Juan Carlos Sánchez Corralejo.
Muchos de los alumnos
del Colegio Menéndez y Pelayo de los años sesenta procedían del parvulario de
las Salesianas, donde estudiaban desde los 3 a los 5 años. Por sus aulas pasaron cientos de niños
valverdeños de distintas generaciones[1]. Algunos niños permanecían
en el colegio salesiano algún tiempo extra, pero debían abandonarlo tras hacer
la primera comunión. A
los mejores aprendices de catecismo se les otorgaba la banda azul de María
Auxiliadora, que portaban orgullosos por las calles de la ciudad, tras salir de
misa de domingo.
En la fotografía aparecen,
junto a Sor Hilaria, Enrique Romero
Ramírez, Antonio Hidalgo Castilla,
Antonio Vizcaíno Corralejo, José Tocino Martín, Eliseo Sánchez Borrero, Fernando Cruz, Manuel Guisado Vera, José Mª
Hidalgo Mora, Jesús Mariano Romero, José Miguel
Bernal Herrera, Rafael Moreno, Manolo Morián, J. Manuel Azogil, Luis
Fernando Rivera Cejudo, José Mora Villadeamigo, Luis Garrido Rentero, Diego
Fernández Batanero, Gregorio Tocino
Ramírez, Fernando Vizcaino, Manuel Contioso Ramírez, Gregorio Mora Santos, José Marín, José Blanco, Juan Amaro Guerra-Librero
Bermejo, José María Garrido Rentero,
Diego Fernández, Manuel Rentero Vizcaíno, Juan Contioso, Antonio Rite, Juan José Cejudo, Pedro Diego Lorca Calero, Juan Gamonoso
Baquero, Francisco Romero Mora, Manual Limón Azogil, Juan Castilla Navas,
Eduardo Pérez Mantero, Luis Tocino Martín,
Pedro Moreno Ramírez, Ildefonso
Moya, José Tocino, Alejandro Calderay, Jesús Caballero Moya, Guillermo Bolaños,
Pedro Lorca, Patricio… entre otros.
[
Otros habían
adquirido algunos rudimentos en las escuelas de párvulos, escuelas privadas
existentes en la localidad, como la de Dª Bartolina Chaparro[2] en la calle Coronel
Morales, o la de Dª Eugenia Marín en la Calleja de Carpinteros. Estas “escuelas
de los cagones” eran salones dentro de una vivienda familiar provistos de
sillitas de asientos de enea y algún que otro pupitre; incluso, en ocasiones,
los chiquillos tenían que portar las sillas directamente de su propio
domicilio. Más tarde se crearían las guarderías Bamby, Maela y Pato Donald,
ya con personal especializado.[3]
Ante esta realidad se
hacía necesario potenciar las unidades de párvulos de Menéndez y Pelayo. El
centro poseía una unidad de párvulos. La matriculación iba en aumento y la
ratio pasa de 32 a más de 40 niños por aula. Al iniciarse el curso a mediados
de septiembre, siempre faltaban entre 3 y 5 profesores para completar la
plantilla. Ello exigía todos los años la remisión de varios oficios y,
finalmente, los viajes del Director a la Delegación de Educación. No siempre se
conseguían los profesores ajustados al nº de unidades aprobadas. Desde la
Delegación se instaba a medidas de ajustes, masificando las clases o metiendo
los niños de un curso en otro.
En los años finales
del franquismo y los primeros de la democracia, la gestión del centro era
ingobernable. La ratio de muchas aulas sube hasta 45 niños, a los que se unían
los chicos y chicas de educación especial, sin profesores de apoyo. El director
era conminado a cubrir las ausencias, además de sus clases habituales, su labor
directiva y la del secretario, ya que tal cargo fue amortizado.
El Delegado de
Educación, considerando que la ratio no superaba sensiblemente los 40 alumnos
por aula, propone como solución la
supresión del parvulario, una mejor distribución del alumnado, la obligación
del director de asumir, además de las responsabilidades antes anunciadas, una
tutoría. Ello, naturalmente, provocó la indignación de padres y profesores. Los
miembros del APA visitan y presionan a la inspección.
