EL
MES DE MAYO EN VALVERDE:
El Mes de María y las Cruces de Mayo (1ª parte)
El Mes de María y las Cruces de Mayo (1ª parte)
Manuel Fernando Gómez Cera
Juan Carlos Sánchez Corralejo
Facanias, nº 502, mayo de 2015
De las mayas al mes de mayo
La tradición mariana del mes de mayo ha sido
considerada a veces como una transposición romana del culto a la diosa Maya, a quien se dedicaba el quinto mes del
año, como remembranza de un culto
ancestral a la fertilidad y la maternidad que siempre fue acompañado de ofrendas de flores, y en el que
destacaba el componente femenino[1]. Pero en el calendario festivo español, al hablar de
la maya, Caro Baroja, citando a Larramendi, dice que la maya es “la niña que por mayo visten muy de novia, y
otras piden para ella…”; refiriéndose a la fiesta de la cruz, y citando
ahora a Antonio de Capmany, la define así: “…había una costumbre peculiar en algunas festividades de este mes, y
principalmente en la de este día(de la Cruz), de engalanar con todo género de
adornos y artificios a alguna niña (y acaso siga esta costumbre hoy), y a la
cual, cuando se presentaba así adornada, la llamaban ‘la maya”.[2]Es,
quizá, el antecedente de las actuales reinas de la primavera, del carnaval o de
la cabalgata de reyes.
En los referidos ritos ancestrales en torno a la
fertilidad, el mayo es el árbol que se trae al pueblo y se adorna con flores, y
representa el elemento masculino, mientras que la tierra en la que se clava
representa al femenino.En el lento proceso de sincretismo, paso de los cultos
paganos a los cristianos, la maya y los ritos de la primavera se convierten en
la Virgen María, la nueva reina, y en el culto asociado a ella, el Mes de
María, en tanto que el mayo-árbol se transforma en el madero de la Cruz, el
árbol de la Cruz. Una coplilla valverdeña, de los tiempos de la posguerra, nos
deja constancia de ello:
En el árbol de la Cruz,
Puso la tórtola el nido,
Y yo le quité los huevos
Y me los comí cocidos.[3]
Los estudiosos del tema, al menos los más
ortodoxos, consideran que las primeras referencias plenamente cristianas de la historia
del “Mes de María” datan del siglo XIII,
cuando Alfonso X el Sabio invitaba a rogar a María en una de sus
Cantigas, “Bienvenido Mayo”. Se trata de la cantiga 406 Ben vennas, mayo, e con alegria, escrita en gallego-portugués, cuya primera y
última estanzasrecordamos al lector:
Ben vennas, maio, | e con alegria;
poren roguemos | a santa Maria
que a seufillo | roguetodavia
que el nos guarde | d’err’ e de folia.
Ben vennas, maio.
Ben vennas, mayo, e con alegria.
poren roguemos | a santa Maria
que a seufillo | roguetodavia
que el nos guarde | d’err’ e de folia.
Ben vennas, maio.
Ben vennas, mayo, e con alegria.
Y así finaliza:
Ben vennas, maio, | con bõos manjares;
e nos roguemos | en nossos cantares
a santa Virgen, | ant’ os seus altares,
que nos defenda | de grandes pesares.
Ben vennas, maio, | e con alegria.[4]
e nos roguemos | en nossos cantares
a santa Virgen, | ant’ os seus altares,
que nos defenda | de grandes pesares.
Ben vennas, maio, | e con alegria.[4]
Un siglo más
tarde, los joyeros de París llevaban a la Virgen, en señal de devoción, un
“mayo” o rama de plata adornada con brillantes y cintas. En
el siglo XVI, la devoción se extendió por Alemania e Italia: un monje alemán
legó un pequeño opúsculo titulado “Mayo espiritual”, en el que figura el primer
esbozo de la celebración del Mes de María. Por esas fechas, San Felipe Neri
aconsejaba a los jóvenes venerar a María durante el mes de mayo. En el siglo
XVII, unos novicios dominicos de Fiésole dedicaban a la Virgen los primeros
domingos de mayo, y en Nápoles era costumbre rezar durante una hora oraciones a
María.
