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domingo, 20 de agosto de 2017

VALVERDE DEL CAMINO: ESCUELA DE ZAPATEROS Y APARADORAS.



EL TALLER ESCUELA DE VALVERDE. CENTRO DE FORMACION DE ZAPATEROS Y APARADORAS  (1956-1977) .

Juan Carlos Sánchez Corralejo.

Articulo procedente de 50 años de Hisoria.
De la Escuela Profesional al IES Don Bosco. pp.  15, 21-23, 30-32 y  67-74.
Reelaboracion para Facanias, Extraordinario de Feria, 2017 



Escuela de zapateros  (1956-1963)


La Escuela Profesional de Valverde nació con la idea primigenia de ser una Escuela  de Zapatería, auspiciada por el Sindicato Local de la Piel, capaz de formar el capital humano para el desarrollo de la primera rama industrial de Valverde, la industria del calzado. Y lo hizo  a iniciativa de Diego Romero Pérez, presidente de aquel sindicato. Se aspiraba a dotarla de rango nacional, aunque la realidad posterior fuera algo más modesta. 

La Cooperativa Valverdeña del Sindicato de la Piel tenía por objetivo obtener créditos para compras, de grandes proporciones, de materia prima que permitieran beneficiarse de la economía de escala, mientras  muchos obreros se quejaban de “vacíos” o jornadas inactivas, ya que solo eran contratados durante 3 días a la semana, debido a la baja producción.  Por aquellas calendas el diario Odiel reflejaba, creemos que de manera exagerada,  la crisis del sector de la zapatería valverdeña: «el que está viendo cerrarse, una a una, las fábricas de calzado que le dieron fama. Las causas del declive puramente comerciales, no han destruido, sin embargo, el germen industrioso de los valverdeños».

Pero, el empeño inicial de la Escuela de Zapatería se vio superado por la iniciativa de la Obra de Formación Profesional, tutelada por la Obra Sindical franquista, que amplió la idea original a los ramos profesionales de carpintería y ebanistería, mecánica, forja y calderería. En los años finales de la década de 1950 las especialidades que se cursaban en la Escuela Profesional eran zapatería (manual, mecánica y cortes aparados), la rama mecánica con los oficios de ajustador matricero, tornero,  fresador y soldador chapista; la rama de electricidad (instalador y más tarde bobinador) y la de madera (carpintero-ebanista). La duración media de los estudios era de 5 años: dos dedicados a preparación y otros tres a la obtención de la oficialía en la rama elegida. Durante la dirección de Eleuterio Torrelo Rodríguez (1956-58)[1], los chicos admitidos iban pasando por los diferentes talleres, a fin de que pudieran darse cuenta de sus verdaderas inclinaciones.

Fachada original de la Escuela profesional de Valverde del Camino

Fachada del Taller Escuela José Antonio


El del  lunes 24 de junio de 1957, durante la visita oficial[2]  del ministro Secretario General del Movimiento José Solís Ruiz, el gobernador civil, Manuel Valencia Remón se refirió a la crisis industrial valverdeña «donde la industria del calzado se halla estancada, problema del que había hablado ya con el Ministro y que sería abordado en el Consejo Sindical con mayor amplitud». El propio Solís manifestó su honda preocupación por el sector del calzado, no sólo local, sino nacional, teniendo presente que «la producción nacional de calzado, aunque se cifre en 35 millones de pares, es excesiva», recabando de los empresarios presentes en el acto un análisis profundo de dicha realidad, al considerarla exagerada para una población de 28 millones de españoles. Para valorar tal realidad, hay que tener muy presente que la España de 1957  aún vivía los últimos coletazos de la autarquía económica y que hasta el Plan de Estabilización Económica de 1959 no se dieron los primeros pasos reales en el proceso de apertura económica de nuestro país al mundo desarrollado, tras el aislacionismo sufrido por el régimen de Franco por parte de los países democráticos de nuestro entorno.

Lunes 24 de junio de 1957. Diseño de calzado.

El ministro José Solís Ruiz de visita en la escuela de zapatería. En la mesa de corte, el alumno Manuel Fernández Azogil. Lunes 24 de junio de 1957.



El Ministro Secretario General del Movimiento en Valverde, acompañado de el gobernador civil, Manuel Valencia Remón,  el inspector general de la Vieja Guardia, Pablo Arredondo, el presidente de la Diputación, Enrique López Márquez, y el vicesecretario nacional de ordenación social, Marianos Rojas,  y otras autoridades. En primer plano, un alumno con la máquina de devirar.

