CARTAS
Y CRÓNICAS DESDE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL
CAMINO (VI)
Juan Carlos Sánchez
Corralejo
El
Andévalo. Paisaje y Humanidad
Actas
de las V Jornadas del Andévalo, pp. 235-236
Reelaborado y
ampliado para Facanías
La Guerra Civil en Málaga según la presencia
valverdeña
En los primeros meses de guerra hubo varios
valvedeños en Málaga, en el Valle del Genal, Sierra Bermeja y Marbella.
El 16 de septiembre,
las tropas de Varela y Queipo de Llano
conquistan Ronda
y cuatro días después Faraján
y Alpandeire, pero los republicanos recuperan estas
localidades hasta el 20
de octubre, mientras las columnas milicianas de Pedro
López hostigan los pueblos ocupados y retoman nuevamente Alpandeire.
La vía de escape de las gentes republicanas de los valles del Genal y Guadiaro fue hacia Ronda, a través del Puerto del Viento, pero al
acercarse Varela desde Antequera y Queipo de Llano desde Sevilla, dicho éxodo
republicano se realizó a través de la “Laguanfría” Conejeras, Marbella,
y desde aquí a Málaga a través de la costa, sin duda más castigada
por la marina, por lo que utilizaron alternativamente la ruta por Istán,
Coín,
Cártama y Málaga.
Desde mediados de octubre está en Ronda Andrés Nieto Mariano (1899-1981): se
integró inicialmente en la columna del comandante Antón, protegiendo la línea
del ferrocarril, desde la posición del Puente de las Ventillas y el Puerto del
Viento, y luego participó en la toma de Alpandeire, Faraján y Júzcar en la
columna del comandante Fermín Hidalgo. En diciembre fue destinado a la 8ª
bandera de la Legión, abandonó Andalucía y fue trasladado al frente de Madrid.
En Marbella[1]
sabemos que estuvo Félix Navarro Cejudo
(1917-1981), aunque apenas nos han llegado sus vivencias bélicas. Tan sólo sabemos
que hizo amistad con un soldado de la capital onubense:
Mi
padre y el soldado de Huelva se llamaban mutuamente por el nombre de sus
pueblos respectivos: eran “el Huelva” y “el Valverde”. De las conversaciones
con mi padre solo recuerdo que me contó que llegaron de noche a Marbella. Félix
halló un palomar y ese fue el sitio elegido para dormir aquella noche.[2]
Capitán Andrés Nieto
Félix Navarro Cejudo
El
8 de febrero de 1937 se celebraron manifestaciones
en todo el Andévalo para celebrar la
toma de Málaga el día anterior. El arcipreste de
Valverde, Jesús de Mora, se dirigió a los valverdeños desde el balcón del
ayuntamiento para mostrar su satisfacción[3]. En paralelo, el nuevo
estado franquista puso en funcionamiento
las suscripciones patrióticas en apoyo de las poblaciones recién liberadas. Las
hubo con ocasión del asedio de Madrid en noviembre del 36, para Málaga, o para
Bilbao. Ahora, en marzo de 1937, Valverde fletó un camión con
artículos de primera necesidad y donó 1.000 pesetas en Auxilio de Málaga[4].
Los miembros de Falange se ocupaban de delatar y elaborar informes confidenciales sobre la menguada
aportación económica de algunos vecinos[5]. Denunciar era la obligación del buen falangista.
Líneas de asalto sobre Málaga por una fuerza
combinada del bando sublevado y los italianos
del Corpo Truppe Volontarie
Valverdeños en la Guerra Civil en Córdoba
Numerosos
valverdeños estuvieron en la provincia
de Córdoba, constituida en zona de combates constantes, que se alternó
con una guerra de posiciones que se prolongó casi hasta el final
de la contienda. Una
vez aseguradas las partes central y sur de la provincia, el bando franquista se
centró en la parte norte, siendo el principal objetivo la toma de Pozoblanco y la comarca de los Pedroches.
En noviembre de
1936, en la primera fase de las operaciones llevadas a cabo en la aldea de Los Blázquez, murió Manuel Arrayás Rabadán, miembro
voluntario de primera línea de Falange con la segunda bandera de Huelva, los llamados
Pinzones[6].
