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viernes, 4 de julio de 2014

EL BAUTISMO DE LAS SIAMESAS VALVERDEÑAS


LAS SIAMESAS VALVERDEÑAS DE 1660: Una historia de mitos, dogmatismos y rituales del pasado.

Por Juan Carlos Sánchez Corralejo

 Revista Raices, 2003, págs. 16-17

El bautismo de las siamesas valverdeñas.-
       
Si el padre Feijoo hubiese conocido a las siamesas valverdeñas, habría determinado que se trataba de dos personas distintas y por tanto portadoras de dos almas. El escribano municipal constató su bautismo el mismo  día de su nacimiento: «Y se les echó agua de bautismo en los pies al naser» ¿Cómo debemos interpretar este hecho?:

        El Ritual Romano establecía como norma general que «nadie debe ser bautizado dentro del útero», salvo si el niño estuviese en peligro de morir. En tales casos «si el niño asomase la cabeza se le bautizará en la cabeza, y no se volverá a bautizar, si después sale a la luz». Del mismo modo, si asomase otro miembro -por ejemplo los pies- se le bautizará en él, siempre que haya peligro de muerte. En este caso, si después nace vivo deberá volverse a bautizar utilizando la fórmula «Si no estás bautizado, yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo» (Víd. Riesco-Le Grand. 1848. Cap. IV. Secc. V). Pero, junto a estas normas generales, encargaba una extremada cautela para el bautismo de los monstruos, ordenando consultar, en caso de dudas, al ordinario del lugar y a personas inteligentes.

        Ya en el caso de los siameses de Medina Sidonia de 1736 se optó por un bautismo por los pies, ante el temor de un parto complicado y altas probabilidades de muerte: «habiendo principiado su nacimiento por uno de los dos pies, y reconociendo el riesgo de que saliese muerta la criatura, que se juzgó solo una, se bautizó, echándole agua en el pie que descubría» (Feijoo, 1742, nº 15). A pesar de esta práctica, el padre Feijoo insiste en la necesidad de bautizarlos en la cabeza y nunca en los pies (Feijoo, 1742, nº 31). De la misma manera, cien años después, Riesco Le-Grand, partiendo de la idea de Feijoo, introdujo importantes matizaciones:
        «Cuando los monstruos son por exceso, esto es, cuando tienen dos cabezas, o dos cuerpos se deben bautizar sucesivamente al uno y al otro en la cabeza, y en caso de no poder hacer llegar el agua bautismal hasta las dos cabezas, se bautizarán en dos partes distintas, como si fuesen de niños separados» (Riesco Le-Grand, 1848. Cap. IV. Secc. V).

        En el caso de las siamesas valverdeñas sólo sabemos que fueron bautizadas en el pie. La parquedad de la cita no permite demasiadas reflexiones. Pese a ello, vamos a intentar reconstruir lo que ocurrió. A pesar de la brevedad de la anotación del secretario municipal, todo parece indicar que la ablución se produjo en las mismas casas de la enfermería. En tal caso, el bautismo quizá fuera aplicado por la partera o algún médico adscrito a la enfermería. Por aquel entonces era médico de Valverde un tal Vasco Fernández.

        Los bautismos de parteras han sido una práctica relativamente usual durante el Antiguo Régimen, reconocida entre otros manuales en el Cursus Theologicus Salmaticensis. La preferencia de parteras en estos casos era evidente, ya que se trataba de salvaguardar la honestidad y decencia  «que en este caso aún debiera la mujer ser preferida a un sacerdote, a quien no es decente asistir a una mujer próxima al parto peligroso».
  
        Por este motivo, los tratados teológicos recordaban la obligación de las parteras de saberse la fórmula bautismal, siendo suficiente «la sepan en lengua vulgar -no en latín-, para que la aprendan y pronuncien mejor». Si el párroco comprobaba a continuación la correcta aplicación del sacramento, no era necesario repetirlo ni siquiera sub contidione. Bastaba con la presencia de un testigo ocular para dar fe de la recta administración sacramental (Víd. C.M.S. Del ministro y sujeto del bautismo). A partir de ahí, el Párroco debía registrar al iniciado en los archivos parroquiales. 

        Lamentablemente, desconocemos si las criaturas valverdeñas lograron sobrevivir. No hemos podido constatar documentalmente su situación a través del Archivo Parroquial, ya que los índices de bautismo son incompletos, mientras que no se conservan ni índices ni partidas de defunciones para estas fechas. 

No obstante, es bastante probable que no lograran perdurar, debido a la alta morbilidad de estos casos: aún hoy, con los actuales avances médicos, el 40% de los bebés siameses nacen muertos y un porcentaje similar mueren al nacer ante la imposibilidad de acceder a un tratamiento adecuado.  Además, el parto espontáneo es imposible y en estos casos se debe acudir a una operación cesárea abdominal. Por ello, nos inclinamos a pensar que no superaron el parto y que debieron poner en alto riesgo la supervivencia de su madre. Quizá por ello el Diego González Huertavieja que se casó con Ana Martín en el año 1672 fuera el padre de estas niñas y su matrimonio realizado en segundas nupcias (A. Parroquial Valverde. Índice de matrimonios, 1672, f. 258)

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