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domingo, 28 de noviembre de 2010

SETAS DE VALVERDE DEL CAMINO (II)

Setas:   Las mejores.

 Angel Luis Bermejo Garrido
 Sebastian Bermejo Garrido
Fuente: Catálogo de la Biodiversidad y del Medio Ambiente.. Valverde del Camino. 2005
COnsejeria de Medio Ambiente y Ayuntaniento de Valverde.
Gráficas Fernandez 

La Tana («Amanita Caesarea»).  De la familia del gurumelo, con sombrero anaranjado,  láminas y pie amarillo y  volva blanca. Comestible excelente, reconocida en muchos sitios como la mejor de las setas. Es una de las pocas setas que puede consumirse tanto en crudo, en ensaladas,  como cocinada.  Poco abundante en los alrededores de Valverde (Garduño, Sandino y Pallares), tiene uno de sus mejores hábitats mundiales en la Sierra de Aracena.   No confundir con la «Amanita Muscaria», tóxica.  

El Boleto («Boletus aereus»). Llamado  “tentullo” en la Sierra, parece el origen del nombre del “tontullo de jara” valverdeño. Riquísimo comestible, su carne es blanca, inmutable, densa, y de olor y sabor agradables. Su sombrero es de color bronce oscuro, sus “tubillos”, parte esponjosa,  son blancos y su pie grueso, marrón claro.
Seta cada vez más apreciada en Valverde, admite muy bien el secado para su conservación.   Crece en bosques de encinas y alcornoques,  en otoños y primaveras lluviosas.  

Tontullo de Jara («Leccinum corsicum»). De la familia de los boletos, crece abundantemente en primavera, asociado a jaras y jaguarzos. Posee sombrerillo castaño, tubos boletales amarillos y pie corto y grueso.  Buen comestible, sobre todo su sombrero cocinado a la plancha. De textura algo “resbalosa”, pero de sabor muy agradable para los forofos de esta seta.

Níscalo («Lactarius deliciosus» y «Lactarius sanglifuus»). También llamado rovellón y pinatel,  crece abundantemente de noviembre a enero, casi exclusivamente bajo los pinos.  Látex, color zanahoria y vino tinto, respectivamente.  Comestible aceptable, cada vez más perseguido por los aficionados y  en creciente comercialización. No confundir con  «Lactarius chrysorrheus», falso níscalo de leche blanca.

Rebozuelo («Cantharellus Cibarius»).  De color amarillo anaranjado, crece en grupos bajo quercus, desde finales de otoño a primavera. Muy buen comestible, puede hallarse en Ventas de las Tablas, Los Pinos, La Bomba, Raboconejo, etc.   Con esta seta se fabrica el licor de chantarella. Bueno para secar y exquisito refrito con jamón.   No confundir con la seta de olivo («Omphalotus olearius») , más grande y de color más oscuro e intenso.     

Tana
Boleto



sábado, 27 de noviembre de 2010

SETAS DE VALVERDE DEL CAMINO (IV): Las tóxicas y peligrosas.

Las mortales.-

Angel Luis Bermejo Garrido
Sebastian Bermejo Garrido

Fuente: Catálogo de la Biodiversidad y del Medio Ambiente.. Valverde del Camino. 2005
Consejeria de Medio Ambiente y Ayuntaniento de Valverde.
Gráficas Fernandez 


Faloides («Amanita phalloides»). Crece en otoño abundante, en terrenos ácidos, especialmente bajo quercus.  Con volva, anillo y   pie blancos, y sombrero verde-amarillento, que se difumina tras las lluvias. Venenosa mortal, la más frecuente en nuestros campos. Un solo ejemplar de mediano tamaño basta para causar la muerte. Afortunadamente no coincide con el gurumelo en su fructificación.

Verna («Amanita verna). De la misma familia del grurumelo, con volva, pie, sombrero y anillo blancos. Coincide con él en la época y el hábitat.  Se diferencia en 4 detalles: su piel no rosea al corte, es más  blanca  y viscosa, no  tiene olor y su anillo es bien visible. No obstante, se han dado casos antiguos y recientes de intoxicación en nuestro pueblo que, al igual  que la Faloides, produce, al cabo de varias horas, un fulminante ataque al hígado, mortal según la dosis.  

Las alucinógenas.-

Muscaria («Amanita Muscaria»).  También llamada “matamoscas”, sale abundantemente en otoño y  primaveras lluviosas, bajo encinas, alcornoques, pinos y jaras, en terrenos ácidos.   Con sombrero de hasta 20 cms., de color rojo, con numerosas escamas o pintas, restos de la volva blanca. Láminas y pie blanco.  Con la lluvia pasa del rojo al naranja y pierde las pintas blancas, pudiendo ser confundida con la tana. Produce trastornos psíquicos y alucinaciones no mortales, pero muy peligrosas para la salud mental. Utilizada por los  chamanes en sus ritos mágicos.

