EL TALLER ESCUELA DE
VALVERDE. CENTRO DE FORMACION DE ZAPATEROS Y APARADORAS (1956-1977) .
Juan Carlos Sánchez Corralejo.
Articulo procedente de 50 años de Hisoria.
De la Escuela Profesional al IES Don Bosco. pp. 15,
21-23, 30-32 y 67-74.
Reelaboracion para Facanias, Extraordinario de Feria, 2017
Escuela de
zapateros (1956-1963)
La Escuela Profesional de Valverde nació con la idea
primigenia de ser una Escuela de
Zapatería, auspiciada por el Sindicato Local de la Piel, capaz de formar el
capital humano para el desarrollo de la primera rama industrial de Valverde, la
industria del calzado. Y lo hizo a
iniciativa de Diego Romero Pérez, presidente de aquel sindicato. Se aspiraba a dotarla de rango
nacional, aunque la realidad posterior fuera algo más modesta.
La Cooperativa Valverdeña del Sindicato de la Piel tenía
por objetivo obtener créditos para compras, de grandes proporciones, de materia
prima que permitieran beneficiarse de la economía de escala, mientras muchos obreros se quejaban de “vacíos” o
jornadas inactivas, ya que solo eran contratados durante 3 días a la semana,
debido a la baja producción. Por
aquellas calendas el diario Odiel reflejaba, creemos que de manera
exagerada, la crisis del sector de la
zapatería valverdeña: «el que está viendo cerrarse, una a una, las fábricas
de calzado que le dieron fama. Las causas del declive puramente comerciales, no
han destruido, sin embargo, el germen industrioso de los valverdeños».
Pero, el empeño inicial de la Escuela de Zapatería se vio
superado por la iniciativa de la Obra de Formación Profesional, tutelada por la
Obra Sindical franquista, que amplió la idea original a los ramos profesionales de carpintería y
ebanistería, mecánica, forja y calderería. En
los años finales de la década de 1950 las especialidades que se cursaban en la
Escuela Profesional eran zapatería (manual, mecánica y cortes aparados), la
rama mecánica con los oficios de ajustador matricero, tornero, fresador y soldador chapista; la rama de
electricidad (instalador y más tarde bobinador) y la de madera (carpintero-ebanista).
La duración media de los estudios era de 5 años: dos dedicados a preparación y
otros tres a la obtención de la oficialía en la rama elegida. Durante la
dirección de Eleuterio Torrelo Rodríguez (1956-58)[1],
los chicos admitidos iban pasando por los diferentes talleres, a fin de que
pudieran darse cuenta de sus verdaderas inclinaciones.
Fachada original de la Escuela
profesional de Valverde del Camino
El del lunes 24 de
junio de 1957, durante la visita oficial[2] del ministro Secretario General del Movimiento José Solís Ruiz, el gobernador civil, Manuel Valencia Remón se
refirió a la crisis industrial valverdeña «donde la industria del calzado se
halla estancada, problema del que había hablado ya con el Ministro y que sería
abordado en el Consejo Sindical con mayor amplitud». El propio Solís
manifestó su honda preocupación por el sector del calzado, no sólo local, sino
nacional, teniendo presente que «la producción nacional de calzado, aunque
se cifre en 35 millones de pares, es excesiva», recabando de los
empresarios presentes en el acto un análisis profundo de dicha realidad, al
considerarla exagerada para una población de 28 millones de españoles. Para
valorar tal realidad, hay que tener muy presente que la España de 1957 aún vivía los últimos coletazos de la
autarquía económica y que hasta el Plan de Estabilización Económica de 1959 no
se dieron los primeros pasos reales en el proceso de apertura económica de
nuestro país al mundo desarrollado, tras el aislacionismo sufrido por el
régimen de Franco por parte de los países democráticos de nuestro entorno.
Lunes 24 de junio de 1957. Diseño
de calzado.
El ministro José Solís Ruiz
de visita en la escuela de zapatería. En la mesa de corte, el alumno Manuel
Fernández Azogil. Lunes 24 de junio de 1957.
El Ministro Secretario General del Movimiento en Valverde, acompañado
de el gobernador civil, Manuel Valencia Remón,
el inspector general de la Vieja Guardia, Pablo Arredondo, el presidente
de la Diputación, Enrique López Márquez, y el vicesecretario nacional de
ordenación social, Marianos Rojas, y
otras autoridades. En primer plano, un alumno con la máquina de devirar.