En 1975, el Menéndez
contaba con un grupo de párvulos de 5 años, ubicado en la primera aula de la
planta baja del edificio de 1967. La ratio superó los 42 niños y se hizo
necesaria una reestructuración. Los párvulos fueron reubicados en el comedor,
situado frente a las escaleras de acceso al edificio nuevo. Junto a María
Dolores Lazo fue contratada María Luz Vallés. El espacio fue dividido en dos
mediante una simple cortina. Pero aquel intento fracasó, fue necesario
descorrer las cortinas y reunificar al alumnado.[4]
La necesidad
de dos aulas de párvulos era perentoria: se pedían «clases de párvulos y especiales. Se quiere que funcionen 2 escuelas de
párvulos y una de subnormales, esta a ser posible en la estación»[5].
Pero la Delegación,
que concedía las unidades por la ratio global, se negaba a conceder una segunda
unidad de párvulos. Fue necesaria la intersección del ayuntamiento.
En el curso 1976/77
comenzó a funcionar otra aula suplementaria de párvulos como desahogo oficioso,
con el respaldo del ayuntamiento, aunque las actas del claustro nada refieren
sobre este asunto. Se habilitó para ello
una de las casas de los maestros que miraba hacia la carretera de Calañas,
ocupada, en su día, por Águeda Díaz Barragán, y más tarde por María Dolores Lazo.
Fue necesario derribar los tabiques separadores. El salario de la nueva
maestra, Josefa María Serrano López, fue inicialmente abonado por los
padres. Demostrada su imperiosa
necesidad a la Delegación de Educación, la nueva unidad de párvulos recibió el
refrendo legal.[6]
En el curso 1978/79
se proyecta levantar un tabique en el aula 17 «para que allí funcionaran las dos clases de
párvulos como lo habían hecho el curso pasado». María Dolores Lazo Domínguez
exige entonces dignidad y espacio suficiente para las instalaciones de los
párvulos:
«Dª Maria Dolores Lazo Domínguez, profesora de
párvulo protestó ante esto ya que dicha aula es muy pequeña para albergar a 80
alumnos como normalmente entran en párvulo, además dicha profesora reclama el
aula nº 9 para ella y de la que fue destituida el curso pasado y a la que tiene
derecho, según las normas que rigen el centro, este aula está ocupada por D.
Teodoro González García, el cual pasaría al aula 17 pero sin hacer el tabique».[7]
Pero ni siquiera las
dos aulas resultaban suficientes. La Delegación hace el ofrecimiento de un
nuevo parvulario, si el ayuntamiento proporcionaba el terreno[9]. La alcaldía,
presidida por Ricardo Olivós, ofrece varias alternativas. Los directores de los
dos colegios públicos de la localidad, José Arrayas y F. Javier Almonte, tratan
de consensuar la mejor ubicación: desestiman los cercados del callejón de las
Adelfillas y se inclinan por los terrenos del Pilar Viejo, en Triana, que
poseía una ubicación geográfica intermedia entre ambos colegios. En la toma de
la decisión se buscó ante todo erradicar los problemas de
sobrematriculación. En dos días se da la
respuesta con el visto bueno del ayuntamiento.
De tales diligencias,
en 1979/80 nace en Valverde la escuela
de párvulos de El Pilar como un centro asociado al Menéndez y Pelayo[10]. Estaba previsto que
aquel año el centro contara con 3 unidades: un grupo de párvulos de 4 años a cargo
de Pilar García González, otro de 5 años asignado a María Dolores Lazo, y un 1º de Primaria a
cargo de Manuel Domínguez Carrero[11]. Sin embargo, en mayo
de 1980, el redactor de Facanías informaba de que se encontraba cerrado por
falta de profesores «lo que ocasiona que
muchos niños de cuatro y cinco años estén sin escolarizar».[12]
El Viejo Pilar y su
rebosadero aparecían llenos de sanguijuelas, y sus aguas brotaban cada vez más oscuras, tras las obras
realizadas en la barriada de Santa Cruz, que perjudicaron seriamente el
manantial que nutría a la vieja fuente. Se optó por el derribo del viejo Pilar.
Tal demolición solo fue el inicio una larga lista de atentados contra algunas
de las muestras del patrimonio local, ordenadas por dirigentes de escasas miras[13]. La obra del nuevo
parvulario corrió a cargo de los hermanos Serrano de Beas.