Hongo de la risa («Gimnopilus espectabilis»). Crece en los campos valverdeños en otoño y en primaveras lluviosas, en grandes grupos, sobre tocones y bases de troncos de diferentes especies (pinos, alisos y eucaliptos). Sombrero ocre amarillento brillante, carnoso, primero semiesférico y al final aplanado. De sabor profundamente amargo, se le  atribuyen propiedades alucinógenas y psicotrópicas. Es llamado “hongo de la  risa”  en los sitios donde hay cultura de su consumo, Uruguay y Japón.









 





Amanita Phalloides
Amanita muscaria

viernes, 26 de noviembre de 2010

HISTORIA DE LAS FERIAS DE VALVERDE DEL CAMINO

«LAS PRIMITIVAS FERIAS DE VALVERDE:
SAN PEDRO, SANTIAGO y SANTA ANA y
LA PRIMERA FERIA DE AGOSTO».


Juan Carlos Castilla Soriano
Juan Carlos Sánchez Corralejo

En  Raíces, nº 1, págs.. 6-8-
 Edita: Asociación Velada de Santa Ana



            El nacimiento de las ferias en la actual provincia de Huelva hunde sus raíces al menos en el siglo XIV. En 1323, Juan de la Cerda concedió a Gibraleón licencia para celebrar una feria entre el 22 de agosto y el 8 de octubre. Durante el siglo XVI, ferias como las de Niebla, Lepe, Huelva o Gibraleón seguían teniendo un papel dinamizador de los intercambios[1].

            En opinión de Domínguez Ortiz, la función comercial era monopolizada por las grandes ciudades, mientras que las pequeñas aglomeraciones campesinas, entre las que sin duda se incluía Valverde, sólo permitían un pobre comercio ambulante y ferias o mercados temporales. Para García-Baquero, esas ferias simplemente desarrollaban un comercio temporal y de escasa significación económica, tanto por el volumen de transacciones como por la clase de mercancías, consistentes, por lo general, en artículos de consumo ordinario[2].     

            La primera noticia, que poseemos hasta el presente, acerca de la celebración de una feria en Valverde, sitúa a ésta en la festividad de San Pedro (29 de junio), con anterioridad al año 1690. Poco o nada sabemos de la primitiva feria valverdeña de San Pedro. A lo sumo, que el cabildo elegía un diputado de feria[3], seguramente para organizar y velar por su buen funcionamiento. A las alturas de 1690[4], el cabildo local pone de manifiesto la decadencia de la feria de junio «de veinte años a esta parte», con lo cual la feria de San Pedro dataría -sin riesgo de imprudencia- cuanto menos de mediados del Siglo XVII, siendo muy probable una antigüedad mucho mayor.

            Con anterioridad a junio de 1690, los componentes del cabildo valverdeño habían elevado una petición al Corregidor de Niebla proponiendo la modificación de la feria de San Pedro. Las razones argüidas fueron que dicho cambio no afectaría ni a las rentas reales ni a las señoriales. A la par, con dicho cambio, se beneficiarían los lugareños ya que, de mantenerse la feria de San Pedro, los valverdeños no podrían acudir a la misma pues estaban «ocupados en sus agostos, recogiendo los panes». A la par, tal situación disuadía a los arrieros y vendedores de mercadurías forasteros, por cuanto no lograban el negocio apetecido. Esta propuesta fue resuelta afirmativamente por el Corregidor de Niebla, Francisco Sánchez Real mediante el envío de una carta dirigida a uno de los dos alcaldes valverdeños, Diego García Cerero, apodado el minero[5]. En dicha carta además se propone una fecha alternativa, la festividad de la Virgen de Agosto argumentando que por esa fecha:

 «se han desocupado los labradores y no se le sigue perjuicio a ningún lugar circunuezino porque en ese dicho mes no ay ninguna feria por aquí de que yo tenga notiçia»

            En cualquier caso, al margen de esta propuesta, el corregidor manda a los capitulares reunirse en cabildo y señalar el día que considerasen más conveniente. Recibida la licencia, los regidores valverdeños, por acuerdo de 4 de junio de 1690, deciden cambiar la celebración de la feria. Pero en lugar de establecerla en agosto, optan por celebrarla los días 25 y 26 de julio, festividades de Santiago y Santa Ana. La coincidencia de la nueva feria con la onomástica de Santiago y Santa Ana corroboraría -según el profesor F. Núñez- la coincidencia casi matemática de las celebraciones religiosas y las celebraciones económicas[6]. Por aquellas fechas, la población valverdeña oscilaba en torno a los 1.117 vecinos -cuantificados por el vecindario de Campoflorido-, que lograrían, gracias a este mercado anual, abastecerse de productos de primera necesidad.