Las palabras de José Luis Galovart García, delegado
provincial de sindicatos en el discurso de apertura del curso escolar 1957-58,
incidíeron en los objetivos primigenios: «Esta escuela se montó con el deseo de hacer
una gran fábrica de zapatos. Que no sea una fábrica de parados puesto que de
aquí hay que salir con un sitio fijo: sacaremos ebanistas, electricistas,
soldadores. El que salga de aquí con un título tendrá un sitio fijo y un
porvenir económicamente alentador, así como una garantía espléndida para la
empresa que tenga la suerte de contrataros».
La Escuela se situó en Triana, en la periferia del casco
urbano valverdeño en un barrio esencialmente industrial, ya que allí se
situaban las principales empresas y talleres de la población. Poco a poco, el
centro educativo serviría de aglutinante para el ensanche urbanístico del
barrio trianero que contó con el apoyo, desde el consistorio, del alcalde,
Pedro Vizcaíno Rodríguez. Valverde
contaba con una población de derecho que superaba las 10.600 almas,
Apenas unos meses antes de abrir sus puertas la Escuela
Profesional, se acababan de inaugurar algunas obras como el Templete -que
acogería en adelante los conciertos de la Academia de Música, en la Plaza Ramón
y Cajal, que, también acababa de inaugurar su nueva iluminación con luces de
mercurio; la nueva ermita de Nuestro Padre Jesús de las Tres Caídas y su plaza
delantera, se encontraba muy avanzada la construcción del nuevo Ayuntamiento y
estaba en proyecto el Plan de Mejora del Grupo Escolar, que supondría el
arreglo de sus accesos y jardinería y la construcción de un campo de deportes.
Asimismo estaba iniciada la obra, en las
inmediaciones del Grupo, de la barriada de la Inmaculada Concepción y, por las
mismas calendas, se terminó la
pavimentación de la calle B de Triana -actual calle Doctor Marañón- que daba
acceso a la Escuela de Formación Profesional, así como del sector entre la
carretera y la estación del
ferrocarril.
Las
fabricas de cortes aparados y de calzado se había convertido en el ramo más
importante de la ciudad, con empresas como «Manufactura valverdeña», Inval
S.A. -famosa por su mecanización y su producción de los botos Legión,
calzados Culmen, Tenería Andaluza S.L, Calzados Cejudo, Calzados
Fernández, Calzados Arroyo, Calzados Calero, Calzados Vélez, Gregorio Arrayás
Feria, Andrés Hidalgo Vizcaíno, Andrés Becerro o Bartolomé Hidalgo,
empresas a las que se unían varios representantes de curtidos, hormas y tacones
de otras tantas industrias nacionales -como Augusto Martínez Perea, Antero
Rodríguez o Antonio Millán. Con anterioridad, ya en los años cuarenta, José
Parreño Lineros (Joselito el mamá), ideó el boto campero, -al principio
solo al alcance de las economías más pudientes-, y se creó un botón Legión con
horma de punta fina y tacón cubano.
La
apertura de la Escuela Profesional «José Antonio» supuso un enorme avance para
Valverde. Por estas mismas fechas, Fermín de la Sierra, secretario de la
comisión Nacional de productividad trajo a un experto americano para divulgar
sus ideas de competitividad, calidad de los productos y rendimientos fabriles.
Se estaban poniendo las bases de la aceleración industrial de la población.
Los
primeros profesores entraron por concurso de méritos. Un tribunal examinaba la
competencia de algunos de ellos. Eran auténticos especialistas forjados en las
distintas empresas valverdeñas Otros
fueron mandados por la Organización Sindical, provenientes de otras Escuelas
Profesionales. En el primer grupo de profesores aparecían Manuel Romero Pérez
(teoría del calzado),), Manuel Lorca Sánchez (patronista) y Rafael Cejudo
Mariano (taller de zapatería. En el segundo Francisco Díaz Aranda (maestro
nacional y profesor de tecnicográficas), Enrique Seguí Fernández y Carlos Beltrán Figuera (teoría del calzado).
El taller de
zapatería tuvo una vida efímera, que sólo
se prolongó desde 1956 hasta 1963. En aquellos años se cuidó especialmente la figura del
modelista-patronista.
Manuel Romero Pérez era el encargado de las clases de patronismo.
Antes, había transformado la banquilla de su padre, Diego Romero Bernal del numero 24 de las calle Peñuelas, en un negocio con más pretensiones, origen de
la posterior Culmen, instalada en Triana en 1940, sustituyendo a la fabrica que perteneció con antelación a José Pérez Romero[3].
En sus propias palabras las clases de
patronismo consistían, «en
conocer el dibujo lineal y artístico, anatomía del pie y pierna, a fondo, el
patronaje, las pieles, el cortado, aparado, montado, la horma, y poseer un amplio
espíritu de creación». Había aprendido el oficio por correspondencia, allá
por 1924, con apenas 16 años de edad, en la Academia Internacional Lincoln de Sabadell.
