LOS MOLINOS DE VIENTO DE VALVERDE DEL
CAMINO (1744-1978)
EL PATRIMONIO USURPADO
Juan Carlos Sánchez Corralejo
Actas de las VI
Jornadas del Patrimonio del Andévalo, pp. 161-167
La recuperacion de los molinos del Andévalo
El principal objetivo de nuestro trabajo es rescatar del olvido los molinos de viento
de Valverde, aunque ya no podremos evitar su destrucción. Este trabajo es la descripción, si no de una
entelequia, sí de un fantasma, de una muestra patrimonial ya desaparecida. Por
ello, pretende ser un grito de protesta contra la usurpación del patrimonio.
Valverde llegó a
tener 12 molinos de viento a mediados del siglo XIX; hoy solo conserva la base
del viejo molino de la Cabeza de Cañada Luenga. Frente a la negra suerte de los molinos valverdeños hay una
alternativa más halagüeña: el rescate de los molinos del resto de las tierras
andevaleñas, que han sido puestos en valor
desde la década de 1990 hasta la actualidad.
El Centro de
Documentación del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico ha creado una ruta
cultural bautizada como Ingenios del aire, molinos de viento en la
comarca del Andévalo, que integra la visita a varias de estas
construcciones: el Molino de La Solana en El Granado, el de Pie de Castillo de El Almendro y dos de los
restaurados en La Puebla de Guzmán, los de La Horca y el Pozo de Bebé.
Pero además han sido
rehabilitados y son visitables otros varios molinos del Bajo Guadiana,
impulsados por la Mancomunidad de municipios Beturia, como los dos de Sanlúcar de Guadiana, los dos de Villablanca -el de Antonio Pérez, o
de Arriba, y el de Tío Javier, o de Abajo-, los tres molinos de San Silvestre de Guzmán -de Vilán, el de Tía Juana Correa y el de Juan
Francisco Cantero-, el molino del Zahurdón de
Villanueva de los Castillejos, o el
molino de José Gómez de El Almendro,
enfrentado a otro molino, el de Pie de
Castillo. Asimismo, nos congratulamos de las restauraciones pioneras del molino
de La Divisa de Cabezas Rubias, el
de Juan Charanga de Santa Bárbara de
Casa, y del molino del Escribano de
Calañas. A pesar de algunos errores cometidos en el proceso de
rehabilitación, ese sí es el camino correcto de recuperación y puesta en valor
del patrimonio.
El molino de La
Solada fue restaurado en 1996, empleando piezas traídas de Portugal – a fin
de conservar, en la medida de lo posible, su apariencia primigenia. Los molinos
de la Cumbre del Cerro se erigen junto a las ruinas de un antiguo castillo, y se ha dotado al
espacio de un parque educativo para conocer especies de árboles y plantas
típicos de la zona, a la vez la historia del municipio, contando con variados
senderos para pasear.
En calañas existió el molino del Escribano, sito en la Ladera
del Peñasquillo. En la década de 1990 fue construido ex novo un nuevo molino de viento muy distinto en cuando a
dimensiones, estructura y sistema de aspas al original.
Estos ingenios rehabilitados necesitan, además, cuidados continuos y es necesario reponer las velas desaparecidas, los palos partidos y el
brezo protector de las cubiertas, pero
sin duda es una buena inversión.
Nuevo molino de
Calañas
Molino de la Solana. El Granado
Molinos de
Pie de Castillo y de José Gómez García. El Almendro
(La Cumbre El Cerro)
(La Cumbre El Cerro)
La Cumbre del Cerro. El Almendro
Molinos
de Pie de Castillo y de José Gómez García
Sanlúcar de Guadiana
Molino de Tío Javier o de abajo. Villablanca
Molino del Zahurdón. Villanueva de los Castillejos
Molino de Juan Charanga. Santa Bárbara Foto de
Antonio Escudero
Vista panorámica de los molinos de Santa Bárbara
Los molinos de viento onubenses
Es relativamente
conocido el origen y difusión de los molinos eólicos y el mapa de los molinos de viento en España y Andalucía[1].
