CARTAS
Y CRÓNICAS DESDE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL
CAMINO (VII)
Juan Carlos Sánchez
Corralejo
El
Andévalo. Paisaje y Humanidad
Actas
de las V Jornadas del Andévalo (Noviembre de 2014), pp. 236-242.
Ampliado para Revista Facanias. Julio de 2016.
La ofensiva nacional en el norte. La Guerra en las
Merindades (febrero-agosto de 1937)
Desde
febrero de 1937, el batallón de José Contioso se
instala en Espinosa de los Monteros, en el norte de Burgos, para acabar con la resistencia republicana en la comarca de
las Merindades. Desde el primer momento del alzamiento, Burgos se había
decantado por el bando nacional y albergó el cuartel general de la VI División orgánica.
Según los planes de Mola, la VI División debía formar una fuerte columna, que
confluiría con otra enviada desde Zaragoza
para caer sobre Madrid, a través de Somosierra. La
resistencia republicana se concentró en las localidades con mayor peso obrero,
como Miranda de Ebro, las Merindades y el extremo norte
de La
Lora, desde donde hubo varios contraataques republicanos
hasta el verano de 1937, en el que estas zonas son conquistadas, y se da comienzo
a una violenta represión.[1]
El 4 de febrero de 1937, una vez aclarado el
papel de la madrina de guerra, José añoraba ser licenciado y prometía a su Cariñillo Dolores pegar “un
salto
cabriolero de gran atletista [sic]
que me encajaba en casa”. Para tranquilizar a la amada, decía estar muy
bien, aunque matizaba “también se estaría
muy bien, muy bien, sin la ropa militar”. Desde allí, José dice estar muy
contento: Muy bien, / muy bien estaré
/ si tu llegases a ser mi mujé [sic].
Trata de seducirla con la historia de Tío Maña:
¡Tú no conociste a tío Maña!
Pues yo sí.
Tenía unas barbas muy largas,
muy cortas, muy canas,
era muy alto, muy bajo,
en fin era todo y nunca se vio.
Por entonces, y seguro que en muchos momentos
más, José añora a Dolores «Parece
mentirilla que con la falta que me hace aquí una mujer para limpiarme el traje,
lavarme ropa y coserme los botones no te hayas venido aquí voluntaria para
deshacerme de estas necesidades»[2].
José ya llama novia a Dolores. No tiene ganas
de los bailes que le preparan a la tropa y se entera por Dolores de que la
Calle Martín Sánchez –en cuyo número 15 vivía ella- había cambiado su nombre
por el de Capitán Rodríguez Carmona,
el héroe herido de la batalla del Empalme y máximo ejecutor de la represión de
Salvochea –actual El Campillo–. Él, con su sorna habitual, espeta que “siguiendo así con las calles nunca sabrá uno
andar por su pueblo”. José se preocupa: Blas Ramírez aún seguía en Valverde
cuando él pensaba que “ya estaría pegando
tiros”, y desconoce el paradero de su amigo Castilla.[3]
José Contioso Lineros
Desde Espinosa
de los Monteros José escribe a su apreciable y querida novia el 12 de febrero.
Ha estado unos días en cama, pero le había pedido a ella no comunicarle nada a
su madre, para no preocuparla. Dolores trata de dominar los impulsos amorosos
del soldado: le pide no mandarle esquela,
ni saludos ni besos, en las cartas remitidas a sus padres, ya que ella pasa
pudor al enfrentarse a sus futuros suegros.
Dolores confía en un pronto permiso y ver a José, pero éste, consecuente,
cree que no lo catará. Así fue[4]. La
guerra se alarga de manera interminable y su lejanía de Valverde dificulta un permiso.
A finales de junio de 1937, José escribía con su característico retintín “no creo yo que dure muchos años esto”.