A la sazón, era profesor de
tecnología en el módulo de zapatería y con anterioridad había sido
presidente de la Junta Rectora que se encargó de velar por el control de las
obras de la Escuela. Era
hijo de Diego Romero Bernal, dueño del taller de zapatería de las calles
Peñuelas y hermano del notario
valverdeño Diego Romero Pérez, para muchos el gran impulsor de la escuela de
zapatería.
Manuel Romero era un excelente patronista, gran conocedor del calzado y
de su calidad.
En la Escuela valverdeña de zapatería se enseñaba los principios de
escalado con ayuda del compás, pero desde 1960 el centro contó con un pantógrafo
–conocido popularmente como “manero”[4] -una
sencilla maquina que lograba los escalados de patrones, al convertir el patrón matriz en series completas de
números, gracias a un brazo o pitón-guía, que se desliza sobre el borde del
patrón original y marcaba los diferentes números del calzado diseñado con la
ayuda de una mina de grafito, sustituida posteriormente por la punta de un
bolígrafo; y con cizallas para el corte
de los patrones de cartón. Era un
patronaje absolutamente manual. Romero trató de inculcar a sus alumnos el
concepto de productividad y fue enviado a Mallorca para conocer las técnicas
isleñas.
Croquis de un “manero”, aparato
para la obtención de escalas de patrones.
Manuel Lorca Sánchez
Otros profesores valverdeños
fueron Rafael Cejudo Mariano y Manuel Lorca Sánchez.
Rafael Cejudo Mariano, alias Mollete fue el profesor de zapatería manual o artesanal. Era un zapatero extraordinario,
dominaba la fabricación a mano después de trabajar de forma eventual en varias
empresas locales. Tuvo que dejar el centro en 1963 –fecha del cierre de la
escuela de zapatería por falta de
alumnado, tanto de patronaje como de montaje de zapatero-, y terminó su vida laboral como encargado de
Calzados Cejudo.
Manuel Lorca
Sánchez era patronista y encargado
de corte en una de las fábricas señeras de la localidad, INVAL (Industrial
Valverdeña, S.A). prefirió cambiar de aires y de horario, entrando en el centro
como profesor de dibujo y diseño del taller de zapatería
Enrique Seguí Fernández y Carlos Beltrán Figueras, maestros del taller de zapatería llegaron,
al parecer, de una escuela que acababa de cerrar, en Elda[5]
-, a través de la Organización Sindical. Enrique Seguí era técnico en fabricación,
modelista y maestro de zapatería, y Carlos Beltrán maestro de patronaje.
Tras el cierre de la escuela en 1863, Enrique
Seguí y Carlos Beltrán montaron un estudio de diseño y patronaje en la calle
Murillo y siguieron colaborando con
empresas de Valverde. Seguí era un gran patronista pero un modesto dibujante. Realizó patrones para
empresas como Calzados Castilla Lorca, los Cala, Federico Arroyo, en los Arrabales Chicos, Rafael Arroyo, del nº 20 de la carretera de calañas, calzados Eximios de los hermanos Fernández
Cejudo, inicialmente
instalada en la antigua sede de Tenería Andaluza y posteriormente en carretera
de Calañas nº 32. Dominaba
especialmente el diseño de zapatos de caballeros, mocasines y kiowas.
Incluso después del cierre de la Escuela de
Zapatería, Seguí enseñó a varios valverdeños como Isidoro Garrido
Palanco, un jovenzuelo de apenas 17 años
con excelente mano de dibujante. Garrido Palanco llamó la atención de Seguí por
su pericia de dibujante, mientras Enrique Seguí le corregía los modelos,
especialmente los complicados ajustes de los kiowas.
De la valía de la formación de
aquellos profesores y de la pericia innata del alumnado local dan cuenta las experiencias profesionales de algunos valverdeños a caballo entre el
Andévalo y el Levante español.
Las empresas valverdeñas apenas invertían en
patrones. Mientras, el taller Escuela Sindical de Elda acaparaba los títulos de
modelistas-patronistas de la provincia de Alicante y muchos de aquellos alumnos abrían afamados estudios. Ese contraste provocó la definitiva marcha de Seguí de
Valverde en torno a 1865. ¡La industria
de Valverde no va a despegar nunca!, solía ser su lamento más frecuente.
