Juan Carlos Sánchez Corralejo
Facanias, pp. 16-22
El debate entre españolistas y catalanistas
Suele ser discurso
común que los movimientos regionalistas del siglo XIX pusieron coto al cosmopolitismo
ilustrado. La búsqueda de unos rasgos
constitutivos inmutables (culturales, raciales, psicológicos...) ahistóricos,
anteriores y superiores a las personas, cuestionaron los principios de
universalidad, tan propios del Siglo de las Luces.
Pero
también hubo controversia entre distintos nacionalismos: La polémica entre españolistas
y catalanistas salpicó las páginas de revistas como El Monte Aventino, La Montaña de Montserrat o La Renaixença, además de los diarios convencionales. La revista La América[1] siempre
proclamó su españolidad[2] y
a través de sus páginas hubo un intenso debate. Desde el catalanismo
españolista y desde el más puro
españolismo español, se niega el derecho a la recuperación de la lengua
catalana
La
poesía y la literatura en general se convierten en arma política. Desde Madrid se veía con desagrado las veleidades nacionalistas. Pero
también algunos catalanes se alinearon en dicho posicionamiento: Tarrats
de Eixalá y Federico Maresch representan esta postura. Entre 1867 y 1868, desde las páginas de La América, J.M. Tarrats de Eixalá trataba de refutar los argumentos históricos y
literarios de los que él llama con sorna los restauradores de la lengua
catalana. Primero fustigó a Pitarra, por sus caídas y contradicciones, aunque reconoce su originalidad, la valía
de Las Joyas de la Roser y el
carácter ameno de sus obras; y con
inusitada dureza a Eduardo Vidal[3],
periodista del Diari Català, a Capmany[4], a
Pelay Briz[5],
ya que sus obras le obligaban a salir del teatro con espanto: «De las obras de Vidal, Capmany y Briz, no
puede uno leer ni una sola escena, pues aquella jerga titulada catalán, no es
catalán, ni castellano, ni ninguna otra lengua conocida: aquello únicamente es
malo; no encontramos otra palabra que exprese con mas fidelidad el valor de
ellas»[6].
De J.M. Arnau, que ya en 1865 hacía representado varias comedias (Al altre mon, Un pollastre aixelat y La Pubüla
del Vallés), comenta que debía, como el resto, estudiar otra lengua y otra
literatura.[7]
En un segundo artículo, se centró en un tema ya
apuntado y que sobrevuela los anteriores, más allá de la pura crítica
literaria: los inconvenientes políticos
derivados del renacimiento de la literatura catalana, destacando el ser un
“ariete contra la unidad española”,
aquel logro nunca bien ponderado de los Reyes Católicos. Critica a unos mal aconsejados poetas, hacedores de
poesías aplaudidas por inexpertos jóvenes que difaman a una provincia hermana
como Madrid. Tarrats defiende la unidad de la patria emanada desde tiempo de la
monarquía visigoda[8]. En el terreno puramente
literario insistía en que “la maldita
restauración de los juegos florales distrae a los jóvenes de sus estudios”,
consideraba el intento una ridiculez, y se mofaba de los poetas autodenominados
catalanistas. En febrero de 1868, escribió un tercer artículo, para rebatir a
José Leopoldo Feu[9] y su obra Datos y
apuntes para la historia de la moderna literatura catalana[10],
donde destaca la obra de tres escritores en lengua catalana, los filósofos
Jaime Balmes, el periodista y poeta Pablo Piferrer, y el jurista Ramón Martí de
Eixalà como representante de la escuela jurídica catalana del siglo XIX.
Tarrats les resta valor a todos ellos y además los asimila al castellanismo más
que al catalanismo. Finalmente, insertaba el siguiente soneto de un antiguo
catalán españolista reconvertido en catalanista, del que no da el nombre:[11]
¡¡GUERRA!!
¡Santiago y cierra España! no perdones
Que es de sano criterio la cruzada,
Batalla con la turba congregada,
De ridículos, torpes histriones.
Al escuchar sus estridentes sones.
Venganza pide nuestra patria amada;
Véngala, pues, en esta liga osada
Compuesta de fanáticos campeones.