Las primeras
codificaciones de la devoción a María en mayo son compuestas por dos jesuitas, una
a principios y otra a finales del siglo XVIII. En este siglo, la práctica
piadosa se extiende por EEUU y Latinoamérica, y se encuentran datos de
celebrarse en China. Los primeros pontífices que hablan y la aconsejan son Pío
VII y el Beato Pío IX, quienes la premiaron con abundantes indulgencias. Desde
mediados del siglo XIX se fortaleció en Latinoamérica, donde la festividad se
traslada a la primavera austral, a lo largo del mes de noviembre.
En el siglo XIX, el Mes de María se celebraba
en los colegios y parroquias madrileñas[5] y de
toda España, a base de ejercicios espirituales, rezos y cánticos.
Se publicaron libritos para su desarrollo, varios llegados desde Francia, como El mes de María de Nuestra Señora de Lourdes del padre Enrique Laserre,con traducción de Ramón María Araiztegui, en el año 1879,que tuvo enorme aceptación[6]; “El mes de María en Casa” una hojita que daba las claves para seguirlo de modo práctico en el domicilio; o “El mes de María de las almas interiores”, traducido de la edición francesa por el padre franciscano Juan M. Marquina, en una edición de 1882. También, desde fines del siglo XIX, hubo otros textos salidos de la pluma de diferentes religiosos, como José A. García de la Iglesia, Juan Martí y Canto, José María Cuadrado, Benigno Carballo, Ramón García, Enrique de Osso, Antonio Bory y Foresta, Niceto Alonso Perujo, Zacarías Metola, así como varias colecciones de letanías, letrillas y salves para la ocasión.
Se publicaron libritos para su desarrollo, varios llegados desde Francia, como El mes de María de Nuestra Señora de Lourdes del padre Enrique Laserre,con traducción de Ramón María Araiztegui, en el año 1879,que tuvo enorme aceptación[6]; “El mes de María en Casa” una hojita que daba las claves para seguirlo de modo práctico en el domicilio; o “El mes de María de las almas interiores”, traducido de la edición francesa por el padre franciscano Juan M. Marquina, en una edición de 1882. También, desde fines del siglo XIX, hubo otros textos salidos de la pluma de diferentes religiosos, como José A. García de la Iglesia, Juan Martí y Canto, José María Cuadrado, Benigno Carballo, Ramón García, Enrique de Osso, Antonio Bory y Foresta, Niceto Alonso Perujo, Zacarías Metola, así como varias colecciones de letanías, letrillas y salves para la ocasión.
Episodios milagrosos del Padre Laserre
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Meditaciones de J.L. Tercero |
El mes de María en las escuelas de Valverde
del Camino
Sea como fuere su
origen, aquella tradición mariana encontró acomodo en la escuela de la
Restauración, no desapareció con la República y se reforzó en la escuela
franquista. Sí, la escuela fue uno de los principales vehículos de su extensión.
Se ha dicho en tal sentido que el Régimen Franquista buscó a maestros más santos que sabios[7].
La circular de 5 de Marzo de 1938 señalaba el camino de inspectores y maestros:
la defensa de una educación religiosa, patriótica y cívica, la obligatoriedad
de que el crucifijo presidiera las aulas, la exigencia de dedicar varias
sesiones a la Historia Sagrada, la lectura del santo evangelio la mañana de los
sábados y la asistencia obligatoria de escolares y maestros a la misa
parroquial[8].El art. 5 de la Ley
de Educación Primaria de 1945 pedía a los maestros ajustarse al dogma católico,
en sus propias palabras consubstancial a
la tradición escolar española.Pero la tendencia no nace con Franco. Está
arraigada desde el siglo XIX, y libros como “Las
doce virtudes del buen maestro, o sea, manual del maestro católico” de Juan
Bautista de la Salle[9],
profusamente reeditado en España en el
siglo XIX, son un buen testimonio de
ello.
Gracias a aquel mandato adoctrinador se
reforzó la celebración del Mes de María, la asistencia a procesiones y vía crucis, la celebración de
fiestas como el Domund o del día del Seminario. El mes de María se extendió por
todo el territorio peninsular[10]. La esencia del Mes de María era el exorno de la Virgen
con ramajes y flores, y los cánticos y oraciones poetizadas que seguían al rezo
inicial del rosario.