Cinco días después, el 17, José escribe de
nuevo. Dolores es ahora “soleá del alma
mía”. Sus padres le han prometido unas perrillas y ha recibido unas latas
de tomate que disfrutaron entre tres o cuatro compañeros. Pese a todo, no se
queja: La azadura de cerdo vale a dos
pesetas el kilo, y la de vaca a 0’70 pesetas el kilo. Fíjate bien 7 perras un
kilo de azadura de vaca, y si es la leche a 4 perras, todo económico, se come
casi gratis. Ya le ha crecido el pelo que le cortaron en Ávila y ya es
capaz de ir “destocao por mi pueblo sin
que naie [sic] se tenga que reí [sic]”[5]. Debía
estar aprendiendo gallego de tanto escucharlo en el batallón, y le promete unas
frases en la próxima carta.[6]
El soldado se preocupa por el devenir de otros soldados valverdeños.
A finales de marzo, concretamente el día 31, José vuelve a escribir. Su
batallón rezuma tranquilidad, pero el de otro valverdeño, el Quini, había
tenido algunos encuentros y no había podido relevarlos, como le habían
comunicado previamente. José se preocupa también por el hermano de Dolores,
Federico Arroyo, de la quinta de 1930, pues aunque su madre era viuda y tenía
los demás hijos casados, no era “nada de
extraño que hagan igual con todos los hijos de viudas bajo mantención [sic] de la familia que tenga la viuda, como ha
pasado con el amigo Lazo y otros”.[7]
La prensa onubense recogía la llegada de algunos soldados con permiso a
Valverde, especialmente aquellos vinculados a la Falange[8], y
difundía noticias de otros valverdeños heridos: Pedro Moya Vizcaíno fue
ingresado en el hospital de la Cruz Roja de Córdoba, y la prensa falangista se
jactaba de su apoyo ya que, a pesar de su humilde condición de labrador, había
donado dos monedas de oro de 25 pesetas isabelinas y alfonsinas. Era miembro de
la segunda centuria, tercera falange de la bandera de los Pinzones. Iba herido
en un pie de un disparo en el frente de La Granjuela, escenario de tremendos
combates.[9]
José no pierde las tradiciones
y le confiesa a Dolores que “después de
almorzar me voy a tirar una hermosa siesta”, aunque prefería que ella
viniera a cantarle el coco para dormirse antes[10].
En su carta de 14 de mayo de 1937 da riendas sueltas a sus sentimientos, y
confiesa su amor perturbador a Dolores, un amor que venía de atrás, pero que
había sido pospuesto por las exigencias de los estudios:
Érase hacia el año mil novecientos treinta, amores
estudiantes radiaban en mi pecho, a la vez que conocía a una linda mozuela de
mi alegre pueblo. Todo era por entonces luz e ilusiones por mi escasa edad y
comprensión de la vida mundana. Dolores fue la mozuela que a mis dieciséis
añuelos hirió el corazón sensible, noble y generoso que por mi escasa edad,
ansío de cariño, forjó en mi corazón [...] Todos mis esfuerzos por alegrar
aquel alma radiante de amor éranme insuficientes y por momentos veíase en aquel
alma adorable la pena de su desengaño. ¿Por qué estas triste ante mí? ¿Es que
no me quieres? ¿Es que esperabas en mi otros dones a los que poseo? Todo
decíamelo con una dulzura tan llena de encantos y atracciones que llenaba mi
alma de enternecimiento. No podía menos en aquellos momentos que declararle
todo mi amor una vez que atenada veíala de sufrimientos. Por mis venas brotaba
la sangre con más intensidad y tal como al moribundo hace la inyección tenerle
en pleno conocimiento, sus palabras sanas y doloridas impulsábanme a serenar mi
alma cansada y decirle en estos términos: Eres cual blanca paloma posada en mi
corazón, desde que tú te aposaste no conozco otro amor, y eres el más
preferido...[11]
Los poemas a la morenilla, que no hemos
podido datar, quizá sean de esta misma época:
Permiso me han de dar
para ir a visitar
a una morena sin
par
de pelo negro y curvado
ojos grandes muy castaños
cejas pobladas y curvadas
su nariz no es de
igualar
con boca tan regular
y dientes bien colocados
su pedrera conformada
su línea bien dibujada.
Por eso es de alabar
la morena que me
ama.
El 8 de junio de 1937, las autoridades,
soldados y paisanos de Espinosa están en el oficio, celebrado en toda la España Nacional, en honra del General Mola, el planificador del alzamiento,
fallecido el 3 de junio cuando su avión
se estrelló en una colina de la localidad de Alcocero (Burgos) debido al fuerte
temporal, cuando sus tropas se acercaban a Bilbao, que caería el día 19, y se
libraba la batalla de La Granja.
Franco
ya era jefe del Estado y del partido único, pese a lo cual se ha querido ver en
esa muerte una mano oscura. Los jefes
militares de la Junta de Defensa se reunieron en una finca en Salamanca para
decidir la formación de un mando único y en su caso, la persona dedignada para
tal fin. A la reunión asistieron los generales Cabanellas, Dávila, Mola,
Saliquet, Valdés y Cabanillas, Gil Yuste, Franco, Orgaz, Queipo de Llano y
Kindelán y los coroneles Montaner y Moreno Calderón. Mola y los monárquicos
Kindelán y Orgaz propusieron a Franco. Puesto su nombre a votación, sólo
Cabanellas no lo apoyó: se abstuvo. El 1 de octubre se publicó el nombramiento
de Franco como jefe del Estado y Generalísimo.
José
Contioso habla de tranquilidad: haciéndose
una vida tan natural que nadie que no conozca este frente y llegue a este lugar
ha de decir que se halla en primera línea. Algunas aunque pocas veces paseo con
los amigos militares tan distraído y alegre que parece estoy en mi propia casa.
Las diversiones escaseaban: ayer
estaba un gorrión en el tejado de nuestra casa y le tiré con un pedazo de pan
duro y rompí un cristal de la casa de enfrente, aunque las ganas de guasa
no le faltaban, ya que le pedía además
ocho libras de papel de fumar y la saliva para pegarlo[12].
Como siempre, trata de tranquilizar a Dolores: En el sector de Espinosa de los Monteros no habréis podido leer otra
cosa que algunos tiroteos de fusil y cañón, cosa que no tiene importancia pues
de los cañones me da menos cuidado que la cagada de un pájaro.[13]
Emilio
Mola
Plaza
antigua de Villarcayo
Situación
de La ofensiva nacional en el norte.
La Guerra en las Merindades
A mediados de junio de 1937, el batallón
abandona Espinosa y se dirige a Villarcayo. José añoraba un “permiso para desahogarnos algo de la larga y
dura tarea tan prolongada” y, ante los preparativos y la falta de tiempo,
pedía a la novia comunicárselo a sus padres[14].
A
finales de junio, de vueltas en Espinosa de los Monteros -la carta de José es
del 25-, Dolores, quien es ahora apreciable
y querida nena, está asustada por la marcha al frente de su hermano
Federico Arroyo. José la anima con el consejo de que “uno que se apuró nada adelantó” y compara la situación con la de su
propio hermano. Hablar del tiempo sigue resultando muy socorrido en este
trasiego epistolar. En Espinosa de los Monteros llueve como si estuvieran en
pleno invierno y las tormentas eran muy frecuentes. José dice no necesitar
papel de fumar, sino una foto de Dolores.
De las trincheras a las academias
Algunos valverdeños abandonan las trincheras por las
academias de alféreces y sargentos provisionales.
Un Benito que tenía terminada la carrera de magisterio, se encuentra en Madrid:
había alcanzado la categoría de alférez provisional y aspiraba a lograr la
estrella de teniente. José Dolores Macías, Antonio Lazo, Isidoro Hidalgo, Diego
Caballero, Gregorio Mora y el “Gordí” se preparaban para sargentos en el
cuartel del batallón de ametralladoras de Plasencia (Cáceres).
