CARTAS Y CRÓNICAS
DESDE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
LA GUERRA CIVIL
VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (II)
Juan Carlos Sánchez
Corralejo
El Andévalo. Paisaje y Humanidad
Actas
de las V Jornadas del Andévalo, pp. 222.227.
El
aliento desde la retaguardia: las madrinas de guerra, el plato único y el
aguinaldo del soldado
El
valverdeño José Contioso Lineros (1914-1975) era miembro de una conocida
familia de herreros, estudiante por libre de último curso de magisterio, y
ya había hecho las prácticas de 1º y 2º en la escuela de Manuel Viso, cuando
estalló la Guerra Civil. Este joven de 22 años fue movilizado en el otoño de
1936, y su corazón “rojo y libertario” se vio obligado a combatir en el bando
nacional.La historia de amor de José Contioso con
Dolores Arroyo Arroyo había empezado tiempo atrás, pero se reforzó gracias a la
guerra. Esta historia se entremezcló con otra muy habitual, la existente entre
los soldados y las llamadas “madrinas de
guerra”.
Las madrinas eran jóvenes,
a menudo miembros de la Sección Femenina, que mantuvieron
correspondencia con los militares y los quintos enrolados en la guerra civil, y
más tarde con los miembros de la División Azul. Tuñón de Lara[1]
afirma que sirvieron de sostén moral y material al soldado. Las madrinas se
escribían con los soldados para calmar sus miedos y, con ello, colaboraban en
la consecución de la victoria y demostraban su amor a la patria. Las misivas, con
frecuencia, iban acompañadas de libros, dulces, tabaco, ropa y comida. Por
ello, las madrinas se agolpaban ante la oficina de correos para depositar sus
cartas y paquetes, junto al resto de familiares de la localidad[2]. Se ha
dicho que constituyeron una retaguardia imprescindible[3].
Flechas y Pelayos.1937.Ramírez Copeiro del Villar, 1987
Valverde
a través de la fotografía, p. 341.
La Sección femenina
en la Plaza Ramón y Cajal. A. Manolita Navas Lazo
El
fenómeno no era novedoso, ya lo habían hecho jovencitas francesas y belgas en
la Primera Guerra Mundial[4]. Así
veía el propio José Contioso el papel de la madrina, en los primeros meses de
la guerra: «Una madrina no es otra que
una señorita que con más o menos gusto escribe y contribuye a la vida del soldado que, por lo general, es
algo desagradable o agradable, según los lugares donde esté». Su madrina le
envió un paquete que llegó en perfecto estado, no así otro anterior con una
botella, que provocó sopas en las cajas.[5]
A
menudo, el diario Odiel sirvió de
altavoz a las peticiones de madrinas por parte de soldados de la provincia,
aunque éstos acudieron también a otros periódicos, en función de su destino. La
valverdeña Dolores Arroyo Becerro –apenas una niña, ya que había nacido en 1928–,
hija de Rafael Arroyo Arroyo, propietario de la fábrica de
calzado de la carretera de Calañas, se convirtió en madrina de
guerra de uno de los empleados de su padre, Blas Ramírez, el conocido Blasillo
del Valverde F.C. Ella nos confiesa su poco interés. Solo tenía 7 años. Solo la
insistencia paterna la ponía ante las cuartillas para escribir a un
desconocido.
Caso
curioso nos resulta el de José Contioso, cuya madrina no era Dolores Arroyo
Arroyo, su futura esposa, sino Ana, una joven que le escribía desde Calañas.
Ello provocó esta explicación de José ante las preguntas, que encubrían
evidentes celos por parte de Dolores y que pensamos, incluso, aceleró su
noviazgo: «Yo por un gusto no sé cómo
decir, me dio ganas, viendo que otros lo hacían, el hacerme también de una
madrina; así fue no al mucho tiempo de mi empeño, tenía lo que quería
conseguir. Hoy no estoy arrepentido ni tampoco chocho, porque todas las cosas
tienen sus más y sus menos cuando se les da el verdadero significado,
¿entiendes?». No obstante, la cuestión de los celos parece no terminar nunca. José
tuvo que reenviar una carta de la madrina a la novia, quien debió insinuarle
cesar su carteo con ella. El soldado replica: “Como la muchacha es buena chica, igualmente tengo que comportarme con
ella. Además está contribuyendo como puede y por respeto, por educación, me
parece mal mandarte ésta. Piensa bien y comprenderás lo expuesto”. Y le
añade: “Dolores, leída ésta la rompes. No
quisiera enterarme que nadie en absoluto más leyera estas letras, y como igual
que digas te he mandado esta carta. Sé que es falta de educación mandarte ésta,
pero por cumplir tu empeño lo hago”. Sin embargo, Dolores no la rompió y
aún existe la carta. Aclarado el tema se intensificará el amor,
los poemas y las palabras cariñosas entre los dos jóvenes, cuyo compromiso
había sido pospuesto por los estudios de magisterio de él.