Véngala, pues, y nunca te amilanes
Al escuchar sus estridentes gritos;
Martirízalos, pues, cuña porcuna,
Y verán ¡vive Dios! que hay catalanes,
Y verán ¡vive Dios! por tus escritos
El poeta Federico Maresch habla de “La agonía de los juegos florales”,
ya que solo había dado contadas composiciones de verdadero mérito y culpaba a
los hombres influyentes del mallorquinismo y el vulgarismo, como “un elemento contrario a la unidad del
sentimiento nacional”[13]. Incluso el diario satírico Gil Blas criticaba el regionalismo:
Lo que no veo con buenos ojos es esa
satisfacción con que catalanes, valencianos y castellanos, (que de todo hubo en
las fiestas) dan cuenta de la resurrección del habla y de la literatura catalana.
Dicen que esta es la muerte del espíritu provinciano, y la hermandad de dos
literaturas. ¿Con que fomentar una literatura provincial es matar el espíritu
provinciano? He aquí en lo que no estoy conforme. Yo quisiera que en la
Península hubiera un solo pueblo y una sola literatura, y creo que esas fiestas
de nuestros poetas, con la mejor buena fé del mundo, contribuirán á desarrollar
el estrecho y mezquino espíritu de provincialismo. Esta es mi opinión: ¡el
tiempo dirá Si me he engañado![14]
Los diarios monárquicos y conservadores
resaltaban los hechos históricos que significaba unidad. Así, cuando en 1870 la
Diputación Provincial premió la poesía
inspirada en la memoria de Mariano Álvarez de Castro, gobernador de Girona
durante el sitio de 1809, el diario monárquico La Convicción[15]
consideraba que “bien ha hecho nuestra
primera Corporación provincial en acordarse de nuestras verdaderas glorias
patrias”[16].
En este caso, La Convicción
defiende una Cataluña sumisa al pretendiente Carlos VII y la recuperación de
sus antiguos fueros en los tiempos previos a la tercera Guerra Carlista.
Balaguer, presidente de los juegos de
1868, hizo una encendida defensa de los mismos frente a los ataques recibidos,
defendiendo la armonía entre las literaturas catalana, castellana y provenzal[17].
El novelista y dramaturgo Julio Nombela desde las páginas de La Época, reconocía el esfuerzo de los
juegos florales catalanes, frente a la agonía
del arte teatral de Madrid.[18]
Numerosos
poetas catalanes pasaron por los juegos: Joaquín Riera, Adolfo Blanch y
Cortada, Pedro Antonio Ventalló, Francisco Ubach, Antonio Camps, Collell de
Vich; Frederic Soler (Pitarra), Forteza.
Verdaguer, Martí y Pulguera, Rebentós y Pico, y un larguísimo etcétera. Pero,
además, se mira allende del ombligo, en un intento de acreditación externa.
Los juegos de Barcelona invitaron a
personalidades de prestigio en el ámbito europeo: el príncipe Guillermo Carlos Bonaparte Wise, 1868),
poetas castellanos (José Zorrilla, Federico Mistral, Juan E. Hartzenbuseh, Ventura Ruiz
Aguilera, Gaspar Núñez de Arce, Gañote,
Guerra y Orbe, Ayala, Hurtado, etc). Asimismo, a escritores valencianos como Teodoro Llorente, director de Las
Provincias, Rafael Blasco, del Diario Mercantil, y los poetas
Labaila, Montesinos, Félix Pizcueta, y Ferrer y Bigné, o escritores
mallorquines como Gabriel Maura, Ramón Picó o Pedro de Alcántara. Por supuesto,
no faltaron los poetas
provenzales (Luis Roumieux de Bellcaire, Ernesto Roussell de Nimes, director
del periódico Le Courrier du Gard, Pablo
Meyer, archivero del archivo de la Casa de la ciudad de París, Félix Herment,
redactor del periódico La France, y
otros muchos. Incluso se invitó a los poetas portugueses desde el año 1871[19].
