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lunes, 29 de febrero de 2016

CARTAS Y CRÓNICAS DESDE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA. LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (II)


 

CARTAS Y CRÓNICAS  DESDE  EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA

 LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (II)

 

 

Juan Carlos Sánchez Corralejo

 

El Andévalo. Paisaje y Humanidad

Actas de las V Jornadas del Andévalo, pp. 222.227. 

 

El aliento desde la retaguardia: las madrinas de guerra, el plato único y el aguinaldo del soldado

 

El valverdeño José Contioso Lineros (1914-1975) era miembro de una conocida familia de herreros, estudiante por libre de último curso de magisterio, y ya había hecho las prácticas de 1º y 2º en la escuela de Manuel Viso, cuando estalló la Guerra Civil. Este joven de 22 años fue movilizado en el otoño de 1936, y su corazón “rojo y libertario” se vio obligado a combatir en el bando nacional.La historia de amor de José Contioso con Dolores Arroyo Arroyo había empezado tiempo atrás, pero se reforzó gracias a la guerra. Esta historia se entremezcló con otra muy habitual, la existente entre los soldados y las llamadas “madrinas de guerra”.

 

Las madrinas eran jóvenes, a menudo miembros de la Sección Femenina, que mantuvieron correspondencia con los militares y los quintos enrolados en la guerra civil, y más tarde con los miembros de la División Azul. Tuñón de Lara[1] afirma que sirvieron de sostén moral y material al soldado. Las madrinas se escribían con los soldados para calmar sus miedos y, con ello, colaboraban en la consecución de la victoria y demostraban su amor a la patria. Las misivas, con frecuencia, iban acompañadas de libros, dulces, tabaco, ropa y comida. Por ello, las madrinas se agolpaban ante la oficina de correos para depositar sus cartas y paquetes, junto al resto de familiares de la localidad[2]. Se ha dicho que constituyeron una retaguardia imprescindible[3].

 

 

  


 

Flechas y Pelayos.1937.Ramírez Copeiro del Villar, 1987             

Valverde a través de la fotografía, p. 341.

                    

 

   

La Sección femenina en la Plaza Ramón y Cajal. A. Manolita Navas Lazo

 

 

 


 

  

El fenómeno no era novedoso, ya lo habían hecho jovencitas francesas y belgas en la Primera Guerra Mundial[4]. Así veía el propio José Contioso el papel de la madrina, en los primeros meses de la guerra: «Una madrina no es otra que una señorita que con más o menos gusto escribe y contribuye  a la vida del soldado que, por lo general, es algo desagradable o agradable, según los lugares donde esté». Su madrina le envió un paquete que llegó en perfecto estado, no así otro anterior con una botella, que provocó sopas en las cajas.[5]

 

A menudo, el diario Odiel sirvió de altavoz a las peticiones de madrinas por parte de soldados de la provincia, aunque éstos acudieron también a otros periódicos, en función de su destino. La valverdeña Dolores Arroyo Becerro –apenas una niña, ya que había nacido en 1928–, hija de Rafael Arroyo Arroyo, propietario de la fábrica de calzado de la carretera de Calañas, se convirtió en madrina de guerra de uno de los empleados de su padre, Blas Ramírez, el conocido Blasillo del Valverde F.C. Ella nos confiesa su poco interés. Solo tenía 7 años. Solo la insistencia paterna la ponía ante las cuartillas para escribir a un desconocido.

 

Caso curioso nos resulta el de José Contioso, cuya madrina no era Dolores Arroyo Arroyo, su futura esposa, sino Ana, una joven que le escribía desde Calañas. Ello provocó esta explicación de José ante las preguntas, que encubrían evidentes celos por parte de Dolores y que pensamos, incluso, aceleró su noviazgo: «Yo por un gusto no sé cómo decir, me dio ganas, viendo que otros lo hacían, el hacerme también de una madrina; así fue no al mucho tiempo de mi empeño, tenía lo que quería conseguir. Hoy no estoy arrepentido ni tampoco chocho, porque todas las cosas tienen sus más y sus menos cuando se les da el verdadero significado, ¿entiendes?». No obstante, la cuestión de los celos parece no terminar nunca. José tuvo que reenviar una carta de la madrina a la novia, quien debió insinuarle cesar su carteo con ella. El soldado replica: “Como la muchacha es buena chica, igualmente tengo que comportarme con ella. Además está contribuyendo como puede y por respeto, por educación, me parece mal mandarte ésta. Piensa bien y comprenderás lo expuesto”. Y le añade: “Dolores, leída ésta la rompes. No quisiera enterarme que nadie en absoluto más leyera estas letras, y como igual que digas te he mandado esta carta. Sé que es falta de educación mandarte ésta, pero por cumplir tu empeño lo hago”. Sin embargo, Dolores no la rompió y aún existe la carta. Aclarado el tema se intensificará el amor, los poemas y las palabras cariñosas entre los dos jóvenes, cuyo compromiso había sido pospuesto por los estudios de magisterio de él.

