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viernes, 28 de octubre de 2016

LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (X)


CARTAS Y CRÓNICAS  DESDE  EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA

 LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (X)


Juan Carlos Sánchez Corralejo


El Andévalo. Paisaje y Humanidad

Actas de las V Jornadas del Andévalo, pp. 251-254

Ampliado para Facanías. Octubre de 2016 


El fin de una guerra fratricida


El 26 de marzo de 1939, Franco comunicó a Casado que sólo aceptaría la rendición incondicional y renegó de su petición de una paz generosa y sin represalias. Franco sólo estaba dispuesto a conceder la posibilidad de que los casadistas huyeran al extranjero. Desde el 27 de marzo, Franco lanzó la Ofensiva de la Victoria, sin hallar resistencia. 


 Desde marzo de aquel año, Juan Mora Márquez, que había luchado desde enero de 1937 en el frente sur de Madrid, se encuentra en la cabeza del frente de Madrid. El 27 de marzo entra con su unidad en la capital de España. Allí se ocupa de los servicios de seguridad y guarnición  hasta el 5 de agosto, en que fue desmovilizado su reemplazo. 




Juan Mora Márquez        




  

Joaquín Pérez Salas,


El día 29 de marzo de 1939 terminó la guerra civil en Liria (Valencia) y allí se encontraban algunos de los quintos valverdeños de 1937, dentro de la 152 División, compuesta de legionarios, una bandera de Falange, el VII Tabor de Regulares de Larache, varios batallones de Infantería y los tercios de requetés “El Alcázar” y “Cristo Rey”.


En marzo de 1939, Pérez Salas se convierte en comandante de la base naval de Cartagena. El 29 de aquel mes salió de su puerto el petrolero Campillo, lleno de refugiados, y al día siguiente el ejército franquista ocupó la ciudad. Pérez Salas fue detenido, encarcelado, trasladado a Murcia, juzgado por "rebelión militar" y fusilado el 4 de agosto.[1]


En paralelo a estos últimos acontecimientos, nuestro miliciano republicano, Manuel Fernández Feria, trataba de pasar a Alicante, pero acabó en el campo de concentración de Tarancón, aunque –según el mismo nos cuenta- logró escapar oculto en un camión cargado de pimientos.[2]


También Miguel Macías Corralejo estuvo en Cartagena con el batallón de Pérez Salas, pero logró volver a Valverde en abril de 1939. Uno de sus compañeros, Ginés Cervantes Garrido, le responde desde su pueblo natal, Vera (Almería), fingiendo ser soldado nacional y mostrando su satisfacción por la llegada de Queipo de Llano por aquellos lares. El envío de suelas era el pretexto para sortear la censura militar[3]. Ambos amigos de milicias corroboraron, de esta manera, la llegada a sus respectivos hogares. Cervantes le refiere que varios compañeros se encontraban en el campo de concentración de Castuera y le habla de otros vueltos a Almería[4]. Más tarde, Ginés Cervantes le escribe desde la ciudad de Orán, convertida en el principal destino norteafricano del exilio levantino, lo que nos pone sobre la pista del exilio republicano,   y para solventar la censura argumentaba querer reanudar sus relaciones comerciales utilizando un nombre falso.[5]






  Miguel Macías Corralejo  






    


El Stambrok en el puerto de Orán. Abril de 1939. partió de Alicante, el 28 de abril, hundida su línea de flotación, con más de 2600 pasajeros




También en Orán acaban la guerra algunos valverdeños como José Fernández Feria. José se licenció de la legión tras la Guerra Civil y la "aventura" mercenaria de la División Azul, y se quedó en Melilla a vivir, donde se casó y tuvo a su hijo mayor. De allí pasó a Orán, primer contacto con el colonialismo francés, desde donde aprovecharía para, poco después, pasar a Francia, donde hizo prácticamente toda su vida adulta. Regresó a Valverde cuando tanto él, ebanista, como su mujer, cocinera, se jubilaron, dejando allí a todos sus hijos/as, que naturalmente se sienten más franceses que españoles.[6]


El final de la guerra: En el Levante español


Algunos valverdeños estuvieron en el Levante español, como el cabo de infantería José Rivera Rivera, quinto del 32, destinado en el batallón “C” Cazadores del Serrallo 8, de Ceuta. Fue herido en Castellón el 11 de febrero de 1937 y curado al parecer solo con manteca en el hospital, sin recurso siquiera a una operación de campaña. Salvó su vida gracias a un casco alemán que encontró en un autobús de su anterior destino, Madrid: notó un impacto de metralla, pero la resistencia del casco teutón hizo de parapeto, la bala le entró por debajo del hombro y le salió por la parte alta de la espalda. Perdió la fuerza de la mano izquierda, merma que le acompañaría el resto de sus días, pero pronto debió volver al frente. Terminó la guerra en Albacete, de donde fue licenciado a mediados de junio de 1939, junto a otros quintos suyos como Juan Domínguez, el Gato[7].


También estuvieron en Albacete algunos miembros de la quinta del Biberón como Rafael Mosqueda Martin.




José Rivera Rivera


Tras la huida de Casado, el coronel Manuel Cascón Briega permaneció en su puesto para hacer entrega de los aviones republicanos a los franquistas en Albacete, cumpliendo así una de las 10 normas para la rendición  impuesta por los representantes de Franco a los enviados de Casado en las "negociaciones" del aeródromo de Gamonal, cercano a Burgos. Cascón tuvo la posibilidad de huir, pero rehusó  hacerlo para  no abandonar a sus  hombres. También confió en las promesas de Franco de que no habría represalias para aquellos militares profesionales que, como él, no hubieran pertenecido a ningún partido político y se habían limitado a cumplir órdenes. Por ello ordenó que nadie se moviese de su puesto, ni destruyese material de ninguna clase.[8]


El 29 de marzo de 1939 terminó la guerra para Albacete. Los primeros en llegar a la base de Albacete fueron italianos que, según las crónicas,  se comportaron con corrección, pero después apareció el comandante franquista de Aviación, Gerardo Fernández Pérez, quien, después de humillar al coronel Cascón, reunió a todos los jefes y oficiales del Estado Mayor de la aviación republicana y les dijo: ¿Qué se han creído Vds.? ¿Que han perdido unas elecciones? ¡Nada de eso! ¡Han perdido una guerra con todas sus consecuencias! Y no piensen en la cárcel, pues luego vienen los indultos. ¡Piensen que serán condenados a muerte y fusilados![9]





Daniel Pedrada en Castellón


La desmovilización del ejército nacional y la vuelta a Valverde

Madrid cayó definitivamente el 28 de marzo de 1939. El 30 de marzo, Casado huyó de España desde Gandía, junto a la mayoría de los miembros de la Junta de Defensa Nacional, a bordo de un buque inglés. A las 10 de la noche del sábado 1 de abril de 1939, el famoso locutor Fernando Fernández de Córdoba leyó el último parte de guerra: En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos. La guerra ha terminado. Realmente terminó quince días después, cuando la Guardia Civil destituyó, en la Alpujarra almeriense, a los últimos alcaldes del Frente Popular que quedaban en activo.


Tras conocerse la noticia de la rendición de Madrid, se rindieron también las últimas plazas republicanas: Jaén, Ciudad Real, Albacete, Valencia, Murcia y, por último, Alicante. Se ha dicho que la Guerra terminó en el puerto de Alicante. Fue la salida final para un sinfín de defensores de la República en retirada. Como la flota republicana estaba en desbandada desde los sucesos de Cartagena de principios de marzo, la única esperanza eran los barcos de las navieras francesas y británicas. Hubo buques que intentaron atracar, así lo cita el historiador Tuñón de Lara, que estaba en el puerto aquellos días. El Winnipeg y un par de mercantes franceses intentaron aproximarse al muelle, pero fueron interceptados.


Hubo valverdeños en los desfiles de la victoria de Barcelona, el 21 de febrero, por la Diagonal, rebautizada como Avenida del Caudillo. José Contioso y su batallón estuvieron en Barcelona desde el 20 al 27 y comentaba en una de sus cartas  en el desfile vi a Odielillo que si no me engaño es el hermano de la Perfecta”.[10]


 También hubo presencia valverdeña en el desfile de Valencia, con varios miembros de la quinta del 37, y en el desfile final de la victoria de Madrid, el 19 de mayo, a lo largo del Paseo de la Castellana, donde están presentes José Dolores Macías, el capitán Nieto, el soldado Florencio Gallego González, Juan Mora Márquez  y seguramente otros más.






Desfile de la Victoria  en Barcelona por la Avenida del Generalísimo, presidida por el general Franco. Autor desconocido. 21 de febrero de 1939.




Desfile de la Victoria. Valencia. Foto EFE.



Desfile final de la victoria de Madrid, el 19 de mayo de 1939.



Desfile final de la victoria de Madrid, el 19 de mayo de 1939.



La guerra dejó muertos, heridos y jóvenes que, después de salvar la vida y de vivir una experiencia traumática, volvían al terruño con ganas de rehacer sus vidas. 


Entre las bajas, las de Manuel Arrayás Rabadán[11] -sobrino del cura D. Luis Arrayás Berrocal-, cuya  muerte en combate en Los Blázquez le valió una calle en la población, la anterior calle Retiro y actual Casas Solas. Otros muertos fueron Pedro Vizcaíno Palanco, en Castuera y “Quico”, este último  zapatero y portero de Valverde F.C. quien formó parte de un  trío defensivo histórico junto a Quema y Herrera en aquellas defensas formadas por un portero, dos zagueros,  tres medio  y cinco delanteros. 


Otras bajas fueron las de José Dolores Sánchez “Quilino”, en el frente de Teruel; Manuel Limón Duque, por la explosión de un polvorín en Valladolid; Manuel Bando, cuando se bañaba en el río Ebro; Simón “Cocayo”, en el frente de Peñarroya. La muerte de estos últimos vistió de luto a la aldea de la Fuente de la Corcha.


También perdieron la vida Ginés Fernández; Juan Carrero Mora en Guadalajara y Benito López Calleja, éste en Córdoba. Como su cuerpo no apareció, su familia lo buscó, pero infructuosamente.





Carnet de identidad del cuerpo de mutilados de guerra del valverdeño José Rivera Rivera



José Dolores Macías y Antonio Lazo Borrero. Julio de 1939.





  1. A: Lazo,  G. Santos y su compañero Esteban.
    Otros muchos llegaron con secuelas: Manuel Ramírez Matías cayó herido en el frente de Córdoba; Juan Corralejo Santos fue herido de metralla en Carabanchel; Juan Alcaría Corralejo fue malherido en una pierna en la batalla de Teruel[12].
    David Pedrada cayó herido en la batalla del Ebro. Había pasado directamente del Puerto de Santa María al Frente del Ebro el 11 de noviembre de 1938 y tras el infortunio pasó al hospital de Alcañiz y desde allí inició un periplo por varios hospitales en los siguientes cuatro meses: El sagrado Corazón de Zaragoza, el Hospital del Generalísimo en Salamanca, y los hospitales de la Vega, de Macotera, Peñaranda y Vitigudino. Fue licenciado el 10 de junio de 1939 tras un breve periodo destinado en el Regimiento de San Marcial. Obtuvo la medalla de mutilado de guerra y el rango de sargento.
    Gonzalo Vélez Cuesto y José Rivera llegaron a Valverde con la movilidad perdida en manos y brazos.
    Otros varios sufrieron los estragos de la tuberculosis. Entonces se hablaba de resfriados mal curados, aquellos que provocaban los fríos nocturnos y sobre todos las aguas de las trincheras anegadas. Miles de jóvenes cayeron víctimas de esta enfermedad; unos pocos  fueron derivados al  Preventorio de Aguas Busot en Alicante. 
    Entre nuestros paisanos, Manuel Sánchez Caballero y Francisco Calero Sánchez volvieron enfermos de tuberculosis y murieron poco después. Algo parecido ocurrió con Ramón Arroyo Arroyo. Destinado en Villaviciosa, vino enfermo de tisis pulmonar. Pese a ello se casó con su novia de siempre, Flores López. Murió el 29 de junio de 1949, un mes antes del nacimiento de su hija Ramona.   
    La tuberculosis también hizo estragos en las cárceles franquistas. En ellas, junto a las  palizas, la insalubridad, el hambre extremo y las plagas de chinches, se difunden  el tifus y la tuberculosis. Varios estudios sitúa n en torno a un  30%  el porcentaje de  fallecidos por tuberculosis pulmonar. De ella murió Jesús Feria Calero, preso en la prisión  del Puerto de Santa María, al poco de ser excarcelado. Contaba su hija –Josefa Feria Gutiérrez -que en Valverde no le daban trabajo –una mezcla de miedo y de humillación social- y que debía trasladarse a Calañas, y que eso lo empeoró. Su mujer murió de pena poco después que él[13]. Un caso similar fue el de Eugenio Rivera Ramírez, sometido durante  más de seis años a acciones represivas que comenzaron con los trabajos forzados levantando los paredones de lo que sería el nuevo cuartel de la guardia civil, y continuaron con su estancia en las cárceles de Huelva, Sevilla y Santoña (Cantabria). La enfermedad costó además la vida a su propia esposa, Concepción Bonaño Fernández, fallecida apenas cuatro meses después, en junio de 1944.      
    Jesús Feria Calero
    Ramón Arroyo Arroyo



Eugenio Rivera Ramírez


El maestro Manuel Viso Toscano permanecía herido en el hospital de Tolosa a fines de 1938[14]. Pedro Moya Vizcaíno, miembro de la tercera falange de la bandera de los Pinzones,  fue herido  en un pie de un disparo, en el frente de La Granjuela.[15] 


Cristóbal Fernández Jiménez (1908-1992), casado apenas tres meses antes del estallido de la guerra Civil,  estuvo inicialmente en la misma unidad de Ramón Arroyo en Villaviciosa (Asturias). En el final de la guerra, formaba parte del Regimiento de Infantería Pavía nº 7, en concreto a la cuarta compañía del batallón 310.  Fue herido en Gandesa (Tarragona)[16], cabeza de la comarca de la Terra Alta,  y  llegó  con un ojo perdido a Valverde, aunque al menos logró salvar la vida. La Batalla de Gandesa, al suroeste de Flix,  en el tramo final del Ebro, cuando el río se debate entre los meandros que traza y las huertas que dejan su paso,  tuvo lugar a principios de abril de 1938, cuando la XV Brigada Internacional se atrincheró en esta localidad para intentar detener las tropas franquistas, que desde el comienzo de la Ofensiva de Aragón avanzaban imparables. A pesar del tesón de los brigadistas, el 3 de abril cayó Gandesa y con ella unos 140 brigadistas británicos fueron hechos prisioneros, pero al menos la resistencia en la zona aledaña de de  Terra Alta permitió la evacuación de mucho material bélico y reagruparse a numerosas unidades republicanas al otro lado del río Ebro.

Pero Cristóbal fue herido posteriormente, el 2 de agosto de 1838.  Entonces, nuevas acciones bélicas obligaron a sus habitantes a  evacuar sus casas a comienzos de agosto de 1938 y hiubo duros encuentros en la Sierra  de Pàndols, junto al santuario homónimo,  las tropas franquistas avanzaron  hacia los altos de la sierra donde  resistían las jóvenes fuerzas republicanas, compuestas por  los ‘quintos del biberón’. En aquel hermoso enclave  murieron  gran número de hombres de ambos ejércitos.   

Cristóbal Fernández solía contar que estuvo más de una semana abandonado en el campo de batalla, decía él esperando a que me muriera, aunque finalmente recibió atención en el hospital de campaña y salvó la vida. [17]




 

Cristóbal Fernández, el cartero.




Licencia de José Rivera Rivera. 13 de junio de 1939. Su último viaje de guerra  lo trajo desde Albacete a San Juan del Puerto. 


En junio de 1939, José Contioso sigue movilizado, pero le da una buena noticia a Dolores: sería licenciado en apenas treinta días[18]. Vuelto de la guerra, trató de rehacer su vida, igual que hicieron el resto de muchachos.


Las cartas de Dolores quedaron en el campo de batalla. En las  misivas  de José Contioso tomaron vida, además, otros valverdeños como Castilla, Pollito, Pinto, Antonio Lazo, José Dolores Macías, Giordano Contioso Macías, Casiano Hidalgo, Quini, Blas Ramírez, Herrera… Estos y otros muchos enrolados, a la fuerza, en una guerra fratricida y sin sentido.


La Guerra Civil involucró a las quintas desde 1927 a 1941 y adelantó la entrada en filas de jóvenes de apenas 17 años. La democracia fue anulada, pero Valverde recuperó a algunos de sus hijos vueltos de un conflicto criminal a los sones de esta cancioncilla:


¿Qué es aquello que reluce en aquella carretera?

Son las chapas de las chupas de los quintos del 40.