Nuestro
soldado, José Contioso Lineros, recibe cartas desde Calañas de su madrina de
guerra, Ana, una muchacha fiel al espíritu nacional que confeccionaba ropa, que
salía a pedir junto a sus compañeras para el aguinaldo del soldado y para el Plato Único. El Día del Plato Único fue
una imposición del régimen franquista instituida mediante circular de 30 de octubre de 1936, mediante la cual en los restaurantes, mesones y
hoteles, durante los días 1 y15 de cada mes, se serviría un plato
único pero se cobraría un menú completo. El
sobrante monetario era dedicado a sufragar comedores de beneficencia,
orfelinatos y otras instituciones dependientes del Fondo de Protección Benéfico
Social, y más tarde de la obra Auxilio
Social. Las órdenes de 11 de noviembre
de 1936 y 18 de marzo de 1937 perfilaron la contribución. Los incumplidores
eran tachados de malos patriotas y fueron sometidos a duras multas[6]. Una
Orden de 16 de julio de 1937 amplió la cuestación, convirtiéndola en semanal,
ahora todos los viernes en lugar de los días 1 y 15. El resultado de su cobro
se repartiría en dos partes iguales, la primera para el Fondo de Protección
Benéfico Social, como hasta entonces, y la segunda mitad para ampliar el fondo
destinado al pago del subsidio pro combatientes.
Su existencia fue oficializada por el diario Odiel[7] y tuvo enorme éxito en la capital onubense, gracias a la labor
impulsora del párroco, Miguel Duran Díaz, y del movimiento de jóvenes
falangistas. Las cantidades obtenidas fueron invertidas a medias para los
pobres de la localidad y para el ejército, estas últimas remitidas al capital
General de Andalucía, Gonzalo Queipo de Llano[8], y no
faltaron las multas a los incumplidores del mandato[9]. Al
Plato Único se unió el "lunes sin postre" o "día
sin postre”, creado en Valladolid desde octubre de 1936: todos los lunes,
las familias debían abstenerse del postre y entregar un donativo equivalente.
Por su parte, los hosteleros habrían de contribuir, cada lunes sin postre, con
un 10% de las comidas y el 5% de las pensiones de los clientes hospedados en el
establecimiento, según orden del gobernador general, Luis Valdés, fechada en Valladolid un 16 de julio de
1937.
Al llegar la Navidad, se producía una nueva suscripción
popular, el aguinaldo del soldado,
otra de las grandes campañas propagandísticas de apoyo a la soldadesca. Una
maniobra similar fue utilizada durante la dictadura de Primo de Rivera en apoyo
de los soldados del Protectorado de Marruecos. Entonces y ahora, serviría para
recoger fondos y enviarlos a los combatientes, bien en metálico, bien
convertidos en productos en especie. Para ello, en diciembre de 1936 se
constituyó la Junta de Señoras del
Aguinaldo de Huelva, bajo los auspicios del gobernador Haro Lumbreras[10], y lo
mismo ocurrió en las restantes poblaciones onubenses a través de las diferentes
Juntas o Comisiones de Señoras. Gracias a ello, la soldadesca recibía licores,
dulces y tabaco.
El adoctrinamiento juvenil
Mientras
tanto, la juventud que aún no tenía edad para ir a la guerra ocupa su papel de
retaguardia. Además del adoctrinamiento escolar, en su vida cotidiana, fuera
de la escuela, los niños aprendían a ser Flechas
o Pelayos, y las niñas Margaritas o integrantes de la sección femenina. Ellas aprendían a
entregar ropa y alimentos a las familias
necesitadas; ellos a desfilar, a presentar armas con fusiles de madera,
marcando los tiempos, y a ejecutar el saludo fascista[11].
A
través de sus desfiles militares y jiras campestres, la asistencia a las
charlas radiofónicas de Queipo de Llano o a proyecciones cinematográficas, estos
pequeños milicianos eran ganados para la causa nacional. En la Navidad, las margaritas de
los pueblos del Andévalo elaboraban tortas y alfajores con las donaciones
recibidas para el aguinaldo del soldado, y además enviaban al frente
calcetines, camisetas, calzoncillos y fundas de almohadas[12],
mientras las jóvenes de Falange confeccionaban mantas y
tabardos para los soldados, y realizaban sus propias aportaciones voluntarias
para el aguinaldo del combatiente que daban lugar a envíos tanto de dinero en
metálico, como de suculento chocolate, galletas, tabaco, vinos o licores.[13]
Las
madrinas de guerra nos sirven también para documentar el fervor con que en el
Andévalo, en este caso en Calañas, se vive el Alzamiento Nacional, al menos en
la esfera social que ellas representaban. Ana, la madrina de José Contioso,
habla de las medallas conmemorativas del 18 de julio, en homenaje al General
Queipo de Llano, “las que todo el buen
español habrá de lucir en su pecho como conmemoración del Glorioso Alzamiento
de España” y del “mucho entusiasmo
con que se vive el aniversario del primer año triunfal”[14]. La celebración del 18 de julio derivó
del decreto 323 de 15 de julio de 1937, firmado en Salamanca por Franco. La fiesta
del alzamiento nacional comienza a celebrarse en honor de cuantos escribieron con su sangre la ejecutoria de esta
nueva era, pero también contra la tiranía comunista, y los supuestos intentos republicanos de desmembrar España. Además,
en 1937, uno de los hechos asociados a la festividad fue
el inicio de la suscripción para reponer el acorazado España, hundido a finales
de abril. Asimismo, a través de la prensa se anunciaron, en los distintos
pueblos de la provincia, manifestaciones patrióticas, misas en sufragio por los
caídos, descubrimiento de lápidas en
honor de Queipo de Llano, ofrendas florales en los cementerios, y desde julio de aquel 1937 se inauguran Monumentos y
Cruces de los Caídos en diferentes localidades del Andévalo onubense.
El miedo de los
quintos que debían incorporarse a la guerra contrasta con la satisfacción de
los ciudadanos afectos al bando nacional ante los triunfos militares y la
conmemoración de los sucesivos Años Triunfales: las milicias de Falange y de requetés no paran de organizar actos
para celebrar los éxitos militares, tras la toma de una localidad importante.
Se trata de celebraciones patriótico-religiosas compuestas de misas de acción
de gracias, Tedéum, y masivas concentraciones. Con el trasfondo del repiquetear
de las campanas, los manifestantes recorren las principales calles de los
pueblos y ciudades engalanadas con colgaduras y banderas, unas calles de las
que ya han desaparecido los nombres de los líderes del republicanismo y que
ahora se intitulan con los nombres de Calvo Sotelo, Primo de Rivera, Queipo de
Llano y Honorio Maura. Las plazas reciben los nombres General Franco, José
Antonio Primo de Rivera o España. Este cambio de nomenclátor actúa como un
instrumento más de control social, con el objetivo de modificar la memoria colectiva
a medio y largo plazo.
Es bien
sabido que los sublevados concedieron una gran importancia al control de las radios. Potentes radios
eran colocadas en los cuarteles generales de Falange para escuchar los
discursos de Franco, los partes oficiales de guerra o las famosas charlas
radiofónicas de Queipo de Llano. En Valverde, las charlas de Queipo de Llano
congregaban a cientos de valverdeños junto a las pocas radios existentes: una
en el chalet de la carretera de Calañas, propiedad de Cristóbal del Río,
secretario del juzgado de instrucción, donde los oyentes se agolpaban desde las
puertas de su patio hasta el pozo del Peñeo;
otra en la casa de José Padilla Zurita, el
Pellejero, número
104 de la calle Real de Arriba; otra en la sede de Falange, en el
antiguo Casino Republicano. También las Margaritas de Valverde fueron
obsequiadas con una radio[15]
para escuchar las charlas del Virrey de Sevilla, quien se afanó en contar detalladamente los crímenes de "los
rojos" en los pueblos andaluces, en explicaciones espeluznantes y no
siempre veraces, y su contenido fue recogido además, por extenso, por el
diario Odiel.
[1]TUÑON DE LARA, M.: “La Cultura durante la guerra civil”,
en La guerra civil española / coord. por Manuel Tuñón de Lara, Vol. 17,
1997, pp. 6-57.
[2] ODIEL. La referencia va referida a
las madrinas de La Palma del Condado.
[3] URIARTE
ARBAIZA, Isabel: “Las madrinas de guerra y la sección femenina en la división
azul (una retaguardia imprescindible)”. Congreso Internacional División Azul,
70 Aniversario, 2011.
[4] RAMÓN M., ORTIZ C.: Madrinas de Guerra: Cartas desde el frente.
Madrid, la Esfera de los Libros. Plaza edición, 2003.
[5] Carta de la madrina de guerra. 23 de
julio de 1937. Calañas (Huelva).
[6] ARASA, D.:
«Historias curiosas del franquismo», Robinbook, 2008, p.74. DIAZ-PLAJA; F.: «La
España política del siglo XX en fotografías y documentos», Plaza & Janés,
1975, Volumen 4, p. 20.
[7] ODIEL: Viernes 23 de julio de 1937.
“Disposiciones Oficiales”.
[8] Vid. por ejemplo ODIEL 14/11/1936.
Para los soldados, p. 2.
[9] ODIEL. 27 de mayo de 1938. “Multas
por el plato único”.
[10] ODIEL. Se puede rastrear su evolución
a partir de los artículos de los días 1, 2, 5,
9, 11, 13 de diciembre de 1936
[11] Para más información vid. SANCHEZ
CORRALEJO, J.C. 2012, El grupo Escolar y
Valverde del Camino” (1937-1985), pp. 165-166.
[12] ODIEL.16 de diciembre de 1936, p. 4. “Puebla de Guzmán. Acuerdos
patrióticos”.
[13] ODIEL. 21 de enero de 1938. “Labor de
la Falange femenina en Riotinto”.
[14] Ibídem
[15] ODIEL. Domingo 24 de enero de 1937,
p. 2. “Valverde del Camino. Un regalo a las margaritas”.
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