Retales de Valverde del Camino en las décadas de 1930 y 1940 (III). La economía que venció a la crisis. Notas sobre el suministro eléctrico (3ª Parte)
Juan Carlos Sánchez Corralejo
Revista Facanías. Abril de 2015.
Trabajo para muchos valverdeños
La
fábrica de la luz de la familia Fleming fue, en en los años centrales del siglo
XX, la empresa que dio luz a Valverde, y una potente empresa en la micro-escala local, que dio trabajo a
muchos lugareños: el área de
administración estaba dirigida por Juan Sánchez Batanero, nacido en 1880
quién entró a trabajar en la empresa en septiembre de 1917 y no se jubiló hasta
mayo de 1951, con 70 años de edad. Estuvo secundado por varios oficiales: su
hijo José Ildefonso Sánchez García, auxiliar contable desde 1925 a 1975; Juan
Castaño Parreño (1917), que ingresó en la empresa en enero de 1941 y que desde
1965 sería subjefe de sección; Juan Esquina Quiñones (1920-1954), desde
diciembre de 1936 hasta su fallecimiento, que compaginaba la oficina y la
lectura de contadores; Agustín Sánchez Ramírez (1930), que comenzó a trabajar
en 1947, tras la baja de Alberto Domínguez, sin contrato y ya de forma oficial
y definitiva con 22 años, en septiembre de 1953, al volver de sus dieciséis meses de servicio militar en Canarias, y que
en 1975 pasó a Sevillana de Electricidad; y Francisco Quiñones Romero, aunque
solo desde 1954 hasta su fallecimiento tres años después, en enero de 1957[1].
A ellos se unieron con posterioridad Manuel Mora Macías, quien permaneció doce
años en la empresa desde 1956 a 1969; los hermanos José Manuel y Eugenio Encina del Valle, quienes se
incorporaron en 1959, procedentes de la extinta fábricas de calzados Culmen
S.A., aunque su estancia fue reducida: en febrero de 1963, José Manuel se fue
a trabajar a Combustiones y Suministros S.A., y justamente un año más tarde Eugenio pidió el cese voluntario para
marcharse a las
oficinas de Suministros del Hogar S.A.,
distribuidor de butano para las pueblos de la provincia. Fernando Hidalgo Romero se incorporó a
la plantilla en 1964, y en 1975 hizo el trasvase a Sevillana de Electricidad.
Destacaron entre los electricistas Francisco Domínguez Baquero, responsable de la
estación central de Triana, nacido en 1877 en Puebla de Guzmán, quien entró en
la estación en 1915 y no se jubiló hasta diciembre de 1952, con 75 años de
edad, aunque desde la década de 1930 el instalador jefe era Miguel Gallart Mora
(1894-1976) hasta su jubilación en septiembre de 1962. Entre los ayudantes de
instalación aparecen Tomás Gallart Mora (1907-¿?), encargado de las
instalaciones eléctricas y las reparaciones, jubilado en 1953 tras larga
enfermedad; Ramón Mora Rodríguez[2] (1899-1991), quien, procedente de la
fábrica de harinas, fue ayudante instalador y oficial de segunda, con 42 años
de permanencia en la misma, desde 1922 hasta 1964; o Alberto Domínguez Almeida
quién permaneció en la empresa desde 1939
hasta 1947, antes de abrir el Bazar de La Calleja junto a Isidoro Romero Parreño.
Algunos
de aquellos electricistas trabajaron además en el taller mecánico de la mina de
Sotiel Coronada y en la subestación eléctrica de Calañas. Muchos valverdeños recuerdan
aún a Miguel Gallart Mora como el principal responsable de la
instalación eléctrica, y su deambular por las casetas era continuo antes de los
días de feria, para que todo saliera a la perfección. José Vélez Ruiz, “el Pirraco”, era instalador eléctrico
con sede en su propio domicilio de la calle Salmerón, actual La Calleja. En los
años de la guerra era conductor del coche de la fábrica de harinas de
Rodríguez-Fleming[3], y
posteriormente abrió su propio negocio frente a Educación y Descanso, en la
calle Real de Arriba – actual Floristería Vélez-, donde vendía aparatos de luz
y material eléctrico.
