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lunes, 10 de abril de 2017

EL MOLINO DEL ANDEVALO. TIPOLOGÍA



LOS MOLINOS DE VIENTO DE VALVERDE DEL CAMINO. 1744-1978. (IV)


Juan Carlos Sánchez Corralejo

Actas de las VI Jornadas del patrimonio del Andévalo, pp. 175-180.

La tipología

El molino valverdeño, como el andaluz, responde a la tipología A de molino mediterráneo de Krüger: es un molino de eje horizontal con aspas en forma de cruz, acopladas a un eje por cuatro o más pares de varas, y velas triangulares de lienzo o panémoros.

Julio Caro Baroja realizó un doble viaje al Andévalo[1], y su descripción clásica sigue siendo la base descriptiva de los molinos del Andévalo. Los  sitúa como integrantes de una misma unidad estructural, el molino andaluz, que abarcaría la propia comarca del Andévalo, ciertos tipos de molinos portugueses del Algarve y el Alentejo, y los del Antiguo Reino de Sevilla.[2]

Con esa excepcional base, con los restos del molino de Cañaluenga y la ayuda suplementaria de unas fotos decimonónicas, podemos decir que los molinos valverdeños eran de torre totalmente cilíndrica, no ligeramente tronco-cónicas como algunos molinos de la comarca; de muros gruesos de unos 6 m de altura, construidos en mampostería de pizarra mezclada con arcilla, posteriormente revocados y encalados. Los del cabezo de San Gregorio eran de pizarra azul-morada, proveniente seguramente de la pedrera anexa al cabezo, que trabajó a principios del siglo XX Juan Marín Gamonoso –actual calle Tarsis-, o de las Pedreras del Pozo Malagón.[3]

Según la descripción de Caro Baroja, solían tener una base de 8 metros de diámetro, que dejaba libre un interior de unos 5 metros, ya que las paredes llegaban a tener 1’50 metros de anchura. Pero el valverdeño era un molino menudo. Los restos del molino de Cañaluenga apenas tienen cuatro metros de diámetro y un grosor de un metro[4]. Contaba con una única puerta de acceso en la planta baja, situada al oeste-noroeste, en posición opuesta al rotor, orientado al oeste-suroeste. Una escalera de piedra o ladrillos de 9 escalones, adosada al muro y sin barandilla, llevaba al piso de la maquinaria principal, de igual diámetro que la base del molino, y de una altura de tres metros. La escalera del molino de Feria era de ladrillo y el suelo enlosado de lajas. Su rotor tenía cuatro velas latinas. El chapitel o techumbre cónica estaba recubierto con un manto de brezo.

Era un molino móvil: unas ruedas de madera de encina o de hierro, las “carretillas” (19) embutidas en la rueda grande (20), permitían el giro de la estructura superior del molino –el ingenio-,  ya que giraban en círculo sobre el carril (18) fabricado de madera pero con refuerzos de hierro. Del extremo del injerto colgaba una cuerda o cintero (33) para provocar el giro deseado.

El eje superior horizontal se componía de las berlingas (31), ocho aspas rudimentarias  formadas por cuatro pares de árboles o palos de madera: cuatro de vela y cuatro de puño, estos últimos así llamados porque en ellos se amarraba las velas cuando estaban desplegadas. Las velas eran fabricadas con telas amarradas a las arboladuras o palos del rotor, de forma similar a los molinos persas, mientras las aspas estaban tensadas entre sí por una soga o escota (36).

El molino onubense y gaditano posee un giro de velas dextrógiro, siguiendo la dirección de las agujas del reloj, mientras que los almerienses giraban en sentido levógiro. La velocidad de giro podía regularse por el procedimiento de soltar o recoger vela, y ésta es una de sus  principales ventajas. Una desventaja era que, frente a tormentas imprevistas, las velas se rompían con facilidad.[5]

El movimiento circular de las aspas era transmitido al injerto, el eje horizontal del molino, que ya en su interior perforaba la rueda de engranes  o rueda catalina, gracias a su extremo o “rabo”. La rueda de engranes (23), fabricada de madera de encina, se componía de hasta 30 piñones o dientes y multiplicaba las revoluciones de una a cinco. En la sala de molienda, la potencia multiplicada se transfiere por medio de la linterna (11), formada por seis husillos de madera o hierro,  al eje vertical o tenazón,  que actúa como engranaje secundario, solidario al eje vertical que debe mover las muelas. La transmisión desde la linterna al tenazón se realiza  con dos piezas  varón del carro (6) y barril (5)-  a modo de abrazaderas. El tenazón se sujeta a la lavija  -una plancha de hierro con un agujero en el centro-, atraviesa las dos piedras de moler, la solera, fija, y la volandera, móvil, transmitiéndole a esta última el movimiento de giro que hace posible la molturación del grano.[6]

La tolva de madera (12), de forma piramidal invertida, suministra el grano a la piedra, cuyo vértice estaba conectado con la panereta (13), elemento que regulaba la entrada de grano por el ojo de la piedra volandera, garantizando su flujo constante. Todo el peso del sistema llegaba hasta el suelo, donde el molinero, sentado en el marranillo, regulaba una palanca que servía para regular la presión de las muelas y así determinaba la calidad de la harina resultante.