El curso escolar
1980/81 todos los párvulos son derivados a El Pilar, aunque la opinión del
claustro era dejar al menos un aula de párvulos en las instalaciones del
colegio. Aquel año, las maestras del parvulario de El Pilar fueron Carmen
Simón, Rafaela del Águila Cortes y
Josefa Parreño. Entonces surgen las protestas de los padres, «ya que la mayoría no estaban de acuerdo en
llevarlos a un lugar tan apartado de sus hogares y máxime cuando debían
atravesar la carretera N-435, y el centro donde estaban inscritos era el C.N.
Menéndez y Pelayo».[14]
La presión de la APA
logró además la promesa del Delegado de Educación de escolarizar a los párvulos
desde los 4 años, a partir del curso escolar 1982/3.
«D. Francisco Javier Almonte informó que la APA había estado en
Huelva hablando con el Sr. Delegado de Educación. Éste les había dicho que no
podían ser admitidos en el presente curso los niños de cuatro años y que en los
pueblos que estaban escolarizados en la actualidad era porque el número de
profesores que tenían y el número de puestos escolares lo permitían. No
obstante, les prometió que estarían escolarizados en el próximo curso».[15]
La revista Facanías comentaba que, a pesar de las
promesas del año anterior, a finales de septiembre se seguía con la
incertidumbre de saber si se iba a escolarizar o no a los niños de 4 años[17]. Finalmente, desde el curso 1982/83, el
centro de El Pilar dispuso de cuatro aulas, para párvulos de 4 y 5 años,
atendidos por María Dolores Lazo, Rafaela del Águila y Josefa María Macías
López, mientras la cuarta plaza no llegó a consolidarse y se cubría con
carácter provisional, ocupada por Mª Carmen Domínguez Borrero y Manuel Mogeda
Márquez.
«Por
primera vez en la historia de nuestro pueblo se alcanzó en EGB la
escolarización total de los niños a partir de los cuatro años. Para ello fue
preciso hacer muchas gestiones para conseguir la ampliación del profesorado de
EGB, que pasó de 18 a 50 profesores, más del 78 por ciento».[18]
Pero pronto llegó
también la masificación al parvulario. En el curso 1983/84 se afirmaba que «sigue son solución el problema de los párvulos de cuatro años»[19], ya que había 70
solicitudes, pero Delegación no ampliaba el cupo de maestros especialistas,
sino que «según orden de la Delegación
del MEC tendrían la posibilidad de escolarizarse en el Colegio Público José
Nogales».[20]
La falta de previsión
hizo que algunos hermanos quedaran separados de centro, motivo por el cual se
incrementó el nivel de protesta de las familias afectadas:
«Los padres
de los citados niños vienen manifestando su protesta haciendo piquetes que
impiden la libre entrada de los niños admitidos en el parvulario del Pilar,
adscrito al colegio público Menéndez y Pelayo. Se informa además que estos
padres se reunieron con fecha de ayer día ocho de los corrientes en las
dependencias de este colegio y decidieron ir a hablar con el Sr. Alcalde, quien
les atiende y reconoce sus derechos. Como conclusión, los padres habían
decidido extender también sus acciones de presión a los párvulos de 4 años del
Colegio Público José Nogales que están escolarizados normalmente desde
principios del curso. […] Igualmente se informa, por el Sr. Director, de la
existencia de un telegrama de la inspección obligando a los profesores parvulistas del C.P. José
Nogales a admitir a los alumnos bajo conminación de aplicar con toda severidad
la normativa legal vigente».[21]
Se plantea entonces la posibilidad de crear una
quinta unidad de párvulos en el Pilar o en el Menéndez, todos ellos a razón de
37 chiquillos, con el problema añadido de que ello obligaría a desdoblar algún
otro curso, además de los ya desdoblados. Ante esta cuestión, la opinión
mayoritaria del Menéndez abogaba por que solo en caso de que se nombrara un
maestro más se aceptaría un desdoble en el parvulario con jornada única incompleta[22]. La alternativa
ofrecida por el claustro del C.P. José Nogales era crear 9 grupos de 30 alumnos y
repartirlos al cincuenta por ciento, aunque en caso de grupos impares, como
ocurría aquel año, la distribución se haría de forma sucesiva. El José Nogales
manifestó su intención de acoger cinco grupos de preescolar en aquel curso.[23]
«Allí estábamos dos clases de 4 años y otras
dos de cinco años. Las madres protestaban a diario porque era el colegio que
había en toda esa parte del pueblo y Mª Auxiliadora la más cercana. Las clases estaban bien, amplias y bien
iluminadas, pero en los patios no había ni un sólo juguete para los críos.
