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lunes, 11 de agosto de 2014

HISTORIAS DE LA FERIA DE VALVERDE (i)


  DE LOS PREPARATIVOS AL JOLGORIO DE FERIA  EN LA DÉCADA DE 1950

 
Facanias. Especial de Feria 2014.  
Juan  Carlos Sánchez Corralejo.
 
La Feria  de los años 50 se celebraba en la Plaza Ramón y Cajal y en el Valle de la Fuente, pero antes del festejo venía la limpieza de las casas.  La cal viva o la tierra blanca eran las materias utilizadas. Se compraban dos o tres piedras de Cal Viva en Morián y “se apagaban”, remojándolas en agua… ¡y a enjarbegar! con una escobilla  de empleita, previamente  cardada en una carda de puntillas, con lo cual el efecto en la pared era de enorme  finura. A veces, la cal era mezclada con polvos azules removidos que daba un esplendido blanco azulado, del gusto de muchas familias.
 
 
Otras casas preferían la “tierra blanca”, más oscura que la cal, que se esparcía  con un trozo de piel de borrego curtido, la zalea. Con este sistema, la pared quedaba casi estucada. Aquella misma zalea curtida servía de protector de los colchones de lana  y evitaba que los orines de los bebés picaran los colchones.   

 Los suelos se adecentaban con tierra amarilla, recortando con mimo el pasillo central de piedras que facilitaba la entrada de las bestias. Especialmente útil era la tierra amarilla en los suelos de las cocinas, para evitar el negro que proporcionaban los hogarines  y los  humos del carbón.
 
 
Los metales se abrillantaban con arenilla y limón. Las sábanas bajeras y los cancanes se  almidonaban con harina y más tarde con pastilla de almidón,  rebajadas en agua  en los barreños de metal.
 
La víspera de Feria se procedía al reparto a los hijos de la “recurta de Feria.   Las familias más modestas echaban la alcancía a lo largo del año y la iban llenando a base de una gorda y un real, y por feria se sacaban unas cuantas pesetas que pronto  se esfumaban. ¡Y a disfrutar cada momento de la feria, con sus matices y diferencias  de mañana, de tarde o de noche!  
 
La feria valverdeña de agosto comenzaba con la diana y se componía de grandes conciertos en los centros de sociedad, especialmente en El Católico, durante las mediodías. Muchos recuerdan aún al cantante onubense Urreta, a los sones de “La Vaca Lechera“ y “El dedo gordo del pie”; o la orquesta Molero, igualmente llegada de la capital provincial, cuyos cantantes repetían actuación por la noche en la Gran Caseta, situada delante de la casa del  Diputado. La orquesta Calero vino después y puso el toque local. Por sus filas pasaron Antonio Calero Arroyo,  Sebastián Bermejo Bernal, Manuel Almeida, Isidoro Jiménez, José Fernández y Juan Batanero Romero, el entrañable Juanillo el del Yamba.  Animaron  las casetas de feria, los bailes de La Goya o las veladas de las aldeas colindantes, como Sotiel Coronada. 
 