            Pocas noticias se conservan sobre el funcionamiento de la recién creada feria en el decenio final del siglo XVII. A lo sumo, sabemos que el cabildo reservaba al arrendador de la renta del vino la venta exclusiva de este producto durante los días de su celebración: «con condisión que los dos dias de la feria no a de poder vender vino ningún cosechero si no es tan solamente el arrendador que fuere de dicha renta»[7].  El mercado de julio -en opinión de Antonio Rico- debía celebrarse en los alrededores de la ermita de Santa Ana, primitiva parroquia de nuestra ciudad, en el conocido como Barrio Nuevo, aunque no hemos podido confirmar este extremo con fuentes documentales[8].

            La Feria de Santiago y Santa Ana perdurará a lo largo de la decimoctava centuria. La respuesta 29 de las generales del Catastro de Ensenada confirma la permanencia de un «mercado en los días veinte y cinco y veinte y seis de julio de cada año» añadiendo que «no tienen privilegio para ello, ni más título que la antigüedad». Sabemos, por esta misma fuente, que todos los vendedores forasteros que traían «mercerías, lienzos y otros géneros» debían pagar los derechos de la alcabala del viento que ascendían -en la época de la redacción de esta fuente fiscal- a 750 reales, cifra que se sumaba a la cuenta general de las alcabalas y cientos de la villa.

            En las respuestas al cuestionario de Don Tomás López, a finales del siglo XVIII, se consigna la permanencia de la feria valverdeña celebrada durante los dias 25 y 26 de julio y destinada -según el  redactor del cuestinario- únicamente a la  compraventa de lienzos, sedas, paños y especies menudas[9].

            «Ai dos dias de feria que son el 25 y 26 de julio a la que concurren de varios pueblos, traiendo a la feria varios géneros y ningún ganado, todo lienzos, sedas, paños y otras varias especies menudas. No ai otro mercado ni feria en todo el años»[10].

            Un interrogatorio de 1770 es algo más preciso: «se reduse el mercado a la venta de algunas cosas de sedas, creas, bretaña, camellones, sempiternas y otros géneros de lana, platería, calderería, expartos, cordonerías, frutas y otras menudencias»[11].

            En cualquier caso, llama la atención el silencio o negación sobre la venta de ganados que, por contra, fue  uno de los componentes más importantes de la feria de agosto a partir del siglo XIX. En contra de esa afirmación, se encuentra otra de los capitulares valverdeños del año 1893 quienes afirmaban que era costumbre, desde tiempo inmemorial, que los propietarios de los cercados o ruedos de la población cedieran los pastos o rastrojos de éstos, después de levantadas las mieses, para su disfrute por las caballerías y ganados que acudían a la feria de esta localidad[12].

            Sea como fuere, la Feria valverdeña de Santiago y Santa Ana perduró hasta la creación de la primera feria de agosto[13] de nuestra localidad, que se prolongó desde 1845 a 1851, aunando su condición de mercado netamente ganadero con la velada festiva.


Ermita de Santa Ana, primitiva parroquia de Valverde del Camino


            Tal cambio se produjo a partir de un acuerdo de 21 de septiembre de 1844, por el que se acordó solicitar a la Reina Isabel II, la concesión de una feria en los dias 15, 16 y 17 de agosto de cada año[14]. Dicho traslado fue aprobado por Isabel II a través de una Real Orden de 4 de enero de 1845[15]. En el pleno del 2 de febrero del mismo año se hizo notoria la concesión de la nueva feria en los días anteriormente señalados, comunicada por el Jefe Superior Político de la Provincia de Huelva el 14 de enero. Y se acuerda poner esta resolución en conocimiento del Intendente a fin de iniciarla ese mismo año. Igualmente se acuerda formar un edicto comunicando su inauguración, al tiempo que se daba por suprimido el anterior mercado de julio[16].
           
Incidiendo más en el carácter ganadero de la nueva feria de agosto, no resulta extraño que desde julio del año 1845, ante la cercanía de la feria, se reglametaran las condiciones para participar en ella estableciendo que «todo el que venga con ganado a ella se ha de presentar en el Real». Esta disposición contó con la disconformidad del Teniente de Alcalde, aunque el documento no especifica las razones argüidas. A la par se establecieron los cotos para el ganado:

            «Que para el ganado vacuno se señala desde el arroyo del Pilar hasta la cerca del Hospital y molino de viento inmediato, para las caballerías la cerca denominada de matadero y para el demás ganado el Valle de los Álamos»[17].

            En los años siguientes se repiten las mismas normas. En 1846, de nuevo encontramos un acuerdo plenario en las vísperas de su inicio, 14 de agosto, en el que se repiten las reglamentaciones del año precedente; pero se añade, además la prohibición expresa de toda clase de juegos, bolina y lotería, reglamentándose la ubicación de los vendedores de efectos, dulces y juguetes, quienes «se  colocarán desde la plaza del Coso, calle arriva hasta la salida del dolor»[18].