Su propio pupilo Isidoro Garrido se formó en
Elda, con una carta de recomendación bajo el
brazo de Francisco A. Castilla y José María Fernández Azogil quienes pretendían recuperarlo para los futuros diseños de su
empresas. Fernando Obrador Ibáñez,
distribuidor de la maquinaria de calzado en cadena que utilizaban las empresas
valvedeñas y presidente del residente del Comité ejecutivo de la
Feria de calzado de Elda, lo puso en contacto con los estudio Soria, encabezados por este afamado modelista de Elda,
donde mejoró sus dotes innatas.
En 1963, un alumno de la Escuela Taller, Francisco Romero
Cuesto, marchó a Elda y trabajó para el estudio del modelista Martí, donde
aprendió los secretos del diseño de zapatos de señora, apenas trabajados por
entonces en Valverde Con enorme talento,
trabajaba en la habitación un una humilde pensión y vendía sus diseños, de viernes a viernes, al
propietario del estudio al precio de
unas escasas siete pesetas. Pasó después por el estudio de Mario Durá Rico (1934-1998), donde ejerció ya como
modelista de plantilla, ocupándose además del ajuste y escalado de los distintos modelos. Vuelto a Valverde
para contraer matrimonio, volvió a Valencia requerido por la empresa Andebar,
propiedad de Andrés Teruel Barrachina.
Vuelto a su tierra ,en mayo de 1990, se convirtió en uno de los principales
diseñadores de calzado de Valverde del Camino.
Con el cierre de la
escuela de zapatería, en 1963, dejaron el centro Cejudo, Seguí y Beltrán,
mientras que Manuel Romero y Manuel Lorca siguieron adscritos al taller de
cortes aparados. La profesora de dicho módulo era Dolores Vélez Domínguez.
El delegado provincial de Sindicatos, J.L.
Galovart, con motivo de la visita de José Solís en junio de 1957, destacaba el
papel de la «Escuela como centro formativo de la industria del calzado,
prometiendo su celo en el cuidado y perfeccionamiento de la institución, a fin
de ponerla al nivel de las más modernas Escuelas de su género y lograr
convertirla en un auténtico laboratorio al servicio de las industrias de la
piel».
Según los estudios de Tomás López[6], la
escuela de zapatería decayó con extraordinaria rapidez. En sólo seis años pasó
de ocupar más de la mitad de la nave de talleres a desaparecer totalmente, ante
las urgencias de muchos padres que necesitaban un sueldo adicional y que no
podían esperar a que sus hijos terminaran los estudios.
A comienzo del
curso escolar 1962-63, el alcalde Pedro Vizcaíno expuso al pleno «el rumor
de la posibilidad de que desaparezca la escuela de zapatería si no se matricula
cierto número de alumnos, acordándose por unanimidad mostrar el ardiente deseo
de esta corporación de que no ocurra así por tradicional arraigo de dicha
industria en la localidad, para lo cual se está anunciando el período de
matrícula». La preocupación del consistorio se convirtió en realidad poco
después y el taller de zapatería fue clausurado.
Los primeros chicos que obtuvieron la oficialía en
zapatería fueron Fernando Fernández Arcas, Gregorio Bermejo Sánchez Francisco
Romero Cuesto –dedicado al diseño de
calzado tanto en Valverde como en tierras alicantinas y valencianas-, Manuel Fernández
Azogil, Chamendi, quien aprendió la
tarea de cortador-patronista, por indicación de su padre, dueño de calzados
Eximios, Juan Fernández Cejudo, de la carretera de Calañas; Vicente López
López, Juan Lozano Pintor, Germán Llanes Moreno -uno de los que enseñaron al
ministro Solís los rudimentos de la zapatería valverdeña-, entrañable cartero y
profundo conocedor del cante jondo; José
Rodríguez Vázquez, el malogrado Juan Jiménez Peña; José Rodríguez y José Luis
Parreño Huerta. Junto al alumnado valverdeño se formaron otras chicos de la
comarca como Juan Lozano Pintor y Esteban Raya Largo, de Calañas, o José Molero
Fernández de El Cerro de Andévalo.
Durante la dirección de Juan Vázquez Limón
(1963-1970); Dolores Vélez le propuso a la
dirección la reapertura de la escuela de zapatería y la oportunidad de contratar
al diseñador local de calzado Isidoro Garrido Palanco[7], vuelto
de su experiencia de Elda. La idea de
recuperación no tuvo éxito. Pese a ello, en 1965 se celebró un concurso de
destrezas en el Taller Escuela de
Formación Profesional de Valverde, ganado por Diego Palanco Bando,
seguido por José Arroyo Gorgoño y Francisco Arroyo Castilla. [8]
Escuela de aparadoras (1956-1977)
Desde el curso escolar 1957-58, vino el taller de cortes aparados que siguió
funcionando, y sobrevivió, aunque sin autorización oficial, al desmantelamiento
de la escuela de zapatería, y prosiguió su vida hasta la Ley General de
Educación de 1970, convirtiéndose en un
excelente cauce de integración social de la mujer valverdeña. Además, en el
curso 1962-63 se le unió el taller de marroquinería.