La tradición se acomodó en
las escuelas religiosas, pero también en las públicas: en
1927 abrió sus puertas el convento y el
colegio valverdeño de las Hermanas de la Cruz. Una de sus primeras alumnas, Josefa
Moya Bermejo, nos relata cómo, en plena República, todas las tardes del mes de
mayo, las niñas del colegio iban a la capilla de Santa Ana a llevarle ramos de
flores a la Virgen, ramos cogidos y preparados por ellas mismas y procedentes
de los corrales de sus casas. Rezaban el Rosario y al menos un día a la semana
recitaban versos a la Virgen. Ese día se llenaba la capilla de vecinos, que
acudían prestos a escuchar los versos que aquellas criaturas se sabían de
memoria, como los siguientes que aún recita de carrerilla Josefa:
Madre de Dios, Virgen Santa,
sublime lirio del cielo,
paz, esperanza y consuelo
del mísero pecador.
Bálsamo santo y bendito
del que gime y del que llora,
mística y naciente aurora
Madre del Divino Amor.
¡Madre!,
si desde ese cielo en que moras
de ángeles mil rodeada
y de estrellas coronada
mi voz acierta a llegar,
si hasta Ti los ecos suben
de esta vida de dolores
y los humanos clamores
oyes Madre resonar.
Tú sabes Reina dorada
cuánto a mis padres adoro
es el único tesoro
que tengo fuera de Ti.
El afanoso trabajo
sin descanso noche y día
y su más santa alegría
la tienen cifrada en mí.
Mi madre, también lo sabes,
con qué infinita dulzura
y con qué fraternal ternura
supo en mi pecho guardar
el nombre dulce y sencillo
de la Virgen sin mancillar,
cuando oraba de rodillas
postergada ante el altar.
¡Virgen santa!
Cándida y pura azucena
tiende una mirada llena
de ternura y compasión
desde ese tu altar sagrado
ante mis padres amado.
Hazlo por tu Hijo sagrado,
por el Mártir de la Cruz.
También en la década de 1930 se celebraba con
intensidad el Mes de María en el colegio de las hermanas Salesianas. Nos lo cuentan algunas de las alumnas que lo
vivieron: A diario, en la hora de la
costura, salíamos del laboratorio, las niñas nos poníamos en fila de a dos a lo
largo del corredor y bajábamos a la capilla, hacíamos estación al santísimo,
rezábamos la Salve y Tres Ave María[11]. Purita
Borrero también lo recuerda: nos íbamos a
la capilla, acompañados por Sor Julia, rezábamos el Rosario y cantábamos el Mes
de María, acompañadas al piano de Sor
Concepción Vílchez:
Venid y vamos todos
con flores a porfía,
con flores a María, que Madre nuestra es
con flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
con flores a María, que Madre nuestra es
con flores a María, que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella,
más que la luna, bella, postrados a tus pies.
Venimos a ofrecerte
las flores de este suelo,
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.
con cuánto amor y anhelo, Señora, tú lo ves.
Por ellas te rogamos, si cándidas te placen,
las que en la gloria nacen, en cambio, tú nos des.
En el colegio todos los días hacíamos el mes de María: por las tardes
a las 4 y media, media hora antes de salir,
-ya que la salida estaba fijada a las 5 de la tarde- íbamos a la capilla. Antes de entrar, según
íbamos bajando la escalera, cantábamos el “Con flores a María“, y lo
continuábamos al entrar en la capilla, ya con la ayuda de los sones de del piano de Sor Concepción Vilches. Rezábamos
el Rosario, hacíamos el mes de María y cada día una de nosotras decíamos un
verso a la virgen[12]:
Las flores de mayo se van a caer,
La virgen María la va a recoger
los pájaros cantan con mucha alegría
que viva, que viva la
Virgen María
Las prácticas rituales asociadas al Mes de
María no fueron especialmente distintas en las escuelas religiosas que en los
colegios públicos. En las escuelas
públicas, igual que en las religiosas, el catecismo
era enseñado de memoria, la jornada escolar comenzaba con el rezo de la
plegaria de la mañana y terminaba con la salve o la oración de los Caídos por
Dios y por España. Los chicos del Grupo Escolar
rezaban el rosario todos los sábados del mes de
María y recibían con fervor a la imagen de la virgen de Fátima y a los
misioneros que visitaban el centro, de tiempo en tiempo. Los maestros acompañaban
a sus alumnos a la misa de domingo o bien los interrogaban el lunes siguiente,
a fin de corroborar la asistencia, con preguntas relativas al color de los
hábitos del cura o a la temática del evangelio.
