Vistas de página en total

sábado, 11 de octubre de 2014

LA ESCUELA DE D. LEON ALEXANDRE MACEDO

Una escuela casi olvidada: la escuela de d. León Alexandre Macedo de la calle Nueva.
 Juan Carlos Sánchez Corralejo.

Extraído de "El grupo Escolar y Valverde del Camino (1937-1986)". En SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C.; PÉREZ RITE, J.A.; y BARCELÓ MARTÍNEZ, M. (2012): Del Grupo Escolar al CEIP Menéndez y Pelayo, pp. 48-49, 130 y 181.

Facanías, Octubre de 2014. 
 
 Desde fines de la década de 1940 actúa muy activamente la escuela privada de  D. León de la calle Nueva. León Alexandre Macedo, comerciante de afiliación socialista, era natural de Monesterio (Badajoz), donde formó parte de la Comisión Gestora creada tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931[1]. Ejerció el cargo de depositario interino en el Ayuntamiento de Monesterio, y ante la llegada de las columnas africanistas huyó a zona roja, pero fue detenido tras la guerra y enviado al campo de concentración de Castuera.[2]
 Al finalizar la Guerra Civil, el campo de concentración de Castuera funcionó como espacio de internamiento y clasificación de prisioneros de guerra, centro de represión comarcal y de eliminación selectiva de individuos significados con el régimen republicano. Además, en palabras de González Cortés, provocó un miedo que cercenó la disidencia y favoreció la identificación con los valores del nuevo Estado.
 Por su condición de preso político, León Alexandre fue desterrado de su pueblo y llegó a Valverde del Camino junto a su esposa, Carmen Rodríguez García, ya que la hermana de esta última, Araceli, se había afincado en nuestra localidad junto a su esposo, Antero Rodríguez Domínguez, natural de Cabeza la Vaca (Badajoz), agente comercial representante de tejidos de una casa sevillana, y más tarde dueño de un próspero almacén de curtidos.
En Valverde encontró en la docencia su modo de vida. La escuela de D. León Alexandre ocupaba una habitación doble del número 29 de la calle Nueva, donde más tarde se situó la barbería de José María Ramírez Prera. Los alumnos se sentaban en sillas sin pupitres y el maestro en una modesta mesa de camilla. Al no ser una escuela oficial, sus paredes estaban desprovistas de la litografía de Franco, el  retrato de José Antonio Primo de Rivera, la imagen de la Inmaculada Concepción o el clásico póster del Domund.   
D. León Alexandre Macedo dio clases de repaso a muchos alumnos que oficialmente acudían a otras escuelas públicas[3] y, en el mismo inmueble,   preparó a unos pocos alumnos para el ingreso y para primero de bachillerato[4]. Incluso su esposa, Carmen Rodríguez, impartió docencia a algunas niñas en la casilleta del fondo del inmueble, como medio de aliento a la economía familiar.
 La escuela de D. León cerró sus puertas a mediados de los 50, debido a los problemas de garganta del maestro; unos problemas que venían de lejos y por los que  tuvieron que colocarle un tubo de platino en la tráquea.[5] 
Sus alumnos reconocen su buen hacer como docente: Manuel Calero nos comenta que «era un fuera de serie enseñando. Con apenas diez años ya nos había enseñado a hacer raíces cuadradas».
 Algunos de sus alumnos fueron Antonio Lazo, Manuel Calero Marín, José Villadeamigo, José Rite Hidalgo, José Arenas Parreño, Pedro Palma, José Sánchez Ramírez y Francisco Matías Marín y otros muchos .
 
Pero el elemento sancionador tampoco estuvo exento de su academia. Bien es sabido que el castigo era aceptado en la escuela del franquismo como la situación que debía soportar un alumno al infringir una norma y que, con demasiada frecuencia, derivaba en un poder unidireccional sustentado en el miedo, capaz de generar en el alumnado angustia y humillaciones que excedían el simple control normativo[6]. El castigo fue un elemento básico de la metodología de estos años, que se sintetiza con el dicho de que la letra con la sangre entra.
 