Hubo funeral por los
primeros caídos de Falange en Los Blázquez, que se celebró en Pueblonuevo,
donde estuvo José María Pardo, jefe provincial
de Huelva de Falange Española, junto al teniente coronel Gómez Cobián.[7]
Entre los Pinzones
iban otros valverdeños, algunos por convicción y otros para evitar una segura
represión sobre sus carnes. Al parecer, este fue el caso de Antonio Cejudo Arroyo, quinto del 39, y
afiliado a la C.N.T. durante la Segunda República, quien se fue voluntario a la
guerra con apenas 18 años cumplidos: Antonio Cejudo, Antoñé, enfermó de fiebres tifoideas en el frente de Peñarroya y
tuvo que pasar al hospital. Al volver al frente, su compañía había sido
exterminada por el fuego y la aviación republicana, por lo que fue derivado a
un tábor de Regulares. Mientras, Antonio Villadeamigo Calero cayó herido de
metralla en Peñarroya y fue curado en el hospital de Córdoba.
Murieron otros
falangistas comarcanos en aquellos primeros meses de guerra, como Cayetano
Torres, de Castillejos[8].
También mueren miembros del Requeté del Rocío, presentes asimismo en el frente
de Córdoba, algunos de ellos recogidos en la prensa, como Robustiano Borrero, de
Cortegana, en Villanueva de Córdoba[9], o
Pablo Muñoz, de Bonares, y se organizan misas en todos los pueblos por los
caídos de la Falange o del Requeté. Todos ellos son convertidos en mártires en la prensa y los altares.
Tras la caída de Málaga, Queipo de Llano
atacó, el 6 de marzo de 1937, con varias columnas desde Peñarroya y Espiel.
Esperaba conquistar Pozoblanco,
romper el frente, progresar hasta el Santuario de la Virgen de la Cabeza,
rompiendo el asedio al que estaba siendo sometido desde el comienzo de la
guerra, y tomar las minas de Almadén,
de gran interés estratégico por sus reservas de mercurio[10].
Las unidades republicanas del sector de
Pozoblanco fueron reorganizadas por Joaquín
Pérez Salas bajo su mando directo, a pesar de que el Estado Mayor Central
autorizó su evacuación al considerar aquella zona prácticamente perdida. Pero
en abril de 1937 se produjo la batalla
de Pozoblanco, un lance decisivo
que sigue a la victoria republicana de Guadalajara: Pérez Salas lanzó un contraataque que ocasionó numerosas pérdidas
materiales al ejército de Queipo de Llano, recuperó el territorio perdido e
incluso ocupó amplias zonas enemigas[11]. En el
resto del año se sucedieron combates entre los franquistas, parapetados en sus
posiciones iniciales de Peñarroya, Espiel y Villaharta, y los republicanos.
La prensa falangista destaca la valentía de
las tropas nacionales y la crueldad de los republicanos: en febrero de 1937, un
grupo de Pinzones defiende la estación ferroviaria de Valsequillo frente a las
hordas marxistas claramente superiores en número.[12]
Al año siguiente, en junio de 1938, se produjo una nueva ofensiva franquista con la toma de localidades del Valle del Guadiato: los
nacionales ocupan Los Blázquez,
Valsequillo y La Granjuela, en la línea férrea de Bélmez a Almochón,
destacando la labor de la Falange de Huelva. Le
siguió Sierra Patuda, y el cerro
de La Noria, desde donde los republicanos cañoneaban Peñarroya y la Sierra de
Gamonal donde se enfrentan a brigadistas
y a jóvenes de 17 años de la quinta de 1941, movilizados en la zona
republicana:
“Entre los prisioneros hechos hoy se
encuentran muchos checos y otros, verdaderos chiquillos, de Alicante que sin
preparación militar fueron enviados al frente”.[13]
La prensa falangista insistía en que
los rojos se llevaron consigo a todo el
vecindario de Los Blázquez, Valsequillo y la Granjuela y por todas partes
quedan huellas de sus vandálicos procedimientos[14]. Por el contrario, El defensor
de Córdoba elogiaba el trato humanitario
y cariñoso dado por el ejército nacional a los soldados republicanos
hechos prisioneros[15].