Las palabras de José Luis Galovart García, delegado provincial de sindicatos en el discurso de apertura del curso escolar 1957-58, incidíeron en los objetivos primigenios: «Esta escuela se montó con el deseo de hacer una gran fábrica de zapatos. Que no sea una fábrica de parados puesto que de aquí hay que salir con un sitio fijo: sacaremos ebanistas, electricistas, soldadores. El que salga de aquí con un título tendrá un sitio fijo y un porvenir económicamente alentador, así como una garantía espléndida para la empresa que tenga la suerte de contrataros».

La Escuela se situó en Triana, en la periferia del casco urbano valverdeño en un barrio esencialmente industrial, ya que allí se situaban las principales empresas y talleres de la población. Poco a poco, el centro educativo serviría de aglutinante para el ensanche urbanístico del barrio trianero que contó con el apoyo, desde el consistorio, del alcalde, Pedro Vizcaíno Rodríguez. Valverde contaba con una población de derecho que superaba las 10.600 almas,

Apenas unos meses antes de abrir sus puertas la Escuela Profesional, se acababan de inaugurar algunas obras como el Templete -que acogería en adelante los conciertos de la Academia de Música, en la Plaza Ramón y Cajal, que, también acababa de inaugurar su nueva iluminación con luces de mercurio; la nueva ermita de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y su plaza delantera, se encontraba muy avanzada la construcción del nuevo Ayuntamiento y estaba en proyecto el Plan de Mejora del Grupo Escolar, que supondría el arreglo de sus accesos y jardinería y la construcción de un campo de deportes. Asimismo estaba iniciada  la obra, en las inmediaciones del Grupo, de la barriada de la Inmaculada Concepción y, por las mismas calendas,  se terminó la pavimentación de la calle B de Triana -actual calle Doctor Marañón- que daba acceso a la Escuela de Formación Profesional, así como del sector entre la carretera y la estación del  ferrocarril.    


Las fabricas de cortes aparados y de calzado se había convertido en el ramo más importante de la ciudad, con empresas como «Manufactura valverdeña», Inval S.A. -famosa por su mecanización y su producción de los botos Legión, calzados Culmen, Tenería Andaluza S.L, Calzados Cejudo, Calzados Fernández, Calzados Arroyo, Calzados Calero, Calzados Vélez, Gregorio Arrayás Feria, Andrés Hidalgo Vizcaíno, Andrés Becerro o Bartolomé Hidalgo, empresas a las que se unían varios representantes de curtidos, hormas y tacones de otras tantas industrias nacionales -como Augusto Martínez Perea, Antero Rodríguez o Antonio Millán. Con anterioridad, ya en los años cuarenta, José Parreño Lineros (Joselito el mamá), ideó el boto campero, -al principio solo al alcance de las economías más pudientes-, y se creó un botón Legión con horma de punta fina y tacón cubano.

La apertura de la Escuela Profesional «José Antonio» supuso un enorme avance para Valverde. Por estas mismas fechas, Fermín de la Sierra, secretario de la comisión Nacional de productividad trajo a un experto americano para divulgar sus ideas de competitividad, calidad de los productos y rendimientos fabriles. Se estaban poniendo las bases de la aceleración industrial de la población.

Los primeros profesores entraron por concurso de méritos. Un tribunal examinaba la competencia de algunos de ellos. Eran auténticos especialistas forjados en las distintas empresas valverdeñas  Otros fueron mandados por la Organización Sindical, provenientes de otras Escuelas Profesionales. En el primer grupo de profesores aparecían Manuel Romero Pérez (teoría del calzado),), Manuel Lorca Sánchez (patronista) y Rafael Cejudo Mariano (taller de zapatería. En el segundo Francisco Díaz Aranda (maestro nacional y profesor de tecnicográficas), Enrique Seguí Fernández  y Carlos Beltrán Figuera  (teoría del calzado). 

El taller de zapatería tuvo una vida efímera, que sólo  se prolongó desde 1956 hasta 1963. En aquellos años  se cuidó especialmente la figura del modelista-patronista.

Manuel Romero Pérez era el encargado de las clases de patronismo. Antes, había transformado la banquilla de su padre, Diego Romero Bernal  del numero 24 de las calle Peñuelas,  en un negocio con más pretensiones, origen de la posterior Culmen, instalada en Triana en 1940, sustituyendo a la fabrica que perteneció con antelación a José Pérez Romero[3].

 En sus propias palabras las clases de patronismo  consistían, «en conocer el dibujo lineal y artístico, anatomía del pie y pierna, a fondo, el patronaje, las pieles, el cortado, aparado, montado, la horma, y poseer un amplio espíritu de creación». Había aprendido el oficio por correspondencia, allá por 1924, con apenas 16 años de edad, en la Academia Internacional Lincoln de Sabadell.