En paralelo a los juegos, se publicaron cuadernos
coleccionables de poesía catalana bajo el título de Ramallets[20]. Además, los poetas catalanes acudían a los
juegos florales de Provenza, como los de Saint Remy, donde se pedía la
desaparición –se entendía cultural- de los Pirineos. El diario La España y otros afines criticaban tal
petición por razones de geopolítica.[21]
En 1870 el Salón del Ciento fue sustituido
por una ubicación más espaciosa, el salón bajo de la Casa-Lonja, decorado con
multitud de banderas y pendones que representaban las diversas provincias de Cataluña, Valencia y
Mallorca, debajo de los cuales aparecían los nombres de algunos de sus poetas más ilustres. El discurso inaugural correspondió a
Estanislao Reinalds, un catalanista
conservador, cercano a la Unión Liberal, contrario al centralismo liberal y jurista
de prestigio, quien había afirmado que “el origen del Derecho civil catalán
debería buscarse en la nacionalidad y el carácter del pueblo catalán”[22]:
(…) por la lectura de un
discurso, bello en la forma y filosófico en el fondo, que respiraba un amor
puro á nuestras tradiciones patrias y á nuestra lengua en especial; así como
una fe viva en Dios y en la religión de nuestros padres. El señor Reinals, que
parecía hallarse vivamente afectado, fue objeto de una ovación completa ,
cuando después de haber hecho notar que las teorías modernas tenían tendencia á
borrar el nombre de «patria» que se da a la nación donde uno respira el primer
soplo y ve los primeros rayos de luz y que los reformadores de nuestros
días no tienen ni amor, ni fe, dijo: «Patria sens amor y sens fe, no la
vall. El numeroso y escogido auditorio que le estaba escuchando con atención
suma y en cuyo corazón iban a grabarse una por una las elocuentes frases del
orador, prorrumpió en estrepitosos aplausos, cuando aludiendo á la teoría de
nuestros actuales reformistas de hacer una sola de todas las naciones, dijo que
un pueblo tal no podía tener historia y que el pueblo que no tenía historia
tampoco podía tener poetas.[23]
Juegos Florales 1º de
mayo de 1870 (La
Ilustración española y americana. 25/5/1870, p. 11..
Estanislao
Reynals y Rabassa
La toma de
conciencia político-económica
Pero
el distanciamiento no solo tuvo elementos culturales. Los económicos y
políticos también fueron esenciales. Uno substancial ocurrió el 21 de marzo de
1869, Domingo de Ramos: en las principales poblaciones de Cataluña y sobre todo
en Barcelona, recorrió las calles una gran
manifestación de protesta contra el librecambismo del Gobierno. Entre los
oradores se encontraban Valentín
Almirall, primer teorizante del calanismo político; Luis Cutchet Font[24] hablaba –y no le faltaba razón- “de la competencia del trabajo extranjero, ejecutado con mucho menores
condiciones que el nuestro”, y exigía medidas de protección arancelarias, igual que lo exigían los productores de carbón y de hierro en
Asturias y Vizcaya, la industria de
Guipúzcoa y la agricultura del arroz y cáñamo de Valencia.Además, Cutchet i Font aprovechó cinco amplias
páginas para un monográfico sobre el debate histórico entre librecambistas y
proteccionistas, tanto en Estados Unidos como en la Francia decimonónica,
además de repasar con extraordinaria prolijidad la historia española anterior[25]. El arancel Figuerola de 1869 no colmó las esperanzas de la burguesía
catalana. El arancel, moderadamente librecambista, debía ser un estímulo para la
competencia, porque para Laureano Figuerola la competencia era un factor
esencial para el crecimiento económico, y
derivado de ello, pretendía obtener, si acaso a medio o largo plazo, mayores recursos para la Hacienda
Pública.
También en 1869 se
creó la primera sociedad catalanista, la "Joven Cataluña", con
evidentes influencias del pensamiento romántico de Mazzini. En opinión de Pere
Anguera, fue la primera entidad que unía
literatura y reivindicación política, fundada entre otros por Àngel Guimerà
y Lluis Doménech y Montaner. La
Joven Cataluña organizó veladas literarias catalanas[26],
pero se propuso ir más allá del debate
literario a fin de dar un primer enfoque político. El abanico ideológico de sus
integrantes era diverso, incluía tanto carlistas como republicanos de
diferentes tendencias, característica típica de movimientos rupturistas
iniciáticos. Más tarde sería necesaria mayor definición.
En 1871 nació el periódico quincenal La Renaixença, como rotativo
catalanista de literatura, ciencias y artes, con el objetivo de ser el divulgador del
ideario del movimiento homónimo. En algunos de sus números pide la recuperación de los originales
catalanes, como los textos de Vicente Ferrer de la Biblioteca de Oxford[27],
pero el periódico no estuvo solo, y el papel de la prensa en la difusión de este
movimiento tuvo muchos más elementos, como ha estudiado Quintí Casals.[28]
La primera proclamación del Estado Catalán (1873)
La llegada de la Primera República, tras la sorpresiva
abdicación de Amadeo I, desencadenó el primer intento fallido de establecer el
estado catalán, al tiempo que incentivó los ánimos de los carlistas en dominar
una monarquía que consideraban usurpada desde la muerte de Fernando VII.