Las campañas ideológicas tratan de elevar y mantener el ánimo de la
soldadesca. La prensa y la propaganda oficiales exaltan el papel de los
soldados comprometidos con la causa nacional, cuyas madres no lloran, ya que
saben la altura de su misión, mientras esos mismos diarios recalcan las fugas y
deserciones de los reclutas republicanos[16], se mofan de la debilidad
y escasa resistencia de los quintos y milicias enemigos, por más que se
llamasen columnas de hierro[17], inciden en la barbarie
de sus miembros, capaces de acribillar con balazos de fusiles y cargas de
ametralladoras las imágenes religiosas para sus ejercicios de tiro[18], o la valentía de otros
enrolados en las milicias republicanas pero que se cambian de bando a la mínima
oportunidad.[19]
Esa misma campaña, en sentido contrario, fue llevada a cabo por los
diarios republicanos, algunos de cuyos ingredientes fueron odas y poesías al
buen soldado marxista,[20]
noticias sobre las frecuentes deserciones en las filas nacionales[21],
y el elogio continuo a la valentía de sus quintos que caminaban serenos a la guerra.[22]
Esta ofensiva nacional fue respondida con el Plan Córdoba, una contraofensiva del
VII Cuerpo del Ejército que avanzó hacia Villafranca, Espiel y Bélmez. El 7 de
noviembre de 1938, la aviación republicana bombardeó Cabra, causando
un centenar de muertos, y la vecina Baena el 28 de octubre de 1938, y de nuevo
los días 9 y 30 de marzo.[23]
Pérez Salas fue alabado por los
suyos y temido por los enemigos. Un valverdeño, Miguel Macías, estuvo en el
batallón del teniente coronel Pérez Salas y lo acompañó hasta casi el final de
la guerra.
Muchos valverdeños lucharon en Pozoblanco y Peñarroya en las huestes nacionales, como Pedro Moya Vizcaíno, Manuel Ramírez Matías, Juan
Parreño Romero, José Blas Santos, Gregorio Castilla González, Manuel Bermejo
Vélez, José Díaz, Manuel Castilla
Alcuña, Félix Navarro Cejudo, José Fernández Feria, Antonio Cejudo Arroyo,
Manuel Bernal Arroyo, José Rosa Cejudo, Jorge Zarza Fleming, José María Gómez Sánchez, el capitán Telesforo Cayuela Cánovas, Diego Mantero, Alfonso Ruiza Malavé, Manuel Cejudo
Gutiérrez, Antonio
Gamonoso Gutiérrez, José Asuero Núñez,
Juan José Tocino, José Alcaría Corralejo o Demófilo
Castilla Vizcaíno. Las canciones y poemas de Pérez Salas, que
loaban su valentía y su destreza militar, llegaron a Valverde:
Un soldado en su trinchera
temblaba y no era de frío
el cañón de Pérez Salas,
que lo tenía cogío,
sabía que lo mataba.[24]
El Frente de Córdoba. Atlas de la. Guerra Civil de
Fernando Puell. Síntesis, 2007
Búnker de Peñarroya. Fotografía de Manuel
Fernández Corralejo
La dureza
del frente de Peñarroya ha sido narrada por muchos de aquellos soldados
eventuales: el hambre apenas podía ser calmada con la ingesta de bellotas y
aquellos muchachos, quintos o voluntarios, que apoyaban al ejército profesional,
fueron víctimas del ataque de los
piojos, de la presencia de fiebres
tifoideas y de hepatitis, demostrada por
la evidente ictericia de algunos de ellos.
Muchos recuerdan horrorizados los pozos llenos de muertos en Los
Blázquez, los terribles combates de La Granjuela, y algunos encontraron allí su
propia muerte.
Gregorio
Castilla González
El valverdeño Manuel Bernal junto a tres compañeros.
Córdoba.
Benjamín y Demófilo Castilla Vizcaíno
Entre los
valverdeños, el capitán Telesforo
Cayuela vuelve a Valverde a mediados de enero de 1937, procedente del
frente de Córdoba[25].
Desconocemos sus andanzas bélicas posteriores.
José Rosa Cejudo, hijo del minero Claudio Rosa Calderón, fue alistado a
pesar de su sordera y sirvió como conductor en Peñarroya. Era miembro de una
familia, los Rosa Cejudo, formada asimismo por cuatro varones: Juan, José,
Claudio y Eliseo.[26]
Florencio
Gallego González, destinado en el Regimiento de Infantería
Granada nº6, nos relató la preferencia republicana de disparos nocturnos y los
intensos bombardeos de sus ratas: “Nos metíamos en las trincheras y cuando iban
pasando se iban cagando”. Recuerda su armamento: el fusil, las balas en la
canana y las dos bolas de cinta por cada soldado. También nos recordó alguna que otra deserción del bando
republicano:
“Yo
estaba con el cañón del fusil en la aspillera. ¡Cuerpo a tierra y manos arriba!