A la sazón, era profesor de tecnología en el módulo de zapatería y con anterioridad había sido presidente de la Junta Rectora que se encargó de velar por el control de las obras de la Escuela. Era hijo de Diego Romero Bernal, dueño del taller de zapatería de las calles Peñuelas y  hermano del notario valverdeño Diego Romero Pérez, para muchos el gran impulsor de la escuela de zapatería.

Manuel Romero era un excelente patronista, gran conocedor del calzado y de su calidad.
En la Escuela valverdeña de zapatería se enseñaba los principios de escalado con ayuda del compás, pero desde 1960 el centro contó con un  pantógrafo –conocido popularmente como  “manero”[4] -una sencilla maquina que lograba los escalados de patrones, al convertir  el patrón matriz en series completas de números, gracias a un brazo o  pitón-guía, que se desliza sobre el borde del patrón original y marcaba los diferentes números del calzado diseñado con la ayuda de una mina de grafito, sustituida posteriormente por la punta de un bolígrafo; y con  cizallas para el corte de los patrones  de cartón. Era un patronaje absolutamente manual. Romero trató de inculcar a sus alumnos el concepto de productividad y fue enviado a Mallorca para conocer las técnicas isleñas.


Manuel Romero Pérez                                             


Croquis de un “manero”, aparato para la obtención de escalas de patrones.

 
Manuel Lorca Sánchez


Otros profesores valverdeños fueron Rafael Cejudo Mariano y Manuel Lorca Sánchez. 

Rafael Cejudo Mariano, alias Mollete fue el profesor de zapatería manual o artesanal. Era un zapatero extraordinario, dominaba la fabricación a mano después de trabajar de forma eventual en varias empresas locales. Tuvo que dejar el centro en 1963 –fecha del cierre de la escuela de zapatería  por falta de alumnado, tanto de patronaje como de montaje de zapatero-, y terminó su vida laboral como encargado de Calzados Cejudo.

Manuel Lorca Sánchez  era patronista y encargado de corte en una de las fábricas señeras de la localidad, INVAL (Industrial Valverdeña, S.A). prefirió cambiar de aires y de horario, entrando en el centro como profesor de dibujo y diseño del taller de zapatería

Enrique Seguí Fernández y Carlos Beltrán Figueras,  maestros del taller de zapatería llegaron, al parecer, de una escuela que acababa de cerrar, en Elda[5] -, a través de la Organización Sindical. Enrique Seguí era técnico en fabricación, modelista y maestro de zapatería, y Carlos Beltrán maestro de patronaje.

Tras el cierre de la escuela en 1863, Enrique Seguí y Carlos Beltrán montaron un estudio de diseño y patronaje en la calle Murillo y siguieron  colaborando con empresas de Valverde. Seguí era un gran patronista pero  un modesto dibujante. Realizó patrones para empresas como Calzados Castilla Lorca, los Cala,  Federico Arroyo, en los Arrabales Chicos,   Rafael  Arroyo, del nº 20 de la carretera de calañas,  calzados Eximios de los hermanos Fernández Cejudo, inicialmente instalada en la antigua sede de Tenería Andaluza y posteriormente en carretera de Calañas nº 32. Dominaba especialmente el diseño de zapatos de caballeros, mocasines y kiowas.  

Incluso después del cierre de la Escuela de Zapatería, Seguí enseñó a varios valverdeños como Isidoro Garrido Palanco, un jovenzuelo de apenas  17 años con excelente mano de dibujante. Garrido Palanco llamó la atención de Seguí por su pericia de dibujante, mientras Enrique Seguí le corregía los modelos, especialmente los complicados ajustes de los kiowas.

De la valía de la formación de aquellos profesores y de la pericia innata del alumnado local  dan cuenta las experiencias profesionales  de algunos valverdeños a caballo entre el Andévalo y el Levante español.     

 Las empresas valverdeñas apenas invertían en patrones. Mientras, el taller Escuela Sindical de Elda acaparaba los títulos de modelistas-patronistas de la provincia de Alicante y muchos de aquellos alumnos  abrían afamados estudios. Ese contraste  provocó la definitiva marcha de Seguí de Valverde en torno a 1865. ¡La industria de Valverde no va a despegar nunca!, solía ser su lamento más frecuente.