A dichos actos se unían los conciertos de la banda municipal, la elevación de globos grotescos, los espectáculos taurinos, los concursos de trajes regionales y las funciones de cine.  De vez en cuando llegaban atracciones novedosas como el Museo Torero Sánchez Mejías.  
Las casetas se convierten poco a poco en el centro de la actividad festiva.
Cobró enorme actividad la caseta de baile, inicialmente situada  en el valle de la Fuente   y, algo más tarde, en  la Plaza Ramón y Cajal. Fue  La Gran Caseta”. Era un establecimiento de gestión privada y uso público, eso sí, siempre que uno pudiera costearse la entrada a los bailes, por un día o el abono para los cuatro de feria.  Su gestión paso por muchas manos. Desde fines de los 40, estaba regentada por Cándido y Juan Domínguez Lorca que eran los encargados del montaje de los típicos entablamentos de madera, José Dolores Macías, Federico Arroyo, Antonio Lazo,  José Feria Morián y Antonio Cejudo “Antoñé”. A principios de los 50,  los sustituyeron Agustín Sánchez Ramírez, José Doblado, Fernando Hidalgo, Francisco Mora Parreño y Manuel López Arroyo. En 1951, los nuevos gestores obtuvieron un  beneficio personal de 100 pesetas, pero les duró poco,  ya que se lo gastaron íntegramente en Cádiz, en el Trofeo Carranza. Tres años después la gestión se completó con la entrada de José María Morián Romero y Francisco Parreño.  En aquellos años iniciales de la década de los 50 animaron los bailes la orquesta Molero con Agustín Sánchez Pérez como vocalista y la valverdeña Orquesta Calero, que además de sus miembros fundadores - Antonio Calero a la trompeta, Isidoro Jiménez y Manuel Almeida, al saxo y  Juan Batanero, en la batería-,  ya contaba con un vocalista,  José Domínguez Berrocal. 
Cuando la Gran Caseta  se trasladó a la  Plaza Ramón y Cajal  continuo con el pesado  montaje de madera, aunque pronto sus nuevos gestores cambiaron la madera por cerchones metálicos: José Doblado Vizcaíno, José María Morián Romero -Paco Rena-, Francisco Arroyo Parreño y Juan Alamillo. Por las tardes había sesión vermut y concurso de sevillanas,  y por las noches baile con orquestas de relumbrón. Andando el tiempo llegaron a la Gran Caseta Época 69, de Bollullos, Vibraciones, de Santafé (Granada) o  Xcombo de Almonaster la Real.
Desde fines de los 40 aparecen las casetas privadas, la de la “N”, la decana, la de  Muebles Franco y otras.  Una de las más activas era  la Caseta de la “N”, en la puerta del Banco Español de Crédito, formada por una peña de amigos que llegó a tener multitud de adiciones posteriores y que se reunía habitualmente en la puerta de la Goya. Uno de los pioneros fue  Rafael Fleming Zarza, luego vendrían  Francisco Lorca, Rubio el Calderero, Florencio Salas Luiso, y varias familias relacionadas con el calzado y los curtidos, las de Antonio Millán Cansino, Falcón, los Parreño, Paco Becerro, socio número 17, o los Chamendi, y algún que otro forastero afincado en la ciudad,  como José Antonio Borbolla y San Juan, llegado Valverde como cobrador de contribuciones.
Su amistad con el director del Banco Español de Crédito, Francisco García García, les valió el acceso a exquisitos vinos amontillados que llegaban a Valverde embotellados con su propia marca, la “N”. Aquel  grupo de amigos ofreció una cena homenaje al director cuando fue ascendido y trasladado a Córdoba, en enero de 1951. Era una caseta montada en alto, con un entarimado de madera situado a ras de las ventanas de  la antigua fábrica de medias y calcetines de José Franco José,  y hermosas sillas de tipo sevillano.    
 
            La Decana, nacida a principios de la década de 1960,  fue, desde sus orígenes, caseta muy concurrida. Frente a la antigua fonda de la Vizcaína, en el número 15 del valle de la Fuente, reunía a varias familias de amigos, muchos de ellos empresarios, profesionales liberales y  miembros de la abogacía o la judicatura: Jorge Zarza Fleming,  Rafael Fleming Rodríguez,  Antonio Delgado Mora,  y su hermano Gonzalo, el juez Antonio Pérez Vázquez,  Diego Romero Álvarez,  Ernesto Hidalgo Caballero, José Castilla Bermejo, Salvador Carrero o Salvador Vázquez, entre otros.      
 
La caseta de Muebles Franco  sirvió además  para publicitar su negocio.  Los niños se acercaban a las tablas de aquellas casetas primitivas, ansiosos por observar las pantorrillas de las jovencitas que se dejaban entrever entre los listones. 
 
Miguel Gallart Mora, operario de la Fabrica de la Luz de Triana,  de Rafael Fleming Zarza, era el principal responsable de la instalación eléctrica y su deambular por las   casetas era continuo antes de los días de feria para que todo saliera a la perfección.  





 
Y junto a las casetas, los putacos donde degustar vinos, lechones y gaseosas: la cerveza a peseta,  el vaso de gaseosa a 1’50   y la  media de vino a 3’50. Eran los tiempos de “La Favorita”, aquella exquisita gaseosa fabricada por Ramón Mora junto al Pocillo Requena, y de los “Espumosos Morián”,  gaseosas con cierre de chapa, los famosos platillos con los que los niños jugaban al hoyo, mucho antes de que llegara a Valverde La Casera, en aquellas botellas de litro con su tapón mecánico de porcelana. Estos espumosos se tomaban bien como refresco, bien para combinar el aguardiente y darle forma de lechón, o bien para aquilatar el vermut con el sifón; vermut, por cierto, procedente de las bodegas Pichardo de La Palma del Condado, consumido en Valverde mucho antes que el sofisticado Martini italiano.

