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viernes, 6 de abril de 2012

LAS HERMANDAD DE LOS NEGROS. AÑO 2012

Diego Romero Veiga
Manuel R. Fiscal Borrero
Mª Dolores Domínguez Acedo 
LA MADRUGÁ.-

Una "madrugá" valverdeña especialmente expectante, ante el miedo por la posible lluvia, tan ansiada en otras circunstancias, pero temida en esta.

Son casi las cuatro de la madrugada, y el total silencio se impone, eso si, roto por la ingenua voz de algún que otro niño que pregunta a su madre con brillo en los ojos, por el sueño contenido, y voz quebradiza que cuanda pasará el Señor.  A las cuatro de la madrugada dieron las campanadas de la hora, a las que siguieron el  esperado cerrojazo de la apertura de la puerta y, casi de forma mágica, apareció la Cruz de Guía.

La Cuesta del Santo  estaba abarrotada. El desfile de los capiruchos negros silueteaba la calle. El via crucis de los nazarenos aparecía moteado por los penitentes con cruces, muchos de ellos descalzos.

La Verónica lucía túnica nueva, al decir de mucho asistentes menos pomposa que antaño. Una Verónica más real que nunca, sin encajes ni joyas, vestida de hebrea, como debe ser, novedad ésta seguramente aceptada por muchos y criticada por otros tantos. El cielo lleno de perfectas estrellas y una luna llena, junto con la muchedumbre, testigos de la salida de su ermita de la imagen quizás más emblemática de nuestro Valverde cofrade.
 El silencio sobrecogedor sólo lo rompía ahora el ladrido del perro.  Los flases de las cámaras anunciaban la salida del Moreno.  Al poco comenzaron los compases del "siete" y los faroles barrocos asomaron a la esquina.
 Los pelos de punta, aparece el "Cristo de los Molinos".  Mucho silencio, mucha gente tras el paso, seriedad, respeto.


  El "Señor del Santo" avanza lentamente con ese rostro de dolor en el que todos nos reflejamos y al que sin cesar, emocionados, pedimos consuelo rogando que sea nuestro cirineo, padre, hermano, amigo particular y especial con el único que nos atrevemos a compartir nuestras intimidades más profundas, la parte de nuestra alma más oscura, con la convicción, la certeza de no ser rechazados, juzgados sino acogidos con amor en nuestras miserias y pobrezas humanas.
 Felices por haberlo visto: mi hijo, el pequeño, que tiene solo 5 añitos,  quiere repetir el próximo año.
   



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