 Su propio pupilo Isidoro Garrido se formó en Elda, con una carta de recomendación bajo el  brazo de Francisco A. Castilla y José María Fernández Azogil  quienes pretendían  recuperarlo para los futuros diseños de su empresas.  Fernando Obrador Ibáñez, distribuidor de la maquinaria de calzado en cadena que utilizaban las empresas valvedeñas y presidente del residente del Comité ejecutivo de la Feria de calzado de Elda, lo puso en contacto con  los estudio Soria,  encabezados por este afamado modelista de Elda, donde mejoró sus dotes innatas.
              
En 1963, un alumno de la Escuela Taller, Francisco Romero Cuesto, marchó a Elda  y trabajó para el estudio del modelista Martí, donde aprendió los secretos del diseño de zapatos de señora, apenas trabajados por entonces en Valverde  Con enorme talento, trabajaba en la habitación un una humilde pensión  y vendía sus diseños, de viernes a viernes, al propietario del estudio al  precio de unas escasas siete pesetas. Pasó después por el estudio de Mario Durá Rico (1934-1998), donde ejerció ya como modelista de plantilla, ocupándose además del ajuste y escalado  de los distintos modelos. Vuelto a Valverde para contraer matrimonio, volvió a Valencia requerido por la empresa Andebar, propiedad de Andrés Teruel Barrachina. Vuelto a su tierra ,en mayo de 1990, se convirtió en uno de los principales diseñadores de calzado de Valverde del Camino.   

Con el cierre de la escuela de zapatería, en 1963, dejaron el centro Cejudo, Seguí y Beltrán, mientras que Manuel Romero y Manuel Lorca siguieron adscritos al taller de cortes aparados. La profesora de dicho módulo era  Dolores Vélez Domínguez.

 El delegado provincial de Sindicatos, J.L. Galovart, con motivo de la visita de José Solís en junio de 1957, destacaba el papel de la «Escuela como centro formativo de la industria del calzado, prometiendo su celo en el cuidado y perfeccionamiento de la institución, a fin de ponerla al nivel de las más modernas Escuelas de su género y lograr convertirla en un auténtico laboratorio al servicio de las industrias de la piel».

Según los estudios de Tomás López[6], la escuela de zapatería decayó con extraordinaria rapidez. En sólo seis años pasó de ocupar más de la mitad de la nave de talleres a desaparecer totalmente, ante las urgencias de muchos padres que necesitaban un sueldo adicional y que no podían esperar a que sus hijos terminaran los estudios.

 A comienzo del curso escolar 1962-63, el alcalde Pedro Vizcaíno expuso al pleno «el rumor de la posibilidad de que desaparezca la escuela de zapatería si no se matricula cierto número de alumnos, acordándose por unanimidad mostrar el ardiente deseo de esta corporación de que no ocurra así por tradicional arraigo de dicha industria en la localidad, para lo cual se está anunciando el período de matrícula». La preocupación del consistorio se convirtió en realidad poco después y el taller de zapatería fue clausurado.

Los primeros chicos que obtuvieron la oficialía en zapatería fueron Fernando Fernández Arcas, Gregorio Bermejo Sánchez Francisco Romero  Cuesto –dedicado al diseño de calzado tanto en Valverde como en tierras alicantinas y valencianas-, Manuel Fernández Azogil, Chamendi, quien aprendió la tarea de cortador-patronista, por indicación de su padre, dueño de calzados Eximios,  Juan Fernández Cejudo,  de la carretera de Calañas; Vicente López López, Juan Lozano Pintor, Germán Llanes Moreno -uno de los que enseñaron al ministro Solís los rudimentos de la zapatería valverdeña-, entrañable cartero y profundo conocedor del cante jondo;  José Rodríguez Vázquez, el malogrado Juan Jiménez Peña; José Rodríguez y José Luis Parreño Huerta. Junto al alumnado valverdeño se formaron otras chicos de la comarca como Juan Lozano Pintor y Esteban Raya Largo, de Calañas, o José Molero Fernández de El Cerro de Andévalo.

Durante la dirección de Juan Vázquez Limón (1963-1970);  Dolores Vélez le propuso a la dirección la reapertura de la escuela de zapatería y la oportunidad de contratar al diseñador local de calzado Isidoro Garrido Palanco[7], vuelto de su experiencia de  Elda. La idea de recuperación no tuvo éxito. Pese a ello, en 1965 se celebró un concurso de destrezas en el Taller Escuela de  Formación Profesional de Valverde, ganado por Diego Palanco Bando, seguido por José Arroyo Gorgoño y Francisco Arroyo Castilla. [8]

Escuela de aparadoras  (1956-1977)

Desde el curso escolar 1957-58, vino el taller de cortes aparados que siguió funcionando, y sobrevivió, aunque sin autorización oficial, al desmantelamiento de la escuela de zapatería, y prosiguió su vida hasta la Ley General de Educación de  1970, convirtiéndose en un excelente cauce de integración social de la mujer valverdeña. Además, en el curso 1962-63 se le unió el taller de marroquinería.   