 

Nuestro soldado, José Contioso Lineros, recibe cartas desde Calañas de su madrina de guerra, Ana, una muchacha fiel al espíritu nacional que confeccionaba ropa, que salía a pedir junto a sus compañeras para el aguinaldo del soldado y para el Plato Único. El Día del Plato Único fue una imposición del régimen franquista instituida mediante circular de 30 de octubre de 1936, mediante la cual en los restaurantes, mesones y hoteles, durante los días 1 y15 de cada mes, se serviría un plato único pero se cobraría un menú completo. El sobrante monetario era dedicado a sufragar comedores de beneficencia, orfelinatos y otras instituciones dependientes del Fondo de Protección Benéfico Social, y más tarde de la obra  Auxilio Social.  Las órdenes de 11 de noviembre de 1936 y 18 de marzo de 1937 perfilaron la contribución. Los incumplidores eran tachados de malos patriotas y fueron sometidos a duras multas[6]. Una Orden de 16 de julio de 1937 amplió la cuestación, convirtiéndola en semanal, ahora todos los viernes en lugar de los días 1 y 15. El resultado de su cobro se repartiría en dos partes iguales, la primera para el Fondo de Protección Benéfico Social, como hasta entonces, y la segunda mitad para ampliar el fondo destinado al pago del subsidio pro combatientes.


 

 

Su existencia fue oficializada por el diario Odiel[7] y tuvo enorme éxito en la capital onubense, gracias a la labor impulsora del párroco, Miguel Duran Díaz, y del movimiento de jóvenes falangistas. Las cantidades obtenidas fueron invertidas a medias para los pobres de la localidad y para el ejército, estas últimas remitidas al capital General de Andalucía, Gonzalo Queipo de Llano[8], y no faltaron las multas a los incumplidores del mandato[9]. Al Plato Único se unió el "lunes sin postre" o "día sin postre”, creado en Valladolid desde octubre de 1936: todos los lunes, las familias debían abstenerse del postre y entregar un donativo equivalente. Por su parte, los hosteleros habrían de contribuir, cada lunes sin postre, con un 10% de las comidas y el 5% de las pensiones de los clientes hospedados en el establecimiento, según orden del gobernador general, Luis Valdés,  fechada en Valladolid un 16 de julio de 1937. 

 








Al llegar la Navidad, se producía una nueva suscripción popular, el aguinaldo del soldado, otra de las grandes campañas propagandísticas de apoyo a la soldadesca. Una maniobra similar fue utilizada durante la dictadura de Primo de Rivera en apoyo de los soldados del Protectorado de Marruecos. Entonces y ahora, serviría para recoger fondos y enviarlos a los combatientes, bien en metálico, bien convertidos en productos en especie. Para ello, en diciembre de 1936 se constituyó la Junta  de Señoras del Aguinaldo de Huelva, bajo los auspicios del gobernador Haro Lumbreras[10], y lo mismo ocurrió en las restantes poblaciones onubenses a través de las diferentes Juntas o Comisiones de Señoras. Gracias a ello, la soldadesca recibía licores, dulces y tabaco.

 

 

 

 

 

El adoctrinamiento juvenil

 

Mientras tanto, la juventud que aún no tenía edad para ir a la guerra ocupa su papel de retaguardia. Además del adoctrinamiento escolar, en su vida cotidiana, fuera de la escuela, los niños aprendían a ser Flechas o Pelayos, y las niñas Margaritas o integrantes de la sección femenina. Ellas aprendían a entregar ropa y alimentos a las familias necesitadas; ellos a desfilar, a presentar armas con fusiles de madera, marcando los tiempos, y a ejecutar el saludo fascista[11].

 

A través de sus desfiles militares y jiras campestres, la asistencia a las charlas radiofónicas de Queipo de Llano o a proyecciones cinematográficas, estos pequeños milicianos eran ganados para la causa nacional. En la Navidad, las margaritas de los pueblos del Andévalo elaboraban tortas y alfajores con las donaciones recibidas para el aguinaldo del soldado, y además enviaban al frente calcetines, camisetas, calzoncillos y fundas de almohadas[12], mientras las jóvenes de Falange confeccionaban mantas y tabardos para los soldados, y realizaban sus propias aportaciones voluntarias para el aguinaldo del combatiente que daban lugar a envíos tanto de dinero en metálico, como de suculento chocolate, galletas, tabaco, vinos o licores.[13]










Las charlas radiofónicas de Queipo de Llano







El Chalet de la carretera de Calañas


 

 