Los más antiguos eran molinos de poste o de
trípode, construidos en madera con una planta cuadrada que giraba sobre un soporte de sillería de planta circular para
orientarse a la acción favorable de los vientos. A partir del siglo XVI
dominan los molinos de torre, formados por una torre cilíndrica fija y una
cubierta que permite el giro del ingenio.
Los molinos de viento de La Mancha parecen
datar del siglo XIV –se propone la fecha de 1368-, y quizá ya existían en
Tarragona con antelación, y en las Baleares desde 1395. Vemos molinos de
trípode en Sevilla desde 1511, y en Cádiz y Málaga desde mediados del siglo
XVI. Desde mediados del XVI hay molinos de torre en El Puerto de Santa
María, Belmonte y el litoral de Murcia.
A fines del XVI, el Campo de Criptana acogía una treintena de artefactos
eólicos, según las Relaciones Topográficas de Felipe II, y a mediados
del XVII hay testimonios de ellos en Madrid, Barcelona y Bujaraloz (Zaragoza).
En otras regiones su aparición se retrasó al siglo XVIII: así ocurrió en
Vizcaya desde 1723[2],
y en la actual provincia de Huelva en las décadas iniciales del siglo XVIII.
La proliferación de los molinos de viento a lo
largo de la Edad Moderna suele responder a dos coyunturas: la demanda de harina
en periodos de crecimiento demográfico, y las
sequías que limitaron el papel de los molinos hidráulicos. La deficiencia
estructural de los ingenios hidráulicos era
la falta de agua durante los meses de verano. Los nuevos molinos eran
capaces de combatir la falta de lluvia mediante la búsqueda de atalayas
libres de obstáculos y la orientación hacia la mayor intensidad del viento.
Esta última, la sequía, parece estar
detrás del desarrollo de molinos onubenses en el siglo XVIII.
Los molinos de viento onubenses
no fueron privativos de la comarca andevaleña, sino que se extendieron también
a la Campiña. Aunque habrá que analizar caso a caso, parece que todos estos
molinos fueron hijos de la sequía. En 1750, varias
poblaciones andevaleñas poseían molinos de viento: había 5 en Valverde, 3 en
Castillejos, 2 en El Almendro y uno en Puebla de Guzmán, Alonso, Santa Bárbara,
Calañas y El Cerro. Pero también los hubo en Trigueros (2) Gibraleón (1) y
Lucena (1)[3].
En la
segunda mitad del siglo XVIII, según los datos del cuestionario de Tomás
López, se instalaron en la Sanlúcar de
Guadiana (2), y Ayamonte (1), y aumentaron de forma considerable en Puebla de
Guzmán (17) y El Almendro (11)[4].
En el siglo XIX, según los daros del diccionario de Madoz, había 1 en El Cerro, 3 en Cabezas
Rubias[5]
y Santa Bárbara, 8 en El Alosno, 12 en Valverde
del Camino y 18 en La Puebla de Guzmán. También los hubo en Moguer,
Manzanilla (1)[6], y
Beas[7].
Del cuadro
comparativo anexo se deduce la productividad de los molinos eólicos de El
Almendro, del único de Alosno, pero también del único molino de viento de
Lucena, sito en el Corral de las Monjas,
topónimo reconvertido más tarde en molino de viento. Las comprobaciones del
catastro de 1760-64, calificadas como el mayor intento de fraude fiscal del
siglo XVIII, minimizan, en cambio, la producción de algunos molinos de viento,
como el de Calañas[8]:
Molinos de viento
|
Características y utilidad reconocida
|
Molinos de agua
|
Utilidad de molinos de agua
( en reales)
|
Almendro,
El (2)
|
2.700
reales (1.350 cada uno)
|
1
|
504
reales
|
Alosno
(1)
|
1
molino de seglar
924
reales.
|
8
|
5.986
reales
5 y
1/2 seglar:
4.608 y 20 mrs.