La escuela
franquista resucitó, pues, muchos de los elementos confesionales presentes en
la escuela de la Restauración, y mantuvo unos cimientos doctrinales
establecidos por imperativo legal. Pero la labor de apostolado católico fue
anterior a la época franquista. Veamos algunos ejemplos: D. Francisco Romero Sánchez compuso de su puño y letra una salve que era cantada
por sus alumnos; D. Evaristo Arrayás rezaba todos los sábados un misterio,
tanto al entrar como al acabar la jornada escolar que, al menos en la memoria
de algunos de sus alumnos, comenzaba así Ilumínanos
piadoso / Nuestro pobre entendimiento; Doña Carmen Romero Regaña
preparaba en las aulas de la Escuela de San Carlos a sus alumnas para realizar
la primera comunión con ayuda del Catecismo de Ripalda, con la obligación de
aprenderse de memoria las preguntas del catecismo y por supuesto las Bienaventuranzas, el Credo, el Yo pecador o
el Dios Mío Jesucristo.[13]
Durante el franquismo, el maestro continuó siendo pieza clave en el
adoctrinamiento católico. En este empeño destacó la Asociación Católica
de maestros de Huelva, pero también la propia inclinación
natural de muchos de aquellos docentes: Gregorio
Romero Bogado sintió una profunda atracción por las experiencias docentes de
Andrés Manjón, creador de las Escuelas Católicas del Ave María, a quien conoció
en la ciudad del Darro y de quien se declaraba públicamente seguidor. Antonio
Rodríguez Cepeda era un hombre «de misa todos los domingos», mientras que Antonio Infante Valdayo era «un
hombre piadoso, de visita diaria al sagrario», e Ildefonsa Romero se
retrataba con sus alumnas con un crucificado metálico sujetado por un cordón de
seda negro. Muchos de aquellos maestros de la escuela pública del
franquismo dirigían a sus alumnos en el rezo diario de la salve.[14]
Evidente sentido adoctrinador tuvo el respaldo que el
régimen franquista dio a la celebración del Mes de María. Varias circulares
publicadas en prensa insertaban “normas para la celebración del mes de María y
se acuerda que lo celebrarán todas las escuelas reunidas”.[15]
En los soportales
del Grupo Escolar -principal y casi único centro público de educación de
niños de la población-, se instalaba un
altar con una imagen de Inmaculada y allí eran llevados los niños del centro para entonar diversos
himnos religiosos[16]. El
alumnado del Menéndez y Pelayo rezaba el
rosario todos los sábados del "mes de María", y cada día de aquel
mes, al entrar en clase, debían recitar el “Venid y vamos todos / con flores a María /con flores a porfía / que
madre nuestra es", igual que lo hacían las inquilinas de los colegios
de monjas.
En la otra escuela de niños de Valverde, la unitaria de D. Antonio Infante Valdayo,
fueron habituales los cantos a la Virgen en el Mes de María: «D. Antonio era un hombre muy celoso de su trabajo y muy religioso: las
tardes las dedicaba a hacer rezos con los alumnos organizados en corro, y
cantos a la Virgen especialmente en el mes de María».[17]
Soportales del Grupo Escolar
La alumnas
de la Escuela de San Carlos, bajo la tutela de Dª María Ruíz Cobo de Guzmán,
ponían flores en una mesita donde estaba la imagen de la virgen, y rezaban y
cantaban, como en el resto de escuelas[18]. El proceder era similar en la Escuela de la Zona:“Dª Carmen Sevilla, Dª Amalia Barbosa, Dª Águeda
Díaz Barragán y Dª Carmen Fructos Vázquez
nos llevaban al altar y lo adornábamos con flores. A diario rezábamos el
Ave María y cantábamos el Ave María de
la Virgen de Fátima:[19]
El 13 de mayo, la Virgen María
Bajo de los Cielos a Cova de Iría
Devoción Popular y mecanismos de difusión
La devoción no se limitaba a las escuelas. En muchas casas particulares de Valverde
del Camino “se ponía el Mes de María”.
Se ha insistido a menudo que estos cultos marianos de primavera han tenido
históricamente un componente esencialmente femenino: los altares solían estar
asociados a la existencia de niñas en la casa. Las madres enseñaban a las niñas
más pequeñas, y las hermanas mayores a las benjaminas. No hace falta indagar
mucho para que se amontonen los ejemplos: en la calle Peñuelas, esquina con la
Huerta Nueva, las hermanas Morianas,
Carmen y Dolores, ponían el Mes de María en el primer cuerpo de la Casa. Era un altar
con el retrato de la Virgen, aderezado con abundantes flores, y además adornaban
asimismo con flores la cruz situada en el límite entre su vivienda y la de su
vecina, Purificación Malavé.