Desde el primer momento se mimó a las aprendices de los
diferentes cursos de cortes-aparados. Al igual que los chicos ingresaban
mediante un examen de acceso y dividían sus enseñanzas en dos cursos de
pre-aprendizaje y tres de aprendizaje, aunque fue habitual en los primeros años
que la mayoría de alumnas ingresara directamente en el grado de aprendizaje. La
Escuela Profesional les brindaba -así lo atestiguaba la revista Adelante-
además de los conocimientos propios del oficio, clases de cultura general.
Cursaban tres horas de taller completadas con clases de Geografía e Historia,
Gramática, Matemáticas, Religión y no podían faltar en aquellos años “Labores” y “Prácticas de Hogar”.
Entre las profesoras generalistas aparecían Ángeles
Nieto Salgado, la Srta Noni, Antonia Pérez Aparicio, Carmen Sevilla y Ángeles Barrero. A mediados de los 60, Gracia Clemente
Duque, natural de Trigueros era la profesora de educación física y la de
humanidades. Además, las chicas disponían de su propia celadora, María Dolores
Suárez.
Manuel Romero Pérez, proveniente del taller de zapatería, impartía la tecnología del calzado, Manuel
Lorca Sánchez las clases de dibujo, Enrique Seguí les enseño a cortar zapatos,
mientras que Dolores Vélez fue la primera encargada de las clases del
taller de aparado.
Dolores Vélez
Domínguez poseía amplios
conocimientos, ya que era propietaria de una fábrica de calzado en el Cabecillo
de la Cruz, junto a su hermana Gregoria, dedicada a la producción de zapatos de
hombre y mujer y las conocidas “manoletinas. Fue una profesora de mucho
carácter y muy hábil con las manos: sabía hacer zapatos, objetos de
marroquinería (bolsos, cinturones), alfombras, muñecos de fieltro, esteras de
pita, cosidas con hilo de cáñamo. Además, enseñó a las chicas a coser, a hacer
croché e incluso las introdujo en el planchado de la ropa de los internos,
aunque esta tarea era odiada por la mayoría de ellas… Nada se le resistía.
Tras su marcha, fue
sucedida por Aurora Domínguez Berrocal, quien se ocupó de las
clases de corte y confección y, voluntariamente, de las de guitarra y habaneras, tanto en su
etapa en la Escuelas Profesional, como más tarde siendo educadora de la
residencia. Aquellas clases de guitarras y habaneras. Inicialmente se
impartían en el taller de aparado, después en el salón de la enfermería y
finalmente en el aula de estudios del piso inferior de la Residencia.
Aurora Domínguez Berrocal
Además, las chicas debían superar el curso de la
canastilla. Debían prepararse para ser madres y por ello debían comprar
telas y confeccionar la canastilla, dirigidas por la señorita Noni y más tarde
por Ángeles Barrero: dos camisitas interiores, unos patines, un chalequito y el
batón con sus encajes y sobrefalda.
Luego la canastilla se regalaba a la sección femenina. Como lo mismo
vale un roto que un descosido, las chicas se ocuparon incluso de las labores
propias del personal de limpieza -limpieza y colada-, cuando aquel fue víctima
de una dura gripe y labor suya era asimismo el planchado de la ropa particular
y de las habitaciones de los internos.
Grupo de alumnas de aparado. Febrero de 1965.
En la festividad de
San Juan Bosco se ponían el uniforme de gala, compuesto de falda azul
tableada, blusa blanca y unos puchos
azules que evitaban que se vieran las piernas de las chicas al hacer las tablas
de gimnasia.
El material escolar
se reducía a la «Nueva Enciclopedia Escolar. Iniciación Profesional», editada
por Hijos de Santiago Rodríguez. La Enciclopedia encerraba en un único manual
los contenidos básicos de Religión, Lengua Española, Ortografía y Literatura,
Aritmética, nociones de Contabilidad,
Geografía, Historia de España, desde la Edad Antigua a la Contemporánea,
Física, Química, Geología, Botánica, Zoología,
Derecho, y Fisiología e Higiene.
Todas reconocen
haber recibido una formación, tanto técnica como humanística de calidad. Muchas
recuerdan las clases de anatomía y el moderno esqueleto que se iluminaba para
mostrar las venas y arterias. También muchas de las alumnas conservan el
recetario que hicieron, gracias a las explicaciones del profesor de dietética y
nutrición.