            Las reglamentaciones de la feria de 1847 se introducen algunos cambios: Las caballerías pasan a ubicarse en la cerca de los Riscos del Tintor «conprehendiendo desde la esquina de Cantarero hasta en compás de el sitio de la hermita del Dolor». Y señala como abrevadero del ganado «el Pilar, el Fresno, Vahondo, las Adelfillas y la Sanguijuelilla». El resto de normas se mantienen en la misma forma[19].

            En 12 de junio de 1848 asisten al pleno los propietarios de cercados afectados por la feria para tratar del cerramiento de los pastos de los cercados. La costumbre era tenerlos cerrados hasta el ocho de septiembre de cada año. Ante la proximidad de la feria, se establece abrirlos durante los  días de la feria. El 13 de agosto de ese mismo año, se acuerdan nuevas normas, para el mercado de ganado, que paracen indicar una mejora creciente de la organización. Los ganados antes de ser introducidos en el Real debían ser reconocidos y «visto que bienen sanos». Para este fin se establece un guarda celador que sería pagado de los «fondos de la ganadería de la villa»[20].

            El domingo 12 de agosto del año siguiente se reúnen de nuevo los munícipes valverdeños con varios propietarios de cercados para señalar los sitios donde pudiera pastar el ganado que solía concurrir a ella y la fecha en que debían abrirse los pagos de cercados. Se acordó que dichos cercados continuaran cerrados hasta el dia 7 de septiembre, quedando abierta sin restricción alguna para toda clase de ganado la cerca del Risco del Tintor «que principia desde el Valle de la Fuente, callejón de las Adelfillas adelante sobre la derecha, hacia el Pilar». Esta ubicación definitiva se mantendrá en los años siguientes. Se establece, asimismo, que todo el ganado lanar será reconocido «en el caso de ofrecer alguna sospecha de enfermedad contagiosa»[21].

            El incumplimiento de estas normas hizo que, en agosto de 1850, se conminara a los propietarios valverdeños a permitir la entrada de toda clase de ganados, pero sólo en los sitios establecidos y «no en ninguno otro, bajo las penas marcadas a los dueños de éstos que no observen esta disposición»[22].

            En 1851, último año de celebración de la primera feria de agosto de Valverde, se ratifican los acuerdos y normas del año precedente, a la par que se mantiene la ubicación de los puestos de la velada en el centro de la población[23].

            Pero la feria de agosto estaba llamada al fracaso. El 28 de marzo de 1852 se acuerda, en sesión ordinaria, solicitar el traslado de la feria a los dias 29 y 30 de septiembre y 1º de octubre. El Síndico Procurador reconocía que la experiencia de 7 años había resultado frustrada, «pues que cada vez más se experimenta un completo aniquilamiento de dicho mercado cuasi como si no ecsistiera» y sus vecinos habían perdido la esperanza de poder «dar salida a sus ganados y demás productos de su industria». La razón de este fracaso era, al parecer, la competencia de la Feria de Villarrasa, celebrada en los mismos días de agosto. Por ello, propone una nueva fecha que fuera más adecuada para la venta de ganados y que evitara el inconveniente de la coincidencia de fechas con otra feria «más que el de la villa de Niebla el cual se encuentra cuasi abolido».

            El Síndico aconseja, por último, consultarlo con las personas más interesadas. En razón de lo expuesto, se acuerda citar a varios mayores contribuyentes y ganaderos en un número igual al de la corporación. Este hecho se produce en el mismo dia. Los convocados dan su conformidad a la propuesta del Síndico. A continuación deciden elevar, de nuevo, petición a la Reina, por conducto del Gobernador de Huelva[24]. En el cabildo de 18 de julio de 1852, se comunicó una Real Orden de 23 de junio, en la que se concedía facultad para trasladar la feria valverdeña a los dias 29 y 30 de septiembre y primer dia de octubre. El cabildo acordó hacer uso de esta gracia a partir de ese mismo año de 1852 y darle la divulgación en los pueblos que se estimasen convenientes.

            Los acontecimientos a partir de este momento son muy oscuros. Las noticias sobre la celebración de la feria desaparecen por completo durante tres décadas, silencio éste que parece evidenciar su ruina y posiblemente su desaparición total. Esta escasez de noticias se rompe en 1881. El 1 de agosto, los comerciantes, ganaderos, industriales y propietarios de Valverde remiten una instancia a la alcaldía para la instauración de una nueva feria en los días 3, 4, y 5 de septiembre. Su argumento se basa en que un pueblo con numeroso vencindario y dedicado en su mayor parte a las industrias manufactureras y fáciles medios de  comunicación necesitaba una feria para el «fomento de sus respectivas industrias e intereses» a la par que economizar los gastos del transporte a otros pueblos[25]. La elección de la nueva fecha (3, 4 y 5 de septiembre) se considera oportuna, ya que no se celebraba otro mercado de la misma clase en los pueblos inmediatos y a la par completaría el ciclo de ferias de las villas de Aracena, Cortegana, La Palma, Zalamea la Real e incluso de la provincia de Badajoz. Por ello se solicita pedir al Rey Alfonso XII la aprobación de esta nueva feria. Desconocemos si fue concedida, aunque nos inclinamos a pensar que no, debido al carácter  inaugural de la definitiva feria de agosto iniciada en 1888.
           