2 y
¼ eclesiástico patrimonial: 846 20 mrs.
|
Calañas
(1)
|
1
molino de seglar
440
reales
|
10
|
18.128
reales
8 ½
seglar: 13.898
1 y
1/8 eclesiástico:
3.559
3/8
beneficial:
671
|
Castillejos,
Los (3)
|
396
reales
1
seglar (sin uso)
2
patrimonial
35
fanegas /año/cada uno
|
10
|
5.590
reales
-7
½ seglar: 3.813 y 1/3
-1/2
beneficial ; 400
-2
Patrimonial: 1376 y 2/3
|
Gibraleón
(1)
|
Seglar
216
reales
|
15
|
15.084
reales
10
seglares 8.406
5
beneficial 6.678
|
Lucena
(1)
|
Molino
eclesiástico, una piedra
900
reales
|
0
|
|
Puebla de Guzmán (1)
|
Seglar
1.320
reales
|
12
|
12,660
9 y
1/3 seglar 9989,
3 mrs.
2
eclesiástico patrimonial: 2.157, 26 mrs
2/3
beneficial 613, y 5 mrs.
|
Santa
Bárbara (1)
|
1
molino seglar
990
reales
|
5
|
2.244
reales
-4
y 1/6: 1749
5/6
Eclesiástico patrimonial: 495
|
Trigueros
(2)
|
2
de Legos
540
reales m (270 cada uno)
|
8
|
8.046
reales
5 y
2/3 seglar: 3.888
1 y 5/6 beneficial: 3.430
½
eclesiástico Patrimonial : 720
|
Valverde
(5)
|
4
de legos. 1 de patrimonial
30
fanegas anuales
660
reales cada uno
|
15
|
33.220
13
y 5/6: 30.653 y 1/3
5/6
eclesiástico patrimonial: 1833 y 1/3
1/3
beneficial:
733 y 1/3
|
A.G. Simancas. Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Resp. 17.
Elaboración propia. Comparativa de
molinos de viento y de agua
Molino
de la Horca. Puebla de Guzmán
Pozo de Bebé. Puebla de
Guzmán
La Divisa. Cabezas Rubias
Los molinos de viento
valverdeños: una respuesta a la sequía de 1743
La respuesta 17 de las
particulares del Catastro de Ensenada cuantifica 15 molinos hidráulicos y 5
molinos de viento. Los molinos hidráulicos valverdeños de la Edad Moderna
poseían dos ubicaciones distintas: el río Odiel y el arroyo del Castaño.
En el Odiel, situado a una legua
de distancia de Valverde, destacaban 6 molinos, datados entre los siglos XVII y XVIII. De norte a sur eran: molino del Becerrillo o Becerril; el molino de Azogil, construido
con antelación a 1680, situado en las de «juntas de Fresnajoso», en las proximidades de la calañesa Sierra del
Turnio, de donde deriva su nombre actual; y el molino de Escamocho, que contaba con 2 piedras, junto al
Puente de la Coronada. Aguas abajo se encontraban otros 3 molinos en la
vertiente valverdeña: el molino del familiar de la Inquisición, que parece corresponder al actual molino de Ramoncha; el molino del vado que comunica
los Cabezos del Vado y las Pertenencias, por parte valverdeña, con la Vega del
Tío Dormido, por parte calañesa, construido en 1750 por el valverdeño Martín Martínez; y el molino de la
desembocadura del Carrasco en la majada del río Odiel. A ellos se unió un
séptimo, el molino de la revuelta del Pirraco. A fines del siglo XIX
seguían en funcionamiento los del Turnio, del Puente, de la Presa Larga o Ramoncha, y del Duende o del
Vado.[9]
En el arroyo del Castaño, ya desde fines del siglo XVI, existían 9
molinos: los molinos de la Llave o Melera, de la Higuera, del Encinar,
de la Cigüeña, de la Huerta, de la Molina, del Ciruelo,
de la Mimbre y el Membrillo, y finalmente del Lanchoso,
este último ubicado en las juntas de los arroyos Castaño y La Lapa. Todos
ellos, con cambios en su denominación, han permanecido hasta el siglo XX[10].
Estos molinos permitieron la panificación y el abastecimiento de las casas
diseminadas a lo largo de la llamada Fuente de la Melera, El Saltillo y las
Gamonosas.