Ellos enseguida se buscaron su diversión, la valla que rodeaba al Centro, hecha
con piedras y una mezcla bastante floja, así que cada uno cogió una piedra que
encontró en el suelo y se dedicó a escarbar en la pared, de modo que al poco
tiempo aquello parecía un "colador". Cuando llegaba el encargado de
obras del Ayuntamiento nos echaba unas riñas de espanto, a las maestras por
supuesto, porque decía que no echábamos
cuenta de los niños. Nosotras le pusimos "el arquitecto Quiyoyo", y
cuando lo veíamos llegar nos poníamos a temblar».[24]
«El claustro fue informado sobre las quejas
presentadas por los padres de los alumnos de Preescolar 2º, a los que ha
correspondido el aula prefabricada, quejas que se concretan en dos problemas;
uno el retraso sufrido en la escolarización de estos alumnos, otro, las dudas
surgidas sobre la adecuación del aula.
Una vez entregada la llave y observada la idoneidad del aula se disiparon los
problemas»[25].
Desde el curso
1986/87, las instalaciones del parvulario fueron cedidas a la escuela de
adultos, actual C.E.P.E.R. El Pilar. En paralelo a todo este proceso de lucha por lograr las nuevas unidades de
educación infantil en el Menéndez y Pelayo, se inauguró un nuevo colegio en la
zona de escolarización de las barriadas de Triana y El Rollo, el nuevo José
Nogales, de 16 unidades más otras cuatro de párvulos, abierto en el año 1979.
Asimismo, en octubre de 1986 se inauguró el nuevo colegio Los Molinos, y cada
uno de ellos pasó a disponer de sus propias unidades de educación infantil y
las de educación especial.[26]
Las cartillas Palau y los cuadernos Rubio fueron los instrumentos básicos de
los primeros aprendizajes. Los alumnos, ya desde el parvulario, aprendían a leer con las
cartillas Palau de la editorial Anaya, basadas en el método fotosilábico,
creación de Antonio Palau (1948-1986). En los años 70 y 80, la
cartilla "Palau" asociaba cada
sílaba con un dibujo. Fue un sistema de aprendizaje revolucionario, donde los
niños y niñas aprendieron a leer. El dibujo en aquellas cartillas ya no era el
objeto con su nombre común, pasó a ser un signo fonético silábico que
correspondía al primer golpe de voz. El niño y la
niña iba diciendo para cada uno de los dibujos de la cartilla, la primera
sílaba de cada dibujo. Teníamos que conocer todos los dibujos para "pasar
de página".
Su autor lo definía
como: "una técnica rápida para el aprendizaje de la lectura y la escritura
del castellano". Sin duda estas cartillas nos han acompañado a muchos de
nosotro. Era necesario conocer todos los dibujos, asociados a sus sonidos,
antes de pasar de página.
El niño y la niña iba
diciendo para cada uno de los dibujos de la cartilla, la primera sílaba de cada
dibujo. Teníamos que conocer todos los dibujos para "pasar de
página".
Su autor lo definía
como: "una técnica rápida para el aprendizaje de la lectura y la escritura
del castellano". Sin duda estas cartillas nos han acompañado a muchos de
nosotro
Las maestras
utilizaban el método individual. Cada uno de los chicos, por orden de lista, se
acercaba a la mesa del maestro. La maestra guiaba su lectura con el puntero
sobre la cartilla[27].
Los cuadernos Rubio[28] más elementales
servían para realizar los primeros trazos, de rayas, trazos inclinados, y las
primeras letras. Además, los alumnos debían comprarse un cuaderno, al principio
de dos rayas, más tarde de una raya. Se pusieron de moda los cuadernos de
cuadritos. Las imprentas locales plegaban los cuadernos y las maestras les
ponían el nombre. Eran las bases de la “muestra”. A cada niño se le ponía una
muestra diferente en función de su avance. Los niños debían reproducir las
palabras o frases escritas, con perfecta caligrafía, por los maestros.
[1]. Algunos de ellos fueron Juan Mantero Ramírez,
Juan Carlos Parreño Hidalgo, Sebastián Bermejo Garrido, Juan Román Domínguez
Carrero y Juan Castilla Navas.