Desde el primer momento se mimó a las aprendices de los diferentes cursos de cortes-aparados. Al igual que los chicos ingresaban mediante un examen de acceso y dividían sus enseñanzas en dos cursos de pre-aprendizaje y tres de aprendizaje, aunque fue habitual en los primeros años que la mayoría de alumnas ingresara directamente en el grado de aprendizaje. La Escuela Profesional les brindaba -así lo atestiguaba la revista Adelante- además de los conocimientos propios del oficio, clases de cultura general. Cursaban tres horas de taller completadas con clases de Geografía e Historia, Gramática, Matemáticas, Religión y no podían faltar en aquellos años  “Labores” y “Prácticas de Hogar”.

Las chicas de cortes aparados. 1957

Entre las profesoras generalistas aparecían Ángeles Nieto Salgado, la Srta Noni, Antonia Pérez Aparicio, Carmen Sevilla y Ángeles Barrero.  A mediados de los 60, Gracia Clemente Duque, natural de Trigueros era la profesora de educación física y la de humanidades. Además, las chicas disponían de su propia celadora, María Dolores Suárez.  

Manuel Romero Pérez, proveniente del taller de zapatería,  impartía la tecnología del calzado, Manuel Lorca Sánchez las clases de dibujo, Enrique  Seguí les enseño a cortar zapatos, mientras que Dolores Vélez fue la primera encargada de las clases del taller de aparado.

Dolores Vélez Domínguez  poseía amplios conocimientos, ya que era propietaria de una fábrica de calzado en el Cabecillo de la Cruz, junto a su hermana Gregoria, dedicada a la producción de zapatos de hombre y mujer y las conocidas “manoletinas. Fue una profesora de mucho carácter y muy hábil con las manos: sabía hacer zapatos, objetos de marroquinería (bolsos, cinturones), alfombras, muñecos de fieltro, esteras de pita, cosidas con hilo de cáñamo. Además, enseñó a las chicas a coser, a hacer croché e incluso las introdujo en el planchado de la ropa de los internos, aunque esta tarea era odiada por la mayoría de ellas… Nada se le resistía.


 Tras su marcha, fue sucedida por Aurora Domínguez Berrocal, quien se ocupó de las clases de corte y confección y, voluntariamente, de  las de guitarra y habaneras, tanto en su etapa en la Escuelas Profesional, como más tarde siendo educadora de la residencia. Aquellas clases de guitarras y habaneras. Inicialmente se impartían en el taller de aparado, después en el salón de la enfermería y finalmente en el aula de estudios del piso inferior de la Residencia.



     Aurora Domínguez Berrocal

Además, las chicas debían superar el curso de la canastilla. Debían prepararse para ser madres y por ello debían comprar telas y confeccionar la canastilla, dirigidas por la señorita Noni y más tarde por Ángeles Barrero: dos camisitas interiores, unos patines, un chalequito y el batón con sus encajes y sobrefalda.  Luego la canastilla se regalaba a la sección femenina. Como lo mismo vale un roto que un descosido, las chicas se ocuparon incluso de las labores propias del personal de limpieza -limpieza y colada-, cuando aquel fue víctima de una dura gripe y labor suya era asimismo el planchado de la ropa particular y de las habitaciones de los internos.


Grupo de alumnas de aparado. Febrero de 1965.


En la festividad de San Juan Bosco se ponían el uniforme de gala, compuesto de falda azul tableada,  blusa blanca y unos puchos azules que evitaban que se vieran las piernas de las chicas al hacer las tablas de gimnasia.

 El material escolar se reducía a la «Nueva Enciclopedia Escolar. Iniciación Profesional», editada por Hijos de Santiago Rodríguez. La Enciclopedia encerraba en un único manual los contenidos básicos de Religión, Lengua Española, Ortografía y Literatura, Aritmética, nociones de Contabilidad,  Geografía, Historia de España, desde la Edad Antigua a la Contemporánea, Física, Química, Geología, Botánica, Zoología,  Derecho, y Fisiología e Higiene.

 Todas reconocen haber recibido una formación, tanto técnica como humanística de calidad. Muchas recuerdan las clases de anatomía y el moderno esqueleto que se iluminaba para mostrar las venas y arterias. También muchas de las alumnas conservan el recetario que hicieron, gracias a las explicaciones del profesor de dietética y nutrición. 