La Diputación de
Barcelona, dominada por los republicanos federales «intransigentes», proclamó
en dos ocasiones el «Estado catalán». En los días siguientes a la proclamación
de la Republica, Barcelona parece en calma. El diario La Época hablaba de total tranquilidad, aunque las autoridades
piden el refuerzo de unidades militares[29]: La República ha sido proclamada. Han publicado alocuciones los comités
provincial y local. La tranquilidad es
completa. Los edificios del ayuntamiento, Diputación y Gobierno Civil están
adornados, Se han tomado precauciones militares. El pueblo está armado[30].
Pero a mediados de mes las cosas estaban agitadas en
la ciudad: hubo una intentona de golpe de estado por parte de generales afectos
a la causa alfonsina, como comentaba un suelto de La Independencia de Barcelona del día 17, con la presencia en la ciudad del general Antonio
Caballero de Rodas, que quiso contactar con la primera autoridad militar de la
ciudad, el general Gaminde, sobre quien el gobierno central ya había puesto el
foco de las dudas.
El 21 de febrero Barcelona esta convulsa.
Unos diarios, como La Iberia[31], hablan de que La
Diputación de Barcelona, dominada por los republicanos federales
«intransigentes» proclamó en el «Estado catalán»: Ya por la tarde circularon rumores de que la corporación provincial de
Barcelona había proclamado la República federal y declarádose independiente,
izando en su edificio la bandera del cantón: a la hora en que escribimos no se
ha desmentido esta grave noticia, cuyo fundamento ignoramos[32]. Otros diarios hablan de un intento de
involucrar a las unidades militares de la capital condal en participar en un
pronunciamiento a favor del príncipe
Alfonso, pero que la tropa ha contestado aclamando la República, fraternizando
entusiastamente con el pueblo[33].
El diario carlista La Convicción se
jacta de haber vivido los funerales de la causa Alfonsina.
El
Imparcial, considerado el periódico
más influyente en el último tercio del siglo XIX, da su propia visión de los
hechos[34]:
un grupo de militares, ante la retirada
anticipada del general Gaminde, que iba a ser relevado por el general Contreras,
con apoyo popular, manifiestan de manera decidida su apoyo a la república
federal y se dirigen a la Plaza San Jaime, sede del palacio de la Diputación Provincial
ante las autoridades de la ciudad:
El batallón Cazadores de la Habana prorrumpió en gritos de ¡Viva la República!
que aumentaron al presentarse en los balcones algunos diputados á quienes la
tropa manifestaba su simpatía y adhesión. En este estado, el general Andía,
creyendo que no tenía fuerza moral para contener lo que él consideraba como una
insubordinación, resignó el mando en el brigadier de ingenieros, Sr. Barraquer,
[…] Mas, circulada la noticia, fueron
llegando sucesivamente á aquel punto cazadores de Cádiz, Tarifa y Madrid,
artillería de montaña y rodada y demás cuerpos de guarnición en Barcelona,
todos con armas y sin la mayoría de sus jefes á la cabeza. La reunión de todas
estas tropas, á quienes arengaban algunos paisanos desde los balcones de la
Diputación, produjo una explosión de entusiasmo en que tomó parte el pueblo,
fraternizando soldados y paisanos á los gritos de ¡Viva la República! que se extendieron
por todos ángulos de la población. La alegría era indescriptible, y en medio da
la agitación que los acontecimientos habían producido, no se cometió un desmán,
no hubo el menor desorden, no se vertió ni una gota de sangre, reinando un
orden admirable sólo interrumpido por los movimientos de la multitud
entusiasmada. Pasados los primeros momentos, las tropas volvieron á sus
respectivos cuarteles, declarando terminantemente que se hallan dispuestas á
sostener al Gobierno de la República y á la Asamblea Nacional, en cuyo favor
hacen votos de adhesión y fidelidad completa. Narciso Buxó y Prats, el
alcalde de Barcelona, telegrafiaba al gobierno manifestando la adhesión de los
cuerpos del ejército á la República y el orden completo de la ciudad.
Algunas fuentes hablan de que Pi y Margall,
a la sazón ministro de Gobernación, logró convencer a las autoridades catalanas
de que desistieran, mediante telegramas que les envió desde Madrid. Otros
hablan de la actuación determinante de Josep Rubau Donadeu, diputado a cortes
por San Feliú de Llobregat, alineado con los republicanos intransigentes desde
la Gloriosa y asesor de Estanislao Figueras, republicano unitario, al presidir
éste la República, quien habría participado en las negociaciones durante la
Proclamación del Estado Catalán. Su
narración en el parlamento nos sirve para conocer las pugnas entre republicanos
federales y unitarios: Rubao culpa a la actitud del general Eugenio Gaminde,
mientras defiende la fidelidad del pueblo barcelonés a la causa republicana.