 En las décadas de 1960 y 1970 otras casetas poblaron las amplias aceras del Valle de la Fuente. Aunque los socios ocupaban lugar preferente, permitían ya el acceso libre a todos los lugareños y visitantes: los Bienavenidos, Los Independientes, La Guitarra, Villa Piltrafas, El Tropezón o la caseta de Candón, abierta en la puerta de la antigua Delegación de ciegos del Valle de la Fuente.  
 


A nuestra feria se la han dedicado múltiples coplas y poemas. La autora de estos versos fue la directora de la compañía de teatro aficionado del Valverde de la postguerra, cargo que compaginó asimismo con el de actriz de la misma. Sus interpretaciones de la obras de Benavente y de los hermanos Álvarez Quintero fueron un hito en aquel Valverde taciturno. Las representaciones de El Genio Alegre y de Doña Clarines provocaron olas de entusiasmo.
 
Pero además, Ana Marín De Sardi retrató como nadie la feria de mediados de la década de 1950. El poema se lo dedica a su hijo, Manuel Rodríguez Marín, quien se encontraba realizando el servicio militar en Ceuta en el año 1956 y quien, en su día, tuvo  la amabilidad de ofrecérnoslo.
 
                           
                                    Ana Marín de Sardi. Agosto de 1956. 

VÍSPERAS DE FERIA.
 
Ya está la Feria en la mano
y la buenaza la gente
se dispone a celebrarla
en Plaza  y Valle la Fuente
 
¿qué tendrá para nosotros
esta Feria de Valverde
Porque llegando estos días
no se vive ni se duerme
 
Las jaurías de chiquillos
desparramás por las puertas
castigando y dando lata,
no dejan dormir la siesta
 
Y los cacharros que meten
infernal algarabía
con gramolas en función
a todas horas… armonía
 
Por eso miente el que diga
Y el que lo repita miente
que no le gustan los fuegos,
la música y los cohetes.
 
La feria la sienten todos,
los más, ansiando que llegue,
que falte el sol en el cielo,
pero la feria se quede.
 
Añorándola estará
alguna lejana a tierra
“que le envíen su revista
siquiera para leerla”.
 
Y los del campo  se vienen
Para “juntar” fue la siega,
y en la feria vaciar
la antes repleta cartera.
 
Y vienen nuestros paisanos
que hacen años viven fuera
a dar la vuelta esos días
porque Valverde está en Fiestas.
 
Acuden los forasteros,
y en la playa se lamentan
que no se bañan a gusto
que aquí es la feria.
 
Y en las casas estos días
también anuncian la feria
todos los chismes por medio,
los cubos, las escaleras.
 
Hay que encaramarse alto
aunque se rompa una pierna
que son se quede sin limpiar
nada, por dentro ni fuera.
 
Abajo las telarañas
metales que abrillantar
y para que nada falte
bajeras almidonás.
 
Y ante esta revolución
casera, desagradable
los maridos protestando
cogen la puerta a la calle.
 
No busques un operario
ni mujer para faenas,
todos contestan a una
“hasta que pase la feria”.
 
Criada no encontrarás
Y si te va la que queda,
costureras y modistas
andan en prisas eléctricas.
 
A nadie le falta el traje
Y los detalles… omito
Que saben ganarlo bien
“pá” salir como “palmitos”.
 
En las casas con las madres
los hijos ajustan cuentas
yo ni un cuarto, allá tu padre
contigo se las entienda,
y al final compadecida
acaba soltando tela.
 
Hasta las amas de casas
acariciando esos días…
deciden comer fiambre
y la “tajá” de sandía
 
Guerra en feria a la cocina
¿Quién dijo guisotear
con una feria en la calle
convidando a disfrutar?
 
Al Real por la mañana
con flores y faralaes
y al regreso en la caseta
se tomará “lo que cae”.
 
 
Por la tarde que serán
variados los festejos,
asistir a la corrida.
de toros o de ... borregos.
 
Para los aficionados
habrá pelota y “penqueo”,
al atardecer rebosan
de público los paseos.
 
Más nada como la noche
de luces y fandangueo,
las casetas florecientes,
los cines en su apogeo.
 
Pasará el muchacherío
los mayores y las viejas,
nadie se quedará en casa
esas noches veraniegas.
 
 
Pensar en dormir aburre,
Son noches de trasnocheo,
amanecer en la feria
viendo salir el lucero.
 
Y tras la noche otro día,
así se nos va en dinero
eso sí, la feria sabe
tragarse todos los sueldos.
 
Las pagas y los jornales
dejándonos el recuerdo…
porque se nos va y no hay más
si nos metemos en el cuello.
 
Pero vamos a esta Feria
que se alcanza con la mano
que la del año que viene
nadie podrá asegurarnos.
 
 
 

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