El uniforme de gala de las alumnas de aparado. 1974

La función de las aparadoras en la industria del calzado era y sigue siendo coser mediante máquinas planas o cilíndricas  las piezas suministradas por la sección de cortes. Inicialmente se las enseñaba a aparar utilizando papel y sólo en los últimos cursos tenían acceso a la materia prima real, el cuero. El curso 1957-58 poseía 34 aprendizas, distribuidas en dos cursos escolares. Finalmente se les enseñaba a confeccionar labores de artesanía con pita, rafia o la elaboración de alfombras, cinturones, cojines y bolsos.

El Taller Escuela José Antonio participaba con sus trabajos en las frecuentes ferias de muestras de aquellos años. En abril de 1960 envió al pabellón que Huelva tenía instalado en la Feria de Muestras de Sevilla una selección de los mejores trabajos de sus talleres: veinte pares de zapatos de distintos modelos, tanto de caballero como de señora, muñecas, alfombras, animales de fieltro y serrín, monederos y bolsos de piel. Tampoco faltaron año tras año sus trabajos en el Concurso Local de Artesanía y en las Ferias Internacionales del Campo. 

La Escuela-Taller les facilitaba  la ropa de trabajo y el atuendo de deportes, así como el almuerzo y la merienda, todo ello de forma absolutamente gratuita.  La vestimenta escolar se componía del uniforme azul de la Falange -una simple bata con cinturón y dos bolsillos, decorada con el escudo del partido único- y los arreglos del aseo: toalla, pastilla de jabón, peine... 

Desde su fundación en 1956, la Escuela formó a un ingente número de niñas. En la primera promoción destacaron  Isabel Membrillo Vélez, Dolores Corralejo Borrero, María Sacramento Vélez Lazo, María Parra Moriche, Araceli Guisado Vera, Fernanda Herrera Villegas, Inés María Lazo López, Reposo Sánchez Borrero, Isabel Mantero Corralejo, Mari Carmen Garrido Buenafé, Josefa de Jesús Fiscal Salas, Ana Arrayás Ponce, Juana Rodríguez Moro y María Reposo Gorgoño  Delgado… En la segunda promoción destacaron Rosario Ramírez Prera, Arsenia Chaparro Domínguez, Isabel Vélez Mongango, Iluminada Castilla Mongango, Mª Josefa Requena, las hermanas María y Francisca Romero, Josefa Fiscal, Juani Garrido, Juani Rodríguez, Purificación Romero, Dolores Blanco Blanco, Dolores Moya Moya, María Fernanda Garfía, Dolores Fiscal, Reposo Pernil, Reposo Quintero, Josefa Cejudo, Isabel Tocino  Fiscal, Loli Corralero, Francisca Vizcaíno. 


2º Promoción de aparadoras. Fotografía de Rosario Ramírez Prera




Grupo de alumnas de cortes aparador. Festividad de San Juan Bosco. 1964.


En  el curso 1964-65 fueron alumnas Mª Dolores Pedrada, Petri González, Mª Dolores Quiñones, Mª de los Ángeles Tocino, Josefa Constantino, Natividad López, Ana Bermejo, Gloria Lazo, Manuela Galán, Teresa Mantero, Ilde Alamillo, Mª Reposo Tirado, Ramona Mantero, Aurora Bermejo, Ana María, Mª Cristina Carrero, Manuela  Boniquito entre otras.  

Las chicas, igual que sus compañeros varones, recibían una educación disciplinada. La celadora se ocupaba de controlar las salidas, tanto en el recreo como en los cambios de clase, poniendo especial cuidado en no permitir la cercanía entre chicos y chicas. Si los chicos estaban en el patio superior, las jovencitas quedaban recluidas en el patio de abajo o en las pistas deportivas. Rosario Ramírez Prera nos confirma que ante cualquier chiquillada «nos ponían en el tablón de anuncios, lo que nos daba mucho coraje». De ahí, se hacía necesaria la visita diaria al tablón de anuncios para comprobar si se había recibido algún castigo, el motivo y la sanción impuesta.



                  


Las chicas fabricaban además artesanía con pita, rafia y elaboraban alfombras, cinturones, cojines y bolsos.


. Mª Dolores Pedrada nos recuerda que, a mediados de la década de 1960, la cuestión continuaba igual. «Si  hacíamos alguna chiquillada nos castigaban de pie en el pasillo, junto a los despachos del  Director y el Secretario. Si no aparecían las culpables de la pillería, el castigo se hacía extensivo a toda la clase». El escarmiento era mayor, ya que además recibían las burlas de sus compañeros varones.  La promoción de 1964 recuerda una sanción que les dolió de manera especial: programaron una excursión a Monte Gordo y por una travesura que hicieron en el taller les prohibieron las salidas durante todo el curso. Sólo por San Juan Bosco -el santo disponía de derecho de venía- se levantaba la prohibición de hablar con los chicos. La festividad permitía un cierto relax dentro del asfixiante control al que eran sometidos los alumnos.