Las hermanas Elisa y Gregoria Márquez Mantero
ponían su altar con María Auxiliadora en su domicilio de la calle Real de
Arriba. Se situaba en una estancia que aparecía apenas traspasada la cancela, donde
además había un piano y allí “hacían el mes de María”. Acudían muchas vecinas y
compañeras de la Iglesia[20].
El
movimiento local de la Acción Católica
fue rehabilitado en Valverde en 1938, bajo la
batuta del arcipreste Jesús de Mora. Creado por el Papa Pío XI, pretendía organizar a los laicos con el fin de
cristianizar todos los sectores de la sociedad y situar de nuevo a Jesucristo
en la familia, en la escuela y en la sociedad. El movimiento se plasmó en asambleas
parroquiales, representaciones de autos sacramentales, y procesiones
eucarísticas con la custodia de plata por las calles centrales de la población[21].
La Acción Católica tuvo secciones juveniles de estudiantes y obreros y poseyó,
asimismo, una rama infantil, dedicada a sesiones de estudio con lecciones. Eran
los famosos “corros de catecismo” de después de la misa de 12, de la mano de
las hermanas salesianas Sor Casilda y Sor Julia[22], el elemento propagador
del Mes de María. La mayoría de nuestras abuelas y madres –dependerá
especialmente de la edad de lector- fueron miembros activos de la Acción
Católica y se adentraron con ello en estas prácticas rituales.
No debemos desdeñar tampoco el poder de
seducción de algunas de aquellas catequistas
y monjas. Un buen ejemplo puede ser el de Dª Concha Pardal, monja teresiana que había estudiado
magisterio en la escuela Normal de Sevilla; llegó a Valverde hacia 1936 y
permaneció en nuestra localidad hasta mediados de la década de 1950, como
maestra de la Escuela Graduada de la Zona[23]:la esperábamos a diario a la salida de la
misa de 7 y la acompañábamos a su casa, apenas unos metros, pues vivía detrás
del Porche. Éramos al menos veinte chiquillas. A veces se paraba con nosotras
en las puertas de las Escuelas Vicentinas y nos explicaba alguna historia
bíblica o el evangelio del día y nos inculcaba el amor a la Virgen.[24]
El Mes de María estuvo muy presente en Los
Pinos y en las aldeas. Dolores Rite dejó el convento pero difundió el Mes de
María entre las niñas de La Navahermosa,
ya que pasaba allí el mes de Mayo: Nosotras[25]
llevábamos nuestro ramito de flores y adornábamos el altar. Ella nos leía
trocitos de sus libros de lectura y cantábamos coplas a la Virgen de Fátima en
la Capilla Antigua.
Las florecillas del campo
las corto con alegría
Mi mamá me hizo un ramito
Para ti, Virgen María
También se celebraba en El Cuco, Los Cuartos
o La Fuente de la Corcha. Su celebración en los “Cuartos“ es recordada por
algunas niñas de entonces: “Las señoras
mayores, Aurora Varón o Dolores Rodríguez Romero, tocaban los tres toques
pertinentes como señal de aviso. Acudíamos todas las niñas: rezábamos el
Rosario, las 5 Avemarías, las oraciones del mes y los cánticos típicos a la
Virgen de Fátima. A continuación, nos íbamos a la estación del Cuervo a ver
llegar el tren. También íbamos a la Cruz del Cuco, donde cantábamos sevillanas
y alguna que otra cancioncilla a la cruz”.[26]
En la Fuente de la Corcha, una de las
impulsoras del mes de María fue Mª Jesús Moya, hermana de D. Pedro Moya
Camacho, el cura de la Fuente de la Corcha, quien además impulsó el exorno y la
fiesta en la pequeña cruz de forja de su fachada de la calle Nueva; más tarde
destacó la labor de Ana Gutiérrez Duque, camarera de la virgen de la Salud
durante más de medio siglo. En los
primeros años sesenta era la maestra Dª Pepa Marañón quien dirigía los rezos: Rezábamos “el 13 de mayo, la Virgen María
bajó de los Cielos a Cova de Iría”. Acudíamos sobre todo las niñas y nuestras
abuelas, pues muchas amas de casa estaban en las labores del hogar o del campo.[27]
En la actualidad, muchos colegios religiosos
siguen manteniendo esta tradición. Siguen montando altares distintos y
originales para dar realce a los cultos del mes de mayo y a las novenas de la
Virgen, en sus distintas advocaciones. Además, muchas de las antiguas alumnas siguen haciendo de manera intima y
recogida en el salón de su propia casa el Mes de María, con la ayuda de una imagen
o de un viejo cuadro, por ejemplo de María Auxiliadora.[28]
[1]San
Isidoro resume las dos teorías sobre el origen del nombre del mes de mayo: «Mayo (Maius) deriva su
nombre de Maia, madre de Mercurio; o tal vez
de las personas mayores de edad, que eran los hombres principales de la
república. Y es que los romanos consagraron este mes a los «mayores», del mismo
modo que el mes siguiente estaba dedicado a los menores» (Etimologías V, 33, 8).