«venía haciendose sentir la necesidad de establecer en la referida villa una feria donde, con ventaja y comodidad encontrara el consumidor los productos de la industria en todos sus ordenes, y el productor, salida a sus efectos y manufacturas en iguales condiciones. Apenas podía explicarse cómo una población de esta importancia, cabeza de distrito y partido judicial, por otra parte tan bien situada, careciera hasta ahora de aquello que conservan y aún ostentan con bien entendido orgullo las poblaciones más insignificantes»[26].



La Charca data de 1888

            De esta manera vió la luz la definitiva feria de agosto, iniciada en 1888, siendo alcalde de la villa José Mantero Cuesto, fería que ha sido perfectamente documentada por otros tantos valverdeños[27]. La feria de agosto aunó con gran éxito, desde sus inicios, el mercado de ganado con la velada celebrada en el valle de la Fuente. El mercado de ganado contó gran número de transacciones de ganado mular, vacuno y de cerda, viéndose favorecido con la construcción del pilar del Rollo, modernizado con la colocación de una bomba en el pozo El Paraíso y la reserva de rastrojos y pastos para los ganados que se traían a la feria. La velada del valle de la Fuente era animada, desde sus inicios, con iluminaciones de farolillos de papel a la veneciana, fuegos artificiales y los acordes de la banda de música local. Dicha feria, que aún disfrutamos todos los valverdeños, cumplió los augurios del corresponsal del periódico La Provincia quedando establecida de forma permanente y convirtiéndose en una de las principales de la comarca.


[1] GONZÁLEZ CRUZ, D., El tiempo y las fuentes de su memoria. La Tierra y los Hombres en la Huelva del Antiguo Régimen. Tomo II, p. 175.
[2]  GARCÍA-BAQUERO, A., «Economía urbana frente a economía rural», en Historia de Andalucía. Tomo IV. pp. 280-281.
[3] ( A)rchivo (M)unicipal de (V)alverde del Camino, Acta capitular de 23 de junio de 1680. Leg. 2.
[4]  A.M.V., Actas Capitulares. 4 de junio de 1690. Leg. 3.
[5]  La licencia aprobando el cambio de fechas aparece signada por el licenciado Francisco Sánchez Real, corregidor y Justicia Mayor de Niebla y su Tierra. Hemos comprobado este extremo a través de las Actas Capitulares del Archivo Municipal de Niebla del año 1690. Víd. además: A.M.V., Aprobación de licencia. 1690, mayo, 29. Niebla. Fue leída en el acuerdo de 4 de junio de 1690.  
[6]  NÚÑEZ ROLDÁN, F., En los confines del Reino. Huelva y sus Tierra en el siglo XVIII, 1987, p. 414.
[7]  A.M.V., 1692, diciembre, 14. Acuerdo de arrendamiento de las rentas públicas. Leg. 3.
[8]  RICO, A., «La primera feria», en Facanías, Extraordinario de feria de 1982.
[9]   NÚÑEZ ROLDÁN, F., op. cít., p. 414.
[10]  HIDALGO CABALLERO, M., «Valverde en el siglo XVIII», en Facanías. Extraordinario de feria de 1988.
[11]  A.M.V., Respuestas al interrogatorio del Intendente de Sevilla. 1770, julio, 12. Art. 3º, Resp. 1ª. Leg. 10, f. 86 v.
[12]  A.M.V., Ayuntamiento Pleno. 1893, julio, 2. Leg. 41
 [13]  La primitiva feria de Santiago y Santa Ana dará paso a la tradicional «Velá de Santana» recuperada con enorme brillantez en los últimos años.
[14]  A.M.V., Acuerdo de 21 de septiembre de 1844. Leg. 34.
[15]  Este dato es referido por: A.M.V. Acuerdo de 2 de febrero de 1845. Leg. 35. Acuerdo de 28 de marzo de 1852. Leg. 35, f. 29 v. y ss.
[16]  A.M.V., Ayuntamiento Pleno, Leg. 35 f.
 [17]  A.M.V, Actas Capitulares. 1845, julio, 26. Leg. 35.
 [18] A.M.V., Actas Capitulares. Leg. 35.
 [19] A.M.V., Acuerdo de 8 de agosto de 1847. Leg. 35
 [20]  A.M.V., Acuerdo de 13 de agosto de 1848. Leg. 35
 [21] A.M.V., Acuerdo de 12 de agosto de 1849. Leg. 35, f. 40.
 [22] A.M.V, Acuerdo de 11 de agosto de 1850. Leg. 35.s
 [23]  A.M.V., Acuerdo de 13 de agosto de 1851. Leg. 35, f.52.
 [24]  A.M.V. Acuerdo de 28 de marzo de 1852. Leg. 35. f.29 v. y ss.
 [25]  A.M.V., Cultura, Turismo, Festejos y Deportes. Leg. 362.
 [26]  La referencia pertenece al corresponsal de «La Provincia». Miércoles 22 de agosto de 1888. Recogido por SÁNCHEZ BORRERO, J., «La primera feria», en Facanías. Extra feria de 1993., p. 41.
  [27]  Para más información víd: SáNCHEZ BORRERO, J., «La primera feria», en Facanías. Extra feria de 1993., p. 41; RICO, A., «La primera feria», en Facanías. Extra de feria de 1982. RICO, A., «Una feria de hace cien años», en Facanías. Feria de 1983.