Los valverdeños protagonizaron,
además, una fiebre de construcción molinera paralela a la ocupación de los
baldíos de Niebla[11]. La
presencia valverdeña en Caballón y Raboconejo se vio completada con la
construcción de los molinos de Caballón, de la Llave, del Acebuche,
de la Encinita, el de las Juntas del Gallego y el molino de Barrancoso. En el arroyo de Helechoso,
asociados a las tierras de sembradura y a los aprovechamientos apícolas del
huerto del Pilón y el Valle del Gamonital, existían varios molinos, propiedad
de valverdeños: los de la Llave y del Acebuche, los dos
molinos lindantes del Palmito y de la Retama,
y el molino del Vínculo de los Cruzado. Todos ellos están incluidos en las Respuestas del catastro de Niebla.[12]
Los primeros molinos de viento
valverdeños datan de mediados del siglo XVIII. En año y medio, entre febrero de 1744 y julio de 1745 se
construyeron seis molinos de viento con «seis piedras corrientes»,
cuya situación era la siguiente: tres molinos en el cabezo de San Gregorio, -el
llamado Cabezo del Molino en Valverde-, otro en el cabezo de San Sebastián, el molino de la cabezada de Cañada Luenga, y el molino de la Peña Gorda.
Los registros
climáticos del siglo XVIII hablan de las
sequías de 1726, 1734, 1737 y 1740-43[13].
Estas dos últimas sin duda estuvieron detrás de la fiebre de construcciones de
molinos de viento que vivió Valverde en 1744: Andalucía occidental sufrió
un sequia prolongada y pertinaz entre 1733 y 1737, cuyas consecuencias evidenció
hace años Ponsot y más recientemente otros estudios provinciales y locales:
García Rodríguez en Carmona; Sánchez Corralejo en Écija; Núñez Roldán en
Marchena o Carmona y en pueblos de la provincia de Huelva como Almonte y Puebla
de Guzmán, que dieron lugar a una aguda
crisis de subsistencia.[14]
Valverde
no escapó a este fenómeno. En 1734 se produjo una subida espectacular del precio del trigo desde 36
reales en abril, hasta los 50 en mayo y junio, debido a la extrema sequía. En
estas circunstancias se acudía a empréstitos de personas hacendadas[15], para
emplearlos en la compra de trigo y cebada en Sevilla o Extremadura[16].
Además, el cabildo prohibía la venta de pan a forasteros, excepto el
necesario para su tránsito, y trataba de disminuir la maquila abusiva que
cobraban los molineros, que se había situado en dos almudes por fanega de
trigo, mientras que los pueblos comarcanos la seguían cobrando a un único
almud.[17]
La nueva
sequía que se prolongó de 1740 a 1743 fue el aldabonazo para construir nuevos
ingenios molineros ajenos a las veleidades de la lluvia, ya que los molinos
hidráulicos no eran capaces de moler todo el trigo que se nesesita para el avasto de los vezinos
de ella[18].
Esta circunstancia se veía agravada, en nuestro caso, por la preferencia que daban
los molineros valverdeños a la molienda de los forasteros, esto es, las
dificultades que tenían las justicias de la villa para garantizar el primo
real derecho de los vecinos de esta república.[19]
En definitiva, la pertinaz sequía y el aumento
abusivo de la maquila por parte de los molinos hidráulicos tuvieron como
consecuencia el desarrollo de la molinería de viento. Los nuevos molinos
ofrecían claras ventajas: su cercanía al
núcleo de población facilitaría la labor de los lugareños que, de otra manera,
se veían obligados a acudir a los ingenios hidráulicos del río Odiel o del arroyo
del Castaño, sitos a una legua de distancia de la población. Con la
construcción de los nuevos artilugios eólicos se garantizó al pobre vecino el pronto
despacho a la hora de adquirir algún trigo.[20]
[1] CARO BAROJA,
J., (1952) inició la localización geográfica de los molinos de viento en España
en Disertación sobre los molinos de viento. Revista
de Dialectología y Tradiciones Populares, Tomo VIII, Cuaderno 2. Madrid,
pp. 213-366; SÁNCHEZ MOLLEDO, J. M. (1987): “Los
Molinos de viento en España: Evolución Histórica y situación actual”. IV
Jornadas Etnología de Castilla-La Mancha. Toledo, España. pp. 199-212.,
amplió su dispersión por todo el territorio español; FERNÁNDEZ LAVANDERA y
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, (1998), elaboraron un mapa actualizado de los molinos de
viento en España, apoyándose en referencias históricas; más recientemente,
ROJAS SOLA y AMEZCUA OYÁGAR, (2005), Origen y expansión de los molinos de viento en España
pp. 316-325, revisan su tipología y distribución de manera muy asequible para
el lector.