Algunos hablan de meros rumores de movimientos separatistas, y afirman
que en Madrid determinados intereses quisieron exagerar los sucesos de
Barcelona. Ese fue por lo menos el argumento del ministro de Hacienda, José
Echegaray, en el debate parlamentario: La ciudad era republicana y no se había
relajado la tensión militar frente a los carlistas[35].
El diputado Rubau alabó la actuación de la
diputación, que mantuvo el orden y el respeto a la propiedad[36].
El diario La Época, de
orientación centrista[37], habla biertamente de un mes donde el federalismo, el separatismo
y el socialismo dominó no solo la Diputación, sino las calles
y plazas[38].
Entre el 5 y 7 de marzo de 1873, un mes después de la
proclamación de la República, Barcelona sigue convulsa, “Entre los rumores graves que
ayer circularon tenía cabida el de que Cataluña se había declarado
independiente, mejor dicho, los republicanos de Barcelona á nombre de Cataluña.
Afortunadamente este rumor no se ha confirmado, ni creemos que reconozca fundamento
alguno”[39]. Aunque La Iberia lo
desmentía, La Correspondencia de
España insistía en el rumor: Esta tarde
ha circulado el rumor de que en Barcelona 16.000 voluntarios habían declarado
independiente el Estado catalán y preso á las autoridades. El gobierno
desmiente esta noticia sobre la cual ha pedido informes[40].
La
segunda proclamación federalista catalana
se produjo el 8 de marzo. Ese día en
Madrid tuvo lugar lo que algunos han considerado un intento de golpe de Estado
por parte de los republicanos radicales o unitarios, quienes, para evitar una
república federal, trataron de impedir la convocatoria de Cortes
Constituyentes. El día 9, en Barcelona
hubo rumores generalizados “de que se iba á proclamar a Cataluña independiente,
mientras la Diputación recibía á los representantes de las asociaciones obreras
que le pedían que proclamara la autonomía del Principado”[41]. Según Jorge Vilches, esta vez no bastaron los
telegramas de Pi i Margall, sino que hizo falta que cuatro días después, el 12
de marzo, fuera a Barcelona el
propio presidente de la República,
Estanislao Figueras, para que la Diputación retirara la declaración[42].
El diario democrático La Discusión
insistía en la tranquilidad: Ya todo
el mundo sabe a qué ha quedado reducido el movimiento federalista de Barcelona,
movimiento que no tenía por objeto la rebelión contra el Poder ejecutivo, sino
que nació de la desconfíanza y que ha desaparecido con ella[43]. El diario La
Época, resaltaba la obligación de acatamiento de Cataluña al
poder central.[44]
Este primer arranque exitoso del
catalanismo primitivo tan sólo duró unos días, y se produjo en una época
realmente inestable. Otras muchas autoridades se manifestaron públicamente a
favor de la Republica Federal, en pleno debate parlamentario sobre tal cuestión,
y el Cantonalismo estaba a punto de estallar. Pero llama la atención la
negación de muchos diarios sobre una cuestión que parecía evidente. ¿Una suerte
de guerra psicológica sobre un miedo
permanente sobre la independencia de Cataluña?
La Flaca. 3 de marzo de 1873. Pugna entre republicanos unitarios
e intransigentes
La Flaca. Pi y Margall
desbordado por el federalismo, representado en
[1] Bajo el subtitulo de Una crónica Hispano-americana.
[2] LOPEZ-OCÓN, Leoncio: Biografía
de la "América": una crónica hispano-americana del liberalismo ...
[3] En 1865 publicó Tal farás
tal trobarás
[4] Había estrenado en 1865 La flor d’Ivern
[5] La América. 13/12/1867,
pp. 9-10.
[6] Ibidem, p.9.
[7] Ibídem, p. 10.
[8] La América. Madrid. 28/12/1867, p. 3. “Literatura
Catalana”
[9] Autor catalán, nacido en Barcelona en 1836. Estudió
derecho y obtuvo el doctorado en 1865. Desde 1864 a 1870 fue secretario general
de la Compañía del Ferrocarril de Zaragoza a Barcelona, y se instaló después
en Madrid, donde ejerció la abogacía y colaboró en varias revistas.