José Contioso se entera de ello por las
cartas, pero dice preferir seguir de soldado raso: Yo si me dejaran en este batallón, haría lo posible para hacer los
cursillos, pero como no me van a dejar prefiero mejor ser soldado raso y seguir
en el puesto que tengo. El servicio en Espinosa de los Monteros seguía
siendo relativamente tranquilo: Como está
este batallón solo, puesto que los requetés que hay no llegan quizás a la
sección, tenemos mucho que hacer ya que en este pueblo no queda sino otra cosa
que asistentes, el tren y algunos de los enlaces, pues los demás están todos en
los parapetos. Yo sigo igual con un día sí y otro no de servicio, ahora que
tengo que estar en él más constante, sobre todo por la noche que quedo al
cuidado del teléfono, en unión de otro.[15]
Los nuevos sargentos valverdeños recibieron
pasaporte. Antonio Lazo para Tetuán y José Dolores Macías para Melilla; eso sí,
después de innumerables peripecias, pero al menos pudieron pasar un par de días
en Valverde.
Quintos del 35 en la fase de
instrucción en Melilla
Belchite,
el frente de León y las batallas de Santander y Asturias (agosto-octubre de
1937)
Quintos del 33, como Juan Alcaría Corralejo y varios
del 37, como José Dolores Pérez Cuesto, Ildefonso Ramos Cejudo, José Méndez
Moreno, Manuel Fernández Domínguez, “el
Tate”[16],
Jesús Garrido Romero, Manuel Rivera Becerro o Emilio Pérez Doblado, fueron
enviados al frente de Aragón:
estuvieron en La Almudia de Doña Godina,
Zaragoza, en la comarca de Valdejalón, y vivieron la batalla de Belchite, entre agosto y septiembre de 1937, donde los
republicanos trataron de demostrar su capacidad de acción en el Sur del Ebro, calificado por los nacionales como inexpugnable.
Más tarde, algunos
de ellos vivieron la batalla de Teruel, y otros terminaron la guerra en Liria, Valencia[17].
La
unidad del valverdeño Ildefonso Ramos Cejudo. De pie, 2º por la izquierda.
Jesús Garrido
Romero
José de Jesús Fernández Domínguez (1916-1992) “Jesulito
el Tate”
Tras la caída de Bilbao, el 19 de junio, y el
fin de la batalla de Brunete, a finales de julio, se incentivan las operaciones
militares en Cantabria. La 62ª División abandonó el norte de Burgos a
través de Villarcayo y Sargentes. En agosto y septiembre de 1937, la Columna
Sagardía, incluida en la Primera Brigada de Castilla, participó en la Batalla de Santander y ejerció una dura
represión contra civiles y soldados republicanos con numerosas ejecuciones
extrajudiciales[18].
José Contioso, a finales del verano de 1937, se encuentra en Cantabria. Llega a
San Salvador, en el municipio
de Medio Cudeyo,
en la falda norte de Peña
Cabarga, junto a la ría de Astillero.[19]
Tras la refriega militar, a primeros de
septiembre de 1937, la división de José Contioso se concentra en León. El
propio Sagardía Ramos lo confirma[20]. José
recibe entonces carta de Dolores, y sigue provocándola con sus comentarios
sobre las mozas del lugar: Las niñas de
este León valen poco o las bonitas no salen[21]. Sus
hijas nos recuerdan que José les contaba su estancia en Peñaranda de Bracamonte, en el nordeste de la provincia de
Salamanca, quizá como una retirada de la primera línea de guerra, para
recuperar fuerzas. En la semana final de septiembre de 1937 se encuentran en Viadangos de Arbas (León). José dice
estar bien de salud, feliz y disfrutando de un tiempo excelente. Pareciera que
no estaba en guerra. La 62ª División estaba a la espera de que otras unidades
militares “dejen sin comunicación y sin
auxilio a los asturianos”, y se mueve entre León y Asturias:
«Si antes no se marchan caerán en la trampa y si se
marchan queda liberada Asturias que es a lo que nosotros vamos. Puedes
contestarme a León que creo ha de ser en mi poder. Póngame para más seguridad:
operaciones en el frente de León».[22]
Es de sobras conocido el frío habitual de Viadangos. El 22 de octubre de 1937, la madrina de
guerra, Ana, vuelve a escribir y le promete el envío de chalecos y guantes para
protegerse del rigor del frío norteño:
«Apreciable ahijado éste fue un día de alegría para mí y
para todas aquellas que tienen la dicha de hacerse llamar patriotas, no puedes
hacerte una idea del entusiasmo que reinaba en este pueblo al ser extendida la
grandiosa noticia que esperaba con
impaciencia varios días antes. En este estaba un día de lluvia espantoso el que
me hace pensar las calamidades que sufren los gloriosos soldaditos en las
trincheras sin más amparo que Dios del Cielo, yo me figuro el frio que estaréis
pasando y quisiera poder mandar muchas piezas de abrigo para remediar mucho
frio. Antes que tú me lo advirtieras estaba haciendo un chaleco y pensamiento
de hacerte unos guantes para poder aliviarte
un poco de frio yo que quisiera poderte mandar mucho más, pero me es
imposible porque tengo cuatro ahijados ya, y a todos tengo que mandarles lo
mismo que te mando a ti».