Caro Baroja establece diferencias entre los molinos andevaleños y los manchegos: los diferentes sistemas de aspas y velas, la diferente situación de la rueda de engranes, en el  molino manchego delante de la linterna y en el andevaleño detrás; o el diferente sistema de caída de la harina, no por un conducto de madera, sino directamente al jarnal –harinal o  piquera en otras poblaciones;  el suelo de laja, delimitado por unas chapas o reores (17), donde se llenaban los sacos[7]. La harina, gracias a la fuerza centrífuga, era empujada por las chapas laterales del reor o guardapolvo.

Resulta imposible saber la cuantía cierta de la molienda eólica en el siglo XVIII. Es algo conocido el alto grado de ocultación de la encuesta sobre la riqueza mandada realizar por Ensenada. En cuanto a la producción agrícola, se suele cifrar entre un 20 y un 40% del total, seguramente mayor en las producciones industriales como la molienda. Según las Respuestas Generales, los  molinos de viento de Castillejos molturaban 35 fanegas anuales cada uno; los de Valverde 30 fanegas, ya que muelen solo el tiempo de verano. La infravaloración de los rendimientos salta a primera vista, y alcanzó cotas desproporcionadas en  las Comprobaciones del Catastro. Según éstas, el molino de viento de Calañas no produjo nada desde 1751 a 1761.

  
Rueda de engranes. Molino de El Granado


        
  
              Maquinaria  del molino de Santa Bárbara. Foto Antonio Escudero.


 Esquema de molino andevaleño. La Puebla de Guzmán. Julio Caro Baroja (1996): Tecnología Popular Española. Pág. 179. 1.Piedra fija o solera. 2.Piedra volandera. 3.Tenazón. 4.Lavija. 5.Barril  6.Varón del carro 7. Pala de cola de pato. 8.Sortijas de hierro. 9.Galápago. 10.Viga transversal 11.Linterna, farolillo o carro. 12.Tolva. 13.Pandereta. 14.Caíllo. 15.Alivio o freno. 16. Jarnal. 17 Reores. 18.Carril. 19.Carretilla. 20.Rueda Grande. 21.Techo cónico. 22.Palo chamicera. 23.Rueda de engranes. 24.Piñones o dientes. 25.Caja. 26.Injerto. 27.Rabo. 28.Rollete. 29.Gollete. 30.Ulambre. 31.Berlingas. 32.Hocico. 33. Cable o cintero. 34.Cigúeñal. 35.Velas. 36.Escota.  

  
Molino Pie del Castillo  El Almendro                                   







  Sala  de Molienda. La Solana.  El Granado



                    
Villanueva  de los Castillejos

 
Santa Bárbara de Casa

 
Molino de Pujina. Valverde. 

 
  





[1] Caro Baroja, atraído por los datos del diccionario de Madoz, visitó los molinos del Andévalo, especialmente los de Puebla de Guzmán, a los que dedicó una doble visita: a fines de 1949 estuvieron Julio Caro Baroja y George Foster en Puebla de Guzmán, Alosno y El Cerro, y volvieron en la  primavera de 1950 a la romería de la Virgen de la Peña, la de San Benito en El Cerro y las Cruces de Alosno, conocieron el folclore y las peculiaridades de sus molinos de vela.
[2] En dicha obra describe además los de Conil y Vejer de la Frontera, en Cádiz, y los de la comarca onubense del Andévalo. El viaje es reproducido por GARRIDO PALACIOS, M., 2011.
[3] Entrevista a Antonio Mora Mora (1922). Otra opción menos probable es que procedieran de canteras más lejanas como la de Villarbajo, cercanas al río Odiel
[4] RICO PÉREZ, A. “Por un viejo molino”. Facanías. Extraordinario de Feria, 1983.
[5] ROJAS-SOLA, J.I.  y AMEZCUA-OGÁYAR, J.M., 2005.
[6] Ruta cultural ingenios del aire. Los molinos harineros de la Comarca Onubense del Andévalo. Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico. Consejería de Cultura.
[7] CARO BAROJA; 1996, p. 182. Recogido por GARRIDO PALACIOS, M, 2001.

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