[10]Memoria
leída ante la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona . Tipografía de Narciso Ramírez y Comp., 1865 - 47
páginas
[11] La América. Madrid. 13/2/1868, p. 10.
[12] La América. Madrid. 13/2/1868, p.10.
[13] La América. 28/1/1868,
pp. 7-8.
[14] Gil Blas. 28/5/1868, p. 4.
[15] Diario fundando y dirigido por el carlista Luis María
de Llauder (1837-1902). Bajo el subtítulo de
“periódico monárquico”, tenía ediciones de mañana y tarde, y estuvo en
la calle desde 1870 a 1873
[16] La Convicción (Barcelona). 10/2/1871,
p 8.
[17] Vid. La España. 7/5/1868, p.1.
[18] La Época. Madrid. 9/5/1868, p.1.
[19] La Iberia. Madrid. 2/5/1871,
página 3.
[20] La España. Madrid. 4/5/1868,
p. 2.
[21] La España 16/9/1868,
p. 2. La
Época. 16/9/1868, p.3.
[23] La Ilustración española y americana. 25/5/1870, pp 10-11.
[24] Periodista, fundó, con Víctor Balaguer, El Consejero, y juntos viajaron por
Italia (1859). Fue uno de los impulsores
de la Renaixença Fue redactor de El
Barcelonés y El Telégrafo, y colaborador de Revista de Cataluña, Calendario
Catalán y La Renaixença. Como historiador, investigó en el Archivo de la Corona
de Aragón, pero destacan su sentido
romántico y el dominio del pensamiento regionalista: El compromiso de
Caspe (1851), Cataluña vindicada (1858), justificación de la revuelta catalana
contra Juan II, y Historia del sitio de Girona en 1809 (1868). Como defensor del proteccionismo económico,
publicó Ensayo económico político a
propósito de la reforma los aranceles (1851), La soberanía nacional en España (1868), La guerra al sentido común (1869, ampliado en 1884) y La República
Cubana (1870).
[25] La América. Madrid. 13/6/1870,
pp. 5-13. “La Guerra al sentido común”
[26] La Convicción (Barcelona). 7/5/1871, p.10. “La
Sociedad titulada la “Joven Catalunya,» ha dispuesto para la noche de mañana
lunes la celebración de una «Vetllada
catalana literaria» en honra de sus consocios y demás poetas premiados en la
fiesta de los Juegos florales de este año, la cual tendrá lugar en el salón de
grados de esta Universidad a
las ocho de la noche”.
[27] Vid.
[28] CASALS BERGES, Q. (2011): “El papel de la prensa en la Renaixença cultural de la Cataluña Occidental (1808-1874)”. En El Argonauta español. Nº 8. Ejemplar dedicado a Médecine et presse
médicale en Espagne: entre les savoirs et les pouvoirs (XIXe siècle-premier
tiers du XXe siècle.
[29] La noticia procede de La lealtad. Recogida por La Esperanza. Madrid. 14/2/1873,
p.3.
[30] La Discusión. Madrid. 14/2/1873, p. 2.
[31]
Se autoproclamaba “campeón de las doctrinas
liberales” e imparcial aunque se convirtió en órgano efectivo del Partido
Progresista
[32] La Iberia. Madrid. 22/2/1873, p. 2.
[33] El Imparcial. 22/2/1873, p. 2.
[34] El Imparcial. 22/2/1873,
p.1.
[35] La Iberia. 23/2/1873, p.1.
[36] La Iberia 9/3/1873, página 1. El Imparcial 9/3/1873, p. 2
[37] Desde 1856 será el órgano de Unión Liberal, y
desde el fracaso de la candidatura de la
nueva monarquía de Antonio María de Orleans, duque de Montpensier, Antonio
Cánovas del Castillo lo ganó para la causa alfonsina, convirtiéndose en el
estandarte periodístico de la Restauración durante el Sexenio Democrático.
[38] La Época . Madrid. 12/3/1873, p. 2.
[39] La Iberia. 6/3/1873, p.2.
[40] La Correspondencia de España. 7/3/1873, p. 3.
[41] La Época. 12/3/1873,
n.º 7.468, página 2.
[42] VILCHES, Jorge (2001). Progreso
y Libertad. El Partido Progresista en la Revolución Liberal Española.
Madrid: Alianza Editorial.., p. 37
[43] La Discusión. 12/3/1873, p. 1.
[44] La Época. 12/3/1873, p. 2.
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