Miguel
Gallart Mora
Desde
principios de la década de 1960, aparecen varios trabajadores eventuales como José Fiscal Mora, empleado de la fábrica de gaseosa y electricista
eventual; Juan Corralejo Bautista (1944) o el triguereño Antonio Abad
Ramos. Juan Corralejo
Bautista nos cuenta sus inicios en la compañía: Empecé con apenas 16 años, proveniente de la Escuela de Artes y Oficios
donde acabé oficialía de electricidad con un maestro llamado Juan de Dios,
natural de Estepa Cuando Elías Parreño,
entonces encargado, se fue a Barcelona, yo seguí como encargado: mi misión era
el mantenimiento del alumbrado público y del tanto alzado”.
La
plantilla se renueva con nuevos peones
desde mediados de los sesenta: José Luis Parreño Huerta, alumno asimismo de la
escuela profesional; Juan Corralejo Bautista[7], José Fiscal Mora, Sebastián Oliva
Borrero e Isidoro Blanco Salas. Manuela Marín Gutiérrez fue su limpiadora entre
1943 y 1945. A
finales de la década de 1960 y en los años iniciales de la siguiente se
multiplicó el número de peones electricistas, a menudo con contratos temporales,
como Juan Manuel Herrera López, Francisco Sánchez Lazo, Ramón Gutiérrez Malavé,
José Marín Castilla, Francisco Cejudo Ramírez, Gregorio Corralejo Ponce, Luis María
Calero Zallo, Fernando Salas Domínguez, Tomás Díaz Gallardo, José Manuel Salas
Cuesto, Manuel Ponce Feria, Silvestre Escudero Borrero, Andrés Ramírez Mojarro, Florencio Muñoz García, Rafael López Rojas,
José López Buenaventura, José Macías Márquez y Manuel Herrezuelo Lorca.[8]
De productor a revendedor de
electricidad
A
mediados de la década de 1940, el convenio existente entre el ayuntamiento y la empresa de Rafael Fleming comprometía a ésta
a cubrir el alumbrado público y el de varios edificios de titularidad
igualmente pública, aunque no siempre municipal: las Casas Capitulares, la Academia de Música,
los juzgados municipal y de instrucción, el hospital, el cuartel de la Guardia
Civil de la calle Millán Astray, la brigada de la guardia civil –sita en Barberán
y Collar 24-, la administración de arbitrios y las electrobombas del Mercado y
del Grupo Escolar, y el consumo de este último. Por semestres, la cantidad
ascendía a unas 8.152 pesetas.
Periodo
|
En pesetas
(eludimos los centimos)
|
1946
|
25.965
|
1947
|
27.344
|
1948 (2º semestre)
|
15.522
|
1939
|
39. 244
|
1950 (1º semestre)
|
21.288
|
A,M.V.C. Leg. 387. Elaboracion propia
El gasto de las lámparas de 15, 25, 40, 60 y 100 vatios, el
de los contadores y el de los excesos de consumo era el establecido en el B.O.P.
de 21 de junio de 1948. El
resto de la facturacion se debía a pequeñas obras de mantenimiento: reposición
de lámparas, recolocación de aparatos en el ayuntamiento, y de material
eléctrico (cable eléctrico, pipas de porcelena, fusibles, hilos, poleas, aisladores,
soportes…), verificación de contadores y otras. También se hizo cargo de la
instalación eléctrica del estanco del número 1 de la calle Calvo Sotelo.