Ana manda recuerdos para otros valverdeños[23]. Es
entonces cuando, suponemos que por falta de papel, José Contioso utilizó la
carta de Ana para reenviar unas letras a Dolores, escribiendo en los márgenes
más inverosímiles.
Hubo otros valverdeños en Asturias. Uno de ellos, José Parra Vizcaíno, quien
al finalizar la guerra no volvió a Valverde y trabajó en la mina de la
población asturiana de Blimea.
[1] DELGADO CRUZ, S. y LÓPEZ GRACIA, S.:
“Una aproximación a la guerra civil en Castilla León”, en REDERO
SAN ROMÁN, M. y DE LA CALLE VELASCO, Mª D., Castilla
y León en la Historia Contemporánea, Universidad de Salamanca, 2008, pp.
427-486.
[2] Carta de 4 de febrero de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[3] Carta de Espinosa de los Monteros
[s.f.]. El cambio de calle fue decidido el 23 de septiembre de 1936.
[4] Carta del 12 de febrero de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[5] Carta del 17 de febrero de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[6] Carta de 28 de marzo de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[7] Carta de 31 de marzo de 1937. Espinosa de los Monteros.
[8] ODIEL. Viernes, 15/01/ 1937, p. 2. Se
trata de Telésforo Cayuela Cánovas, recién llegado del frente de Córdoba.
[9] Azul: órgano de la Falange Española de las J.O.N.S. 1937, abril, 19.
[10] Carta de 31 de marzo de 1937. Espinosa de los Monteros.
[11] Carta de 5 de mayo de1937.
[12] Carta 8 de junio de 1937. Espinosa de
los Monteros.
[13] Carta de 11 de junio de 1937.
[14] Carta de 11 de junio de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[15] Carta de 25 de junio de 1937.
Espinosa de los Monteros.
[16] De los
cuatro hermanos Fernández Domínguez, huérfanos de padre, solo se libró el
mayor, Nicolás, no así Ramón, Manuel y José Jesús.
[17] SIMEÓN RIERA, J. D.: Aproximación al estudio de la guerra civil y
la revolución en Lliria: 1936-39. Lauro. Quaderns d'Història i Societat, 1988, pp. 181-202.
[18] Sagardía, en su obra autobiográfica, aclara que formó
parte de la División Llamas Negras. SARGADÍA, Antonio (1940): Del Alto Ebro a las Fuentes del Llobregat.
Treinta y dos meses de guerra en la 62 División, p. 107. SANZ HOYA, J.: La construcción de la dictadura franquista en Cantabria.
Universidad, 2009, p.
124.
[19] Carta de 6 de septiembre de 1937.
León.
[20] SAGARDÍA RAMOS, A.: op., cit., p. 108.
[21] Carta de 6 de septiembre de 1937.
León.
[22] Ibídem.
[23]
«Le das recuerdos a Gregorio y le dices que no sueñe con que está en
Calañas, que son sueños locos, le dices, que su amigo Bernardo está en ésta con
permiso».
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