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viernes, 22 de abril de 2016

Valverdeños en bando republicano


CARTAS Y CRÓNICAS  DESDE  EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA

 LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (IV)


Juan Carlos Sánchez Corralejo


El Andévalo. Paisaje y Humanidad

Actas de las V Jornadas del Andévalo, pp. 232-234.

 Reelaborado para Facanias. Abril de 2016 



Valverdeños en bando republicano


También hubo valverdeños en el bando republicano, unos con carácter voluntario, otros obligados, y otros con adscripción incierta. A varios valverdeños, viajantes de fábricas de cortes aparados y de almacenes de curtidos, la guerra les cogió en bando republicano. Fue el caso de Miguel Macías Corralejo, en la comarca de los Pedroches, o Emilio Martínez Perea, en Barcelona. 


El affaire de Miguel Macías Corralejo aún sigue siendo una incógnita: sabemos que estuvo a las órdenes de Pérez Salas, aunque no si fue de forma voluntaria u obligada, o quizá como resultado de una mezcla de ambas cosas. Fue sorprendido por la guerra en el hotel Royal de Castro del Río[1] y recibió un  salvoconducto por parte del Frente Popular de Villanueva de Córdoba el 3 de febrero de 1937 “por asuntos de comercio”. Más tarde, pasó al batallón del teniente Joaquín Pérez Salas.[2]


Nada sabemos de sus peripecias  hasta inicios de 1939, a partir de entonces gracias a su carteo con una madrina de guerra –a la que él prefiere llamar madrina de paz–, la joven Beatriz Cervantes, de diecinueve años, natural de Garrucha (Almería). A ella dedica varios madrigales y sonetos, donde no escatima sus indudables dotes poéticas:


Musa divina de mis pasos guía,

alma prendida en manto de bondad

disco de luz, cual sol de mediodía

rubí encendido en mi soledad.


Aunque en sus cartas, para evitar una decepción, reconocía su “divina” edad, que le confería ya unos hilos plateados en la cabellera y un porte algo rechoncho.[3]




Miguel Macías Corralejo


Otra historia proviene de una familia de la comarca minera de Riotinto, instalada posteriormente en Valverde del Camino. Su protagonista es Guillermo Carrasco Varela (1891-1971), nacido en Alájar en 1891, había emigrado con su familia a Francia y estaba establecido en Sète, en la región de Languedoc-Rosellón, a donde llegaron otros muchos emigrantes de la comarca del Andévalo y Minas. También la familia de su esposa, Lucia Díaz García, natural de Zalamea hizo lo propio.  


Guillermo trabajaba en una fábrica de cerámicas y loza. Volvió, al parecer, en 1934 y se afanó por defender la legalidad republicana, aunque apenas sabemos nada de su supuesto esfuerzo bélico en pro de la república, y algo más de su vida posterior a la contienda: Guillermo volvió con su esposa e hijos, y se instaló en Minas de Riotinto donde trabajó como  sepulturero[4]. Fue acusado de deserción familiar e ideas avanzadas, aunque el expediente terminó en sobreseimiento.[5]







Guillermo Carrasco junto a su esposa, Lucía Díaz García, y sus hijos.

Guillermo y Pilar (1921), Sète. Francia. Año 1921



Pero quizá el caso más emblemático o, al menos, el mejor conocido, sea el de Manuel Fernández Feria y Lázaro Lazo Borrero, integrados en las milicias confederales anarquistas. Ambos eran miembros de la CNT y de la tertulia literaria Minerva, ambos compartieron guerra en el bando republicano y también compartieron la cárcel al finalizar la contienda.[6]




Manuel Fernández Feria. Agosto de 2013. Alcalá de Henares






Lázaro Lazo Borrero


Frustrados por la escasa resistencia prestada en la llamada “batalla del Empalme[7], en la que participaron activamente, con solo 19 años se marcharon a la Sierra de Huelva y Badajoz por los caminos de estraperlo; llegaron a Castuera y de allí a Tomelloso en tren, donde se unieron a la columna Tierra y Libertad, de origen catalán, que tomaba su nombre del lema clásico del anarquismo español. Se trataba de una columna  de milicianos organizada por la CNT-FAI de las comarcas del Alto Llobregat y Cardoner  y de la propia Barcelona, que fue enviada a los frentes del Centro, a mediados de septiembre de 1936, como refuerzo ante la ofensiva franquista que estaba entrando en Talavera de la Reina,  asediaba a Toledo y amenazaba con ello a Madrid.