La empresa declaraba dos
transformadores de tecnología alemana, de la marca AEG[9], uno
numerado como 4418 AEG tipo Ata, de 100 kilowatios ; el segundo,
numerado 4419 AEG tipo Ata, de 590 kw. “Recuerdo que entraba con mi padre y veía
los transformadores de 10.000 voltios, aunque él no me dejaba llegar hasta el
fondo, debido a su peligrosidad”[10]. Tambien los
contadores particulares eran de las
marcas Siemens y AEG, como nos recuerda el propio Miguel Gallart Forcada.[11]
El
fluido calañés llegaba a Valverde a las casetas, a 15.000 voltios, y se
transformaba a 380, para instalaciones industriales como La Cooperativa de
Muebles, y 220 y 125 para el suministro de una población que contaba con varias
casetas de transformación: Trascorrales, el Rollo, la subterránea del Santo, los Riscos
Tintones, Barberán y Collar, El
Dolor, la Caseta Artes y Oficios, situada entre la Escuela Profesional y la tenería,
y finalmente la del Puente del Carrasquillo, procedente directamente de Calañas, que
suministraba a Los Pinos,
Los Cristos, Baquero y la Venta de las Tablas.
“Nosotros le vendíamos la luz a Diego
Fleming. Entonces solo estaban la caseta de Fleming –antigua central- y las
casetas de Barberán y Collar, el Rollo y la de Trascorrales. Cuando Sevillana
se hizo con el suministro levantó nuevas las restantes casetas, incluida la
subterránea del Santo, y reformó las antiguas”.[12]
A principios de la década de los 50, la fábrica de Rafael Fleming se ocupó de la mejora de las calles centrales
de la población, aunque sorprenda aún su rusticidad[13]:
“En el valle de la Fuente había un alambre
de fachada a fachada, y en el centro se colgaban platos refractarios de porcelana
con el portalámparas, y lámparas de 60 watios, nueve o diez, para iluminar toda
la calle. Era la mejor instalación del pueblo. En el resto del vecindario,
bracitos pequeños con lamparitas de 25 watios”.
El autoabastecimiento de las fábricas señeras
Otras empresas utilizaron
generadores para el autoconsumo. Tal fue el caso de la Fundición de los
Silillos, la fábrica de medias y calcetines de José Franco, la Inval S.A. o la
Culmen. Asegurar el suministro eléctrico
se convirtió en un elemento esencial para la buena marcha de las empresas
mecanizadas. Para ello era necesario disponer de un electromotor diesel o de
gas pobre[14]. La maquinaria Singer de la “J.D.L. Arroyo y Cía.,
Sociedad en Comandita”, la primera fábrica mecanizada de calzado de Andalucía,
utilizaba un grupo electrógeno de carbón[15]. También la Culmen dispuso de un
generador de electricidad propio, en el patio de la fábrica. Las averías,
interrupciones y faltas de luz no solo afectaron al suministro público, fueron también frecuentes en estas empresas
privadas, como la Inval S.A.[16]
Alumbrado público, alumbrado privado: A caballo
entre la tradición y la modernidad
En los hogares se pasó de las lámparas
de aceite a las bombillas de filamentos, mientras las calles despidieron a las
antiguas farolas de petróleo y dieron la bienvenida a las lámparas
incandescentes. A principios del siglo XX había unos cuantos faroles de aceite para
el alumbrado público de las calles de Valverde. El sereno, con su farol y chuzo[17],
las encendía cuando se anunciaba la caída del sol y, cuando apenas había terminado de encenderlos,
ya comenzaba a apagarlos. Aquellos serenos se ocuparon del mantenimiento y aprovisionamiento de
materiales, y de la reparación de las farolas. Pero, desde los inicios del
siglo XX, la fábrica de la luz de Tomás Gallart alumbró y modernizó las calles
de Valverde, aunque a día de hoy desconozcamos el número de bujías, las
lámparas y el voltaje instalados por aquellos años.
Las
fábricas de la luz permitieron sin duda un cambio cualitativo en el proceso de
industrialización y en la modernización de los hogares en las primeras décadas
del siglo XX. Cierto es que a nivel doméstico aún había muy pocos contadores. En
las casas más modestas –la mayoría abrumadora- solo había un contrato con
Fleming, de una bombilla de 15 bujías por las horas de noche. Solo las familias
más acomodadas disponían de su propio contador y un suministro continuado. El
tanto alzado, asumido por las familias más modestas, se encendía desde las
9 de la noche hasta las 7 de la mañana, sincronizado con el alumbrado público.