El uniforme de gala de las alumnas de aparado. 1974
La función de las aparadoras en la industria del calzado
era y sigue siendo coser mediante máquinas planas o cilíndricas las piezas suministradas por la sección de
cortes. Inicialmente se las enseñaba a aparar utilizando papel y sólo en los últimos
cursos tenían acceso a la materia prima real, el cuero. El curso 1957-58 poseía
34 aprendizas, distribuidas en dos cursos escolares. Finalmente se les enseñaba
a confeccionar labores de artesanía con pita, rafia o la elaboración de
alfombras, cinturones, cojines y bolsos.
El Taller Escuela José Antonio participaba con sus
trabajos en las frecuentes ferias de muestras de aquellos años. En abril
de 1960 envió al pabellón que Huelva tenía instalado en la Feria de Muestras de
Sevilla una selección de los mejores trabajos de sus talleres: veinte pares de
zapatos de distintos modelos, tanto de caballero como de señora, muñecas,
alfombras, animales de fieltro y serrín, monederos y bolsos de piel. Tampoco
faltaron año tras año sus trabajos en el Concurso Local de Artesanía y
en las Ferias Internacionales del Campo.
La Escuela-Taller les facilitaba la ropa de trabajo y el atuendo de deportes,
así como el almuerzo y la merienda, todo ello de forma absolutamente gratuita. La vestimenta escolar se componía del uniforme
azul de la Falange -una simple bata con cinturón y dos bolsillos, decorada con
el escudo del partido único- y los arreglos del aseo: toalla, pastilla de
jabón, peine...
Desde su fundación en 1956, la Escuela formó a un ingente
número de niñas. En la primera promoción destacaron Isabel Membrillo Vélez, Dolores Corralejo
Borrero, María Sacramento Vélez Lazo, María Parra Moriche, Araceli Guisado
Vera, Fernanda Herrera Villegas, Inés María Lazo López, Reposo Sánchez Borrero,
Isabel Mantero Corralejo, Mari Carmen Garrido Buenafé, Josefa de Jesús Fiscal
Salas, Ana Arrayás Ponce, Juana Rodríguez Moro y María Reposo Gorgoño Delgado… En la segunda promoción destacaron
Rosario Ramírez Prera, Arsenia Chaparro Domínguez, Isabel Vélez Mongango,
Iluminada Castilla Mongango, Mª Josefa Requena, las hermanas María y Francisca
Romero, Josefa Fiscal, Juani Garrido, Juani Rodríguez, Purificación Romero,
Dolores Blanco Blanco, Dolores Moya Moya, María Fernanda Garfía, Dolores
Fiscal, Reposo Pernil, Reposo Quintero, Josefa Cejudo, Isabel Tocino Fiscal, Loli Corralero, Francisca
Vizcaíno.
En el curso 1964-65
fueron alumnas Mª Dolores Pedrada, Petri González, Mª Dolores Quiñones, Mª de
los Ángeles Tocino, Josefa Constantino, Natividad López, Ana Bermejo, Gloria
Lazo, Manuela Galán, Teresa Mantero, Ilde Alamillo, Mª Reposo Tirado, Ramona
Mantero, Aurora Bermejo, Ana María, Mª Cristina Carrero, Manuela Boniquito entre otras.
Las chicas, igual que sus compañeros varones, recibían una
educación disciplinada. La celadora
se ocupaba de controlar las salidas, tanto en el recreo como en los cambios de
clase, poniendo especial cuidado en no permitir la cercanía entre chicos y
chicas. Si los chicos estaban en el patio superior, las jovencitas quedaban
recluidas en el patio de abajo o en las pistas deportivas. Rosario Ramírez
Prera nos confirma que ante cualquier chiquillada «nos ponían en el tablón
de anuncios, lo que nos daba mucho coraje». De ahí, se hacía necesaria la
visita diaria al tablón de anuncios para comprobar si se había recibido algún
castigo, el motivo y la sanción impuesta.
Las
chicas fabricaban además artesanía con
pita, rafia y elaboraban alfombras, cinturones, cojines y bolsos.
. Mª Dolores Pedrada nos recuerda que, a mediados de la
década de 1960, la cuestión continuaba igual. «Si hacíamos alguna chiquillada nos castigaban de
pie en el pasillo, junto a los despachos del
Director y el Secretario. Si no aparecían las culpables de la pillería,
el castigo se hacía extensivo a toda la clase». El escarmiento era mayor,
ya que además recibían las burlas de sus compañeros varones. La promoción de 1964 recuerda una sanción que
les dolió de manera especial: programaron una excursión a Monte Gordo y por una
travesura que hicieron en el taller les prohibieron las salidas durante todo el
curso. Sólo por San Juan Bosco -el santo disponía de derecho de venía- se
levantaba la prohibición de hablar con los chicos. La festividad permitía un
cierto relax dentro del asfixiante control al que eran sometidos los alumnos.