Ya en Madrid se integraron en la milicia del teniente coronel Francisco del Rosal Rico. Era la llamada columna del Rosal.


Estos valverdeños vivieron el proceso de militarización de las milicias en la Sierra de Albarracín, y los vaivenes de la guerra en Teruel y más tarde estuvieron en el Parque del Oeste durante la batalla de la ciudad Universitaria, a mediados de noviembre de 1936.


La columna del Rosal, con estos representantes valverdeños, fue enviada al frente de Teruel en octubre de 1836. Entonces estaba formada por  8 centurias (800 hombres) de la columna Tierra y Libertad, el batallón Mora con 650 hombres, el batallón Juvenil Libertario con otros 650, el batallón Orobón Fernández con 600, y el batallón Ferrer con otros tantos. En total 2.300 combatientes. Seguía comandada por el teniente coronel Del Rosal, mientras Cipriano Mera era delegado de milicias y el jefe del Estado mayor era el cenetista Antonio Verardini. La columna participó en acciones en la sierra de Albarracín, aunque sin poder tomar Teruel. Pasó todo el mes de octubre en este frente.


Allí también en Teruel estuvieron otros muchos valverdeños, aunque en el bando de enfrente.


Una parte de la columna, un millar de milicianos, volvió  a Madrid cuando la capital fue cercada por las tropas nacionales en noviembre de 1936. Entre esos mil aparecían Lázaro Lazo Borrero y Manuel Fernández Feria. Este último nos contó sus peripecias en el Parque del Oeste y en la Ciudad Universitaria.   


Manuel Fernández Feria aún se sorprende de la escasa preparación de los milicianos republicanos que fueron sorprendidos por la Legión en el Hospital Clínico de Madrid a través de las alcantarillas, y de su escasa destreza para lanzar las conocidas bombas de cinta.[8]




  

Fortines de la Guerra Civil. Parque del oeste. Madrid






     

Hospital Clínico. Archivo fotográfico del valverdeño de José Dolores Macías



El frente de Aragón


Otros quintos del 35, como José Contioso Lineros, son enviados por entonces al frente de Aragón. Fue destinado a la 62ª División del ejército nacional, encabezada por el general de artillería Antonio Sagardía Ramos, el carnicero de Pallars. Cuando estalló el Golpe de Estado, Sagardía estaba en Francia, acogido a la Ley de Retiro de la oficialidad de Manuel Azaña. Tras la caída de San Sebastián organizó una columna con voluntarios vascos, navarros y riojanos, que marcharía a luchar al norte de Burgos, en su aproximación al frente de Cantabria. Era la Segunda Agrupación de la primera Brigada de Castilla que, tras haber permanecido a la defensiva, ahora iba a entrar en combate.[9]






Antonio Sagardía Ramos,

el carnicero de Pallars


En diciembre de 1936 pasa de Riosalido, pedanía de Sigüenza (Guadalajara)[10], a la población de Cella, a 20 km de Teruel, en las últimas estribaciones de la Sierra de Albarracín “donde estuvimos unos días antes de empezar la ofensiva”[11]. En otra carta sitúa su bautismo bélico en el 6 de enero de 1937[12]. Hace un frío terrible que él describe con su característico sarcasmo: por estas tierras del norte se ponen los hombres que hay que darles calentones de poco a poco tiempo, ya que la nieve contribuye a enfriar mucho la hombría.


Al decir de Casas Ologaray[13], la guerra formó parte de la vida cotidiana de Teruel: las líneas permanecieron casi invariables y, según avanzaba el año 1936, el frente se estabilizó alrededor de la capital, quedando aquella cercada y sujeta a los bombardeos republicanos, con una salida hacia su retaguardia a través del valle del Jiloca. A finales de diciembre de 1936, Teruel sufrió el primer ataque republicano importante: seis columnas avanzan sobre la ciudad, siguiendo la carretera de Zaragoza, pero la falta de armamento moderno y la descoordinación precipitaron su fracaso.