EL TALLER ESCUELA "JOSE ANTONIO" DE VALVERDE DEl CAMINO: ESCUELA DE APARADORAS

Juan Carlos Sanchez Corralejo
"Las aparadoras del Taller Escuela".  En De la Escuela profesional al IES Don Bosco" (1956-2006). IES Don Bosco y Diputacion de Huelva. 2006.  ISBN: 84-690-2378-0, págs.  67-74.

 

1 de febrero de 1975.  EStas chicas eran estudiantes y

excelentes deportistas

 

Mucho debe la sociedad valverdeña al IES Don Bosco en el difícil camino de la integración social femenina. El taller de aparadoras siguió funcionando, y sobrevivió, aunque sin autorización oficial, al desmantelamiento de la escuela de zapatería, y prosiguió su vida hasta bien entrada la Ley General de Educación de 1970, convirtiéndose en un excelente cauce de integración social de la mujer valverdeña. Desde el primer momento se mimó a las aprendices de los diferentes cursos de cortes-aparados. Al igual que los chicos, ingresaban mediante un examen de acceso y dividían sus enseñanzas en dos cursos de pre-aprendizaje y tres de aprendizaje, aunque fue habitual en los primeros años que la mayoría de alumnas ingresara directamente en el grado de aprendizaje. La escuela profesional les brindaba –así lo atestiguaba la revista Adelante- además de los conocimientos propios del oficio, clases de cultura general. Cursaban tres horas de taller completadas con clases de Geografía e Historia, Gramática, Matemáticas, Religión y no podían faltar en aquellos años  “Labores” y “Prácticas de Hogar”. Entre las profesoras generalistas aparecían Ángeles Nieto Salgado, la Srta “Noni”, Antonia Pérez Aparicio, Carmen Sevilla y Ángeles Barrero. A mediados de los 60, Gracia Clemente Duque, natural de Trigueros era la profesora de educación física y la de humanidades Juani Robles. Además, las chicas disponían de su propia celadora,  María Dolores Suárez.  



1ª promocion de aparadoras. Año 1957
Manuel Romero Pérez impartía la tecnología del calzado, Manuel Lorca Sánchez las clases de dibujo,  Enrique Seguí les enseñaba a cortar zapatos, mientras que Dolores Vélez Domínguez fue la primera encargada de las clases del taller de aparado. Con amplios conocimientos -ya que era propietaria de una fábrica de calzado en el Cabecillo de la Cruz, junto a su hermana Gregoria, dedicada a la producción de zapatos de hombre y mujer y las conocidas manoletinas-, fue una profesora de mucho carácter y muy hábil con las manos: sabía hacer zapatos, objetos de marroquinería (bolsos, cinturones), alfombras, muñecos de fieltro, esteras de pita, cosidas con hilo de cáñamo. Además, enseñó a las chicas a coser, a hacer croché e incluso las introdujo en el planchado de la ropa de los internos, aunque esta tarea era odiada por la mayoría de ellas. Nada se le resistía. Tras su marcha, fue sucedida por Aurora Domínguez Berrocal, quien se ocupó de las clases de corte y confección y, voluntariamente, de  las  de guitarra y habaneras, tanto en su etapa en la escuela profesional, como más tarde siendo educadora de la residencia.

2ª promocion de aparadoras. Foro cedida por  Rosario Prera.

Además, las chicas debían superar el curso de la canastilla. Debían prepararse para ser madres y por ello debían comprar telas y confeccionar la canastilla, dirigidas por la señorita Noni y más tarde por Ángeles Barrero: dos camisitas interiores, unos patines, un chalequito y el batón con sus encajes y sobrefalda.  Luego la canastilla se regalaba a la sección femenina. Como lo mismo vale un roto que un descosido, las chicas se ocuparon incluso de las labores propias del personal de limpieza y colada-, cuando aquel fue víctima de una dura gripe y labor suya era asimismo el planchado de la ropa particular y de cama de los internos.