Años
después pasaron por sus aulas Manuel León
Bermejo, José Luís Sánchez Moya, Juan Manuel Alcaría, Pedro Arroyo Cejudo,
Román Arroyo Bermejo, Manuel José Almeida Ibarra, Gregorio Andrade Carrero,
Juan Manuel Arrayás Herrezuelo, Mario Conde Duque, Juan Javier Duque, Antonio
Fernández Barrero, Juan Fernández, Juan Carlos Lorca Becerro, Antonio Mora
Bonaño...
En la década de 1950, Sor Hilaria era la
encargada de la educación de los niños más pequeños. También hubo otras
hermanas especializadas en la educación de los varones, como Sor Conchita.
[2]. Alumnos
suyos fueron Fernando Gómez Cera,
Francisco José Romero Vizcaíno, Antonio
José Parreño, los hermanos Juan y Felipe Mantero Cruzado, Ildefonso Batanero
Santos, Luis Carlos Pernil, Juan Manuel y José Luis Macías…
[3]. A partir
del año 1980/81, sus alumnos pasaron a la guardería de Rosario Bermejo Sánchez,
la Guardería Bamby. A finales de los
70 existió otra guardería en el valle de la Fuente, “Maela”, de María Teresa Domínguez y Mercedes
González, que pasaría a llamarse “Pato Donald” durante la etapa de María Jesús
Contioso.
[4].
Entrevista a María Dolores Lazo Domínguez.
[5]. A.C.M.P.
Libro de actas. 20 de mayo de 1976.
[6].
Entrevista a María Dolores Lazo Domínguez
[7]. A.C.M.P.
Libro de actas. 13 de septiembre de 1978.
[8]. Carmen
Simón había realizado cursos de diagnóstico y recuperación de los trastornos de
aprendizaje. Vid. Proyecto de reforma de
EGB para Colegio del Cabezo del Molino.
[9]. El
ofrecimiento llega por boca de la inspectora Azulina Gobernado Fernández.
[10]. A.C.M.P.
Actas de claustro de 22 de Junio de
1979. Véase también “Información de la delegación Municipal de Educación”. En FACANIAS, nº 75. Septiembre de
1979. Se hace referencia a que «existe
un parvulario en el Pilar, que hay niños matriculados de esta edad (cuatro
años)…>>.
[11]. A.C.M.P.
Actas de claustro de 22 de junio de
1979.
[13]. Luego
vendrían el viejo Molino de Pujima, varias eras, y más recientemente la
Casa-Cilla de la calle Real de Abajo.
[14]. “Parvulario
El Pilar”. En FACANIAS, nº 89,
noviembre de 1980, p. 4.
[15]. A.C.M.P.
Acta de claustro de 2 de noviembre de 1981.
[16]. A.C.M.P.
Actas de claustro de 24 de junio de 1982.
[17]. “Comenzó
el curso escolar 1982-83”. En FACANIAS; nº 11, septiembre de 1982, p.
2.
[18]. SANTOS
MONTES, A: “PSOE, Resumen de cuatro años de gestión municipal”. En FACANIAS, nº
118, abril de 1983, p. 10.
[19]. A.C.M.P.
Acta de claustro de 10 de octubre de 1983.
[20]. A.C.M.P.
Acta de claustro de 9 de noviembre de 1983.
[21]. A.C.M.P:
acta de claustro de 9 de noviembre de 1983.
[22]. A.C.M.P:
acta de claustro de 9 de noviembre de 1983.
[23]. A.C.M.P:
acta de claustro de 2 de abril de 1984.
[24].
Entrevista a Josefa Macías López.
[25]. A.C.M.P.
Acta de 24 de septiembre de 1984.
[26]. En Los
Molinos, existieron dos aulas de
especial, a cargo de Wenceslao Sánchez Matamoros y Teresa Gordillo Solane, natural de Badajoz, y
más tarde de Mª Isabel Gañán Delgado.
[27].
Entrevistas a María Dolores Lazo Domínguez.
[28]. La
empresa de Cuadernos Rubio se fundó en 1956. Después de algunas dificultades
sus materiales didácticos vuelven a estar de moda en las librerías y han creado
un sistema de descarga directa desde Internet bastante exitoso.
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