Pero la cerrazón y dura
disciplina era rechazada a veces por las más osadas. Arsenia Chaparro nos
recuerda, desde Sitges, su paso por el centro y la escapada, capitaneada por
Dolores Blanco y Dolores Moya con ocasión de los carnavales, el aviso de
Francisca Ramírez, la tia Paca, para evitar males mayores, el envío de cartas a
las niñas afectadas y el enfado de muchos padres ante aquel affaire.
Esa misma exigencia se hacía extensible a la obligación del estudio. Cada año -así
lo recuerda Mª Dolores Pedrada- «había que sacar nota suficiente para el
siguiente curso, si no, no teníamos beca y sin beca nos expulsaban». Era
necesario que las alumnas hincaran los codos si querían continuar en el centro,
al menos un año más. Arsenia Ramírez nos cuenta también cómo la Escuela abría a
una cuenta corriente en la Caja
Provincial de Ahorros, sita en la calle Calvo Sotelo -actual Real de
Arriba-, número 40, a las primeras alumnas, con la prohibición de sacar sus
caudales antes de cumplir los 18 años. Pero muchas de aquellas jovencitas no
acababan la oficialía ante las urgencias económicas de sus familias y
comenzaban a trabajar en alguna de las fábricas valverdeñas, apenas cumplidos
los 16 años.
La integración
social femenina vino no sólo de la formación
profesional, sino también del deporte.
Para las chicas el régimen franquista había previsto la gimnasia rítmica y el
voleibol, mientras que reservaba para los chicos el fútbol y el atletismo. El
uniforme deportivo se componía de una falda azul tableada y de blusa blanca y,
junto a la falda, el «pucho», una especie de pantalón con elástico por encima
de la rodilla para evitar exponer los muslos de las chicas a la vista inquieta
de sus compañeros. Junto a las pistas de abajo pasaban las aguas sucias de Valverde,
aún sin canalizar y más de una vez caía en ella la pelota de voleibol.
Viaje a Cádiz. 16 de junio
de 1965.
Tabla de gimnasia
Equipo de
balonvolea, junto a su entrenador,
Antonio Fernández
Rabadán. Año 1973.
Integrantes del equipo femenino de voleibol
Pese a todos los inconvenientes, estas chicas alcanzaron
altas metas en las competiciones andaluzas. Un buen ejemplo fue el equipo
femenino de voleibol (por entonces conocido como balón volea) del Centro
Sindical que llegó a ascender a Segunda División.
El voleibol,
llamado entonces balonvolea, alcanzó grandes cotas en Valverde. A mediados de
la década de 1960 el equipo masculino hizo furor: en 1966, quedó campeón
provincial y por tal motivo se desplazó a Córdoba los días 21, 22 y 23 de abril
quedando clasificado en cuarto lugar de Andalucía. En 1968, un equipo de
balonvolea participó en Granada en los llamados “Juegos de la Juventud”. Allí
se clasificó campeón de sector. Conservamos varias fotos de aquel evento, con
los chicos acompañados por Javier López
Guilarte. El campeonato suponía que tendrían que desplazarse a Tenerife para
tomar parte en la fase final de carácter nacional, aunque desconocemos cómo
acabó aquella gesta.
Poco
después fue el voleibol femenino, representado por el Medina Valverde, quien
cogió el testigo y dio lustre al centro.
Se había formado bajo los auspicios de Ángeles Barrero, a la sazón
profesora de educación física, aunque fue realmente su marido, Antonio
Fernández Rabadán, quién se convirtió poco después en su entrenador y verdadero
adalid. El curso 1973-1974, las chicas del voleibol jugaron federadas y
quedaron campeonas de la Tercera División, enfrentándose a equipos de
reconocida talla como Gil Márquez, Veracruz, Telefónica, todos ellos de la
capital onubense. Fue, por entonces, el único equipo onubense capaz de ascender
a tal categoría.
Las componentes del «Medina
Valverde» fueron Rosario Bermejo Bermejo, Luci Romero de la Rubia, María
Isabel Pérez Rodríguez, Petra Cejudo Corralero, María Dolores Quiñónez
Boniquito, María Romero Vázquez, Rosario Cruz Trabajo y Josefa Bermejo Bermejo.