Las madrinas de guerra nos sirven también para documentar el fervor con que en el Andévalo, en este caso en Calañas, se vive el Alzamiento Nacional, al menos en la esfera social que ellas representaban. Ana, la madrina de José Contioso, habla de las medallas conmemorativas del 18 de julio, en homenaje al General Queipo de Llano, “las que todo el buen español habrá de lucir en su pecho como conmemoración del Glorioso Alzamiento de España” y del “mucho entusiasmo con que se vive el aniversario del primer año triunfal”[14]. La celebración del 18 de julio derivó del decreto 323 de 15 de julio de 1937, firmado en Salamanca por Franco. La fiesta del alzamiento nacional comienza a celebrarse en honor de cuantos escribieron con su sangre la ejecutoria de esta nueva era, pero también contra la tiranía comunista, y los supuestos intentos republicanos de desmembrar España. Además, en 1937, uno de los hechos asociados a la festividad fue el inicio de la suscripción para reponer el acorazado España, hundido a finales de abril. Asimismo, a través de la prensa se anunciaron, en los distintos pueblos de la provincia, manifestaciones patrióticas, misas en sufragio por los caídos, descubrimiento de  lápidas en honor de Queipo de Llano, ofrendas florales en los cementerios, y desde  julio de aquel 1937 se inauguran Monumentos y Cruces de los Caídos en diferentes localidades del Andévalo onubense.

 

El miedo de los quintos que debían incorporarse a la guerra contrasta con la satisfacción de los ciudadanos afectos al bando nacional ante los triunfos militares y la conmemoración de los sucesivos Años Triunfales: las milicias de Falange y de requetés no paran de organizar actos para celebrar los éxitos militares, tras la toma de una localidad importante. Se trata de celebraciones patriótico-religiosas compuestas de misas de acción de gracias, Tedéum, y masivas concentraciones. Con el trasfondo del repiquetear de las campanas, los manifestantes recorren las principales calles de los pueblos y ciudades engalanadas con colgaduras y banderas, unas calles de las que ya han desaparecido los nombres de los líderes del republicanismo y que ahora se intitulan con los nombres de Calvo Sotelo, Primo de Rivera, Queipo de Llano y Honorio Maura. Las plazas reciben los nombres General Franco, José Antonio Primo de Rivera o España. Este cambio de nomenclátor actúa como un instrumento más de control social, con el objetivo de modificar la memoria colectiva a medio y largo plazo.

 

Es bien sabido que los sublevados concedieron una gran importancia al control de las radios. Potentes radios eran colocadas en los cuarteles generales de Falange para escuchar los discursos de Franco, los partes oficiales de guerra o las famosas charlas radiofónicas de Queipo de Llano. En Valverde, las charlas de Queipo de Llano congregaban a cientos de valverdeños junto a las pocas radios existentes: una en el chalet de la carretera de Calañas, propiedad de Cristóbal del Río, secretario del juzgado de instrucción, donde los oyentes se agolpaban desde las puertas de su patio hasta el pozo del Peñeo; otra en la casa de José Padilla Zurita, el Pellejero, número 104 de la calle Real de Arriba; otra en la sede de Falange, en el antiguo Casino Republicano. También las Margaritas de Valverde fueron obsequiadas con una radio[15] para escuchar las charlas del Virrey de Sevilla, quien se afanó en contar detalladamente los crímenes de "los rojos" en los pueblos andaluces, en explicaciones espeluznantes y no siempre veraces, y su contenido fue recogido además, por extenso, por el diario Odiel.

 




[1]TUÑON DE LARA, M.: “La Cultura durante la guerra civil”, en La guerra civil española / coord. por Manuel Tuñón de Lara, Vol. 17, 1997, pp. 6-57.
[2] ODIEL. La referencia va referida a las madrinas de La Palma del Condado.
[3] URIARTE ARBAIZA, Isabel: “Las madrinas de guerra y la sección femenina en la división azul (una retaguardia imprescindible)”. Congreso Internacional División Azul, 70 Aniversario, 2011.
[4] RAMÓN M., ORTIZ C.: Madrinas de Guerra: Cartas desde el frente. Madrid, la Esfera de los Libros. Plaza edición, 2003.
[5] Carta de la madrina de guerra. 23 de julio de 1937. Calañas (Huelva).
[6] ARASA, D.: «Historias curiosas del franquismo», Robinbook, 2008, p.74. DIAZ-PLAJA; F.: «La España política del siglo XX en fotografías y documentos», Plaza & Janés, 1975, Volumen 4, p. 20.
[7] ODIEL: Viernes 23 de julio de 1937. “Disposiciones Oficiales”.
[8] Vid. por ejemplo ODIEL 14/11/1936. Para los soldados, p. 2.
[9] ODIEL. 27 de mayo de 1938. “Multas por el plato único”.
[10] ODIEL. Se puede rastrear su evolución a partir de los artículos de los días 1, 2, 5,  9,  11, 13  de diciembre de 1936
[11] Para más información vid. SANCHEZ CORRALEJO, J.C. 2012, El grupo Escolar y Valverde del Camino” (1937-1985), pp. 165-166.
[12] ODIEL.16 de diciembre  de 1936, p. 4. “Puebla de Guzmán. Acuerdos patrióticos”.
[13] ODIEL. 21 de enero de 1938. “Labor de la Falange femenina en Riotinto”.
[14] Ibídem
[15] ODIEL. Domingo 24 de enero de 1937, p. 2. “Valverde del Camino. Un regalo a las margaritas”.

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