grité al que se acercaba. El cabo de guardia fue a por él. Resultó ser un
soldado de Villanueva de los Castillejos que se vino muy contento con nosotros”.[27]
Alfonso
Ruiza Malavé (1916- 1951), quinto del 37, estuvo en Peñarroya,
junto a otros valverdeños, como Diego Mantero.[28]
Florencio
Gallego González
Alfonso
Ruiza Malavé
Manuel
Bernal Arroyo (1918- 1995) pasó una parte de la guerra
en el frente de Peñarroya, pero también estuvo destinado en la capital
cordobesa, donde se ocupó de repartir la correspondencia del regimiento y
el pan. Allí, en la ciudad de los
Califas, pudo contactar con algún que otro estudiante valverdeño de la facultad
de veterinaria, como el que más tarde seria alcalde local, Domingo Romero
Malavé. El soldado se ocupó de enviarles más de un chusco de pan que alivio la vida de aquellos estudiantes
La Guerra en Andalucía Oriental
También hubo presencia valverdeña en los frentes estabilizados de Jaén y Granada,
con José Arenas Malavé, José Blas Santos,
Diego Mora, Manuel Cejudo Gutiérrez, Miguel Padilla
o Diego Mantero.
José Arenas Malavé (1914-2007), quinto de
1935, y talabartero de oficio, pertenecía
al regimiento de Infantería Granada 34, pero en julio de 1937 fue movilizado
para la guerra dentro del regimiento Lepanto nº 5, donde permaneció hasta el 30
de junio de 1939, cuando fue licenciado. Como fusilero prestó servicios en distintos frentes –así reza en su carta de licencia
absoluta-, pero nos consta su presencia en la 33 División, cuyo cuartel general se situó en
Lanjarón y su radio de acción iba desde Sierra Nevada hasta el mar en Motril.
La 1ª Brigada cubría el sector desde Sierra Nevada hasta Rules con su puesto de
mando en Órgiva y la 2ª desde Rules hasta el mar con puesto de mando en Motril.
Granada fue tomada el 20 de julio y la ciudad solo
se vio turbada por esporádicos bombardeos republicanos que remitieron
a partir del 28 de agosto de 1936. En la capital se estableció el III Cuerpo del Ejército, con tres
divisiones, una de las cuales, la 33, cubría los límites que van de Sierra
Nevada al mar, al este de Motril. En el occidente provincial y valle de Lecrín,
la sublevación triunfó gracias a la acción de la Guardia Civil de Órgiva y
Lanjarón y los refuerzos llegados de la capital, quedando una zona que abarcaba
Lanjarón, Órgiva y el barranco de Poqueira, como avanzada nacionalista. Por el
contrario, las alpujarras granadinas se convirtieron en uno de los últimos
reductos de la República. La 23 división, dependiente de la autoridad
republicana de Almería, estableció su cuartel general en Berja y se desplazó en
mayo de 1938 a Ugíjar.
Pero la actividad bélica
no fue intensa: escaramuzas en Órgiva,
Sierra de Lújar y Capileira, y hostigamientos nacionalistas sobre la
resistencia republicana en Pórtugos, Pitres, Trevélez, Jubiles, sin que se
llegase a modificar sustancialmente la línea de frente hasta terminar la
guerra.
En la primavera del 37 la División ocupó la Sierra de
Lújar, en verano rechazó un ataque
republicano en el frente de Capileira Tres Términos y Cascajar Negro; en la
primera mitad del año 1938, un batallón ocupó la localidad y las alturas de Conjuro. Solo en marzo de 1939, tras el abandono de posiciones por los
republicanos, los rebeldes ocupan progresivamente La Alpujarra, completándola
durante el mes de abril, tras la toma de Almería.
La mayoría de los
integrantes valverdeños de la quinta del 38 fueron destinados a la Alpujarra granadina, como Diego Mora
Membrillo, Manuel Cejudo Gutiérrez, Miguel Padilla Sánchez o Diego Mantero. Eliseo Boniquito Borrero fue igualmente
artillero en Granada. Manuel
Cejudo Gutiérrez (1917-1992) pudo permanecer acuartelado en
Granada y evitar la primera línea de combate, gracias a su condición de
barbero. Luis Caballero Santos,
quinto del 36, estuvo destinado en artillería, en Motril.
También estuvieron
entre Almería y Jaén los hermanos Ginés y Juan Parra Vizcaíno.
Eliseo Boniquito Borrero. Archivo
familiar
Luis Caballero Santos.
Ginés Parra Vizcaíno
La unidad de Ginés
Parra Vizcaíno
Fue Jaén la primera provincia
andaluza en adherirse a la República y una de las últimas en caer, y por ello sede de durísimos
combates y de dos frentes abiertos de forma permanente: uno al sur, otro al
oeste. En la propia capital, además de los bombardeos, destacó la posición del
castillo de Santa Catalina.[29]
José Arenas Malavé
Andrés Ramírez Ramírez
Juan
Becerro Romero
Daniel
Pedrada en Cádiz
Ángel
Tocino Castilla, panadero del economato
La Guerra en Cádiz
A Cádiz
fueron destinados algunos jóvenes y otros más maduros, varios de estos últimos
quintos de 1928 que ya habían realizado el servicio militar: Daniel Pedrada
Cejudo, Juan Becerro Romero, Ángel Tocino, Andrés Ramírez Ramírez, Manuel
Bermejo García, Manuel Romero García y otros valverdeños. Algunos de ellos eran
hijos de viudas, pero la falta de efectivos los llevo a la guerra.
Ángel
Tocino Castilla (1907-1995) era hijo de viuda –su madre era
María Josefa Castilla Lineros, esposa del zapatero Manuel Tocino Arca-, logró,
gracias al favor del capitán y de una monja del hospital de Mora, trabajar en la intendencia de la casa-cuartel,
debido a su pericia como panadero, y pudo evitar la primera línea de combate.
Pero su condición de soltería puso en peligro su situación de relativo solaz:
¡Tocino
te tengo que enviar a Valverde a casarte!, porque si no tendré que mandarte a
las trincheras. Ángel Tocino, con su gracia habitual le
espetó ¡pues no sé qué será mejor, mi
capitán, si casarme o las trincheras! Finalmente Ángel obtuvo su permiso y
evitó la primera línea de combate. Volvió a la Tacita de Plata soltero, aunque
llevaba colgadas del hombro y unidas por los cordones unas hermosas botas que
le fabricó su hermano José, como muestra de agradecimiento al capitán.[30]
Manuel
Romero García alias “manolillo el de Aracena”, cosario
entre Valverde y Sevilla, estuvo al parecer destinado en Cádiz, en 1939, aunque ya había contraído matrimonio.
Juan
Becerro Romero (1907-1984) , quinto de 1928, abandonó
su banquilla del Pie de la Torre –el estallido
de la guerra lo cogió en Nerva tomando medidas y cobrando la dita- y estuvo un tiempo en el hospital militar de San Fernando (Cádiz). Este hospital, situado
junto al convento de franciscanos observantes, atendió a pacientes militares y
civiles de la localidad y a heridos procedentes de varias guerras, empezando
por la Guerra de la Independencia, continuando por la Guerra de África decimonónica, la Guerra
del Rif y finalmente la Guerra Civil Española.
Desde 1870, incorporó, para la atención de heridos y enfermos, a las Hijas de
la Caridad de San Vicente de Paúl. El
valverdeño Juan Becerro desarrollo allí
labores auxiliares, pero su miopía le permitió una pronta vuelta. Al parecer,
estuvo apenas un mes.
Manuel
Bermejo García (1907-2000), alias “domingo”, también quinto
de 1928, se había librado por hijo de viuda, pero fue movilizado a principios
del 1939 y destinado en el cuartel de Puerta Tierra, localizado junto a la antigua plaza de toros de Cádiz. El
entramado de murallas tenían a
ambos extremos los semibaluartes de San Roque y Santa Elena, que dan
nombre a los dos cuarteles militares homónimos, convertidos en perfectas
atalayas para controlar las entradas y salidas de Cádiz, tanto por tierra como
por mar. Su vuelta se aligeró
igualmente gracias a la intersección de Manuel Romero Pérez, dueño y gerente de
la Culmen.
Manuel Bermejo García
En
el entorno del Castillo-Penal de Santa Catalina de Cádiz construido en el siglo XVI por Cristóbal de
Rojas- estuvo Andrés
Ramírez (1918-1998), de la quinta de 1939, carpintero y
medio volante del Valverde C.F y de la Olímpica Valverdeña.
El penal
de El Puerto de Santa María se lleno de prisioneros onubenses recluidos
inicialmente en la prisión provincial de Huelva[31],
tras ser sometidos a consejo de guerra. A ellos dedicaremos una próxima entrega.
