el ocurrido en la barriada de
San Francisco de Melilla en 1928[22]
Otro
elemento son las disputas, a veces civilizadas, otras veces menos: una recogida
por la prensa nacional ocurrió en la aldea de El Ventoso, hoy barriada de
Nerva: “En la aldea de Ventoso, con
motivo de rivalidades, surgidas de la instalación de las cruces de Mayo, se
trabó gran batalla entre los partidarios de unas y otras instalaciones. A
consecuencia de la riña hay muchos lesionados”.[23]
[1] En Gazeta de Antropología,
2011, 27, 2.
[2]
ALOSNO ORTA, Santiago. Cruces de mayo en
Alosno. Narria: Estudios de artes y
costumbres populares, 1998, págs. 85-89. JIMÉNEZ DE MADARIAGA, Celeste: “Las fiestas de las cruces de la provincia de Huelva”. En Las cruces de mayo en España : tradición y
ritual festivo / coord. por David González Cruz, 2004, págs. 97-118. GONZÁLEZ CRUZ, David: Raíces
históricas de las fiestas y devoción a las cruces en la ciudad de Huelva.
En Las cruces de mayo en España :
tradición y ritual festivo / coord. por David González Cruz, 2004, págs. 119-133.
[3] CANTERLA GONZÁLEZ,
Juan Francisco (2007): Coplas, bailes y
fandangos en los confines de Andalucía. 1680-1808, p. 80, 92.
[4] Ibídem p. 49.
[5] Ibídem p. 14.
[6] Ibídem, p. 78
[7] Ibídem, p. 110.
[8] Ibídem, 120.
[9] Ibídem. p. 110.
[10] RODRIGUEZ BECERRA,
Salvador, Las cruces de Mayo en Andalucía. Historia y Antropología de una
fiesta, p.63, En GONZALEZ CRUZ, DAVID, Las cruces de Mayo en España. Tradición y
ritual festivo. Huelva, Universidad de Huelva, 2004.
[11] DÍAZ DOMÍNGUEZ,
Manuel, Religiosidad popular en la ciudad
de Moguer (1400-1936), pp. 190-191. Huelva. Fundación Municipal de Cultura
de Moguer, 2005.
[12] CARO BAROJA, Julio, La estación de amor. Fiestas populares de
mayo a san Juan. Barcelona, Círculo de Lectores, 1992, p. 108
[13] La España. Madrid.
5/5/1855, página 4.
[14] La correspondencia de Valencia. 23 de abril de 1913. p. 3. Hace
referencia a otro artículo de “la Mañana”
[15] Unión democrática: diario. Órgano Oficial del Partido Republicano
Progresista de la Provincia. 8 de mayo de 1918.
[16] Las Provincias: diario de Valencia. 22 de mayo de 1913., p. 3.
[17] Vid por ejemplo “Las
Cruces de Mayo”, Diario de Córdoba. 7 de mayo de 1927, p.
2; “La Cruz de Mayo”. Diario de Córdoba. 4
de mayo de 1929, p.2. La voz. 20 de abril de 1929.
[18] El Noticiero Gaditano: 28 de abril de 1928, p. 3.
[19] La Cruz: diario católico. 14 de junio de 1930.
[20] La voz. Córdoba. 1 de mayo de 1925. Información de Huelva. Las
Cruces de Mayo, p. 12.
[22] El Telegrama del Rif. 5 de
mayo de 1928, p. 3. “Se incendia una cruz de Mayo”.
[23] El Diario Palentino, 19 de mayo de 1916, p. 2. El
periódico para todos. Alicante. 18 de
mayo de 1916, p. 2. Cambia el nombre de
ventoso por “Vientos”.
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