El material imprescindible se componía del uniforme azul de Falange –una simple bata con cinturón y dos bolsillos, decorada con el escudo del partido único- y los arreglos del aseo: toalla, pastilla de jabón, peine...  En la festividad de San Juan Bosco se ponían el uniforme de gala, compuesto de falda azul tableada,  blusa blanca y unos puchos azules que evitaban que se vieran las piernas de las chicas al hacer las tablas de gimnasia. El material escolar se reducía a la «Nueva Enciclopedia Escolar, Iniciación Profesional», editada por Hijos de Santiago Rodríguez. La obra encerraba en un único manual los contenidos básicos de Religión, Lengua Española, Ortografía y Literatura, Aritmética, nociones de Contabilidad,  Geografía, Historia de España, desde la Edad Antigua a la Contemporánea,  Física, Química, Geología, Botánica, Zoología,  Derecho, y Fisiología e Higiene. Todas reconocen haber recibido una formación, tanto técnica como humanística de calidad. Muchas recuerdan las clases de anatomía y el moderno esqueleto que se iluminaba para mostrar las venas y arterias. También muchas de las alumnas conservan el recetario que hicieron, gracias a las explicaciones del profesor de dietética y nutrición. 

La función de las aparadoras en la industria del calzado era y sigue siendo coser mediante máquinas planas o cilíndricas  las piezas suministradas por la sección de cortes. Inicialmente se las enseñaba a aparar utilizando papel y sólo en los últimos cursos tenían acceso a la materia prima real, el cuero. El curso 1957-58 poseía 34 aprendizas, distribuidas en dos cursos escolares.

Finalmente, se les enseñaba a confeccionar labores de artesanía con pita, rafia o la elaboración de alfombras, cinturones y bolsos. La escuela-taller les facilitaba  la ropa de trabajo y el atuendo de deportes, así como el almuerzo y la merienda, todo ello de forma absolutamente gratuita[1]. El almuerzo se componía de dos platos y postre, y la merienda de un trozo de pan y otro de chocolate, repartido, a los pies de las escaleras, por el conserje.


Desde su fundación en 1956, la escuela formó a un ingente número de niñas. En la primera promoción destacaron  Isabel Membrillo Vélez, Dolores Corralejo Borrero, María Sacramento Vélez Lazo, María Parra Moriche, Araceli Guisado Vera, Fernanda Herrera Villegas, Inés María Lazo López, Reposo Sánchez Borrero, Isabel Mantero Corralejo, Mari Carmen Garrido Buenafé, Josefa de Jesús Fiscal Salas, Ana Arrayás Ponce, Juana Rodríguez Moro y María Reposo Gorgoño  Delgado… En la segunda promoción destacaron Rosario Ramírez Prera, Arsenia Chaparro Domínguez, Isabel Vélez Mongango, Iluminada Castilla Mongango, Mª Josefa Requena, las hermanas María y Francisca Romero, Josefa Fiscal, Juani Garrido, Juani Rodríguez, Purificación Romero, Dolores Blanco Blanco, Dolores Moya Moya, María Fernanda Garfía, Dolores Fiscal, Reposo Pernil, Reposo Quintero, Josefa Cejudo, Isabel Tocino Fiscal, Loli Corralero, Francisca Vizcaíno.  En  el curso 1964-65 fueron alumnas Mª Dolores Pedrada, Petri González, Mª Dolores Quiñones, Mª de los Ángeles Tocino, Josefa Constantino, Natividad López, Ana Bermejo, Gloria Lazo, Manuela Galán, Teresa Mantero, Ilde Alamillo, Mª Reposo Tirado, Ramona Mantero, Aurora Bermejo, Ana María, Mª Cristina Carrero o Manuela  Boniquito entre otras.  

Tabla de gimnasia

En el curso 1975-76 solo había 3 alumnas: Pepi, Elisa y Conchi. Las clases seguían a cargo de Pérez Vázquez, Ramón Mora,  Ángeles Barrero, mientras que Aurora Domínguez se encargaba de las clases de aparado y de corte y confección. Fue el penúltimo año de las chicas de cortes aparados, ante la falta alarmante de matriculaciones. Muchas de aquellas jovencitas se dedicaron  a aparar en sus propias casas la “tarea” que les encomendaban las principales empresas locales.   

Las chicas, igual que sus compañeros varones, recibían una educación disciplinada. La celadora se ocupaba de controlar las salidas, tanto en el recreo como en los cambios de clase, poniendo especial cuidado en no permitir la cercanía entre chicos y chicas. Si los chicos estaban en el patio superior, las jovencitas quedaban recluidas en el patio de abajo o en las pistas deportivas. Rosario Ramírez Prera nos confirma que ante cualquier chiquillada «nos ponían en el tablón de anuncios, lo que nos daba mucho coraje». De ahí, se hacía necesaria la visita diaria al tablón de anuncios para comprobar si se había recibido algún castigo, el motivo y la sanción impuesta. Mª Dolores Pedrada nos recuerda que, a mediados de la década de 1960, la cuestión continuaba igual. «Si  hacíamos alguna chiquillada nos castigaban de pie en el pasillo, junto a los despachos del director y el secretario. Si no aparecían las culpables de la pillería, el castigo se hacía extensivo a toda la clase». El escarmiento era mayor, ya que además recibían las burlas de sus compañeros varones.  La promoción de 1964 recuerda una sanción que les dolió de manera especial: programaron una excursión a Monte Gordo y por una travesura que hicieron en el taller les prohibieron las salidas durante todo el curso. Pepi Flores recuerda cómo, incluso en los últimos años, había que cumplir dichos castigos los domingos, sin poder salir del salón de actos. 