En su día, analizamos la gama de sanciones detectadas en los colegios valverdeños del siglo XX, de forma especial en el Grupo Escolar: golpes, cachetes, tirones de pelo y de orejas, pellizcos, coscorrones, castigos colectivos... El instrumental varía, desde las manos del instructor a reglas, punteros, varas de palma, correas de cuero…    
 
También pudimos comprobar que los castigos no eran exclusivos de la escuela pública. Estuvieron muy presentes en las escuelas privadas de la localidad, como la de D. León Alexandre, y también con el mismo rigor en las escuelas religiosas.  
 «Fui alumno de las Salesianas con 6 y 7 años, pero abandoné el colegio cuando Sor Esperanza me pegó y mi madre decidió sacarme de aquel colegio. También en la escuela de D. León Alexandre se repartían beneficios. Para ello utilizaba tanto la regla de madera como la vara de palmera».[7]
 
Los manuales de la escuela de D. León Alexandre seguían la tónica del resto de  centros docentes de la localidad, públicos o privados. Los alumnos mayores, en los años treinta y primeros cuarenta, utilizaban el Grado Medio y Superior de la Enciclopedia Dalmau Carles, adquirida en las papelerías Perea o Fernández, o bien encargada directamente a Antero Rodríguez, comercial de tejidos y representante de libros. Era la enciclopedia preferida por los maestros de las escuelas unitarias, y lo siguió siendo en los primeros años del Grupo Escolar. También fue la utilizada por las hermanas Salesianas, como Sor Esperanza Pérez, Sor Elvira Molina, Sor Elvira Ortega o Sor María de Gracia en los años 40 y 50.
 
 
 
La enciclopedia Dalmau Carles fue también la preferida  en la escuela de D. León Alexandre: «El que se aprenda esto, -solía  decir D. León Alexandre señalando a la Enciclopedia Dalmau- no necesitará saber nada más en la vida”, mientras se paseaba por la clase con aquella enciclopedia en la mano».
 

 

Su carácter progresista hizo que tratara de evitar las lecturas patrióticas, base del adoctrinamiento franquista.  D. León Alexandre  implantó un texto muy diferente para la lectura diaria, el Quijote, aunque ello no significara una  revolución total, ya que al decir del profesor Redondo-Morcillo, fue el libro de lectura más utilizado en el franquismo[8]- Al menos, pudo soslayar en parte el férreo control  ideológico, frente al  soliloquio adoctrinador. Todos sus alumnos tenían su propio ejemplar del Ingenioso Hidalgo e iban pasando por la mesa del maestro, mejorando con él su destreza lectora.
 
[1].  BARRAGÁN LANCHARRO, Manuel. Breves pinceladas sobre la vida política y social de Monesterio (1930-1931). En Mesto, Cuadernos monográficos de Tentudía  IV. Actas del I Congreso de la Memoria  Colectiva de Tentudia, p. 520.
[2].  GONZÁLEZ CORTÉS, Ramón, “Prisioneros del miedo y control social: El campo de concentración de Castuera”. En Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea Nº 6 - Año 2006.
[3].  Caso, por ejemplo, de Fernando Hidalgo Romero y Andrés Vázquez, alumnos de la escuela de D. Antonio Infante Valdayo de la calle Real de Abajo.
[4].  Entrevistas a Fernando Gómez Becerro y  Agustín Rodríguez Rodríguez.
 
[5].  Entrevistas a Agustín Rodríguez y a Manuel Calero Marín.
[6]. SUÁREZ PAZOS, M., 2004,  p. 432.
[7]. Entrevista a Manuel Calero Marín.
 
[8]. Víd. SÁNCHEZ-REDONDO MORCILLO, Carlos (2000): “Política e ideología en los libros de lecturas escolares de la escuela primaria de los años sesenta”. En Tiana Ferrer, A., El Libro Escolar, reflejo de intenciones políticas e influencias pedagógicas. Madrid, Universidad Nacional de Educación a distancia, p. 119.
 
 

 

 
 
 
 
 


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario