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miércoles, 30 de noviembre de 2016

VALVERDE DEL CAMINO (XI). DESPUES DE LA GUERRA CIVIL



CARTAS Y CRÓNICAS  DESDE  EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA
 LA GUERRA CIVIL VISTA DESDE VALVERDE DEL CAMINO (XI).
DESPUES DE LA GUERRA


Juan Carlos Sánchez Corralejo

La forzada vuelta a la normalidad: de las trincheras a las banquillas 
Los quintos y reservistas reclutados para la guerra fueron obligados a  normalizar rápidamente sus vidas.  Por un lado, deben tener suerte para volver a sus trabajos anteriores; por otro siguen en situación activa.

Veamos algunos ejemplos: Juan Mora Márquez (1915-1994) volvió a casa y estableció su residencia en la calle Sevilla, 11. Desde 1940 pasó su revista anual en el centro de reclutamiento nº 10. Como el resto de soldados, se encontraba en situación de disponible, asignado a una unidad militar concreta: desde 1941 pertenecía al Regimiento de Infantería mixto nº 82, que desde 1944 tomó la denominación de regimiento de Infantería Nuestra Señora de la Cabeza nº 58, y desde 1946 fue trasvasado al regimiento de Infantería Granada 34, de la guarnición de Huelva, donde acumuló un tiempo de servicio de 35 años, hasta que en 1982 ingresó en el cuerpo de mutilados. Treinta años antes, en 1952,  había obtenido la licencia absoluta, al cumplir los 18 años de servicios y pasó a la reserva en la que permanece hasta  1982, esto es, 27 años y finalmente a situación de retirado el 1 de enero de 1992, con 76 años de edad.

Juan Mora se dedico a la construcción. Era losetero[1]: fabricaba losas y baldosas con  cemento,  en la proveedora de Morián, en el Dolor, desde julio de 1947. Era un trabajo duro, aunque  se  fue facilitando progresivamente, tras el paso de la prensa manual a la hidráulica. Debía echar  capas de arena con cemento mezclado en unos moldes metálicos con distintas longitudes que disponían de figuras y dibujos a los que se añadían los colores deseados; colores que fabricaba el propio Juan  en unos depósitos situados al lado de la prensa y que él añadía sobre los moldes donde estaba la mezcla. Además de esto, Juan, en las pocas horas libres que tenía, trabajaba en su propia casa haciendo umbrales de granito en su banco de trabajo con la ayuda de la máquina de amolar y pulir. La empresa luego le retribuía su trabajo. [2]


               Juan Mora Márquez.

Alfonso Ruiza Malavé (1916-1951), quinto del  37, se incorporó a la caldera de los hermanos Ildefonso y Juan Zarza. Félix Navarro y Antonio Rosa Llanes ingresaron en la fábrica de harinas San Rafael; Ángel Tocino en la panadería del economato, en el 107 de la calle Calvo Sotelo, frente al antiguo matadero; y Manuel Fiscal Almeida en la oficina de aquel mismo viejo economato. Francisco Domínguez -Paquito el de la Cooperativa-, a la llamada Cooperativa Vieja, conocida de antiguo como La Prosperidad, sita en la calle de Duque Chica. 

Varios soldados acabaron en el ayuntamiento. Emilio Guerra Librero-Arroyo (1920-2013),  oficial del ayuntamiento, se convirtió en secretario accidental y más tarde oficial mayor. Diego Mora Membrillo fue maestro de obras en el ayuntamiento y más tarde abrió empresa constructora propia. Ramón Arroyo Arroyo, antiguo zapatero, ingresó en  el consistorio gracias a la intersección  de D. Manuel Medina, ya que era primo de su esposa Dulce Nombre. Era el rentero de Valverde que pasaba por las casas particulares con el cometido de pesar los cochinos de la matanza familiar, base para el cálculo del arbitrio municipal que existía por tal menester.        

Cristóbal Fernández Jiménez (1908-1991), con el hándicap del ojo perdido en Gandesa, comenzó a trabajar en la agencia local de correos y se convirtió en Cristóbal, el cartero.[3]



Alfonso Ruiza Malavé.

         Ramón Arroyo Arroyo.


                                Agencia local de correos. Cristóbal Fernández e Ildefonso Valero. Calle El Sol.    

Manuel Cejudo Gutiérrez regentó la Barbería del Zumbi de la calle del Sol; Diego Mantero ejerció de panadero en el Cristóbal Fernández Jiménez (1908-1991), con el hándicap del ojo perdido en Gandesa se convirtió en Cristóbal el cartero.[4]

Manuel Cejudo Gutiérrez regentó la Barberia del Zumbi de la calle del Sol; Diego Mantero  ejerció de panadero en el Valle de la Fuente, y Pedro Chacón de albañil. 

La Sociedad Cooperativa la Unión, sita frente a la sacristía de la Iglesia Parroquial, recibió  a Alfonso Ramos que se ocupaba del despacho de su economato y a Juan José Tocino Jiménez, oficinista de la misma. Adulfo Márquez se reincorporó como mancebo de farmacia de Manuel Hidalgo Vizcaíno. José Díaz Mora, “el Tarra”, era el cajero  de la oficina del  Instituto Nacional de Previsión, tras la apertura  de la Agencia Comarcal  de Valverde en octubre de 1944 –procedente  de la Delegación Provincial de Huelva, siendo jefe de la agencia Francisco Muñoz Baeza. De los hermanos Melo, Benito Gómez Santos fue zapatero y José María , carpintero y churrero en la plaza  de abastos.

José Díaz Mora, el Tarra.







Alfonso Ramos en la puerta de la Cooperativa,
Calle Calvo Sotelo, frente a la sacristía.

Pero entre los desmovilizados dominaron los zapateros y los carpinteros.

Al volver de la Guerra Civil, Miguel Padilla trabajó de pellejero y curtidor de pieles con su padre,  José Padilla Zurita y en aquella vieja  tenería del Dolor,  en el  numero 103 de la calle Calvo Sotelo, su hijo José Padilla Sánchez  levanto un taller de botas en el año 1943.[5]

La amistad de estos jóvenes, curtida precisamente en la Guerra Civil, allanó algunos proyectos empresariales o alianzas laborales. Antonio Lazo Borrero (1913-2004) continuó la labor de zapatería de su suegro, José Padilla Zurita y situó la banquilla originaria en Rella Kaesmacher.  Poco después, José Dolores Macías, quien se había formado como cortador con Juan Lorca en la calle Peñuelas, empezó a echar mediodías con Antonio Lazo y acabó como patronista de aquella empresa que fue tomando forma hasta derivar en Calzados Labor en los inicios de la década de 1960.

Mientras, Federico Arroyo Arroyo, de la quinta de 1930, apenas llegado de la guerra, en marzo de 1940, inició expediente de actividad industrial  de la fábrica de calzado en los Arrabales Chicos[6],  origen de una de las sagas más prosperas de la industria zapatera de los siglos XX y XXI. Giordano Contioso, “el Capullo” de la calle Nueva terminó como zapatero en casa de Manuel Tirado Domínguez, en el Peñeo Escalón, frente a la ermita de la Trinidad.



 
Federico Arroyo Arroyo.

Gregorio Castilla González se convirtió en contable de la fábrica de cortes aparados de los hermanos Juan y Rodolfo Parreño Romero, del número 18 de la Calle Nueva. Eduardo Herrera Castaño sería zapatero de la Inval y finalmente operario de los talleres del ferrocarril.  Juan Antonio Cejudo Duque, Antoñé,  continuó en su banquilla en la calle San Isidoro.

Gregorio Boniquito Borrero, hijo de Manuel Boniquito Chaparro, el changuero, vuelto del frente de Peñarroya  se unió a su madre, Catalina Borrero Mora, en la tienda de zapatos que la familia mantenía abierta en Cartaya, para dar salida a sus producciones valverdeñas.

Los hermanos Fernández Domínguez, Nicolás, Ramón, Manuel y José de Jesús, continuaron con la banquilla familiar, situada en  el número 10 de la calle Nueva, que andando el tiempo, por cambio de numeración, pasaría al actual 8 y que fue trasladada en los años 40 al inmueble de enfrente, en el número 5 de la misma  Calle Nueva.

Lázaro Lazo Borrero se incorporó a la banquilla de su padre, Pedro Lazo Ramos, en General Sanjurjo, 35 -actualmente La Calleja 41-, junto a sus hermanos Pedro y Antonio. 

A la Culmen volvió Manuel Bermejo Garrido, tras su breve estancia en Cádiz. Y Rodrigo Fernández Alcuña (1910-1980), antiguo trabajador de la banquilla de Gregorio Rentero Limón  desde 1923 a 1930, de la calle Trinidad 48, se reincorporó en 1935, tras su servicio militar, a la fábrica de calzado de Rafael Arroyo, pero al volver  de la guerra, concretamente en 1942,  comenzó  a trabajar en la Culmen, dos años antes de contraer matrimonio.

         
         
Rodrigo Fernández Alcuña.         





  Demófilo Castilla.                   
Luis Caballero Santos.


A la Inval llegaron los oficinistas Juan Cejudo, Luis Caballero Santos (1915-1976) y el viajante Gregorio Sánchez Hidalgo. También Eduardo Herrera Castaño, reconocido futbolista de la Olímpica Valverdeña sería zapatero de la Inval y finalmente operario de los talleres del ferrocarril.  A la fábrica semi-mecanizada de Alejandro Calero Sánchez vuelven Rodrigo Fernández Alcuña  y Manuel Bermejo García, alias Domingo.

Vuelto de la guerra, José Contioso Lineros trabajó de contable en la fábrica de calzados de Andrés Senra Huertas, en la calle Baldíos de Niebla, nº 19, donde aún mantiene sus instalaciones, pero, además, vendía carbón, junto a su esposa Dolores en el cabecillo Martin Sánchez. Nunca perdió su vocación de docente y gustó de ayudar, siempre de forma altruista, además de a sus hijas a algunos vecinos y conocidos, a enderezar sus estudios, tanto de bachillerato como de magisterio.[7]

No faltaron los talabarteros: José Arenas Malavé volvió a los talleres de talabartería de los hermanos José María -donde manejaba el telar sevillano-, y Manuel Borrero Bermejo, del nº 26 de la calleja de carpinteros. El hijo de este último, Rafael Borrero Gómez, quinto de 1930, igualmente vuelto de la guerra, amplió los salones de talabartería de la Cruz de Calañas y poco después, padre e hijo partieron el negocio. Pero a raíz de su matrimonio, acaecido en 1940, José Arenas, decidió abandonar la talabartería y buscar mayor prosperidad económica, dedicándose a la elaboración de albardones por su cuenta, y a la destilación de esencias en varias calderas valverdeñas (Fuente del Berecillo, del Ladrón y en la de Triana), ya que la talabartería era un trabajo duro y muy mal remunerado. Domingo Castilla Carrero (1920-1983) era hijo de María Jesús Carrero Malavé, conocida talabartera local, con quien aprendió el oficio en el taller materno, sito en el Cantón (Camacho 58), y allí continuó las labores de talabartería iniciadas por su madre en un telar de pared donde realizaba cinchas, jáquimas, ataharres y cinchos de nazarenos.

Otros muchos eran carpinteros. Cándido Domínguez Lorca volvió a la carpintería de su padre junto a su hermano Juan. Pero, ya antes, en los tres últimos años de servicio militar alternó parte de la semana en la carpintería de los Trascorrales y parte en el cuartel del Puerto Pesquero de la capital onubense. José Dolores Fernández Alcuña volvió a la carpintería de Miguel Carrillo Becerro en la calle Las Peñas. 

En los primeros años 50, la carpintería de “Hijos de José Franco José” contaba con varios obreros que habían vivido la guerra como José Corralejo, José Asuero, Dionisio Camacho Caballero o Vicente Sánchez Corralejo.[8] 

Juan Esquina Quiñones reingresó en la fábrica de la luz  de la familia Fleming compaginando labores de  oficina con la lectura de contadores;

Manuel Bernal Arroyo, antiguo operario de la fábrica de calcetines siguió vinculado a los negocios de José Franco José, pero ahora como tapicero de la Fábrica de Muebles de los Zarzales. Otro quinto suyo y futuro consuegro, Andrés Ramírez Ramírez, trabajó en los Muebles de José Franco, junto a su hermano Ildefonso.

El buitronero José Antonio Martínez Carranza, escapó del campo de prisioneros de Manzanares  y volvió al Buitrón andando desde Madrid. Volvió a su oficio de minero, pero ahora no en Castillo-Buitrón, sino en la mina de Oriente (El Pozuelo).      

Manuel Romero García volvió a su oficio de cosario y transportista en una población con un modesto sistema de coches de alquiler[9].
Demófilo Castilla Vizcaíno vuelve a su oficio de zapatero. Antes de la guerra había trabajado en la banquilla de Manuel Arrayás Tirado, desde 1933 a 1938 y tras su experiencia militar se incorporó a la banquilla de Manuel Vizcaíno Delgado, desde 1942 a 1945, en realidad, continuadora de la anterior empresa. Luego la abandonó, y trabajó en el taller de Dolores Vélez Domínguez, entre 1946  y 1949.  Pero en 1950 se dio de baja voluntaria e ingresó en la compañía “Explotación de Ferrocarriles Españoles”, primero en la sección de vías y obras y finalmente como mozo de estación: Tras un breve paso por la línea Palamós-Gerona-Bañolas, y residencia en Corsá (Gerona), estuvo destinado en Málaga desde mediados de 1950, en la Línea San Julián (Málaga) a Fuengirola, como obrero de vías y obras y residencia, durante ese periodo en  Fuengirola.  Desde mediados en la década de 1950 lo encontramos  en Zalamea la Real y desde 1958, de nuevo vuelto a  Valverde del Camino, adscrito a la línea de Buitrón a San Juan del Puerto. Estableció su domicilio en José Franco, 23. 
La emigración forzada.-
Otros valverdeños vueltos de la guerra tuvieron que emigrar en busca de mejores expectativas de vida y trabajo, a veces en la esfera comarcal, otras veces en movimientos intrarregionales, y en muchas ocasiones en movimientos migratorios internacionales.     

David Pedrada se fue a vivir a Sotiel y trabajó en la mina del Asperón y más tarde en La Torerera. Su primo, Daniel Pedrada se marchó a Pont de Suert, en Lleida, en la orilla del río Noguera Ribagorzana, la capital de la comarca de la Alta Ribagorza en busca de mejores espectativa laborales. Otro miembro de la quinta del biberón, Rafael Mosqueda Martín,  tuvo que marcharse debido a la penuria de la postguerra. Recogió a su hermanastra, Antonia Mosqueda Morgado, y se marchó a Manzanilla como guarda de las vacas del Cortijo de Garruchena, propiedad de la familia Vallejo de Bollullos. Ya de viejo seguía haciendo zahones como remembranza de sus orígenes valverdeños[10]. 

José Parra Vizcaíno estuvo en acciones bélicas en  Asturias y Cantabria. Al finalizar la guerra no volvió a Valverde y se empleó en la mina de la población asturiana de Blimea.

 
                            Daniel Pedrada en Pont de Suert. Lleida.

También hubo obreros onubenses y valverdeños que se sintieron atraídos por el  acuerdo laboral hispano–germano de agosto de 1941 que permitió el envío de trabajadores a las fábricas y minas alemanas en sustitución de los obreros teutones derivados a la campaña de Rusia: los primeros fueron Fernando del Valle Villegas,  Jesús Garrido Romero, Manuel Córdoba Bonaño e Isidoro Contioso Herrera. Hubo picadores,  fogoneros, ajustadores, electricistas, fontaneros, albañiles o  pintores. Ramírez Copeiro cuantificó la marcha de 1.820 hombres de la provincia de Huelva.[11] 

Un  caso, no sabemos si arquetípico o excepcional,  lo constituyó Jesús Garrido Romero. Había sido miembro de la UGT durante la Segunda República y aprendiz de laboratorio de las Minas de Castillo-Buitrón. Fue obligado a alistarse para purgar el expediente de su padre, Felipe Garrido Pulido, acusado, como otros muchos artificieros, de ciertas explosiones previas a la batalla del Empalme. Su marcha a la Alemania nazi tuvo como destino las minas de hulla de la cuenca del Sarre, aunque poco después se empleó con un contratista de madera, talando pinos, cuya madera iría destinada a la entibación de minas, lo que le permitió disfrutar de una tarjeta de racionamiento suplementaria. La reincorporación laboral de aquellos ciudadanos con alguna tacha para el nuevo régimen franquista no debió ser nada fácil. Desde noviembre de 1943, una vez finalizados los dos años de contratos se produjo la repatriación de la mayoría de estos emigrantes forzados.    
       



Jesús Garrido Romero. Picador en las minas de carbón de Saarbrücken.
Invierno de 1942. Ramírez Copeiro, 229.

De los popularmente conocidos como gatillos, los hermanos Domínguez Ramírez, Luis siguió la carrera militar, mientras Enrique terminó empleado en la Delegación local de Abastecimientos y transportes, sita en el antiguo Hospital, encargada entre otros menesteres del reparto de las cartillas de racionamiento. 

Muchos de los amigos del Casino Obrero volvieron a reencontrase. Varios de ellos eran zapateros: José María Morián Romero, dueño de calzados Corona en la calle Colón, esquina Lucia Ramírez; Desiderio Boniquito volvió al taller de su padre Manuel Boniquito Chaparro,  “Changuero”. José Rentero Arrayás trabajo en el envase de calzados Eximios. Gregorio Sánchez cambio la carpintería para ser viajante de calzado. Isidoro Hidalgo Herrera fue representante de calzado. Otros  trabajaron en la Inval S.A.: los oficinistas Juan Cejudo y Luis Caballero Santos y el viajante Gregorio Sánchez Hidalgo.

Miembros del Casino Obrero. Primera comunión del hijo de Manuel Ramos Asuero. Huerta de Francisquito Arroyo
Fila superior: José Limón “Peguero”, Cayetano, Manuel Ramos Asuero, Francisquito Arroyo, Desconocido, Julio Arroyo, Rufina e Isidoro Hidalgo Herrera “Porrino”. Fila central: Desiderio Boniquito Borrero, Juan Cejudo, “Chincha”, Gregorio Ramírez, “Cheque”, Luis Caballero Santos, José Dolores Macías y José María Morián Romero, alias “Corona”. Fila inferior: Benito Gómez “Melo”, Gregorio Sánchez Hidalgo y Faustino Rentero Arrayás.   

Los militares

Los militares prosiguieron con su carrera: por orden de 28 de junio de 1939, Andrés Nieto Mariano obtuvo el reingreso en la escala activa, con el empleo de comandante por méritos de guerra, pasando a formar parte del Regimiento Mixto de Infantería 87 con base en Zamora. Un año después,  el 8 de mayo de 1940 fue destinado al Gobierno Militar de Sevilla como jefe del primer negociado de Contabilidad y Asuntos generales de la Subinspección de la Segunda Región Militar. Tras su paso por el frente de Córdoba perdemos la pista de Telésforo Cayuela Cánovas.  

Algunos soldados encontraron en la milicia una buena oportunidad económica y se reengancharon en el ejército, como Antonio Villadeamigo Calero, quien sería maestro herrador, en el regimiento Granada 34, en la 2ª región Militar con sede en el cuartel del Carmen de Huelva, donde ascendió a subteniente.[12]

Un caso similar es el de José María Arroyo Quiñones (1915-2014), cuyos conocimientos en la herrería de su padre, Federico Arroyo Santos,  y su habilidad natural  le permitieron encontrar su verdadera vocación, la de militar de aviación. Se fue a la guerra de la mano del coronel Morales. Entonces fue admitido en la fábrica de armas de Sevilla, y continuó el resto de su vida militar adscrito al Cuartel de Tablada. Ascendió a teniente de aviación, fue armero artificiero[13] y se jubiló como capitán honorífico de aviación.    

Manuel Márquez Rodríguez. Desde 1937 es armero provisional destinado en el segundo grupo de intendencia[14]. Fue miembro del C.A.S.E.  


José María Arroyo Quiñones.

Manuel Márquez Rodríguez.

Los jóvenes más acérrimos con la causa nacional prefirieron enrolarse en la División Azul[15], como Francisco Ariza Higuera o Manuel Batanero Jiménez,  los albañiles Francisco Bermejo Oso,  José Antonio Boza Contioso, Manuel Carrero Cervera, Jesús Cuaresma García, y Vitorio Contioso Ibarra, este ultimo devuelto por inútil; el panadero Guillermo Bolaños Carrasco,  labradores como Andrés Corralejo Sánchez; jornaleros como Manuel Díaz Mora[16], Domingo García Ratón y Juan Mongango Cuesto, el último rechazado por corto de talla; el zapatero Juan Manuel Domínguez Manobel, el oficinista Bautista Donaire Montero, Gregorio Márquez Calleja de la quinta del 41, Juan Martín Rosario, José Oviedo Sánchez, Gregorio Santos Hidalgo o Antonio Valdivia Malaver[17].

El más famoso de ellos, el que ha quedado más marcado en la memoria colectiva de la población,  fue el teniente José Antonio Rodríguez Marín que marchó a Rusia con la División Azul y al que su muerte prematura –ocurrida el 27 de octubre de  1941, apenas dos semanas después de entrar en combate- le valió una calle en Valverde, el antiguo cabecillo Martín Sánchez.

La  salida de estos voluntarios falangistas se produjo los días 2, 3 y 4 de julio  de 1941 desde la estación de la M.Z.A. de Huelva, en medio del entusiasmo de los vencedores.

Pensiones a los mutilados de guerra

 Muchos de aquellos soldados a la fuerza ingresaron en el benemérito cuerpo de Mutilados de Guerra. El estado franquista premio a los mutilados, aunque a veces el cobro dependió de la formación de los propios soldados y de la acreditación documental de sus propias circunstancias.

Su situación quedó reconocida inicialmente por el Decreto de 5 de abril de 1938 (BOE 540 de 14 de abril) que constituyó el Reglamente Provisional del Benemérito Cuerpo de Mutilados de Guerra por la Patria, que distinguía entre mutilados absolutos, permanentes, potenciales y finalmente mutilados útiles. La Ley de 15 de marzo de 1940 (BOE nº 77/1940) y la  Ley 5/76 de 11 de marzo de 1964 completaron algunas de las condiciones iniciales.  

El Gobierno Militar de Huelva avisó de la posibilidad de solicitar el percibo de haberes por las secuelas de la guerra desde diciembre de 1939[18],  pero no todos se enteraron. Por ello, unos disfrutaron de esa compensación de forma inmediata, otros con años de retraso. Juan Mora Márquez no vio su situación reconocida hasta 1982: ingreso en el cuerpo de mutilados de guerra, por la orden 111/190127  de 30 de abril de 1982. Ese retraso se debió a  que no inicio la petición sino un año antes, en 1981 por la herida sufrida en su muslo izquierdo durante la guerra.
  

Carnet del  cuerpo de mutilados de guerra de Cristóbal Fernández Jiménez.



Carnet de identidad del cuerpo de mutilados de guerra de Josee RIvera




                                                                               David Pedrada.



Carnet del cuerpo de mutilados de guerra de Demetrio Cobos Belmote, quinto de 1931,
Vecino de Almonaster la Real.  


[1] Carnet de la CNS de Huelva, nº 2057731.
[2] Entrevista a su hijo Domingo Mora y a su nieta María Mora.
[3] Entrevista a su hijo Juan Fernández Vélez. 
[4] Entrevista a su hijo Juan Fernández Vélez. 
[5] Vid Altas de la Contribución industrial. Leg. 709.
[6] AHH. Delegación Provincial del Ministerio de Industria. Expedientes de actividades industriales. Signatura  2556/028. La publicidad familiar retrasa su creación hasta 1945.
[7] Entrevista a su hija María Dolores Contioso y a sus alumnos José Antonio Pérez Rite y Mª Jesús Ramos, todos ellos maestros del Menéndez y Pelayo.
[8] Entrevista a Aniceto Contioso.
[9] Los coches de alquiler de Braulio Contioso y Manuel  Morián Mora, este ultimo dueño de la ferretería de la Plaza, quien poseía tres taxis o coches de alquiler, un Plymouth conducido por  Paco Barranca, un Dodge que conducían de forma alternativa Diego Morián y el sobrino Manuel Cartes Morián, y un Fiat Balilla conducido por su hermano Fernando Morián Mora. A ellos se unían el Fiat Balilla de Manuel González Rey y el Studebaker de siete plazas de  Manuel  Romero García, conocido en la población como  Manolillo de Aracena. La camioneta del Moreno era propiedad de Francisco Moreno Romero: obtuvo la concesión del servicio público regular de transporte de viajeros por carretera entre Valverde del Camino y el Cerro de Andévalo, con sus dos vehículos de las marcas Ford y Chevrolet, además del Fiat de siete plazas del diputado, José Limón Caballero,  conducido por Pedro Moreno.
[10] Entrevista a su nieta  Elisa Mosqueda Pavón.  Cuenta su familia que con el dinero de la casa que vendió en Valverde se compró siete en Manzanilla.
[11] RAMÍREZ COPEIRO DEL VILLAR,  J. (1996): Huelva en la II Guerra Mundial, capitulo 15: “Obreros Onubenses en la Alemania de Hitler”.
[12] Acumuló su 6º trienio en 1957 (O. del Ministerio del Ejercito, nº 98  1/05/1957) y su 9º trienio en 1966 (D.O. del Ministerio del ejercito, nº 72. 29/03/1966).
[13] Boletín Oficial del Ministerio del Aire. “Cursos de capacitación para ascenso a oficial” (19/02/1963). 
[14] Órdenes. Armeros provisionales (BOE. 9/12/1937). .
[15] Para valorar  el peso onubense en este fenómeno recomendamos la lectura de RAMÍREZ COPEIRO DEL VILLAR, J (1996): Huelva en la II Guerra Mundial, capitulo 14: “La División Azul”. Y  PÉREZ MAESTRE, A. (2008): La División Azul de Huelva. 1941, 1943.  Diputación.
[16] A su vuelta , trabajó en la inspección médica de INP de Valverde de forma breve, antes de convertirse en empleado del Banco Central en Sevilla y finalmente en Carmona.  
[17] PÉREZ MAESTRE, A. (2008): La División Azul de Huelva. 1941, 1943.  Diputación.
[18] ODIEL: 6/12/1939.  Gobierno Militar de la Plaza  provincial de Huelva. Aviso Importante.

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