Sólo por San Juan Bosco –la venia parecía proceder del santo- se levantaba la prohibición de hablar con los chicos. La festividad permitía un cierto relax dentro del asfixiante control al que eran sometidos los alumnos. Pero la cerrazón y dura disciplina era rechazada a veces por las más osadas. Arsenia Chaparro nos recuerda, desde Sitges, su paso por el centro y la escapada, capitaneada por Dolores Blanco y Dolores Moya con ocasión de los carnavales, el aviso de Francisca Ramírez para evitar males mayores, el envío de cartas a las niñas afectadas y el enfado de muchos padres ante aquel incidente. 

Esa misma exigencia se hacía extensible a la obligación del estudio. Cada año –así lo recuerda Mª Dolores Pedrada- «había que sacar nota suficiente para el siguiente curso, si no, no teníamos beca y sin beca nos expulsaban». Era necesario que las alumnas hincaran los codos si querían continuar en el centro, al menos un año más. Arsenia Ramírez nos cuenta también cómo la escuela abría una cuenta corriente en la Caja Provincial de Ahorros, sita en la calle Calvo Sotelo –actual Real de Arriba-, número 40, a las primeras alumnas, con la prohibición de sacar sus caudales antes de cumplir los 18 años. Pero muchas de aquellas jovencitas no acabaron la oficialía ante las urgencias económicas de sus familias y comenzaban a trabajar en alguna de las fábricas valverdeñas, apenas cumplidos los 16 años. 

La integración social femenina vino no sólo de la mano de la formación profesional, sino también del deporte. Para las chicas el régimen franquista había previsto la gimnasia rítmica y el voleibol, mientras que reservaba para los chicos el fútbol y el atletismo. El uniforme deportivo se componía de una falda azul tableada y de blusa blanca y, junto a la falda, el «pucho», una especie de pantalón con elástico por encima de la rodilla para evitar exponer los muslos de las chicas a la vista inquieta de sus compañeros. Junto a las “pistas de abajo” pasaban las aguas sucias de Valverde, aún sin canalizar y más de una vez caía en ella la pelota de voleibol. Pese a todos los inconvenientes, estas chicas alcanzaron altas cotas en las competiciones andaluzas. Un buen ejemplo fue el equipo femenino de voleibol (por entonces conocido como balón volea) del Centro Sindical que llegó a ascender a Segunda División. Se había formado bajo los auspicios de Ángeles Barrero, a la sazón profesora de educación física, aunque fue realmente su marido, Antonio Fernández Rabadán, quién se convirtió poco después en su entrenador y verdadero adalid. El curso 1973-1974, las chicas del voleibol jugaron federadas y quedaron campeonas de la Tercera División, enfrentándose a equipos de reconocida talla como Gil Márquez, Veracruz y Telefónica, todos ellos de la capital onubense. Fue, por entonces, el único equipo onubense capaz de ascender a  Segunda División Andaluza.

Integrantes del equipo femenino de voleibol.

Las componentes del «Medina Valverde» fueron Rosario Bermejo Bermejo, Luci Romero de la Rubia, María Isabel Pérez Rodríguez, Petra Cejudo Corralero, María Dolores Quiñones Boniquito, María Romero Vázquez, Rosario Cruz Trabajo y Josefa Bermejo Bermejo. La escuela les ofreció el equipamiento: falda blanca y blusa celeste, y el ayuntamiento les regaló un balón. La subvención de 750 pesetas con cargo a la Delegación Provincial de Balón Volea les permitió el abono de su desplazamiento a las provincias de Sevilla,  Cádiz, Córdoba y Málaga. En la liga del año 1975-1976 se torció  la trayectoria del equipo: a principios de noviembre de 1975, -Franco se encontraba ya en el lecho de muerte desde finales de octubre-, la Sección Femenina decidió no seguir apoyando al equipo ante la falta de presupuesto. Las valverdeñas tuvieron que retirarse de la competición. Este fue el  fin prematuro de este conjunto aficionado que elevó a enormes cotas el  nombre de nuestro pueblo y de nuestro centro educativo. 

Hoy en día, la integración femenina parece estar superada, aunque siempre quedan flecos. Por ello, desde el centro, tratamos de  profundizar en el camino de una verdadera coeducación.

Equipo de balon volea, junto a su entrenador,
Antonio Fernández Rabadán. Año 1973.  


[1] Adelante, nº 1.