“Nosotros pusimos la luz en la calle Nueva a
mediados de la década de 1940, cuando mejoró la economía familiar: mi padre dejó
la finca de Reposo Pérez Ramírez, en la Bomba, y arrendó la huerta de Pérez Caro,
y de ganar 4’50 mejoró nuestra situación
con la venta diaria de hortalizas en la plaza
de abastos. Entonces pudimos poner el contador. Era el año 1941, creo
recordar”. [18]
Las
acometidas de la calle recibían el nombre de “evitafraudes”, cable que no se
podía manipular. Las líneas
interiores eran todas de cobre y se
completaban con palometas de tubo y aisladores de porcelana. Las deficiencias
de los servicios –así nos lo cuenta Juan Corralejo- derivaban del hecho de que con poca sección se
pretendía dar luz a demasiadas casas.
Pero en los años de la postguerra, si mucho escaseaba el pan, más aún escaseaba la electricidad,
a veces desaparecida por varios días seguidos. Por ello, siguieron presentes
los sistemas más arcaicos de iluminación. En el campo dominaban los candiles y
los carburos de hierro o de latón: un depósito
amparaba la piedra de carburo de calcio sobre un depósito de agua y la
lámpara del carburo o bujía. Al caer la gotita de agua sobre el depósito
inferior del carburo, se mezclaba el gas con oxígeno y esto producía una llama
delgada y de alta temperatura, origen de aquel carburo de luz blanca de
nuestros mayores. En las casas de Los Cuartos de la familia Rodríguez se montó la primera instalación de luz
artificial a base de carburo. Se componía de una centralita, manejada por el
guarda, de modo que la estación de carburo le daba luz a las diez casas, que
además ya contaban con una instalación
de agua corriente.[19]
Las casas valverdeñas disponían de quinqués, candiles, y capuchinas. El quinqué de petróleo o lámpara de Argand era elemento indispensable en el ajuar
doméstico. Había nacido en 1780, cuando un químico suizo, Aimé Argand, diseñó
un quemador circular con mecha cilíndrica tubular y una columna de aire, con la
que regulaba el suministro de aire y reducía el "parpadeo" de la
llama. Sin embargo, como ha ocurrido a menudo con los inventores, el artilugio
tomó el nombre del francés Antoine Quinquet,
quien mejoró la idea de Argand y desplazó a las otras lámparas de aceite usadas hasta entonces.
El candil tenía por delante un pico y por detrás un
mango, a cuyo extremo se unía una varilla de hierro con un garabato que servía
para colgarlo. Dentro del vaso metálico se situaba otro más pequeño, llamado candileja, en la cual se echaba el aceite y se
metía la torcida de algodón o
lienzo cuya punta salía por el pico y daba luz. Una
capuchina es una lámpara de mesa fabricada en bronce, de unos veinte
centímetros de altura, con base redonda como pie y a veces dotada de asa. En la
parte superior lleva un depósito de aceite de forma esférica, la mecha y un gorro o campanilla para apagarlo.
Candiles de hierro y capuchinas de aceite servían para moverse en la noche: “Como dormíamos en el doblao echábamos manos
de la capuchina para ir al servicio”. En Valverde hubo varios broncistas
fabricantes de Capuchinas, mientras que palabras como torcías y mecha eran
comunes en el vocabulario familiar.
El avance de Sevillana de Electricidad
S.A.
La
capacidad económica de la empresa de Diego Fleming Rodríguez para
construir la red de distribución de electricidad hasta los lugares de consumo,
se puso en entredicho con la ampliación del casco urbano valverdeño, sobre todo
tras la competencia incesante de la compañía Sevillana.
En
1996 fue absorbida por Endesa, que por aquel entonces estaba controlada por el
Estado español, pasando a denominarse Sevillana-Endesa.