Penal de El Puerto
de Santa María
[1]
Víd. PRIETO BORREGO, L (1992): Conflictividad
social, guerra y revolución. Estudio de una comunidad andaluza: Marbella
(1931-37).
Tesis Doctorales / Microfichas, N. º 65. Universidad de Málaga.
[3] ODIEL.
Jueves 11 de febrero de 1937, p. 2. “Júbilo indescriptible por la reconquista
de Málaga”.
[5] GONZÁLEZ ORTA, Op. Cit, 2012, 193-194,
reproduce algunos informes acusando
a varios valverdeños de escasa o nula aportación.
[6] Algunos de sus alumnos fueron Reyes
Bermejo, Juan José Domínguez Lineros, Jesús Pérez Rivera o Domingo Malavé. Vid ODIEL. Miércoles 18 de noviembre de 1936. Manuel Arrayás Rabadán ¡¡¡Presente!!!
[7] Azul.
Córdoba. 17 de noviembre de 1936, pp. 6
y 7. Junto a otros falangistas como
Miguel Bernal Quintero, José Rodríguez
Benito, Miguel Pérez Gómez, y Francisco Cubillo Gómez.
[9] ODIEL. 19/03/1937. “Entierro de un boina rojo muerto en campaña “.
[10]SUERO ROCA, Mª
T.: Militares republicanos de la Guerra de
España. Barcelona: P. Ibérica, 1981, p. 108.
[11] Ibídem, p. 109. Recomendamos una
monografía local: LÓPEZ ROMERO, Laura: Joaquin
Pérez Salas y la batalla de Pozoblanco.
El pozo y la encina, nº. 2.
[12] Guión. 13/02/ 1937. “Un caso heroico”.
[13]
Diario de Córdoba. 1/06/1938, p. 1.
“Prosigue el avance en el sector de Peñarroya”.
Ibídem. 18/08/1936, p. 10. “Falange de Huelva se ha cubierto de gloria,
vengando la muerte de Zamacola”.
[14]
Ibídem.
[15] El
defensor de Córdoba. 23/02/1938,
p.1. “Pobres quintos”.
[16] Diario
de Córdoba. 17/09/1937. “Los quintos no se incorporan”. El Día de Palencia. 2/12/1937, p. 2.
“Estos días son los más propicios para las deserciones”.
[17] Lucha:
diario de Teruel al servicio de España. 14/12/1937, p.1. “Ay que llegamos
Dios mío! En este caso es una burla de la Columna de Hierro que, procedente de
Valencia, intentó tomar Teruel.
[18] “Crónica de Vizcaya”. Lucha: diario de Teruel al servicio de
España. 22/05/1937, p. 1.
[19] El
Día de Palencia, 11/12/1937, p. 2.
“Una viuda con su marido”.
[20] Véase a modo de ejemplo el poema
“Mira las milicias, madre…” de Félix V. Ramos, miembro de la Alianza de
Intelectuales Antifascistas para la defensa de la cultura. Milicia popular: Diario del 5º Regimiento de Milicias Populares, 5
de septiembre de 1936.
[21] El
Luchador: diario republicano. Alicante. 3/08/1937, p. 2. “Rebeliones en la
retaguardia facciosa”.
[22] El
Luchador: diario republicano. 23/08 1937, p. 1. “Los quintos. Hacia la
victoria”.
[23] Véase MORENO GÓMEZ,
F.: La Guerra Civil en Córdoba (1936-1939). Ed. Alpuerto, 1985.
[24] Copla recogida por Inmaculada Calero
y Fernando Gómez Cera de José Márquez (1937).
[25] ODIEL. 15/01/1937. “Regreso del Frente”.
[26] Entrevista a su hermana Reposo Rosa Cejudo (1929).
[27] Entrevista a Florencio
Gallego González (1916-2015).
[28] Las informaciones
proceden de su esposa, Dominga Maestre
Mariano (1918-2003), viuda con 31 años.
[30] Entrevista a sus hijas
Manoli y Ángeles Tocino Oso.
[31]
J. J. ANTEQUERA LUENGO y J. J. LUENGO JIMÉNEZ. Expedientes carcelarios de
Huelva, 1936. 1939.
Es muy interesantes las entradas que tienes, sería muy bueno si tuvieras una web más organizada y presentada, seguro que atraias más lectores, saludos, buen trabajo
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