[2] Los primeros
molinos fueron los de Artxanda (1723), Getxo, Ispanter, Abadiño y Sopela.
[3] A.G.S(imancas).
Libros de Respuestas Generales, art. 17.
[4] RUIZ GONZÁLEZ,
J.E, (1999). Los pueblos de Huelva en el
siglo XVIII según el diccionario del geógrafo real D. Tomás López.
Diputación Provincial pp. 36, 60, 244 y 272.
[5] Uno de ellos se
situaba en el Cerro del Celemín. Patrimonio de Eugenio Hermoso. A.P.V.
20/07/1852. Leg. 99.
[6] Vid.MADOZ, P., op. cit. Madoz habla del paraje moguereño del molino del viento, «distante unos
200 pasos de la ciudad».
[7] En la finca de Cumbreño, en el arroyo de la
Huerta del Conde, donde se alzan aún los restos del último molino de agua
beasino, existió asimismo un molino de
viento.
[8] A.M.C(alañas). Leg. 559. Las
Comprobaciones del Catastro tratan de demostrar que carecía de utilidad: el Molino de Viento
que se menciona no produze, ni ha produzido uttilidad alguna de diez
años a estta partte a causa de que con los molinos de agua hay bastantes para
moler el trigo nezesario para el avasto, del pueblo y sólo podría produzir
alguna utilidad en uno o dos meses, en el rigor del verano, en un año en que
por muy escaso de agua le venga a faltar a el Río.
[9] Bosquejo planimétrico.
Instituto Geográfico y Estadístico. Valverde 1898, hojas 1 y 3. No recoge los
molinos de Becerril ni el de la Revuelta de Pirraco.
[10] A fines del XIX
eran 7: de La Higuera, de la Encina, El Morterete, de las Huertas, de Celindo,
de la Mimbre y de Lanchoso, (Bosquejo
planimétrico. Valverde 1898, hoja 4). En el siglo XX terminaron siendo conocidos
como de la
Melera, de Matías, de la Higuera, de Feria, de la Huerta o del Lechero, del
Pirraco, del Lanchoso. A ellos se unían dos más, La Lapa y el del Huerto de los
Marines, en el arroyo de La Lapa.
[11] El análisis
de los protocolos notariales valverdeños nos ha permitido rastrear sus fechas
de construcción, los cambios de propiedad y los sistemas de usufructo.
Próximamente dedicaremos un estudio a tales cuestiones.
[12] Víd. SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C, (2004), “Los baldíos de Niebla durante los siglos XVI y XVII: aprovechamientos
comunales en el corazón del Condado Valverde del Camino, Trigueros, Beas y
Villarrasa”. VIIª
Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna / coord. por Francisco José Aranda, Vol. 2, 2004 (El mundo rural en la
España moderna), págs. 1035-1052.
[13] Los repartos
del pósito valverdeño corroboran estos datos.
[14]
GARCÍA RODRÍGUEZ J., 1980, Crisis de subsistencia y pósitos. La coyuntura de
1737 en Carmona. Actas II Coloquios de
Historia de Andalucía, Córdoba. Andalucía Moderna Tomo I. Publicaciones del
Monte de piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, pp. 265-273. NÚÑEZ ROLDÁN F.
1997, Crisis agraria en Andalucía El caso de Marchena (1734-37). III
Jornadas sobre Historia de Marchena. Marchena en la modernidad (siglos
XVII-XVIII). p.165-181. SÁNCHEZ CORRALEJO, J.C., 1990, El
pósito y la coyuntura del mercado del trigo en la primera mitad del siglo XVIII”.
Actas del II Congreso de Historia Écija
en el siglo XVIII, 1989, pp. 153-167.
[15] A.M.V. Acuerdo de 6 de abril
de 1734. Leg. 5.
[16] A.M.V. Acuerdo de 18 y 29 de
julio de 1734. Leg. 5.
[17] A.M.V. Acuerdo de 3 de mayo
de 1734. Leg. 5.
[18] A.M.V. Acta capitular de 2 de
marzo de 1744, Leg. 6.
[20] A.M.V. Acta capìtular de 7 de
julio de 1745. Leg. 6.
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