Pero la cerrazón y dura disciplina era rechazada a veces por las más osadas. Arsenia Chaparro nos recuerda, desde Sitges, su paso por el centro y la escapada, capitaneada por Dolores Blanco y Dolores Moya con ocasión de los carnavales, el aviso de Francisca Ramírez, la tia Paca, para evitar males mayores, el envío de cartas a las niñas afectadas y el enfado de muchos padres ante aquel affaire. 

Esa misma exigencia se hacía extensible a la obligación del estudio. Cada año -así lo recuerda Mª Dolores Pedrada- «había que sacar nota suficiente para el siguiente curso, si no, no teníamos beca y sin beca nos expulsaban». Era necesario que las alumnas hincaran los codos si querían continuar en el centro, al menos un año más. Arsenia Ramírez nos cuenta también cómo la Escuela abría a una cuenta corriente en la Caja Provincial de Ahorros, sita en la calle Calvo Sotelo -actual Real de Arriba-, número 40, a las primeras alumnas, con la prohibición de sacar sus caudales antes de cumplir los 18 años. Pero muchas de aquellas jovencitas no acababan la oficialía ante las urgencias económicas de sus familias y comenzaban a trabajar en alguna de las fábricas valverdeñas, apenas cumplidos los 16 años. 

La integración social femenina vino no sólo de la formación profesional, sino también del deporte. Para las chicas el régimen franquista había previsto la gimnasia rítmica y el voleibol, mientras que reservaba para los chicos el fútbol y el atletismo. El uniforme deportivo se componía de una falda azul tableada y de blusa blanca y, junto a la falda, el «pucho», una especie de pantalón con elástico por encima de la rodilla para evitar exponer los muslos de las chicas a la vista inquieta de sus compañeros. Junto a las pistas de abajo pasaban las aguas sucias de Valverde, aún sin canalizar y más de una vez caía en ella la pelota de voleibol.

Viaje a Cádiz. 16 de junio de 1965.

Tabla de gimnasia

Equipo femenino de balonvolea. Años 60


Equipo de balonvolea, junto a su entrenador,
Antonio Fernández Rabadán. Año 1973.  


                                      Integrantes del equipo femenino de voleibol


Pese a todos los inconvenientes, estas chicas alcanzaron altas metas en las competiciones andaluzas. Un buen ejemplo fue el equipo femenino de voleibol (por entonces conocido como balón volea) del Centro Sindical que llegó a ascender a Segunda División.

El voleibol, llamado entonces balonvolea, alcanzó grandes cotas en Valverde. A mediados de la década de 1960 el equipo masculino hizo furor: en 1966, quedó campeón provincial y por tal motivo se desplazó a Córdoba los días 21, 22 y 23 de abril quedando clasificado en cuarto lugar de Andalucía. En 1968, un equipo de balonvolea participó en Granada en los llamados “Juegos de la Juventud”. Allí se clasificó campeón de sector. Conservamos varias fotos de aquel evento, con los chicos  acompañados por Javier López Guilarte. El campeonato suponía que tendrían que desplazarse a Tenerife para tomar parte en la fase final de carácter nacional, aunque desconocemos cómo acabó aquella gesta.

Poco después fue el voleibol femenino, representado por el Medina Valverde, quien cogió el testigo y dio lustre al  centro. Se había formado bajo los auspicios de Ángeles Barrero, a la sazón profesora de educación física, aunque fue realmente su marido, Antonio Fernández Rabadán, quién se convirtió poco después en su entrenador y verdadero adalid. El curso 1973-1974, las chicas del voleibol jugaron federadas y quedaron campeonas de la Tercera División, enfrentándose a equipos de reconocida talla como Gil Márquez, Veracruz, Telefónica, todos ellos de la capital onubense. Fue, por entonces, el único equipo onubense capaz de ascender a tal categoría.

Las componentes del «Medina Valverde» fueron Rosario Bermejo Bermejo, Luci Romero de la Rubia, María Isabel Pérez Rodríguez, Petra Cejudo Corralero, María Dolores Quiñónez Boniquito, María Romero Vázquez, Rosario Cruz Trabajo y Josefa Bermejo Bermejo.