Allí, en la retaguardia turolense, se encontraba José Contioso: en Cella, el batallón preparó la ofensiva contra los republicanos que atacaban Teruel, y allí se producen los primeros estragos de la guerra. Después de la batalla afirma “ahora tengo mucho que decir, pero también tengo mucho que callar”, aunque a continuación decía que el único herido era uno resfriado que tuvo que ser hospitalizado. En su primera Navidad en el frente había recibido además  carta de su madrina de guerra, lo que no agradó a Dolores, quien se lo hizo saber en su carta de enero de 1937, lo que provocó cierto enfado en José.[14]





A mediados de enero de 1937, Contioso Lineros se encuentra en Cosa, aldea de la Comarca del Jiloca, al noroeste de Teruel: “Este pueblo de Cosa es poca cosa, chiquitín, y sin importancia, con pocas nenas, y aburridísimo”.


Poco a poco, la relación amistosa entre Dolores y el soldado se torna en noviazgo epistolar: José le pide buscar un fotógrafo gracioso que la sacara riéndose, y le confiesa “Estoy loquito por ti, me digo yo mismo, si la guerra acabara, olé me daba un tiro, quiero decirte el tiro de gracia, ese mismo que se dan los casados”. José estaba a punto de cumplir 24 años y añoraba rehacer su vida:


 Tengo una cosa encima que me anuncia la vejez. No tengo gusto para nada y me acompaña una paciencia enorme […].Cuando termine esta pesada guerra, cuál te crees es mi aspiración, dedicarme exclusivamente a mis trabajos y no salir de casa hasta no buscarme el bollo. El día 23 de abril hago los 24. Por esa fecha, a no haber venido la guerra tendría buscada mi vida y viviría en completo estado de tranquilidad”.[15]

  




                 Dolores Arroyo Arroyo, novia de José Contioso Lineros


Otros valverdeños estuvieron en Zaragoza y Teruel: Gregorio Pérez Malavé, José Dolores Pérez, Ildefonso Ramos Cejudo, José Méndez Moreno, Jesús Garrido Romero, Manuel Rivera Becerro, Ginés Fernández, Manuel Limón Duque o Luis Macías Cejudo. De ellos hablaremos en próximas entregas. 



 


Gregorio Pérez Malavé


 

José Dolores Pérez Cuesto

 


Ildefonso Ramos Cejudo











Jesús Garrido Romero



[1] Carta a su madrina. 24/03/39. En campaña. En ella decía saber por la Cruz Roja que todos los suyos estaban bien.
[2] En el juicio de responsabilidades políticas, él dice haber luchado en el 3º batallón de Cádiz, del ejército nacional.
[3] Entrevista a su hijo Diego Macías Matamoros.
[4] Estos datos los aporto María del Pilar Carrasco Díaz (1919 -2012 )  a su nieta María Rivas Corralejo.
[5] SÁNCHEZ RUIZ, Antonio (2012):  La UGT de Huelva. La represión a la Unión General de Trabajadores de Huelva  desde los Consejos de Guerra (1936- 1945).  Córdoba, Fundación para el Desarrollo de los Pueblos de Andalucía, p. 158. 
[6] Lázaro Lazo  hizo el servicio militar en Madrid en el Regimiento de Infantería 31, 1º batallón, 3ª compañía. En 1937,  Lázaro  fue nombrado sargento de infantería con fecha de 17 de agosto. Diario Oficial del Ministerio de defensa Nacional. Barcelona. 27/12/1937,  p. 610.
[7] Vid ESPINOSA MAESTRE, F., 1996. pp. 174-179.
[8] El relato es fruto de las conversaciones con uno de los protagonistas, Manuel Fernández Feria, nacido en 1916.  El otro, Lázaro Lazo Borrero, nacido en 1912, falleció en 1980, con 68 años de edad. Nunca habló a sus hijos, Mª Dolores y Gregorio, de su experiencia bélica y en opinión de algunos que le conocieron desde que terminó la guerra no fue el mismo”.
[9] SEMPRÚM, J.: Del Hacho al Pirineo. El ejército nacional en la Guerra de España. Actas Editorial, 2004. El estado de la cuestión, 10, p. 458.
[10] La familia no conserva las primeras cartas enviadas desde Riosalido.
[11] Carta de José Contioso Lineros de 18 de enero de 1937. Cosa (Teruel).
[12] Carta de 19 de marzo de 1938. Ayerbe.
[13] CASAS OLOGARAY, A.: La Guerra Civil en la comarca de Teruel. Comunidad de Teruel.
[14] Carta de 18 de enero de 1937. Cosa (Teruel). La Carta de Dolores llegó a Cosa un día antes.
[15] Carta de 18 de enero de 1937. Cosa (Teruel). Archivo de las hijas de José Contioso Lineros y Dolores Arroyo.

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