La Escuela les ofreció el equipamiento: falda blanca y
blusa celeste, y el ayuntamiento les regaló un balón. La subvención de 750
pesetas con cargo a la Delegación Provincial de Balón Volea les permitió el
abono de su desplazamiento a las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Málaga. En la liga del año
1975-1976 se torció la trayectoria del
equipo: a principios de noviembre de 1975, -Franco se encontraba ya en el lecho
de muerte desde finales de octubre-, la Sección Femenina decidió no seguir
apoyando al equipo ante la falta de presupuesto. Las valverdeñas tuvieron que
retirarse de la competición. Este fue el
fin prematuro de este conjunto aficionado que elevó a enormes cotas el nombre
de nuestro pueblo y de nuestro centro educativo.
Carnet de alumna de cortes aparados.
En el curso 1.974-75, se
celebró por primera vez en el Centro
unas fiestas de fin de curso, con la coronación de Damas y Reina, la elección
de Miss TEJA, la reina del Taller
Escuela José Antonio y baile con orquesta, así como infinidad de actividades
deportivas y culturales[9].
La elección de la Reina del
TEJA completaba la entrega de premios a las actividades culturales y
deportivas. Se cerraba con un
espectacular baile con orquesta
para los chicos, las chicas y sus familias. La entrega de bandas en el Salón de
actos, entregados por algún niño, abría la fiesta celebrada en las pistas
deportivas
En 1975 las elegidas fueron Antonia García
Blanco, acompañada por las damas de honor: Manoli Contioso, Pepi Flores
Gutiérrez, Manoli Fernández Gutiérrez y Ana Maria Cera Recio, junto a los hijos
de Ramis Arroyo y Javier López Guilarte «Zarrita», encargados aquel año de
llevar las bandas
Reina del TEJA 1976
En 1976, las pocas alumnas que quedaban en el
centro coparon los puestos de honor, Conchi fue la reina y sus damas Elisa,
Repo León y de nuevo Pepi Flores. Al año siguiente, cuando el taller de cortes
aparados estaba a punto de desaparecer, las elegidas fueron Pepa Ramos, María
José Morián, Manoli Contioso y Juani Macías.
[1] Militar franquista, capitán jefe
de la policía armada y de tráfico, y primer director de la Escuela Profesional
de Valverde. Trató de imponer una férrea disciplina, acorde con su estatus
castrense y los designios de la época. Era muy exigente con sus empleados y
alumnos. Muchos recuerdan a un alumno que osó arrancar una hoja de la amapola
de la escalera central y cómo el director lo tuvo todo el día de pie, con la
hoja en la mano. También era muy exigente con los profesores y el personal de administración
y servicios. Su cometido cesó pronto cuando, al acabar el curso escolar
1957-58, fue nombrado nuevo vicesecretario provincial de obras sindicales.
Llegaba al centro a diario, bien en el coche oficial militar, un Volkswagen de
los conocidos popularmente como escarabajos, o bien en su famosa Lambretta.
[2] La apertura real del
centro se produjo el 4 de noviembre de 1956 y el 25 del mismo mes su
inauguración formal.
[3] En 1957, el negocio fue traspasado a José Martín Jaldón.
[4] El
pantógrafo era un aparato para la obtención de patrones en la industria del
calzado, patentado por el alicantino Lorenzo Manero, quién, además ideó un aparato ensanchador para cañas de botas; un
escalador maestro para patrones de calzado, un procedimiento para la fabricación
de hormas para calzado, varios pernitos tensores para calzados y varias cizallas a motor para patrones de calzado.
[5] Entrevista
a Isidoro Garrido Palanco, quien cree recordar que procedían de Elda . Enrique Seguí Fernández aparece como testigo
en varias consejos de guerra en el otoño de 1939. Vid. PAYA LOPEZ, Pedro: (2014). Ni paz, ni piedad, ni perdón. La guerra
después de la guerra y la erradicación del enemigo en el partido judicial de
Monóvar: la responsabilidad compartida (1939-1945). Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes. SANCHEZ RECIO, Glicerio
(2014), Operación quirúrgica en el cuerpo social: La represión política en
Monóvar (1936-1943), 165.
[6]
LÓPEZ; Tomás (1997): “Aproximación a la historia del Instituto Don Bosco”. Facanías,
[7]
Isidoro ha hecho modelos de calzado a
las principales empresas de Valverde como Lazo y Duque, Labor-PLT, Ramón
Vizcaíno Villegas, Ramón el peón;
,
[8]
“Concurso de destreza el el oficio de calzado”. En ODIEL. Jueves 27 de mayo de 1965, p. 6.
[9] PEREZ MAESTRE, Anselmo,
op. Cit. . La visión de un alumno del Taller Escuela, p. 87.
No hay comentarios:
Publicar un comentario