Principios de los años 70
Material eléctrico. Años 70
[2]
Ramón Mora Rodríguez, huérfano muy joven de su madre Felisa,
fue tutelado por su hermana, la tía Rita. Empezó en la fábrica de harina con
Manuel Rodríguez Romero. Pero Rita lo trasladó a la fábrica de la luz de
Fleming. Su misión era mirar los contadores. “La tía Rita era como su madre. Tuvo además una fábrica de gaseosas en el Pocillo Requena junto a su
cuñado, José Borrero Vizcaíno, “Requena”, casado con Trinidad Borrero
Vizcaíno”.
[4] Hijo
de Miguel Gallart Mora.
[5] Entrevista
a Miguel Gallart Forcada (1927). Hijo de Miguel Gallart Mora y de
Angelina Forcada Álvarez, prima hermana
del cura Forcada.
[6] Pasó
a trabajar primero con
el ingeniero del ayuntamiento de Huelva
Benito Delgado, con Ildefonso Calderay Jiménez y finalmente en el agua, propiedad del ayuntamiento.
[7] Hacia
1970 Juan Corralejo Bautista dejó la
empresa de Fleming Domingo Romero y entró en al ayuntamiento y se hizo cargo
del alumbrado público, durante la alcaldía de Domingo Romero Malavé.
[8] Libro de matrícula personal de la empresa
Rafael Flemig Zarza, dedicada a la reventa de energía eléctrica.
[9] AEG, Allgemeine
Elektricitäts-Gesellschaft
es una empresa electrotécnica alemana, establecida en 1887 en Berlín por
Emil Moritz Rathenau (1838-1915) como sociedad anónima con capital procedente
del Deutsche Bank y de la casa Siemens. Los primeros productos fueron motores
de corriente trifásica, transformadores, generadores, equipamiento eléctrico
para edificios y centrales, bombillas, sistemas de tranvías, herramientas
portátiles y pequeños electrodomésticos (tenacillas de rizar, encendedores para
puros, planchas, teteras, cafeteras, hervidores de huevos, placas
calentadoras).
[10]
Entrevista a Miguel Gallart Forcada.
[11]
Posteriormente Miguel se dedicó a la distribución de televisores y sobre todo
de frigoríficos, representando en la comarca las principales marcas de
entonces: Iberia, Marconi, Balay y Aspes.
[12]
Entrevista a Juan Palanco Garrido (1938). Con larga vinculación dentro de
Sevillana, trabajó en Riotinto en la subestación de
la Dehesa, de donde pasó a la
subestación de Calañas y a la de Huelva, antes de llegar a Valverde.
[13]
A.M.V.C. Expediente para la mejora del alumbrado público de La Plaza Ramón y
Cajal y las calles Calvo Sotelo, General
Mola y General Goded. Leg. 389.
[14] Inval S.A., fundada en 1924, fue una de las empresas pioneras en la mecanización del sector del
calzado local. .
También en la Sierra de Huelva empresas de entidad, como Sánchez Romero
de Jabugo, poseían su propio motor de vapor.
[15] Vid
SANCHEZ CORRALEJO “Retales de Valverde en las década de 1930 y 1940. ¿La economía que venció a la
crisis, o la época de las largas vacaciones?”, p. 44,
[16]
SANCHEZ CORRALEJO, 2011, El textil y la
talabartería, 152. Clara Blanco trabajó en la Inval S.A.,
pero aprovechaba las faltas repetidas de luz para acudir al taller de talabartería
de Manuel Borrero Bermejo, en La Calleja.
[17] El chuzo de los serenos era un asta de
madera armada de una punta metálica que levantaba chispas en el adoquinado cuando el sereno llamaba la atención a los
alborotadores. De esa situación procede la expresión “caer chuzos de punta”.
[19]
Entrevista a Diego Félix Romero Mantero.
[20] VV. AA.
Compañía sevillana de electricidad . Cien
años de historia. Sevilla. Fundación
Sevillana de Electricidad. 1994
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