[2]CARO BAROJA, Julio, La estación de amor. Fiestas populares de mayo a san Juan. Barcelona, Círculo de Lectores, 1992, pp.
69-71.
[3] Coplilla recogida por Manuel Fdo. Gómez Cera a
Francisquito Arroyo (85 años) en una entrevista en noviembre de 1986.
[4] Edición de Jesús Montoya: Alfonso X el Sabio, Cantigas, Madrid, Cátedra,
1988, pp. 272-277.
[5] Sin ánimo de exhaustividad, véase por ejemplo Correspondencia
de España, 1889 mayo 30, p. 3; Correspondencia
de España, 1916, mayo 3, p. 5.
[8]Véase CABALLERO CORTÉS, A, 1992, 118.
Recogido por SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C. 2012, 109.
[9] Fue
un sacerdote, teólogo y pedagogo francés innovador, que consagró su vida a
formar maestros destinados a la educación de hijos de artesanos y de niños
pobres de la época. Fue el fundador de la Congregación de los Hermanos de las
Escuelas Cristianas, instituto religioso católico de carácter laical dedicado a
la educación de niños y jóvenes, especialmente de los más pobres.
[10] Por ejemplo para las Islas, vid GONZÁLEZ PÉREZ,
Teresa, “La educación insular durante el
franquismo”, Teresa González Pérez. Tebeto: Anuario del Archivo Histórico
Insular de Fuerteventura, nº 18, 2005, págs. 411-436.
[12] Entrevista a Pepita Márquez Rodríguez (1931).
[13] Vid. SANCHEZ CORRALEJO, J.C. 2012, Valverde
y el Grupo Escolar, 110.
[14] Vid. SANCHEZ CORRALEJO, J.C. 2012, Valverde
y el Grupo Escolar, 110.
[15] A.C.M.P. Libro de actas. 30 de abril de
1954.
[16]Entrevista a Juan Feria Parreño.
[17]Vid SÁNCHEZ CORRALEJO, 2006, “Las
escuelas y los maestros de nuestros
abuelos (III), Raíces, 2006.
[18]Entrevista a Josefa Quintero caballero (1928).
[19] Entrevistas a Rosa María Banda Delgado y Pepi Montín.
[20] Entrevista a Pepita Márquez Rodríguez (1931).
[21]ARROYO NAVARRO, F. (1989): La Acción
Católica y otras celebraciones. En Historia
de la Parroquia de Valverde del Camino (Huelva). 1469-1950. Una espiritualidad
y un esfuerzo. Valverde del Camino, el autor.
[22] Vid. SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C. El Grupo Escolar y Valverde del Camino, 2012, p. 165
[23] SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C., 2006, “Las escuelas y los maestros de nuestros abuelos (III)”, 45
[24] Entrevista a Juana Corralejo Flores (1941).
[25]Aquellas niñas fueron
María Feria Becerro, Mercedes Contreras Limón, Vicenta Díaz Bermejo, Reposo
Feria Feria, Rita Feria Arrayás o Paquita Feria Corralejo.
[26] Entrevista a Mª Dolores
Vázquez Marín (1932).
[27]
Entrevista a Catalina Mora Arrayás (1939) y Loli Limón
Corralejo (1956).
[28] Entrevista a Pepita Márquez Rodríguez (1931)
L
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