Los milicianos republicanos volvieron a Valverde por su pie, pero a los quince días de estancia Manuel Fernández y Lázaro Lazo iniciaron su periplo por la cárcel. Vinieron nuevos consejos  de guerra, pero al menos se acallaron las penas de muerte. El buitronero José Antonio Martínez Carranza, escapó del campo de prisioneros de Manzanares y volvió al Buitrón andando desde Madrid.


También Miguel Macías Corralejo vino licenciado, pero fue encarcelado y sufrió un consejo de guerra, acusado de rebelión militar, que terminó con sobreseimiento provisional y posterior juicio de responsabilidades políticas en 1941, por pertenencia a partido de izquierdas y su actuación como apoderado en las elecciones de 1936 por el Frente Popular, del que salió exculpado gracias a la certificación favorable de varios miembros acreditados de la Falange local, que reconociendo sus ideas izquierdistas defendieron que nunca hizo alarde de ellas ni que participó nunca en actos propagandísticos.



Lázaro Lazo Borrero



Manuel Fernández Feria 


Unos y otros, los de aquí y los de enfrente, trataron de rehacer sus vidas. Para todos empezó la dictadura, para muchos los silencios. Casi todos quisieron olvidar o al menos no trasladar su sufrimiento a sus familiares. Ignacio Alcaría Corralejo comentaba a sus hijos “la guerra fue horrorosa, una guerra entre hermanos. Mejor no hablar de ello y que no ocurra nunca más”. José Dolores Macías afirmaba “nadie conquistó nada y España quedó arruinada. Para algunos significó el triunfo de sus apetencias y para otros la derrota de sus ideales”.[19]


La lenta desmovilización de la quinta del Biberón: La Guerra Mundial y la defensa de las costas onubenses   

Los quintos del biberón añoraban llegar a casa pero no les iba a resultar tan fácil. Por ello, anhelaban ver el letrero que abría las puertas de nuestro pueblo, situado en el Puerto Blanco, delante de la venta de Claudio: ¿Cuándo estaremos viendo el Ulloa Óptico? solía decir uno de aquellos muchachos valverdeños.[20]


Algunos quintos del 41 tuvieron suerte relativa y volvieron a casa con menos de un  año de servicio por razones familiares o de enfermedad personal: Antonio Gamonoso fue enviado a las trincheras con apena 18 años recién cumplidos, pero antes de cumplir los 19 estaba en Valverde, ya que fue reclamado por ser hijo de viuda.  Entonces se enseñó a manejar la máquina de devirar en la fábrica de Isaías Mora, instalada inicialmente en el Valle de la Fuente, esquina con la calle San Isidoro.  Después de la Guerra Civil se trasladó a Primo de Rivera 62, esto a la misma calle valle de la Fuente, esquina con Menéndez y Pelayo.    


José Borrero Maestre abandonó el frente del Ebro debido a una afección pulmonar y se reincorporó a su oficio de cortador en la fábrica de Malavé, antes de abrir  su propio taller de cortes aparados en su domicilio de la calle Portugal. 


Pero esa no fue la tónica habitual. La desmovilización de la quinta del biberón se prorrogó varios años y la mayoría de ellos volvieron con cinco o seis años de servicio. En 1939 y los inicios de la década de 1940 muchos continuaron movilizados como medida preventiva y tras la licencia general del verano de 1942, a muchos les aguardaba aún una sorpresa final. Los quintos del biberón volvieron a ser movilizados muchos de ellos en las unidades militares que habrían de ocuparse de la defensa de las costas de Huelva en la tesitura de la Segunda Guerra Mundial.


Juan Lorca Feria, Juanito el de los cortes” también fue desmovilizado, creemos que en 1942 y  volvió a la fábrica de cortes aparados de su padre, Juan Lorca Domínguez, en el número 5 de la Calle Peñuelas, por entonces Millán Astray, en un inmueble anexo al domicilio familiar, pero  de  nuevo movilizado, permanecía en Larache en el año 1945.



Juan Lorca Feria






Juan Lorca y su unidad en Larache


El decreto de movilización del ejército se dio a conocer en Huelva el 28 de noviembre de 1942 a través de una nota del Capitán General de la Segunda Región Militar, que recordaba la Ley de 18 de noviembre de movilización parcial del personal en situación de disponibilidad: se llamaba a filas a los últimos cuatro reemplazos, desde 1941 a 1938, empezando por el de 1941,[21] los soldados nacidos en 1920. Quedaban excluidos de nuevo los acogidos a prórroga de primera clase, los beneficiarios de un tercer hermano en filas, los padres de más de cuatro hijos y los trabajadores de minas de carbón.       


