ARTESANOS DE VALVERDE DEL CAMINO: CAMPANILLEROS Y ESQUILADORES
Juan Carlos Sánchez Corralejo.
En Facanías, nº 500. Febrero de 2015, pp. 41-43
Los
campanilleros se afanaban en las
labores de planchado y moldeado
de la chapa, antes de darles voz, el sonido peculiar
y diferenciador de cada campanilla. Campanillas
y cencerros tomaban forma de las manos
sabias de Manuel Bermejo
Salas, cuyo taller se
levantaba en su domicilio, en el número 45 de la calle Nueva, esquina con las Calas
Solas. Allí aprendió el oficio su hijo Manuel Bermejo Arrayás, quién al casarse
se vino a su casa de la calle del Duque 34 y allí abrió su propio taller y
construyó su propio horno de campanillas[1]. José María Bermejo Montes y Manuel Bermejo Limón
aprendieron el oficio y trabajaron, tanto con el padre como con el hijo.
El
taller de Manuel Bermejo
Duque, Manolito Mariantonia se situaba inicialmente en una casilleta del
domicilio familiar, en el 10 de la calle Nueva, antes de ser trasladado a la Huerta Nueva. Entre sus operarios destacaron José Bermejo Limón y el
hijo del propietario, Manuel Bermejo
Arrayás.
A menudo
era una ocupación complementaria. Un buen ejemplo fue el taller de José Antonio Bermejo Mora, “el Pollo”, de la Huerta Nueva- actual calle
Huerta Nueva 8-, situado en la “casilleta
de abajo” del domicilio familiar, que disponía naturalmente de su propia
chimenea de ladrillos refractarios que aún sigue en pie. Allí trabajaron sus
hermanos, el menor, Pedro, y Manuel, -quien le ayuda por las tardes, ya que era
zapatero en la Inval-, y el hijo del propietario, José A. Bermejo Llanes, que debía colaborar en el
negocio familiar tras salir de la escuela de D. Antonio Infante de la calle
Real de Abajo. Ya de adulto, José Antonio siguió con las campanillas, a pesar
de su oficio de tablajero en la Plaza de Abastos.
Pero la familia que ha mantenido la
tradición local desde 1870 es la familia Bermejo de la calle Nueva nº12. Su pericia y maestría pasó de José Mª Bermejo
Montes (1903-1990) a sus hijos Juan y José María Bermejo Jiménez, y de éste último
a su hijo José María Bermejo Arroyo, a lo largo de
tres generaciones[2].
Tienen a gala ser el único taller de campanilleros de Andalucía, sobreviven a
las dificultades y, sobre todo, mantienen a flote un bello oficio artesanal y llevan
el nombre de su pueblo por toda la región: “Aunque
sigue habiendo ganado las fincas están cerradas y quien antes compraba veinte piquetas
ahora solo compra cinco”.[3]
Las
campanillas valverdeñas son piquetas realizadas a partir de planchas de hierro[4],
moldeadas con ayuda del martillo y la bigornia, a las que se abre el orificio de la hembrilla,
que servirá de sujeción del badajo, bañadas en metal por dentro y por fuera, embarradas
con una mezcla de tamo y de tierra de Los Cristos, la única capaz de
resistir las temperaturas de fundición del
hierro de 1400 º C, y secadas al sol antes de la fundición.
Las campanillas son
las de menor tamaño, y van desde las huroneras de 2 cm hasta las mulares de 8
cm, mientras que los cencerros van desde las piquetas chicas de 9 cm a los gordos
de 30, cencerros que abrazan el cuello de cabras, ovejas y vacas. Esta empresa
ha tenido históricamente y mantiene en la actualidad 16 tamaños en su catálogo,
en función de los centímetros de abertura: huronas (2), paveras (3), bolleras
(4), cochineras (51/2 ); burreras (61/4), grande mulares
(8) y gitanas (91/2 ), piquetas chicas (9), piquetas grandes (10),
cencerras con badajo (111/2), entremedianas (13),medianas (15),
piquetas grandes (19), cuarteños (22), cañones (27) y gordos (30).[5]
Los
hermanos Juan y José María Bermejo Jiménez
Taller de la familia Bermejo. Calle Nueva, nº 12
El Viejo Horno de
campanillas
de Manuel Bermejo
Arrayás.
Calle del Duque, 34
Horno de
campanillas de Antonio Bermejo Mora, “el
Pollo
Entre los esquiladores
de ovejas destacaron Joaquín Blanco, de la calle Peñuelas, Jaime Berrocal,
Teodoro Alcuña, José Rentero, "Motero", junto a la cuadrilla de los hermanos González Carballar, Manuel, Eladio y Santiago”, procedentes de El Real de la Jara (Sevilla), o Manuel Rentero.
La cuadrilla de los hermanos Rentero Berrocal -Macario, Plácido
y Gregorio-,[6]esquilaba
ovejas desde Raboconejo al Tumbalejo y desde La Bienvenida a Candón y La Peñuela,
pero además se desplazaba a localidades tan lejanas como Cumbres Mayores.
Entre
los peladores de caballerías de
aquellos años destacaba Joselito el Pelaó,
de los Trascorrales, que rasuraba a las bestias en plena calle, frente a la
carpintería de Leonardo Domínguez.
[3]
Entrevista a José María Bermejo Jiménez.
[4]
Antiguamente José María Bermejo Montes compraba los bidones de hierro que
transportaban el alquitrán y debía limpiarlos y enderezarlos para obtener la
materia prima; más tarde llegaron a Valverde planchas de hierro a través de las
herrerías de los Arroyo.
[5]
Entrevista a José María Bermejo Jiménez.
[6] Macario Rentero era zapatero, pero abandonó
la ocupación por enfermedad y se dedicó al oficio de tablajero y a la venta de
ultramarinos en la tienda de la calle Nueva 51.
Es magnífico que todavía se mantengan este tipo de oficio, del que siempre me ha llamado la atención como se afinan tanto campanas como cencerros. En una ocasión en Extremadura vi como lo hacían, y es un arte, ya que dar un martillazo de más, y todo se estropea. Además me explicaron como servía para distinguir cada dueño su animales sin verlos.
ResponderEliminarMuy interesante su blog.
Saludos.
Es magnífico que todavía se mantengan este tipo de oficio, del que siempre me ha llamado la atención como se afinan tanto campanas como cencerros. En una ocasión en Extremadura vi como lo hacían, y es un arte, ya que dar un martillazo de más, y todo se estropea. Además me explicaron como servía para distinguir cada dueño su animales sin verlos.
ResponderEliminarMuy interesante su blog.
Saludos.
Nos agrada que te guste el blog
ResponderEliminarBuenas tarde para saber los precios de los senserro y el teléfono para yamar mucha gracia
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