La Escuela les ofreció el equipamiento: falda blanca y blusa celeste, y el ayuntamiento les regaló un balón. La subvención de 750 pesetas con cargo a la Delegación Provincial de Balón Volea les permitió el abono de su desplazamiento a las provincias de Sevilla,  Cádiz, Córdoba y Málaga. En la liga del año 1975-1976 se torció  la trayectoria del equipo: a principios de noviembre de 1975, -Franco se encontraba ya en el lecho de muerte desde finales de octubre-, la Sección Femenina decidió no seguir apoyando al equipo ante la falta de presupuesto. Las valverdeñas tuvieron que retirarse de la competición. Este fue el  fin prematuro de este conjunto aficionado que elevó a enormes cotas el nombre de nuestro pueblo y de nuestro centro educativo. 


Carnet de alumna de cortes aparados.


En el curso 1.974-75, se celebró  por primera vez en el Centro unas fiestas de fin de curso, con la coronación de Damas y Reina, la elección de Miss TEJA, la reina del Taller Escuela José Antonio y baile con orquesta, así como infinidad de actividades deportivas y culturales[9].

La elección de la Reina del TEJA completaba la entrega de premios a las actividades culturales y deportivas. Se cerraba con un  espectacular  baile con orquesta para los chicos, las chicas y sus familias. La entrega de bandas en el Salón de actos, entregados por algún niño, abría la fiesta celebrada en las pistas deportivas

 En 1975 las elegidas fueron Antonia García Blanco, acompañada por las damas de honor: Manoli Contioso, Pepi Flores Gutiérrez, Manoli Fernández Gutiérrez y Ana Maria Cera Recio, junto a los hijos de Ramis Arroyo y Javier López Guilarte «Zarrita», encargados aquel año de llevar las bandas

La reina del TEJA y sus damas de honor. 1975


Reina del TEJA 1976



Miss Teja y su corte de damas de honor. 1977

En  1976, las pocas alumnas que quedaban en el centro coparon los puestos de honor, Conchi fue la reina y sus damas Elisa, Repo León y de nuevo Pepi Flores. Al año siguiente, cuando el taller de cortes aparados estaba a punto de desaparecer, las elegidas fueron Pepa Ramos, María José Morián, Manoli Contioso y Juani Macías.


[1] Militar franquista, capitán jefe de la policía armada y de tráfico, y primer director de la Escuela Profesional de Valverde. Trató de imponer una férrea disciplina, acorde con su estatus castrense y los designios de la época. Era muy exigente con sus empleados y alumnos. Muchos recuerdan a un alumno que osó arrancar una hoja de la amapola de la escalera central y cómo el director lo tuvo todo el día de pie, con la hoja en la mano. También era muy exigente con los profesores y el personal de administración y servicios. Su cometido cesó pronto cuando, al acabar el curso escolar 1957-58, fue nombrado nuevo vicesecretario provincial de obras sindicales. Llegaba al centro a diario, bien en el coche oficial militar, un Volkswagen de los conocidos popularmente como escarabajos, o bien en su famosa Lambretta.
[2] La apertura real del centro se produjo el 4 de noviembre de 1956 y el 25 del mismo mes su inauguración formal.
[3] En 1957, el negocio fue traspasado a José Martín Jaldón.
[4] El pantógrafo era un aparato para la obtención de patrones en la industria del calzado, patentado por el alicantino  Lorenzo Manero, quién, además ideó  un aparato ensanchador para cañas de botas; un escalador maestro para patrones de calzado, un procedimiento para la fabricación de hormas para calzado, varios pernitos tensores para calzados y varias  cizallas a motor para patrones de calzado.
[5] Entrevista a Isidoro Garrido Palanco, quien cree recordar que procedían de Elda .   Enrique Seguí Fernández aparece como testigo en varias consejos de guerra en el otoño de 1939. Vid.  PAYA LOPEZ, Pedro: (2014). Ni paz, ni piedad, ni perdón. La guerra después de la guerra y la erradicación del enemigo en el partido judicial de Monóvar: la responsabilidad compartida (1939-1945). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.  SANCHEZ RECIO,  Glicerio  (2014),  Operación quirúrgica en el cuerpo social: La represión política en Monóvar (1936-1943), 165.
[6] LÓPEZ; Tomás (1997): “Aproximación a la historia del Instituto Don Bosco”. Facanías,
[7] Isidoro ha hecho modelos de calzado  a las principales empresas de Valverde como Lazo y Duque, Labor-PLT, Ramón Vizcaíno Villegas, Ramón el peón; ,  
[8] “Concurso de destreza el el oficio de calzado”. En ODIEL. Jueves 27 de mayo de 1965, p. 6.
[9] PEREZ MAESTRE, Anselmo, op. Cit. . La visión de un alumno del Taller Escuela, p. 87. 

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