La mayoría de los quintos del biberón no pudieron normalizar sus vidas hasta 1943-1944. Veamos algunos ejemplos:  


Cándido Domínguez acabó la guerra en Irún. Allí estaba en noviembre de 1939 y desde allí mandaba recuerdos “a sus queridos padres y hermanos” y pasó los dos años siguientes acuartelado en Burgos. Tras la movilización de noviembre de 1942, y sin apenas pisar Valverde, fue trasladado al cuartel del Puerto Pesquero de la Capital Onubense, donde hubo de permanecer tres años más, aunque en el último se le permitió alternar sus obligaciones militares en Huelva con sus compromisos laborales en Valverde. Formó parte del regimiento de Infantería 72, al mando del coronel Eduardo Álvarez de Rementería, gobernador militar de Huelva.  


Manuel Bernal Arroyo volvió a Valverde, pero fue movilizado nuevamente y destinado a  labores de  vigilancia en las costas de Lepe.[22]


Emilio Guerra Librero-Arroyo (1920-2013), oficial del ayuntamiento era el tercero de cuatro hermanos varones: Gumersindo, Juan, Emilio y Luis.  Debido a su formación administrativa fue derivado a la Caja de Reclutas de Huelva, donde sirvió cinco años –así le repetía a su hijo y nieto- ya que, como otros muchos, no se libró del reenganche de noviembre de 1942.          





Cándido Domínguez en Irún. Tercero desde la izquierda. Archivo familiar.                                         




Cándido Domínguez en el cuartel de Burgos. Archivo familiar.   



Manuel Bernal Arroyo.




[1] SUERO ROCA, M.T.: Militares republicanos de la Guerra de España. Barcelona: Península Ibérica, 1981. FERNÁNDEZ DÍAZ, V.: El exilio de los marinos republicanos. Publicaciones de la Universitat de Valencia, 2009.
[2] Entrevista a Manuel Fernández Feria.
[3] Carta de Ginés Cervantes. Vera. 1/05/39. La carta habla de otros compañeros, como Donoso o Montejano.
[4] Vid. GONZÁLEZ CORTÉS, R. “Prisioneros del miedo y control social: El campo de concentración de Castuera”. En Hispania Nova, Revista de Historia Contemporánea Nº 6. Año 2006.
[5] Carta de 26 de agosto de 1939. Orán.
[6] La información  procede de su sobrino Juan Manuel Macías Ramos
[7] Entrevista a su hijo Ildefonso Rivera Bernal. Anteriormente había estado destinado en Madrid y en Sigüenza.
[8] VIÑAS, ÁNGEL; Hernández Sánchez, Fernando (2009). El desplome de la República. Barcelona., p. 290-292. 
[9] Ibídem, p. 291.
[10] Carta de 5 de marzo de 1939. Pelegrina, Guadalajara.
[11] ODIEL. Miércoles 18 de noviembre de 1936. Manuel Arrayás Rabadán ¡¡¡Presente!!! El lunes 16 de noviembre de 1936 se celebró una misa de réquiem  en el colegio de María Auxiliadora, que hacía las veces de parroquia.
[12] Entrevista a su hermana Gregoria Alcaría Corralejo  (1922).
[13] La información nos llegá a través de su nieto Juan Manuel Macías Ramos
[14] BOE. 26 de diciembre de 1938, p. 3150. 
[15] Azul: órgano de la Falange Española de las J.O.N.S. 1937, abril, 19.
[16] Su titulo de mutilado útil sitúa erróneamente Gandesa en la provincia de Castellón.
[17] Entrevista a su hijo Juan Fernández Vélez. 
[18] Carta de Pamplona. 8 de junio de 1939.
[19]MACÍAS DELGADO, J.D. op. cit., p. 194 y 216
[20] La anécdota se la contaba Juan Lorca Feria a su hijo Manuel Lorca.  
[21] RAMIREZ COPEIRO DEL VILLAR,  J. (1996): Huelva en la II Guerra Mundial, capitulo 16:  El conflicto europeo se aproxima a las costas de Huelva. ODIEL. 28/11/1942. Gobierno Militar de Huelva. Nota de Miguel Ponte y Manso de Zuñiga, Capitán general de la Segunda Región Militar.   
[22] Entrevista a su hijo José Miguel Bernal.

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